Jeongyeon.
En una parte de Seúl, se encontraba Dahyun secuestrada por una chica loca que fingió su muerte. Lo que le parecía irónico es que el propio padre de Tzuyu sabía las condiciones en las que estaba su única hija, y no le importaba si vivía o moría.
La madre de Dahyun lo sabía, la misma Sana se lo había dicho. No quería preocuparla, pero mentirle era algo que su novia no le perdonaría. Le pidió que abandonara la ciudad al menos hasta que todo se solucionara, para su buena suerte termino aceptando.
Dahyun hacía todo lo posible por ayudar a Tzuyu, parecía tener un par de costillas rotas, no podía hablar bien. Necesitaba respuestas, a diferencia de la taiwanesa a ella no le hacían nada, ni siquiera sabía que sus dos mejores amigas permanecían en el mismo lugar.
—Dahyun... debes salir de aquí—Murmuro Tzuyu con dificultad—Ellos... mataron a Jeongyeon. Estoy segura que soy la siguiente.
Dahyun se acercó a Tzuyu, se sentó para poner su cabeza en su regazó y estuviera un poco más comoda. Las marcas de golpe en su rostro, brazos y piernas arrugaban su corazón.
—¿Por qué? ¿Porque te han traído aquí?—Preguntó Dahyun intentando no romperse.
—Ya no le soy útil a mi padre, y todo lo que no es útil simplemente lo desaparece sin dejar ningún rastro, incusó a su propia...—Rió Tzuyu—Es gracioso, porque te odiaba pero ahora tal vez seas la última persona que vea antes de morir.
Sujeto sus manos en forma de consuelo, no permitiría que muriera. Como todo lugar existía una salida, y de no existir entonces ella misma haría esa salida.
—Saldremos de aquí. Te lo prometo—Decía Dahyun intentando darle esperanzas y fuerzas para continuar.
Tzuyu sonría mirando directamente a los ojos de la chica de piel pálida. Aquellas palabras llenas de verdad, valor y que no mentían cuándo se proponía algo.
—¿Por que eras tan buena? A estas alturas debía ser normal que me odiaras, pero nunca lo hiciste ¿Por qué?
—El odio es un sentimiento malo, no debo guardar cosas que envenenan, debo buscar algo positivo y gracias a eso me di cuenta del fuerte amor que tiene Sana por mi—Sonrió cerrando sus pequeños ojos—Por eso, no puedo odiarte, ni a ti ni a Minjoo.
—Eres tan buena, no mereces estar aquí—Tocia Tzuyu.
Sehun era el encargado de vigilarlas a todo momento, siempre estaba caminando por los pasillos mirando su reloj a cada segundo. No debía molestarlo o le daría una golpe como aquella vez de la llamada con Sana, el fue el que la golpeó sin pudor alguno. Debía solamente ganar su confianza de nuevo.
Del otro lado de la ciudad, una japonesa desesperada revisando el celular a cada segundo. Mina estaba de la misma manera, intentaron rastrear la llamada pero no había pistas. Momo patrullaba en busca de alguna pista que las llevara. La llave para escaparse y que todas salieran de ahí era Sana, porque la querían solamente a ella.
El lugar en dónde antes vivía el padre de Tzuyu, no existía más. Ahora se encontraba abandonado, sin ningún rastro de que en algún tiempo ese lugar fue habitado. Era astuto, pero olvidaban un pequeño detalle, que Sana era alguien persistente al igual que sus dos mejores amigas.
Su celular sonó, contestó de inmediato, era el mismo número solo que esta vez empezaron con una risa que tardo unos 4 minutos.
—Hola mi querida, Minatozaki—Por fin hablo esa persona—He contado hasta 100 pensando en una idea para herirte pero no busco la respuesta.
—Déjate de tonterías, dime que es lo que quieres—Gritó Sana totalmente enojada.
—Quiero verte llorar y suplicarme—La voz de esa persona salía ronca, con un tomo enloquecedor—Te daré una dirección, vendrás sola y podrás ver mi rostro, nos divertiremos—Rió la persona su respiración se escuchaba—Debes traer este hermoso anillo contigo, lo tienes que robar, en la televisión veré si no me mientes, mi pequeña mascota.
Sana apretó los dientes, la tenían acorralada, un movimiento en falso y Dahyun pagaría las consecuencias. Ella en su tiempo jugo con personas de esa manera, jugaba con sus mentes y al final todo terminaba en muerte, y les daba un poco de esperanza para que al final terminaran destruidos, y echos mierda.
—Esta bien, lo haré—Respondió sin titubear.
