17.- Esgrima
Al día siguiente, Roberto ya estaba haciendo el recalentado; la radio tenía a Manowar a todo volumen y él fumaba mientras le daba el último sorbo de cerveza a Storm. Escuchó unos pasos y levantó la vista para ver al peliplatinado bajar por las escaleras.
—¡Buenos días, hermoso!
—Hola, buenos días —le contestó su hombre, adormilado—. De verdad debes dejar de darle cerveza al perro, lo vas a matar.
—Oye, a él le gusta y a mí también. —Rio mientras servía los platos—. ¡Sale recalentado de pavo y una cosa verde! —Se sentó solo con pantalones, cabello revuelto y unas grandes ojeras.
Alex le quitó el cigarrillo de la boca para darle una calada.
—¿No has dormido? —Se sentó, peinando su cabello.
—No... Es que había maratón de películas de Sebastian Stan —explicó el rubio, avergonzado.
—Eso explica porqué amanecí solo. —Le sonrió y comenzó a comer. —Convocaron reunión para hacer los últimos ajustes del vestuario; casi volviendo presentaremos la obra.
—Bien, yo prometo portarme bien en la presentación. —Asintió como un niño obediente y dio un bocado—. Hoy debo arreglar algunas cosas y hacer pesas. —Señaló el kit de ejercicio que tenía atravesado a media sala. —Cualquier cosa que necesites, me llamas, ya sabes que yo le rompo las piernas a cualquiera.
Alex se botó de la risa y asintió. Terminando de comer se fue a bañar, se arregló y le dio un beso a su amado antes de salir.
[...]
Cuando Alexander entró al teatro, las chicas lo miraron y comenzaron a susurrar entre ellas con una mirada pícara.
—Buenos días, señoritas y señoritos —dijo sonriente, subiendo al escenario.
Sixx y Camila ya tenían todo listo. La mujer andaba muy seria desde la muerte de su hermana y desde que Carlos le dio la estrellada contra el mundo más espantosa; hasta Emiliano quedó cómo un santo tras esas infidelidades.
Estuvieron ensayando un rato y modificando algunos lugares hasta que fue el turno de Alex de probarse su traje final de Don Juan. El chico salió como si fuese un muñequito de plástico.
—Apenas y puedo respirar.
Sixx se acercó, tomando la cinta métrica que había puesto sobre su sombrero.
—Debes haber sacado músculo o caíste en la comida de Roberto. —Le sonrió y comenzó a medir sus brazos.
—Ugh... Podría bajar de peso, si eso se necesita. —Le sonrió de vuelta a Sixx.
—No, nos queda poco tiempo; me es más fácil recorrer las costuras a que pases hambre. Dales gracias a los espíritus que Camila y yo, siempre dejamos un cacho libre de tela para los cambios. —Le guiñó el ojo a Alex y le dio una palmada en el hombro. —Anda, vete a cambiar.
El de ojos grises se metió detrás del escenario para cambiarse frente al espejo mientras algunas chicas platicaban a su lado.
—¿Me veo gordo? —dijo llamando la atención de las mujeres.
Todas negaron observando sus brazos. Una habló.
— Para nada, estás p e r f e c t o. —Se mordió los labios—. ¿Has estado ejercitando? Te ves más musculoso y grueso. —Le guiñó el ojo.
El peliplatinado se sonrojó y volvió la vista al espejo para ver su cuerpo.
—Sí, he hecho más ejercicio, pero también he comido más. —Tomó su playera negra—. ¡Hey, Fernanda! ¿Tu novio no se enojará por la escena del beso?
La chica rio.
—¿Cuál novio? Ese se fue con una rubia a Alemania y jamás volvió.
Todos rieron mientras organizaban los últimos detalles.
—Te entiendo a la perfección. —Rio y se acomodó los anillos—. Mejor para mí, no quiero estarme peleando con imbéciles. —Sacó un cigarro y se lo puso en los labios mientras guardaba todo para ir a casa.
Todos salieron en bola mientras jugueteaban y reían, cruzando los grandes jardines de la universidad.
—Oigan, ¿oyeron que en el concurso de matemáticas lleva la delantera el borracho ese que siempre va en el Impala? —comentó una de las chicas.
Otra rio.
—Oh sí, es muuuy lindo; tiene ojos de ensueño y una mente brillante —dijo la mujer sonrojándose.
—¡Hey, hey! —Alex las miró bastante serio—. Dejen de hablar así de él.
Ambas lo miraron confundidas.
—¡¿Sabes quién es el loco de los números?!
Fernanda pasó entre ellas y tomó el brazo del hombre.
