La siguiente semana Millie se la paso esquivando a Leo. Se había vuelto alguien cercano a ella y eso no era tan agradable, la hacía vulnerable. Tenía que distanciarse.

El verano estaba por comenzar y los días calurosos se hacían presentes. Millie prefería el frío antes que el calor, llevar poca ropa no era su estilo, al contrario de Rose. Pensar que hasta la semana anterior había hecho frío, hizo que Millie odiara aún más el calentamiento global.

En sus huidas de Leo, encontró un escondite, detrás del edificio del colegio, había otro viejo y abandonado. Nadie iba allí por miedo a las supersticiones. Sin embargo, eso no era problema para Millie.

A decir verdad, el viejo edificio no estaba tan deteriorado solo contaba con algunas manchas de humedad y polvo, que seguramente saldrían con una buena limpieza. Ella se preguntó por qué lo habían dejado de usar.

En su recorrido por los pasillos, llegó a lo que era la vieja sala de música. Un amplio salón vacío y polvoriento. Pero era el más agradable de todos. Ella lo limpio y comenzó a usarlo para pasar el tiempo.

Leo la había encontrado muy fácil, pero no quiso espantarla. Decidió esperar un tiempo a que se calmara.

Durante la hora del almuerzo, Millie se dirigió a su escondite. Se sentó bajo la ventana a comer un sándwich. Había mucha tranquilidad, tanta que hasta se sentía extraña. Algo le faltaba.

—¡Te dije que me dejaras tranquilo! —se oyó la voz de Matt.

—¿Quieres escucharme por un momento? —Rose también estaba allí.

Millie pensó en hacer caso omiso de ellos, no quería escucharlos, pero tampoco quería que la vieran salir de allí. Sabía que quedarse escuchando sería mala idea. Lo sabía.

—No quiero escucharte más Rose. Ya he perdido mucho por seguirte el juego. —dijo haciendo una mueca de enojo.

—¿Seguirme el juego? Tu participaste muy activamente en esto. Sabías que estaba mal e igual te acostaste conmigo. —gruñó Rose.

—Sí, es por eso que ya no lo haré. Así que por favor ya deja de seguirme. —Matt estaba exasperado.

—No lo hare. Dejar de seguirte será lo último que haga. —Rose se estaba enseriando.

—¿Por qué? ¿Por qué insistes tanto? —preguntó molesto.

—Porque estoy embarazada, Matt. —la voz de Rose estaba quebrada.

Definitivamente había sido mala idea. La voz de Rose retumbaba en el interior de Millie. De pronto todo se había vuelto oscuro, su apetito había desaparecido y su visión nublado.

Matt se había quedado en shock, no quería creer lo que oían sus oídos.

Rose estaba a la expectativa de cómo reaccionaría Matt. Sus piernas temblaban y apretaba sus manos con fuerza. Se veía muy vulnerable.

—Eso... ¿Es cierto? —preguntó aún sin poder creerlo.

—Sí, llevo dos meses, Matt. —dijo Rose.

Millie no pudo evitar hacer el cálculo mental, era más o menos desde que los había descubierto. Ya no quería oírlos. No sólo había sido una especie de traición múltiple, sino que había traído consecuencias.

—Rose... Yo...—de pronto todos los ruidos desaparecieron.

Una canción de la banda favorita de Millie comenzó a sonar en sus oídos. Fue ahí cuando se dio cuenta de que Leo estaba en frente suyo. Él había puesto sus auriculares en los oídos de Millie. Como si hubiera leído sus pensamientos.

En ese momento, agradeció haberlo conocido.