Haría todo lo que le pidieran, aunque tuviera que dar su vida por ello. Lo que le pedía ahora era simplemente, solo necesitaba robar, ir a dónde le indicaran y seguramente conocería a esa persona.
—¿Que te dijo?—Preguntó Mina.
—¿Es algo malo?—Preguntó Momo.
Sana negó con la cabeza.
—Solo quiere un anillo costoso—Dijo Sana—La única condición es que lo robe...
Mina se quedo pensativa, era una orden sencilla y fácil de realizar pero no quitaba que fuera peligroso.
Pasaron 10 minutos, no solo le envió la dirección de aquel departamento. Si no también una foto de aquel anillo que esa persona quería y la dirección de la joyería en dónde se encontraba. Tenía que ser hoy mismo, tenía una hora limite para ir aquel departamento de lo contrario le enviarían un regalo que tal vez odiaría.
—Tengo que hacerlo sola.
Ambas sujetaron sus hombros por la decisión repentina que tomo inmediatamente. Robar una joyería parecía cosa sencilla, pero no lo era. Necesitaba ayuda, sola era cavar su propia tumba, podía acabar tras las rejas, y nunca podría salvar a Dahyun.
—Te ayudaremos. Recuerda que Dahyun no es la única en ese lugar, también lo están Chaeyoung y Nayeon—Gritó Momo.
Sana bajo la cabeza, tragó un poco de saliva y se quedo quieta.
—Se como te sientes, nosotras nos sentimos de la misma manera. Recuerda que Eunwoo esta haciendo todo lo posible por dar con el lugar de dónde realizan esas llamadas, no dudes que lo encontraremos.
—Necesito enfriar un poco mi cabeza, iré a tomar un baño.
Salió en su motocicleta hasta su departamento. Necesitaba tomar un baño, enfriar su cabeza y pensar con sensatez que parecía enloquecer a cada minuto. Abrió su regadera, se quito toda su ropa, entro aunque el agua estuviera fría, no le importaba congelarse. El agua fría recorría su cuerpo, su frente estaba pegada a la pared de su baño y no emitía ni un solo ruido. El agua era una forma de sanación, era como si te sintieras nuevo después de sentir recorrer tu cuerpo con cada gota, en su mente estaba esas veces en las que solían hacerlo mientras se bañaban, para Dahyun era divertido, pero para Sana era algo excitante.
El sonido de su celular la hizo salir del baño, corrió para contestar. Era nada menos que Eunwoo quién llamaba, respondió de inmediato, esperaba buenas noticias, esperaba que realmente lo fueran.
—Alguien encendió el celular de Tzuyu—Dijo Eunwoo—Te enviaré la dirección, podrías ir a revisar mientras intentó localizar a las demás, puede ser una pista.
—Iré de inmediato—Respondió Sana.
Colgó la llamada, fue corriendo a su habitación. Se puso la primera ropa que encontró y salió de su departamento para ir a la dirección que Eunwoo le envió hace unos momentos. Era un poco alejado, era del otro lado de la ciudad en un barrió muy pobre de corea. En su mayoría vivía mucha gente mayor, las casas eran viejas y baratas.
La ubicación la llevaba a una de las casas del fondo, tenía el techo roto, algunas ventanas rotas y era de las pocas casas que se mantenían en ese estado de abandono. Patio la puerta, nadie parecía tomarle importancia de haber roto la puerta de una casa que no tenía dueño. En la esquina se encontró a una persona con un saco negro cubriendo todo su rostro con un gorro y unos lentes.
—¿Quién eres? ¿Por que tienes el celular de Tzuyu?—Dijo con enfadó la japonesa sacando su navaja del bolsillo—Responde...
La persona estaba despierta, con mucho cuidado se movía era un poco difícil moverse. Al darse la media vuelta, reconoció ese par de ojos al quitarse los lentes obscuros.
—Minatozaki—Dijo aquella persona con dificultad sujetando su hombro.
—Jeongyeon...—Dijo Sana incrédula.
Sana se acercó con su pie la pateó a un costado para retenerla en la pared. Escuchaba los lamentos de dolor que soltaba Jeongyeon debido a las heridas que tenía en su cuerpo, no solo eran heridas normales, si no también quemaduras.
—¿Dónde esta Tzuyu?—Le gritó Sana ignorando los lamentos de la chica.
—Ellos...—Susurro con el ceño fruncido—Ellos, van a matarla como lo quisieron hacer conmigo...
La tomó de su ropa y la aporreó de nuevo a la pared.