—Oigan, respeten al novio de Alex; ¿No ven que hasta lo tiene bien alimentado?
El platinado sonrió y asintió.
—Ya está ocupado, señoritas, así que les pido que no hablen así de él, ni que lo miren con lujuria.
—Pues mucha suerte con él. Dile que estudie para que pueda pasar las nacionales y que le baje a la birra.
Alexander asintió, se despidió y se subió a la moto para ir a casa de Magaly.
[...]
La chica salió corriendo y lo abrazó cuando lo vio entrar.
—¡Alexxxx!
—Hola, hermosa. —Le dio su beso en la coronilla cuando Daniel salió detrás de la chica.
—¡Un forastero ha llegado a vuestras tierras!
Alex lo abrazo también y le revolvió el cabello.
— Hola, Dan ¿Ya estáis listo para el gran combate?
El muchacho asintió muy alegre.
—¿Acaso vuestro reino anda en tiempos de abundancia? Vuestro porte es mucho más robusto que antes.
—Si os dijera que me he convertido en el hombre más feliz de estas tierras... —Suspiró y sonrió mientras Magaly los miraba raro, no les conocía esa moda. Alex la divisó y rio. —Solo cosas de esgrimistas...
Ella asintió confundida.
—Ya veo. ¿Y tu novio?
—En casa, arreglando cosas. A ti ¿cómo te va con el tuyo? —Levantó las cejas pícaro como si Daniel no estuviera ahí.
Magaly se sonrojó.
—Estamos organizando la mudanza.
—Es lo que veo. —Miró todas las cajas tiradas—. Bueno, solo venía a ver cómo estaban y a darle esto a Daniel... —Sacó una espada especial para la competencia de mañana.
Daniel sonrió impactado y negó.
—Mi señor, no puedo aceptar este valioso objeto de poder inconmensurable... Vuestra merced entenderá...
Alexander lo miró serio.
—No está en debate; tomadla o la batalla será fallida.
Daniel tomó la espada e hizo una reverencia.
—¡Por vuestra voluntad lucho y por vuestro honor triunfaré!
Magaly los observó como si los chicos hablaran en chino y soltó una carcajada haciendo que ambos se sonrojaran.
[...]
Alexander entró a la casa y dejó las llaves en la mesa.
—¡Ya llegué!
—Bienvenido a casa, cielo —dijo Roberto, terminando su rutina de ejercicio, fumando, lleno de sudor y escuchando a Mötley Crüe.
Alex se puso detrás de él, serio y tomó al rubio por la cintura.
—¡Uno, dos, vamos, sí se puede! —dijo pegando su bulto a su trasero—. Hola, mi amor. —Le susurró sensual, besando su nuca y su cuello.
Roberto bajó la pesa y se giró, dejando el cigarrillo en el cenicero.
—Hola, amor de mis amores. —Le besó la mejilla—. ¿Cómo le fue al filósofo más sexy desde Kafka?
El platinado sonrió sin quitar las manos de la cintura del muchacho.
—Resulta que me has estado engordando y no cupe en el traje. —Ladeó la cabeza con una sonrisa pícara—. Y que no me comentaste sobre el concurso de matemáticas ¿Quiere decir algo al respecto, jovencito?
—Espera... ¿Hasta ahora salieron los resultados? —Negó fastidiado—. Me metí en esa vaca loca hace ocho meses. —Abrazó al platinado por la cintura—. Yo te veo normal, un poco más musculoso.
Alexander levantó las cejas con picardía.
—Bueno, resulta que fuiste el mejor. —Le dio un beso rápido.
El de ojos azules levantó los brazos con emoción.
—¡Sííí! ¡En sus caras, putos! ¡El puto Roberto hijo de perra Ramírez está en las nacionales!
Alex lo cargó y le dio vueltas mientras ambos gritaban de felicidad.
Roberto lo besó y lo miró con lujuria.
—Esto amerita que me dejes ponerme las orejas de conejo.
El de ojos grises asintió con una sonrisa pícara y lo bajó, dándole una nalgada.
—Anda, corre.
—¿O debería saltar? —Levantó las cejas con picardía y se fue rápido para al rato aparecer con un choker y unas orejas de conejita Playboy.
Alex lo miró de pies a cabeza y se mordió los labios. Él ya estaba usando unas orejas de lobo.
—Es mejor que brinques antes de que te atrape el lobo feroz. —Comenzó a corretearlo por toda la casa hasta que lo terminó enjaulando en la cocina. —Ven, conejito. —Le sonrió pícaro en modo alerta hasta que lo tomó brusco y le dio la vuelta, tomando sus muñecas contra la alacena. —Serás mío toda la noche, conejito.
