15.- I want to know what love is
—Hola. —Roberto se estiró exhausto, haciendo crujir su espalda. El chico traía una caja pesada con algunas cosas que le hacían falta—. Mi hermano me las llevó al trabajo ¿Tienes problema si las meto?
Alex negó con una sonrisa y le ayudó a cargar todo para meterlo a la sala.
—Tenemos que hablar ¿Por qué dejaste la banda?
—Porque estoy muy ocupado: tengo lo del trabajo, el peso de la carrera y estoy cansado de pelear con todo el mundo en esa banda. Ni siquiera tengo ganas de tocar la guitarra.
El peliplatinado asintió y tomó su mano.
—Entiendo, yo la cuidaré por ti hasta que quieras volver. Ven, tengo algo para ti. —Lo jaló para subirlo a su recámara, acostarlo, quitarle los zapatos, calcetines y playera. Prendió algunas velas aromáticas y puso música relajante. —¿Cómo te fue hoy?
Roberto le sonrió pícaro.
—¿Ya tan rápido me vas a desvestir? —Rio bajo.
—Sí, no te escaparás. —Rio sonrojado—. Date la vuelta.
—Me fue de la mierda. Estaba Johnny y... —le contó todo el drama que se había armado en la ferretería por una caja de tuercas especiales, mientras reía.
Se puso sobre él y le comenzó a hacer masaje en la espalda con aceites relajantes. El peliplatinado lo escuchaba atento mientras reía de vez en cuando.
El rubio, relajado, preguntó en voz baja.
—¿Siempre eres así de tierno o tenemos que hablar?
Pasó grueso y se quedó en silencio total; le daba miedo tocar el tema.
—Dime... No muerdo ¿Qué pasa, grandulón? —le dijo Roberto, viéndolo de reojo, sonriente, completamente pegado a la cama.
Alexander se quitó de encima, se acostó a su lado viendo el techo y soltó un largo suspiro.
—Me gustas. —Lo observó con la mirada brillante y una sonrisa llena de ilusión—. Me terminó gustando el niño estúpido de cara bonita. —Rio y le quitó la mirada de encima, apenado—. Creo que este es un mejor sueño.
Roberto se dio la vuelta y se puso sobre él.
—Pues deberías reírte porque don perfecto, ya tiene comiendo de la palma de la mano al bobo rebelde sin causa. —Se acercó lentamente al platinado, sintiendo su respiración pesada. Miraba sus ojos grises y después bajaba la vista a sus labios rosados. Su pulso se comenzó a acelerar, la sangre le bombeaba por todo el cuerpo. Acarició lentamente esa barba oscura hasta que finalmente, se fundió con él en un beso suave, lleno de deseo y amor.
Alexander acarició el rostro del menor para quitar algunos cabellos rubios que lo cubrían. Sintió el beso como un rayo que iba desde los dedos de las manos, hasta los dedos de los pies. Se separó lentamente y le sonrió, admirando cada centímetro del rostro de su amante.
Roberto lo abrazó, pegándose a su pecho y suspiró.
—Ojalá no tengas que dejarme... —Se separó y lo miró fijamente, haciendo una mueca—. Aunque seguro pasará...
No pienses así desde ahora o pasará —susurró con esa voz grave y calmada, acariciando su mejilla con la mano llena de aceite.
—Está bien, confiaré en ti. —Lo besó nuevamente y se acurrucó a su lado. —Rayos... creo que me crujió algo de lo suave que es este colchón. —Se sentó para probar qué tanto rebotaba.
Alex se sentó y lo miró con ternura.
—Ugh... no tengo algo ahora para hacerlo especial. —Buscó al rededor—. Bueno... —Tomó sus manos y se puso sobre su rodilla izquierda para verlo desde abajo—. Roberto Ramírez... ¿Quieres ser mi... mi novio? —Le sonrió nervioso.
El rubio lo miró anonadado y juntó sus frentes.
—Sí, sí acepto ser tu novio. —Le dio un beso cálido.
—Bueno... espérame aquí. —Alex salió corriendo a la cocina y regresó con un jugo de manzana—. Te acabaste todo el alcohol, así que tendremos que brindar con esto. —Rio y le sirvió un poco en una de las copas.
Roberto la tomó y la levantó.
