Capítulo 12
Todo da vueltas cuando me despierto aquella mañana.
Me duele la cabeza. Mucho.
Miro a mi alrededor y no sé dónde estoy. La habitación no es oscura como la mía. Los rayos de sol entran por la ventana e iluminan la habitación. Cierro un poco los ojos porque esta luz me molesta bastante.
Me muevo un poco y finalmente me siento en aquella gran cama. Me doy cuenta de que llevo la ropa que utilicé ayer cuando salí con Olivia. No me la he cambiado. Joder. No me acuerdo de absolutamente nada. Solo me acuerdo de que estábamos en aquella cafetería.
Me estiro un poco, pero me doy cuenta de que a mi lado hay una persona.
Abro los ojos muy sorprendido.
-Mierda -digo en alto.
Esta persona se gira y me ve con sus grandes ojos.
-Mierda -repito.
Ella se sienta a mi lado, apoyando su espalda en el cabecero de la cama. Me acaricia la mejilla con una sonrisa sin enseñar los dientes.
-Oye, tranquilo -me dice con una voz muy calmada-. Estás bien -afirma, pero no digo nada-. ¿Te encuentras bien?
-Eh... ¿Sí? -trago saliva-. Joder. ¿Qué hago en tu cama? Bueno, creo que es tu cama -se ríe un poco-. ¿Hemos follado?
-No, tonto -sonríe-. Has dormido aquí conmigo. Y sí, es mi cama.
-¿Qué hago aquí?
Olivia me ha explicado todo. He caído en el alcohol de nuevo, y a saber qué mierdas he dicho. Pero por la cara de Olivia, todo ha estado bien. Pero no me fío. Mi boca puede soltar muchas gilipolleces. ¿Y si la he insultado? ¿Y si me he comportado como un capullo con ella?
-Toma. Un vaso de agua y una pastilla -me entrega esto mientras habla con una alegre voz. Estoy sentado en su sofá con mala cara por culpa del maldito dolor de cabeza.
Meto la pastilla en la boca y la trago bebiendo agua.
Se sienta a mi lado y me da un beso en la mejilla, cosa que me sorprende mucho.
-Con esto te sentirás mucho mejor -se encoge de hombros-. Es la resaca. Yo diría una gran resaca.
La escucho, pero estoy mirando hacia abajo, hacia el suelo.
-¿Me he comportado como un capullo anoche? -le pregunto, finalmente la miro.
-Zayn, no. Todo estuvo bien. Hablamos y...
-¿Qué dije? -la interrumpo rápidamente. No dice nada. Absolutamente nada. No responde-. Olivia, ¿qué dije anoche?
-Me dijiste lo de tu familia -me dice un poco asustada.
Me levanto de mala gana ignorando el dolor de cabeza.
-¡Joder! -grito y salgo al balcón.
¿Y ahora qué? Joder, debería de haber cerrado el pico y no hablar. Me odio aún más cuando estoy borracho.
Olivia se acerca a mí, puedo oír sus pasos mientras estoy mirando hacia abajo, hacia la carretera.
Toca mi mano. Sabe que estoy enfadado, pero aún así entrelaza su mano con la mía.
-Zayn, escúchame -me pide en un susurro.
-No -digo seriamente.
-Escúchame, por favor -me pide poniéndose enfrente de mí-. ¿Por qué te pones así? Estoy aquí para ayudarte.
-¿Para ayudarme a qué? ¿A matar a ese hijo de puta? -digo en un tono muy elevado mientras la miro.
Me doy cuenta de que una señora nos está viendo desde su balcón.
Menudo numerito que estamos montando.
Olivia acaricia mis mejillas y de sus labios sale un dulce "shhh". Apoya su cabeza en mi frente y cierra los ojos.
-Por favor, respira y relájate -dice muy bajo.
Cierro los ojos y le hago caso.
