Capítulo 19
Al día siguiente, Millie no fue al colegio. Si, se había enfermado.
Era la primera vez en mucho tiempo y la fiebre la mantuvo en cama por dos días.
Al tercer día, Leo decidió ir a visitarla. Ella nunca lo había invitado ni menos presentado a su madre. La idea de no saber a qué atenerse le molestaba un poco, pero Millie lo valía.
Llegó y tocó el timbre, pero nadie respondía. La casa se veía sombría como siempre. Esperó un rato y volvió a tocar el timbre. Seguía sin recibir respuesta.
Abrió la reja y se acercó a la puerta. Cuando golpeó la puerta se abrió sola. Estaba sin llave y esa no era una buena señal. Entró y se sorprendió.
La casa por dentro era un desastre, los muebles estaban llenos de polvo y había ropa tirada por todas partes. Parecía como si nadie hubiera estado en esa casa por años.
Mientras observaba la sala, se encontró con fotos de Millie con sus padres. Parecían tener muchos años y algunas tenían el vidrio roto.
Leo se apresuró a buscar a Millie, la llamó, pero no respondía. Subió las escaleras y había dos habitaciones. Por suerte, una de ellas tenía un cartel en la puerta que decía "Millie".
—¿Millie? —dijo llamando a la puerta.
—Leo... —susurró Millie.
Entró y la encontró en su cama, tapada con las frazadas. Tenía un paño en la cabeza y su cabello estaba húmedo por el sudor.
—Millie, ¿Cuánto tiempo llevas así? ¿Dónde está tu madre? —preguntó Leo exasperado.
—Dos o tres días... Ella no está...—la voz de Millie era muy bajita.
—¿A dónde ha ido? La llamaré, no puede ignorar esto. —masculló al tiempo que sacaba su celular.
—Es inútil—musitó ella—. Se fue y no volverá...—los ojos de Millie se cerraban.
—¿Y tu padre? Él podría venir a cuidarte.
Leo no le daba buena espina todo eso.
—Se fue también...está muy lejos.
Ella abrió los ojos y miró el techo de su cuarto.
—No entiendo. ¿Qué les pasa? ¿Por qué te dejan aquí sola y enferma? ¿Cuándo piensan volver? —increpó.
—Ellos no van a volver.
Millie lo miro con seriedad y Leo se inquietó.
—¿Por qué...? —No terminó de decir la frase que Millie lo interrumpió.
—Porque están muertos. —declaró, ahora con una voz más firme y clara.
El silencio inundó la habitación. Las palabras de Millie hacían eco en el interior de Leo.
De pronto todo cobró sentido. El estado en que se encontraba la casa. El hecho de que Millie no lo invitara a pasar. Las luces siempre apagadas.
Ella alegaba que su padre estaba lejos y que su mamá era una desinteresada, que no le gustaban los extraños, pero la verdad era una más cruel.
Estaban muertos.
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