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2.- El trío

Drake y Alexander llegaron al bar. El peliplatinado tomó la misma mesa de siempre y esperó mientras conversaba con el rubio.

Drake parecía estar perdido en sus ojos, con una gran sonrisa.

—Buenas noches. —habló una voz dulce en el escenario.

—¡Ahí está, es ella! —dijo emocionado, viendo a la chica.

Una canción suave comenzó, seguida de una voz cautivadora. Cada nota era perfecta. La mujer de vestido entallado intentaba transmitir cada sentimiento en cada acorde.

Al terminar, Alexander aplaudió y gritó emocionado.

—¡Esa es mi chica!

La mujer vio al peliplatinado de lejos y sonrió algo sonrojada. 

—Sigan disfrutando de las bebidas. En un momento volveremos. —Magaly bajó corriendo del escenario y abrazó fuerte al chico—. Hola... ¡Alex! —se escondió en su pecho y cerró los ojos, sintiendo que todos sus nervios se calmaban al instante.

—Hola, hermosa. —Le dio un beso en la coronilla, acariciando su cabello azabache entre sus dedos, haciendo que la mujer se impregnara de su colonia masculina. Se separó y miró al rubio. —Hoy traje a un compañero: Magaly, él es Drake. Drake, ella es Magaly.

La chica estrechó la mano del más grande y se aferró de nuevo a los brazos de Alex.

El rubio la saludó, e incómodo por cómo la voz de Alex retumbaba en su mente y hacía que su estómago se revolviera, pensó en un plan para escapar; señaló la barra.

—Voy por un trago, los dejo hablar. —Sonrió y se retiró, corriendo, casi espantado. —(¿Qué mierdas está mal contigo, Drake? ¿Eres joto ahora?)

—¿Quieres algo, mi niña? —dijo Alex mientras acariciaba el cabello negro de la mujer.

Magaly se sentó a su lado.

—Lo de siempre...

—Tus deseos son órdenes. —Sonrió y le pidió al mesero las bebidas mientras hablaba con la mujer de baja estatura.

Drake miraba desde lejos al par. Esperaba serio a que el concierto terminara para poder salir lo antes posible de ahí.

Alexander miró a Magaly volver al escenario y sacó su cajetilla de cigarros, tomando un poco de whisky.

El rubio cerró los ojos intentando concentrarse en la voz de Magaly, pero el pensamiento de Alex lo distraía; estaba tan asustado que ni siquiera fue capaz de volver a la mesa.

Terminando la canción, el de barba se acercó a la barra en donde el chico alto se encontraba.

—¿Todo bien? ¿Quieres que te lleve a casa?

Drake lo miró de reojo, y negó intentando evitar el contacto visual. 

—No gracias, vivo a unas cuadras de aquí. Todo bien. —Vio a Magaly acercarse y le entregó con una sonrisa una cerveza. —Para que refresques tus preciosas cuerdas vocales. Eres una joya indescriptible para la música.

Alex miró a la chica y subió las cejas con picardía.

Magaly tomó la cerveza algo tímida, apretando la espalda del de ojos grises como si le pidiera ayuda, ya que la chica no estaba acostumbrada a ese tipo de tratos.

—Bueno... —El peliplatinado miró al rubio—. Ya sabes que ella siempre está aquí los viernes a las ocho, para que vengas a visitarla. —Rio sintiendo un pequeño golpecito en la espalda baja. —Bueno, Drake... nos retiramos. Nos vemos el lunes. —Le dio una palmada en el hombro y salió de la mano con la chica.

—No me hagas eso, Alex.  —Le hizo un pequeño puchero una vez que llegaron a su casa.

—Hey, tranquila. Solo estaba jugando. —Rio y la abrazó para darle un beso en la coronilla. —Te portas bien, princesa. —Le revolvió el cabello y la soltó para verla entrar a su casa. Magaly era su mejor amiga desde la infancia, siempre la trató como una hermana menor, aunque tuviesen la misma edad.

Drake llegó a su casa y comenzó a golpear su guitarra contra el suelo con desesperación. Se sentía realmente enojado y por más que intentaba, no podía sacarse el eco de esa voz gruesa en su cabeza. 

—¡Eres un imbécil, Vince! —Se metió a bañar con agua helada para calmar su sangre hirviente, víctima de sus instintos carnales.

[...]

Alexander llegó a la cafetería a primera hora y notó que ya estaba la compañera de cambio de turno ordenando las cosas. Apretó sus llaves y se acercó a ella.