-Escúchame. Soy tu amiga, ¿vale? Y estoy aquí en las buenas y en las malas. Me puedes contar lo que sea, te intentaré ayudar. Tranquilízate, Zayn.
Tomo aire y lo suelto lentamente.
-Eso es. Sigue así. Lo estás haciendo genial -me dice.
En un abrir y cerrar de ojos ya la estoy abrazando muy fuerte.
-Gracias por quererme. Gracias por ser mi amiga -susurro.
Escucho unos aplausos y me separo un poco de ella. Miro a la señora. Es ella la que está aplaudiendo.
Olivia se ríe y la mira.
-Martina, todo va bien. Gracias por aplaudir -dice.
-¡Pero qué bonitos sois! -grita, cosa que me hace reír.
-Pero si no te he pedido matrimonio ni nada parecido -digo y Olivia me mira.
-Venga, ya. No sabes lo que significa la palabra bonito.
17 llamadas. Ni una más ni una menos. 17.
-Joder, mi madre estará de los nervios -digo al ver mi móvil. ¿Por qué lo silencié anoche?
-Deberías llamarla, Zayn. Está muy preocupada -asegura Olivia mientras deja a un lado la sartén. Está haciendo el desayuno.
Asiento y me voy a dirigir al salón, pero su voz me detiene.
-¿Por qué te enfadaste tanto antes? -me pregunta.
Miro hacia el piso y luego la miro a ella.
-No quiero que nadie sepa lo que pasa en mi vida, especialmente lo que pasa en mi casa -asiente.
-Recuerda que estoy aquí siempre. Puedes confiar en mí.
Sonrío y me doy la vuelta, pero casi me choco con una planta. Escucho la risa de Olivia y sonrío.
-Mamá -digo cuando por fin coge el teléfono.
-¡Madre mía, Zayn! -grita y sé que dentro de poco se pondrá a llorar. La conozco muy bien.
-Mamá, estoy bien. No te preocupes. Solo he pasado el día con una amiga.
-¡Menuda Navidad! -dice decepcionada-. Espera, ¿estuviste con una chica?
-Estoy -la corrijo.
-Pero tú nunca estás con ninguna chica.
-Estaré cambiando, ¿no crees? -sonrío. Acerco el cigarrillo a mis labios y segundos después dejo que el humo salga por mi boca.
-Me alegro de que cambies, hijo -suspira-. Me tienes muy preocupada.
-Lo siento mucho, mamá.
Escucho una voz. Ese maldito gilipollas.
Cojo aire e intento tranquilizarme como me enseñó Olivia anteriormente.
-Cariño, te dejo. Vamos a dar un paseo con tus hermanas -genial. Esto significa que estará con él-. Vuelve pronto. Por favor. Necesito verte. Necesito abrazarte.
Miro como el humo sale de mi boca y se queda en el aire hasta que desaparece.
-¡Zayn! -grita Olivia. Me asusto y me giro para verla.
Lleva unos pantalones cortos blancos y una camiseta rosa. Su pelo sigue algo despeinado.
-¡No fumes aquí! -me regaña y me río un poco.
Estoy en el salón de su casa, sentado en el sofá.
-Es que fuera hace frío. Llamé a mi madre allí, pero hace mucho frío.
-Joder -dice y mueve sus manos donde está el humo-. Esta casa no es mía, es alquilada.
-¿Te echarán? -digo levantando una ceja.
-¡No es gracioso! -grita y me da una bofetada.
El cigarrillo vuela y se queda en la mesita de cristal. Pongo mi mano en mi mejilla. Ella lo único que hace es llevarse las manos a la boca, muy sorprendida.
Nos quedamos en silencio. Me duele la mejilla. Esta chica sí que tiene fuerza.
Sigue allí, en silencio. Pero me abalanzo sobre ella. Sus manos se separan de su boca. Su espalda choca contra la pared. La beso desesperadamente y ella acepta esto sin empujarme para que me detenga.
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