El rubio le besó todo el rostro suavemente, mientras se paraba de puntas.
—Ya me atrapó un enorme y feroz lobo plateado. —Se pegó a él, dejando que le haga lo que desee.
Lo cargó de las piernas mientras lo besaba y sin parar, lo subió hasta su cuarto para acostarlo en la cama y cerrar la puerta.
Roberto saltó por la cama cual conejo y acomodándose sexy, dejó ver que tenía atada la colita de pompón del disfraz.
—¿Qué hay de nuevo, viejo? ¿Es temporada de caza? —Gateó hasta Alex para besarlo—. ¿Hmmmm?
Su amante lo tomó del cuello y lo acostó dominante en la cama para besarlo con autoridad.
—Felicidades, mi cerebrito matemático, sigue así y todos los días te tocará ser cazado por el lobo feroz.
—¿Ah sí? —Roberto se dio la vuelta bocabajo y subió la cadera para mover el pompón de un lado a otro, llamando la atención del otro.
El lobo platinado se quedó perdido en el deseo hasta que lo tomó de los muslos y lo acercó para morderle una pompa. Subió a la cama lentamente y fue besando la espalda del rubio. Toda la noche se escuchó por todo el departamento los gemidos y gritos que ambos amantes daban.
Alex lo miró unos segundos, jadeante y se acostó a su lado.
—Creo que... te partí algo.
Roberto negó jadeante.
—Estoy bien... creo... —Se acostó y se escuchó su espalda crujir—. Auchi. —Rio y lo abrazó, intentando calmar su respiración.
—Sí, ahí está el cuerpo de Roberto afirmando que está bien. —Rio y sacó un cigarrillo.
El rubio se acostó sobre su pecho.
—Creo que necesito una aspirina. —Movía la mandíbula, adolorido.
Alexander acarició su mejilla con la marca del choker.
—Ahora te lo traigo. —Lo besó y se levantó al baño. Se echó un poco de agua en la cara y se miró al espejo, rojo. Volviendo le llevó la aspirina con un vaso de agua.
Roberto observaba el techo, tirado y despeinado ente las sábanas cuando vio a su chico llegar. Se acomodó y tomó el medicamento.
—Oye... —Alex se recostó a su lado y se acomodó para abrazarlo—. Mañana tengo una competencia... hago esgrima... —Le dijo nervioso.
—¿Eso es que pelean con espadas? ¿o es en donde usan arcos y flechas? —Le dio un trago al vaso.
—Espadas. —Le sonrió—. ¿Te gustaría venir?
—Claro, ¿a qué hora es? —Dejó el vaso en la mesa de noche y se recostó con Alex.
—A las ocho de la noche. —Lo abrazó de nuevo para acomodarse—. Aún nos quedan unas horas de sueño, hay que aprovechar y ya mañana lo hablamos mejor.
[...]
Alex se levantó adormilado a las 7 a.m., se puso los bóxers, tenis y bajó a hacer ejercicio como loco para sentirse ligero para la gran competencia.
Roberto se despertó más tarde, se bañó y fue con ropa cómoda por las compras para traer alimento fresco para su hombre. Se la pasó media tarde preparando el platillo favorito de su amado.
—¡A comer, mi amor!
Alex paró jadeante, limpiándose el sudor y se fue a sentar a la mesa.
—Espero que te guste la comida italiana. —Sirvió la lasaña y se sentó frente al platinado.
Alex puso una gran sonrisa y comió como loco, acabándose el plato en segundos, tanto, que Roberto ni siquiera había dado el tercer bocado.
—Oye, eres de buen comer cuando haces ejercicio ¿Mi lobito quiere más? —peguntó con ternura, quitándole los cabellos plateados del rostro.
Alex asintió tierno.
—Gracias. —Su voz ruda y su cara tierna no empataban en ese momento.
Asintió, se paró a la cocina y le sirvió casi todo, apenas guardando un pequeño cacho para él.
—Listo. —Le puso el platón enfrente y le pellizcó la mejilla—. Come a gusto, mi amorcito.
El de ojos grises comió concentrado.
—Mierda, esto no me está funcionando. Ahora entiendo... —Dio un golpe en la mesa—. ¡Esto me está haciendo más pesado! Jamás podré ser como el viento si sigo comiendo así. Hago mucho ejercicio, como mucho... ¡Por eso me estoy ensanchando!
Roberto se botó de la risa con los memes de gatitos en su celular.
Alex lo miró serio, notando que estaba siendo ignorado y se levantó para ir a bañarse y prepararse.