—Ugh... ¿Hola?

—¡Hola, Alex! —Laura le contestó muy alegre mientras limpiaba la cafetera.

El mayor volteó a ver a las mesas, buscando al castaño amargado de siempre.

—¿Y... Francisco?

—Oh, vino ayer en la noche, apestaba a marihuana. Dijo que quería renunciar, que estaba harto —Tomó uno de los carteles que decía "Se busca empleado" y lo pegó en la puerta.

Alex tomó su famoso mondadientes y lo puso en su boca mientras se cambiaba.

—¿Entonces ahora serás mi compañera de siempre?

—Ojalá. —Laura rio sonrojada y continuó limpiando más feliz que nunca. Ella siempre había envidiado a Francisco por poder estar tan cerca de Alex. —Ese hombre que trabajaba contigo... siempre andaba amargado, me recordaba a Calamardo... Yo si seré buena compañera, lo prometo.

El de tatuajes se botó de la risa e imitó la voz del pulpo tan famoso.

—"Bob esponja, deja de estar molestando" —Negó sonriente y jaló su banquito. Ese día casi no había gente, así que Alex aprovechó para sacar sus dibujos. —(¿Ugh? Esto no es mío). —Frunció el ceño y comenzó a leer los papeles. La historia de Francisco era realmente sombría, realista; era terror psicológico puro y duro.

—Wow... esto es... asombroso... —Deseaba leer más. Buscó con desesperación algún nombre entre las hojas para poder contactar al escritor: "Francisco Galindo García". —¿Cómo diablos llegó esto a mis cosas? —Sintió una respiración en la nuca y volteó para encontrarse a su compañera. —¿Se te perdió algo?

—Nada, es que ya vamos a cerrar...

La campanilla sonó y entró Francisco goteando agua, empapado.

—Buenas noches, perdón por mojar, está lloviendo terrible y... el imbécil de Aurelio mezcló mis manuscritos —dijo jadeante, extendiéndole a Alex una bolsa de plástico con sus dibujos.

—Sí, lo noté. —Tomó la bolsa y levantó la mano con la historia de Francisco. —Esto... esto es arte. Es decir... he leído a demasiados autores y jamás me habían logrado atrapar de esta manera, nadie —dijo conmocionado. —¿Tienes más historias? Necesito leer más.

El castaño asintió con incomodidad. 

—Aunque todos son una porquería. Mis profesores dicen que tengo que mejorar si pretendo vivir de esto... —Le arrebató las hojas y lo miró con odio. —Invertí lágrimas de sangre y sudor para que esta perdiera ante una novela rosa con poca originalidad... Lo siento, la lluvia me pone así... —Escondió su escrito debajo de su chamarra—. Mejor me voy.

—Que estúpidos, si yo hubiera sido el juez, te hubiera dado el premio sin leer otra historia. ¡Nos vemos! — El de ojos grises miró a la chica, quien lo esperaba con una sonrisa. —Puedes llevarte mi paraguas. Te diría que te llevo a tu casa, pero creo que igual te mojarías más en la moto —le dijo mientras se cambiaba.

La mujer tomó el paraguas, feliz, mientras veía la puerta.

—Ese hombre da mucho miedo, todo en él parece estar mal...

Alexander negó y salió con su compañera para cerrar la cafetería y bajar la reja de seguridad. Suspiró y la miró de reojo antes de subir a su moto. 

—No deberías juzgar así a las personas, él no es el chico que crees.

Francisco llegó a casa y dejó todo en la mesa llena de botellas vacías. Se sentó de mala gana y comenzó a escribir la historia desde cero.

Samantha lo miraba a lo lejos. Ella sabía que no debía acercarse cuando el hombre tenía sus crisis de escritor. 

—Nos vemos la siguiente semana, me iré a casa de mis padres.

El castaño la miró y sonrió con los ojos acuosos. 

—Deberías buscarte a alguien que sí te merezca; yo no soy digno ni del polvo que pisas, soy un inútil, un fracaso, una escoria...

[...]

El lunes por la mañana, Francisco llegó muerto en vida con un manuscrito monstruoso. El menor estaba tan mal, que, por error, se sentó al lado de Alex. Lo miró fijamente unos segundos, procesó la información y reaccionó sorprendido.

—Mierda, salón equivocado. —Se paró a media clase y salió corriendo a su salón.

Alexander rio al ver la torpeza tan tierna del chico. Volvió a concentrarse en la clase mientras sentía que alguien lo observaba desde el fondo trasero del lugar.

Drake movía la pierna con nervios. Su mente se debatía entre si debía hablarle, o no al peliplatinado: estaba encantado con Magaly, deseaba invitarla a salir lo antes posible, pero sabía que la única manera, era pedirle su número a Alexander. Necesitaba sacar el valor. Al final de la clase, se decidió, se levantó rápidamente y se acercó serio y cortante al hombre. 

—¿Puedo preguntarte si eres novio de la dama del viernes...?

—Buenos días. —Le sonrió—. No, ella solo es mi mejor amiga... ¿Estás interesado?

—Bueno... tengo un proyecto de una banda de metal sinfónico, su voz sería maravillosa para el grupo... —explicó sonrojado, siendo presa de los nervios. La presencia de Alex era una amenaza para su salud mental.

El de tatuajes sonrió pícaro y se levantó de su asiento.

—Le mandaré un mensaje más tarde. Si quieres... dame tu número y si ella me da permiso, te mando el suyo hoy mismo.

—Sí, claro. —El rubio sacó su celular con las manos temblorosas y comenzó a dictárselo. —Gracias, que tengas un buen día. Tengo que irme para evitar que Francisco se suicide y Aurelio se muera... las críticas de esos profesores son peores que ácido en los ojos. —Rio y se dio la vuelta para salir apresurado del lugar.

Alexander salió de prisa del salón para ir a la clase de arte: ese día les tocaría anatomía y desnudos, y esta vez, Alexander sería el modelo de la clase. Se paró en medio del grupo sin una sola prenda que cubriera su aterciopelada piel.

Todas las chicas se acercaron un poco más para poder "ver mejor", mientras que algunos hombres lo observaban incómodos.

—Dejen de cuchichear. ¡Esto es arte! Deben de aprender a tener la madurez, observar, analizar, trazar ¡Ser unos verdaderos artistas y no unos niños pintando líneas...! Y menos unos voyeristas juzgones —dijo la maestra con pasión.

[...]

Alexander iba de camino a su motocicleta cuando escuchó los llantos desgarradores de Francisco; parecía que le estaban rompiendo los huesos, mientras Aurelio se arrancaba las vestiduras como diva enfadada. Intentó seguir de largo, pero al escuchar los gritos del castaño, no pudo evitarlo; suspiró fastidiado y finalmente se acercó. 

—¿Qué sucede?

Francisco peleaba en el suelo con Drake, quien intentaba quitarle la navaja de las manos para evitar que se cortara las venas. —¡Ellos rechazaron el texto en el que deposité mi alma!

—Oye, oye, oye, muchos artistas son rechazados al inicio. Mi maestra de artes ha destruido muchas de mis obras, ni te imaginas... —Quitó a Drake y levantó a Francisco como si se tratase de una hoja de papel. —Tranquilo, eso solo te hará mejorar.

—Llevo cinco años en ese círculo vicioso... —dijo con la mirada perdida.

Aurelio gritaba en la furia. 

—¡Esos malditos profesores son unos ineptos que no saben del talento real!¡Ellos que van a saber del realismo si se la pasan autochupándosela todo el día!¡Malditos incultos!

Alexander miró confundido al moreno por unos segundos ante lo último.

—¿Eso es posible? Es decir... no creo que el cuerpo huma... ¡¿Quién quiere un helado?! Yo invito —Sonrió intentando cortar la tensión.

Aurelio lo miró y chasqueó los dedos mientras movía el cuello como todo una diva.

—Tú no eres quién para saber eso, jovencito.

—Bueno... creo que uno se ahorraría muchas enfermedades si... bien, helado. —Tronó los labios y caminó hacia la heladería mientras los tres hombres lo seguían.

Los cuatro pidieron sus helados, mientras Francisco sollozaba con su historia pegada al pecho. Alexander pagó y se fue a sentar con los demás. El silencio se hizo presente, la tensión era tanta que se podía cortar con una hoja. 

—Y... ¿Quieren contarme algo?

Aurelio sonrió y lo miró seductor.

—Cariño, estás frente al oráculo de Delfos, pregunta, que lo que sobran son respuestas.

—Bien. —Le regresó la sonrisa y le dio una lamida a su helado—. ¿Cuántos años tienen?

Drake levantó la mano.

—Veinticuatro. Ya sería mi tercera carrera: cine no me ayudó mucho.

Aurelio lo miró con curiosidad.

—¿Cuántos me pones, Alex?

