Ese dia eran las ocho de la mañana, y Norman, se encontraba sentado en las escaleras de la puerta de su casa, esperando a qué aquel taxi llegué.

Aquel dia hacia frío, por lo qué él joven había salido abrigado para así no poder enfermarse. Mientras los minutos pasaban, había comenzado a nevar y en eso aquel taxi se encontraba allí.

El albino se puso de pie, guardo sus cosas ─qué no eran muchas─ en el maletero y subió al vehículo. Durante todo el viaje, permaneció serio y callado, mirando el paisaje por la ventana del auto.

Norman Ratri era un investigador privado de veintidós años de edad, el cual era hijo unico y se supone que sería heredero de una gran empresa, sin embargo, este tomo un camino diferente al qué se supone qué estaba destinado a tener desde niño.

Actualmente, muchos lo ven como alguien ejemplar, tranquilo, centrado y muy inteligente pero a veces este solía ser demasiado serio, a diferencia de cuando era un niño.

─Ya llegamos. ─Habló el conductor, sacando al joven albino de sus pensamientos.

─Muchas gracias. ─Agradeció el joven para luego pagarle al hombre, salir del taxi y tomar sus cosas.

Miró aquel sitio en donde se iba a hospedar por un tiempo, el cual se veía bonito y a la vez tenía una onda lúgubre y antigua. Este también estaba cubierto por la nieve.

Suspiró, sabía qué esto iba a ser un largo camino, pero valia la pena. No pensaba dejar aquellos casos sin resolver.

El portero lo dejo pasar, a lo qué él se fue a la recepción para registrarse y dirigirse a la habitación qué le dieron. Cuando terminó de guardar sus cosas, se preparó para ir a la oficina del señor Alek Mikhaylov, ya qué eso fue lo qué acordaron antes de qué él viniera.

Sin embargo, sus pensamientos se fueron en cuanto escucho a alguien tocar la puerta de su habitación. Al abrirla, Norman se encontró con una joven de cabellos cortos y anaranjados de ojos color verde esmeralda.

─¿Usted es Norman Ratri? ─Le pregunto la joven, amablemente y con una leve sonrisa en su rostro.

─Si. ─Respondió. ─¿Se le ofrece algo en particular? ─Preguntó el albino en un semblante algo serio.

─Vengo a avisarle qué mi padre, el señor Mikhaylov, quiere verlo en su oficina. ─Hablo la chica, mientras miraba al joven a los ojos.

─Esta bien. ─Dijo.

─¿Sabes donde queda la oficina? Si quieres yo puedo llevarte. ─Sonrió.

─No, gracias, se donde queda la oficina. ─Habló el albino, serio, para luego dirigirse hacia allí.

La de cabellos anaranjados, por su parte, se había sorprendido al verlo ya qué creyó qué era alguien mayor pero al parecer era un hombre joven.

Esta sólo sonrio y decidió seguirlo, ya qué le daba curiosidad saber porque su padre lo había contratado.

WRITTEN BY ALICE...