— Brindemos, señor Quintanilla. Por nosotros...
Alexander se botó de la risa.
—Quintana y sí, brindemos, señor Rogelio. —Le guiñó el ojo y chocaron las copas para tomar todo su contenido. Tomó la de Roberto y la dejó en la mesa de noche para acercarse lentamente. —Te prometí que te cuidaría y te lo demostraré, no quiero dejarte solo lleno de palabras. —Lo comenzó a besar suavemente, subiendo a la cama para quedar sobre él. —¿Me permitirías demostrártelo esta noche?
Roberto no supo qué contestar, jamás había recibido ese tipo de trato y mucho menos le habían pedido permiso ante tal acto; al contrario, la mayoría de las veces fue en contra de su voluntad. Asintió nervioso y acarició el cuello del peliplatinado, correspondiéndole el beso.
—Prometo demostrarte lo que es el amor, ahora y siempre —susurró mirando sus ojos azules, acariciando su mejilla, siguiendo los besos. Alex comenzó a acariciar sus brazos pequeños, pero bastante fuertes, su pecho lleno de cicatrices, su abdomen bien marcado. —Eres perfecto, Roberto.
El rubio acarició sus tatuajes, memorizando cada dibujo en la piel aterciopelada del mayor. Ronroneó besándole los hombros, sintiéndose seguro, entre sus brazos.
Alexander recorrió hasta sus piernas, haciendo que la piel del chico se erizara. Bajó con suaves besos, intentando no cortar el contacto visual.
La respiración del rubio se comenzó a acelerar, fijando la vista en las velas que iluminaban la habitación; perdiéndose en esa flama que también resplandecía dentro de su ser.
—Alex... —susurró cerrando los ojos, sintiendo cada toque.
El peliplatinado subió de nuevo, viendo las mejillas sonrojadas de Roberto.
—¿Estás bien?
El chico asintió suavemente.
—¿Me dejarías dibujarte después?
—Puedes hacer lo que desees conmigo; te pertenezco por completo —le susurró y escondió el rostro en su cuello para depositarle unos cuantos besos húmedos.
Roberto se encorvó y dio un gemido, apretando las manos del más grande.
—No hay cosa que no haría por ti —lo miró fijamente con una sonrisa de amor genuino.
El de ojos azules lo abrazó con las piernas y le empezó a susurrar cosas hermosas al oído, lo cual era bastante extraño viniendo de él.
—Yo también te amo. —Soltó un ligero gemido y tomó al chico de las caderas para darse la vuelta y que el rubio quedara arriba. Lo atrapó entre sus brazos sin dejar de moverse, acariciando su espalda y sus piernas. —Te prometo que lucharé por ti —susurró jadeante—. No me importa tu pasado, te amo tal cual eres. Roberto...
—Siento... siento maripositas... —jadeó, acariciando el suave cabello y aspirando el aroma varonil de Alexander.
Ambos dieron un gemido alto, jadeando, mirándose fijamente con una gran sonrisa.
—Te... te amo —dijo Alexander con la respiración acelerada.
Roberto cayó en su pecho lleno de sudor.
—Eres asombroso —susurró.
El peliplatinado lo abrazó más fuerte, acariciando su cabello de oro, jadeante.
—Ya puedes estar tranquilo. —Lo recostó a un lado y se paró al baño por servilletas. Se limpió, limpió al rubio y volvió a la cama para abrazarlo.
Roberto susurró tembloroso.
—Creí que te irías.
—Jamás me iría ¿A dónde quieres que me vaya?
El chico se quedó callado y escondió el rostro en el cuello del mayor. Todos los ex de Roberto siempre lo dejaban en cuanto terminaban, ya que solo lo consideraban un juguete sexual del que podían abusar sin problema alguno. Puso el oído en su pecho, escuchando su corazón latir como un tambor en pleno concierto.
—¿Estás seguro de que no eres un semidiós o algo así? He visto muchas películas y creo que tú eres uno.
Alex se botó de la risa.
—No, solo soy un simple mortal. —Tomó su barbilla y le depositó un beso suave. Ambos se quedaron completamente dormidos, abrazados, sin nada más que temer o lamentarse; dos chicos completamente rotos, amándose.
A la mañana siguiente la alarma de Roberto sonó, anunciando que tenía que ir al trabajo. Alex ya lo estaba observando; sus ojos grisáceos eran iluminados por el sol.