[...]
El platinado ya estaba listo y perfumado con el cabello recogido cual Samurái.
Roberto bajó las escaleras con su ropa casual y la chamarra de la suerte. Cuando vio al hombre se quedó en shock.
—¿Vas a la guerra?
—Prácticamente. —empacó su traje y su otra espada. Se dio la vuelta y le dio un beso a su chico—. ¿Nos vamos?
Asintió y lo siguió cual niño en excursión.
[...]
Roberto se sentó en una de las gradas, observando a todos los competidores.
—Oh, pensé que eran otras espadas...
—Hoy es una competencia especial. —Le sonrió—. Por favor, no hagas algo tonto. —Le dio un beso y se fue para cambiarse.
—¿Yo cuando hago cosas tontas? —dijo el rubio, de brazos cruzados.
Los trajes de esgrima no eran blancos; ahora eran de colores por ser la gran final. Alex y Daniel salieron con trajes negros con rojo, siendo inspirados por los Samuráis, y sus espadas estaban talladas con un grabado especial que Alonso les había mandado a hacer. Todo el equipo estaba ahí apoyando al par, quienes competirían en un 2 vs. 2.
Todos gritaban con emoción mientras Roberto trataba de saber cuál era Alex. Se levantó y se acercó al entrenador.
—Pssss ¿Cuándo es el turno de Alexander Quintana?
—Es el que va a competir —le contestó el hombre mientras veía como enganchaban a Alex. Sonó el timbre y comenzó la gran competencia. La gente miraba emocionada.
Roberto lo vio curioso. Se la pasó haciendo preguntas al entrenador mientras la pelea parecía muy reñida.
—¿Me enojo o me preocupo de ese movimiento?
—Niño... ¿quieres sentarte y callarte? —le dijo el entrenador bastante fastidiado.
El platinado retrocedió cuando la espada contrincante le tocó, sumando un punto al equipo enemigo. El timbre sonó y Alex se quitó la careta furioso; habían contado un punto al contrincante cuando no era válido.
Lleno de sudor lo desengancharon.
—¡¿Visteis eso?! ¡Qué mierda! —dijo enojado, sentándose junto a Daniel y lejos de Roberto, limpiándose la frente. —Tenemos tres turnos más, pero ten cuidado, los jueces parecen estar vendidos —le susurró a su mejor amigo con el ceño fruncido, viendo a los jueces.
Roberto alcanzó a escucharlo y se levantó de nuevo junto al entrenador.
—¡Alex! ¡¿Todo bien?! ¿Seguro no puedes marcar un punto de esos que valen más, como en el fútbol americano?
El de ojos grises suspiró y negó.
—Ya terminó mi turno. Va Daniel y cierro yo. —Le sonrió, dándole un beso, jadeante—. No te preocupes, ve con Magaly.
La chica estaba emocionada de ver a su mejor amigo y a su novio competir en algo tan importante para ellos.
Roberto asintió fastidiado y se fue con la chica. Sacó su teléfono y se puso a ver los comentarios de la gente que sí sabía de esgrima.
—Oye, Maga... o ese niño gana o nos hundirá a todos.
El turno de Daniel comenzó. El peliplatinado lo miraba concentrado mientras tomaba agua junto a su entrenador. Daniel luchaba bastante bien, ganándole al de barba por un punto, haciendo que pudieran acceder a la final si Alexander salía con puntuación perfecta en el siguiente turno. Todos gritaron emocionados y Alex saltó, abrazando a Daniel cuando volvió.
—¡Os has devuelto la esperanza, hermano! ¡Verás que triunfaremos esta noche!
La competencia se puso cardiaca. Alex pasó a que lo engancharan y se puso la careta bastante concentrado. Si esquivaba todo, ganarían el torneo internacional, haciéndolos los mejores espadachines del lustro. Ambos habían practicado por más de diez años para esta victoria.
Roberto corrió hasta donde estaba el equipo, haciendo que los muchachos rieran mientras lo veían gritando peor que fanático en primera fila de su banda favorita.
—¡Destrózaloooo! ¡Acaba con toooodos!
El peliplatinado sonrió tierno y se preparó. La campana sonó y comenzaron los ataques. El sonido de las espadas retumbaba en la sala. Los jueces evaluaban hasta la posición de cada uno de los dedos de la mano de los competidores.
El silencio era espantoso y todos sentían la tensión en el aire.
La respiración de Alex se hacía cada vez más lenta y pausada, como si el mundo se hubiese hecho más lento para él, pero para los demás, Alex se movía tan rápido como el viento, midiendo cada movimiento.
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