—Todo fue un plan de su padre, yo no quería. Me resistí, nunca le haría eso a la señorita pero... no pude ayudarla—Decía con lágrimas en los ojos imaginándose lo inservible que se sentía en ese momento—Su vida corre peligró, debes ayudarla—Gritó con desespero.
No le sorprendía para nada el hecho de que matara a su propia hija. El padre de Tzuyu siempre se preocupo solamente por el mismo, no le importaba matar a quién se interpusiera en su camino, si no eras una pieza útil tú único camino era conocer la muerte.
—¿Sabes en dónde esta?
Jeongyeon negó.
—La respuesta esta en este cel...
No pudo terminar de hablar porque una bala vino de fuera, enseguida se volvieron más y una de esas tantas había impactado en la cabeza de aquella chica de cabello corto. Sana rompió la puerta de la parte trasera, corrió la venían persiguiendo. Su motocicleta estaba en la entrada, debía correr e irse o su única clave para dar con Tzuyu se perdería.
Llegó sin problemas a su motocicleta, tiró su casco al suelo y arrancó si titubear. Una persona más había muerto, la siguiente persona sería el padre de Tzuyu, eso fue lo que debió hacer desde el principió, matarlo para que por fin pudiera ser libre.
Se estaciono en un bar lejano, pidió un trago, necesitaba un poco de alcohol. Prendió un cigarro, tomo el celular de Tzuyu que estaba sin batería, estaba todo maltratado con la pantalla rota pero funcionaba por lo que notó.
—¿Que es lo que contiene este celular?—Se preguntó a si misma.
No dejaba de mirarlo, de encenderlo entonces darían con la ubicación de todos. Abrió el celular, en un costado de el muy cerca de la batería se hallaba un pequeño chip color azul que prendía y apagaba. Necesitaba entregárselo a Mina, eso haría al llegar de nuevo al departamento de la japonesa.
Fue hasta la casa de Mina en dónde fue a darse un baño. De las 3 era ella quién era la mejor en computadoras, era la estratega de su equipo, solo podía confiarle eso a ella, no podía entregárselo a nadie más.
Entró sin tocar la puerta, su mejor amiga estaba saliendo de bañarse y entró a su habitación, y ahí estaba terminandose de arreglar la japonesa.
—¿Por que no tocas como las personas normales?—Dijo enfadada Mina terminando de arreglar su camisa.
—No hay tiempo para eso, Jeongyeon me entregó esto—De su bolsillo de su suéter saco aquel chip—Necesito que revises esto, cualquier cosa que encuentres me lo envías.
Mina asintió.
—¿A dónde irás ahora?
Sana camino hasta la puerta antes de salir se quedo quieta enfrente de esa puerta.
—Ire a conseguir ese anillo. Encárgate de lo de Tzuyu, yo me asegurare que las 3 estén a salvo.
Sin decir más salió por la puerta dejando a Mina tranquila porque confiaba en su mejor amiga. Y Momo iría con ella, entonces no tenía por que preocuparse.
[Minjoo]
En una oficina vacía en dónde solo había papeles viejos, una escritorio maltratado y una silla casi en pedazos. Una chica reía, se sentía la ganadora porque eliminaría la basura una por una, sin pudor ni sudor.
Caminó hasta las celdas, el edificio se dividía en varias secciones, del otro lado estaba Chaeyoung y Nayeon, no estaban en sus mejores condiciones también ponían resistencia y tenían que ser castigadas.
Dahyun y Tzuyu, tampoco tenían la mejor suerte. El estado de la taiwanesa era muy delicado, le daba parte de su comida porque necesitaba todos los alimentos posibles para que se mantuviera fuerte y sana.
—Uno, dos, tres y cuatro—Decía Minjoo caminando hasta la celda de Dahyun—Cinco, seis, siete y ocho—Seguía contando.
Se detuvo, llevaba una laptop vieja con ella. Soltó una risa al ver la cara de Dahyun quién la miraba con desprecio.
—Hoy te daré un premio ¿No es divertido?—Soltó otra risa—Te divertirás.
Sehun llevo una silla, abrió aquella laptop y la encendió, estaba con la pantalla completamente negra.
Dahyun no entendía absolutamente nada, la sonrisa de Minjoo era el de una persona enloquecida llena de maldad, llena de sed de venganza.
—Cierra la boca—Respondió Dahyun.
—¡Que disfrutes el espectáculo niña!—Recalcó con ese acento que utilizaba cuándo se salía con la suya.
La quedo mirando directamente a los ojos, lo que venía continuación era algo desgarrador.
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