—Buenos días —le dijo con esa voz ronca y adormilada de las mañanas. —Es hora de trabajar. —Acarició el rostro del rubio para despertarlo con cuidado.
Roberto lo abrazó peor que a un oso de peluche y se escondió en su pecho.
—Buenos días... ¿Cómo amaneciste?
—En un sueño ¿y tú?
—En el paraíso. No sabes lo mucho que ansiaba escuchar tu voz así. —Aspiró el aroma de su cabello platinado—. Definitivamente es tu olor... usamos el mismo shampoo y yo jamás huelo así. —Se arropó de nuevo, dispuesto a dormir otra hora.
—¡Hey! No. —Rio y lo destapó para levantarse y ponerse los bóxers. Tomó a Roberto entre sus brazos como princesa y lo llevó a la tina, dejando caer el agua caliente. —Es hora de trabajar. —Sacó la ropa del chico y se sentó en un banquito frente a él para tallarlo con extrema delicadeza. Le echó un poco de agua en el rostro y pasó sus pulgares por sus ojos. —¿Sigues muerto?
—Un poco. Es que... ¿tú no odias madrugar? La cama tan calentita y tu novio taaaan suavecito y sexy...
—Bueno, estoy aquí bañándote sin obligación. —Rio y rodó los ojos—. Las cosas que uno hace por amor. —Le depositó un beso en la mejilla—. ¿Hoy volverás temprano? Quería que nos reuniéramos con los muchachos para celebrar en la noche.
—Hoy solo tengo medio turno, así que regreso a la una, máximo a las dos. —Frotaba el rostro contra los brazos de Alex como si fuese un gato—. Eres tan suave...
Rio mirándolo extrañado.
—Tú eres muy raro, así me gustas. —Terminó de bañarlo mientras Storm los miraba desde afuera ladeando la cabeza, intentando entender lo que sucedía.
[...]
Alexander tomó su celular y les hizo videollamada a sus amigos, quienes estaban reunidos en el café.
—¡Hey muchachos! Tengo algo que contarles... Bueno... Roberto me gusta y... ayer le pedí que fuera mi novio y dijo que ¡sí! Así que... ¿Quieren venir a celebrar al karaoke en la noche?
Aurelio chilló zarandeando a James. Laura escupió su café sobre Carlos, quien apenas parpadeó.
—¡¿Te gustan los chicos?! —chilló la morena.
—Me gusta Roberto. —Alex asintió—. Así que... ¿vienen o no?
—¡Claro que vamos! —dijo Aurelio, aplaudiendo con emoción mientras James asentía tranquilamente.
—¿Maga, Sixx, Laura, Carlos? ¿vienen?
Magaly sonrió con ternura.
—Sabes que yo siempre voy, Alex.
Laura asintió y señaló a su compañera que atendía la barra.
—¿Ella puede ir?
—¡Claro! Pueden ir todos los que quieran. Nos vemos a las siete. Les mando la dirección por cualquier cosa.
Carlos asintió.
—¿Cuándo te llevo la moto? Ya está lista.
—¿Puedes ahora mismo? Estoy libre. —Storm le lamía la mejilla mientras Alex intentaba quitarlo.
—Ya te caigo allá, "cuñadito" —sonrió y colgó.
Más tarde, Carlos llegó con el overol manchado de aceite en su camioneta.
—Buenas tardes, Lex. —Bajó del auto y desenganchó la motocicleta para bajarla con cuidado. Estaba incluso más bonita y potente de cuando sus padres se la habían regalado. —Estaba lenta porque la gasolina y todo el ducto estaba sucio. También le dejamos un tono negro mate un poco más... único, para que resalte con el estampado de edición especial. —Le lanzó las llaves.
Alexander la miró impactado y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Está... es hermosa. —Se subió y la encendió, haciendo rugir el motor. —¿Vienes?
Carlos negó y señaló a su hermano que iba llegando en su Impala rojo.
—Llévalo a pasear a él. —Se subió a la camioneta—. Nos vemos.
—Sí, nos vemos en la noche. —Miró al rubio—. ¡Hey, Guapo! —Le sonrió coqueto, subido en la moto—. ¿Vienes?