Francisco parpadeó viendo a la nada.

—Yo tengo veintitrés.

Alexander miró de reojo a Francisco y centró la vista en Aurelio de nuevo.

—Te calculo unos... ¿Veintidós?

—Digamos que sí. —Le guiñó el ojo—. Tengo veinte, pero entre más viejo, menos me sermonean.

Fingió demencia con una sonrisa y miró a Drake. 

—¿Cómo se conocieron entre ustedes? —Rio—. Parezco entrevistador, y de los malos...

Aurelio rio.

— Es una historia graciosa. Yo, como rayo de luz y esperanza, me senté junto a esa nube gris. —Señaló al castaño—. Y la mamá del grupo... —Señaló al rubio—. Apareció para un trabajo en conjunto.

—Así que... la mamá del grupo... —Miró a Drake intentando aguantar la risa con una ceja levantada. —Mucho gusto, señora. —Le tendió la mano y no aguantó más la carcajada.

Drake le dedicó una mirada homicida al moreno y negó. 

—No vuelvo a salvarlos, son unos malagradecidos. En mi escuela ya los hubieran castigado a golpes.

—¿En tu escuela? —preguntó Alexander confundido y con interés.

—Sí, solía ir a una escuela religiosa, estaba en el coro de la iglesia y desde ahí me metí a la música de fondo. Mi familia quería que fuera pastor y me corrieron de la casa... No pienso regresar para que mi hermana siga alegando que soy un desastre. Mi sueño es inventar un nuevo género... En realidad, no lo cuento porque la gente solo se burla de eso.

Alexander recargó la mandíbula en su mano y lo miró fija y profundamente.

—¿Nuevos géneros? Cuéntame...

Drake comenzó a contarle sobre la creación de la música y su desarrollo; había pasado media hora sin que el par se diesen cuenta.

—Ya ricitos de oro, lo aburres —dijo Aurelio, quien ya iba por su segundo helado.

—Oye, esto es bastante interesante —dijo Alex y regresó la vista al rubio—. Si quieres, mañana seguimos hablando de esto. ¿Tú tienes algo más que contarnos, Aurelio?

—Nada, solo ando mal porque es mi quinta novela rechazada este semestre. —Se abanicó cual vieja madame para mantener la calma.

Alexander miró al castaño, quien ya roncaba sobre su novela. 

—Es mejor que esté dormido a que se intente matar. —Rio suave y señaló los papeles. —¿Puedo leerla? —Sabía que Francisco no se la prestaría, así que aprovechó que el muchacho yacía en el quinto sueño para hacer la pregunta sin esperar una respuesta.

Aurelio le entregó su manuscrito y le arrancó a Francisco el suyo; estaba tan dormido que ni siquiera se percató del jalón. El moreno lo miró con lástima y negó. 

—Esa pobre alma gastó todo el fin de semana en mejorar su obra maestra, todo para que le dijeran que el papel higiénico usado era más interesante.

Alexander se botó de la risa. 

—Perdón, perdón. —Aclaró la garganta y se puso serio para leer. —No veo el porqué alguien podría desperdiciar esto... Hay tanto talento aquí... —Miró a Francisco con ojos de borrego y suspiró, negando con la cabeza, por las imágenes que venían a su mente. —Bueno... creo que ya es un poco tarde. —Movió al castaño con suavidad para despertarlo lentamente.

Los cuatro se pararon y se despidieron: Aurelio le guiñó el ojo descaradamente y le aventó un beso al peliplatinado, mientras que Drake solo cargó a Francisco para llevárselo.

[...]

Alexander se movía incómodo en la cama. Tomó su celular y vio la hora: las 2:36 a.m. Lo desbloqueó y se encontró un mensaje de Magaly con un simple "Está bien".

📱 Alexander: Te mando el número de Magaly. Te recuerdo que los viernes no se tocan, ya que es nuestro día.

Drake roncaba en el quinto sueño, hasta que el sonido de su celular lo despertó, haciendo que cayera de la cama. Rápidamente tomó su aparato y miró "Mensaje de Alexander". Pasó grueso y apretó su celular con manos temblorosas mientras debatía en su mente si debía abrir el mensaje o no. Finalmente lo hizo y leyó atento.

📱 Drake: Hola, muchas gracias. Solo tocaremos los martes y miércoles... y solo si le gusta el proyecto.

📱 Alexander: Está bien. Descansa, ricitos de oro 😉

📱 Drake: Buenas noches ✌🏻

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