Roberto le sonrió bajando del auto con el overol amarrado a la cintura, dejando ver su musculoso cuerpo.
—Está hermosa.
El platinado le sonrió.
—Sube, no muerde. —Le ofreció el casco de calavera.
El rubio lo tomó y se lo puso para subir y abrazarlo por la cintura, pegándose a su espalda.
Alex le sonrió y arrancó a toda velocidad; esta vez sin estrellarse. El motor llamaba demasiado la atención de los transeúntes.
El viento corría por su piel, Roberto amaba la velocidad y más cuando estaba con la persona que amaba. Dieron vuelta en una de las calles de la universidad. Pasaron tan rápido que levantaron la falda de algunas chicas, haciendo que estas gritaran emocionadas, llamando a Alex.
—Veo que eres una leyenda viviente.
Ale se botó de la risa y habló por el casco que estaba conectado al de Roberto, así se podían hablar por el micrófono sin necesidad de gritar
—Somos. Solo son algunas compañeras. —Condujo hasta llegar a casa. Se bajó mientras reía emocionado. —Creo que me acabo de venir.
Roberto se partió de la risa y le quitó el casco.
—¡Oye! Ese era mi trabajo —bromeó y le dio un beso frente al karaoke en el que algunos chiflaron celebrando, ya que siempre veían a Alex solo.
El peliplatinado se sonrojó.
—Creí que no me conocían tanto aquí... —Miró a la gente y saludó—. Ni siquiera soy estrella de rock o algo así. —Rio y tomo la mano de Roberto—. Ven, ya hice la comida. —Subieron al departamento. —Te ves sexy con el overol.
El de ojos azules dio una vuelta como en su época de bailarín de ballet.
—Gracias. —Hizo una reverencia con una sonrisa.
—Hablé con los chicos —dijo mientras le servía la comida. Alex era muy bueno cocinando. —Quedamos que nos veríamos a las siete en el karaoke.
—¡¿A las siete?! Son las seis —dijo atragantándose para subir a bañarse y arreglarse.
El de ojos grises lo esperaba afuera del baño.
—¡Hey! ¿Sabías que eres mi primer novio formal?
Roberto se asomó mientras se secaba.
—¿Sabías que eres el primer novio al que no intento esconder?
—Después de ver al que trajiste... no se me hace raro. —Bajó y vio por la ventana de la sala que ya todos estaban llegando. —¡Roberto! ¿Ya nos va...? —Se quedó con la boca abierta al darse la vuelta.
El rubio se había planchado el cabello. Llevaba una playera sin mangas, pantalones de cuero y unas botas pesadas que solo usaba en los conciertos. Tomó su chamarra de cuero de la suerte y se la arremangó.
—¿Vamos, cariño?
Alex se dio la vuelta a la ventana y suspiró.
—Dame... unos segundos. —Cerró los ojos y respiró hondo, moviendo la pierna con nervios. Lo vio por encima del hombro de nuevo y volvió la vista a la ventana, mordiéndose los labios.
El de ojos azules lo miró preocupado.
—¿Estás bien?
—Sí, lo estoy —suspiró—. Ya... —Se dio la vuelta, nervioso—. Es que te ves... jodidamente sexy.
Roberto se sonrojó. Ahora el que temblaba era él. Siempre que se arreglaba, sus parejas se ponían en su contra.
—¡Perdón! Ya... ya me cambio. No era mi intención —dijo con la voz temblorosa.
—¿De qué hablas? —Lo tomó entre sus brazos y le dio un beso—. No te me vas a escapar esta noche. —Le sonrió pícaro—. Vamos, guapo. —Le dio una nalgada y salió para cerrar con llave y tomar de la mano al chico.
Roberto lo abrazó de la cintura y cerró su chamarra hasta arriba, cabizbajo, presa del miedo.
—¿Qué haces? —Lo miró extrañado y bajó de nuevo el cierre.
El rubio negó.
—Perdóname. No te preocupes. No dejaré que me miren ni que me digan nada.
—¿Qué? Al contrario, esta noche es nuestra. Quiero que todos nos miren y vean nuestro amor. —Besó sus labios con dulzura—. Te ves hermoso.
—Gr... gracias. —Lo abrazó prácticamente escondiéndose entre sus brazos y caminaron hacia el karaoke.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro