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O41 | LA VULNERABILIDAD DEL AMOR

El bar Blackbird era un refugio de luces tenues y sombras alargadas, con el suave murmullo de conversaciones lejanas y el tintinear de vasos que se entrechocaban. La música, una suave melodía de jazz, flotaba en el aire, creando una atmósfera íntima y relajante, pero Jungkook no podía disfrutarla. Estaba sentado en un taburete en la barra, un trago en la mano, pero su mente estaba lejos, atrapada en un laberinto de pensamientos oscuros y pesados. A su alrededor, la escasa clientela hablaba en voz baja, creando un ambiente de casi desolación, que reflejaba su propio estado emocional. Las luces suaves resaltaban los rasgos de su rostro, pero no podían iluminar la sombra que se instaló en su corazón. Había una chispa de conexión física con Megan, algo que crecía entre ellos en la intimidad de sus encuentros, sobre todo después de lo sucedido desde hacía varios días atrás, siendo ella quien se animó a complacerlo, pero se sentía estancado en todo lo demás.

La culpa lo carcomía, especialmente desde que tomó la decisión de llamar a Heather desde el celular de Megan, bloqueándola como si eso pudiera borrar la realidad. Mientras tomaba un sorbo de su bebida, una punzada de ansiedad lo atravesó al pensar en lo que Heather significaba para ella, en cómo seguía resonando en su corazón. La idea de que su relación estaba constantemente amenazada por un fantasma del pasado lo llenaba de desasosiego. Su pecho se apretó con el dolor de saber que, a pesar de la cercanía física, había un abismo emocional que no podía cruzar. En ese momento, Jungkook comprendió que, aunque su cuerpo pudiera estar con Megan, su corazón y su mente estaban atrapados en una batalla que él no sabía cómo ganar.

Giró su vaso de bourbon, observando el líquido ámbar moverse lentamente, como su propio estado emocional. El sabor fuerte y ahumado del licor le ardía en la garganta, un alivio momentáneo que se desvanecía tan rápido como llegaba. Cada sorbo lo sumía más en sus pensamientos, y, a medida que la noche avanzaba, la desesperación se intensificaba. La risa lejana de algunos clientes resonaba a su alrededor, pero se sentía aislado, atrapado en un círculo vicioso de culpa y ansiedad. ¿Qué podía hacer para sanar esa brecha que se formó entre ellos? La pasión que compartían parecía ser solo un respiro temporal, un oasis en un desierto de incertidumbre. Quería abrirse a ella, hablar de sus miedos y secretos, pero la idea de que Megan se enterara de su llamada a Heather lo aterraba. Sabía que, si lo hacía, no habría retorno; la confianza que construyeron se desmoronaría en un instante, llevándose consigo todo lo que empezó a significar para él.

Mientras miraba el hielo derretirse en su vaso, se preguntaba si algún día podría liberarse de esa prisión de sus propios errores. La angustia crecía, y sintió que, por cada momento que pasaba sin resolver el caos en su interior, se alejaba un poco más de la posibilidad de ser feliz con Megan. Con cada sorbo, el bourbon se convertía en un recordatorio de su impotencia, y la noche se tornaba más oscura, reflejando el abismo que se expandía entre ellos.

La música suave seguía llenando el ambiente cuando escuchó una voz femenina que cortó la atmósfera melancólica.

—Otro vaso de gin tonic, por favor —pidió con un tono ligero y despreocupado. El sonido familiar hizo que su corazón se detuviera un instante. Sin pensarlo, giró en su taburete y allí, al otro lado de la barra, estaba Keira.

El cabello pelirrojo caía en suaves ondas sobre sus hombros, luciendo tan radiante como siempre. Jungkook sintió una oleada de emociones encontradas: un cariño nostálgico, pero también una punzada de incomodidad. Aunque compartieron años de relación y nunca se enamoró de ella; su conexión se había forjado más en la amistad y en la pasión, que en el amor. Sin embargo, lo que lo mantuvo tanto tiempo a su lado fue algo mucho más oscuro y profundo. Jungkook siempre temió las oscuridades del amor, esas que arrastran a las personas a un lugar donde ya no saben quiénes son. Creció viendo cómo el amor se transformaba en una sombra que oscurecía todo a su alrededor, cómo las caricias se volvían frías y las palabras se convertían en cuchillos, cómo el amor podía tornarse oscuro y violento, cómo podía desbordarse en ira y desesperación, haciendo de cada día una guerra. Fue testigo de cómo el amor entre sus padres se quebraba, envuelto en la violencia, en las promesas rotas y los gritos ahogados.

Un amor que, en lugar de sanar, destruía todo lo que tocaba.

Esa visión lo marcó, enseñándole que el amor, cuando se vive con demasiada intensidad, podía destruirlo todo, incluso el alma misma. Un amor que no ofrece refugio, sino sufrimiento.

Ese miedo lo llevó a elegir a Keira. Con ella, no hubo tormentas, ni gritos, ni esas oscuridades que lo marcaron desde niño. Keira era tranquila, comprensiva, como un mar en calma que nunca lo obligó a enfrentar lo más profundo de su alma. Se quedó por la comodidad de no tener que correr el riesgo de perderse a sí mismo. Pero ahora, al mirarla, comprendió que esa paz aparente solo fue una jaula disfrazada de seguridad, una forma de escapar de las emociones intensas que tanto temía.

Mientras ella reía con el barman, Jungkook sintió que su cariño por ella aún persistía por los años de amistad.

Keira lo vio y sonrió, levantando la mano en un saludo despreocupado.

— ¡Jungkook! —exclamó, su voz llena de una calidez que lo sorprendió—. No esperaba encontrarte aquí

Él respondió con un gesto cortés, pero sintió que la incomodidad lo invadía. Recordó cómo su encuentro dejó a Megan sintiéndose insegura, y esa realidad se cernía sobre él como una sombra. Aunque nunca quiso a Keira como ahora quería a Megan, su exnovia tenía una forma de hacer que todo pareciera más ligero, más fácil, y eso lo atormentaba.

—¿Qué tal, Keira? —intentó mantener la voz neutral mientras su mente giraba en torno a la tensión que creó entre él y Megan. La presencia de Keira en ese momento era un recordatorio de lo que dejó atrás, pero también un eco de las inseguridades que acechaban su relación actual. Su único deseo era enfocarse en Megan, en el amor que sentía por ella, pero cada palabra intercambiada con Keira lo empujaba más lejos de ese objetivo.

—Estoy aquí con mis amigas —señaló una mesa cercana. Él giró la cabeza y vio a dos mujeres que también los miraban, sus rostros iluminándose al reconocerlo.

Ambas movieron las manos en un saludo alegre, y él, aunque respondió con un gesto amistoso, no pudo evitar sentirse incómodo al recordar las salidas que solía compartir con Keira y su grupo. La risa, las bromas y los momentos que parecían tan simples ahora se sentían como un eco de un tiempo que ya no existía.

—Deberías ir con ellas...

—Ah, no te preocupes —negó con un tono despreocupado—. Prefiero hablar contigo un rato.

Jungkook se tensó. La idea de permanecer allí, entre recuerdos compartidos, lo incomodaba. Se sintió atrapado entre el deseo de alejarse y la familiaridad que emanaba de Keira.

—No, en serio, deberías ir con ellas y seguir disfrutando de tu noche —insistió, buscando una excusa para romper el hilo de la conversación.

—Jungkook, estaba viéndote —confesó con suavidad, su tono de voz lleno de comprensión—. Sé que no estás bien. Necesitas desahogarte.

Sus palabras lo golpearon con fuerza. La forma en que lo miraba, con esa mezcla de preocupación y cariño, despertó en él un conflicto interno. ¿Cómo podía resistirse a su oferta de desahogo? En el pasado siempre fue la única persona con la que logró abrirse un poco en cuanto a lo que le afectaba, la única que encontraba la manera de hacerlo sentir cómodo y comprendido.

—Yo... no sé de qué hablas —su voz sonaba más débil de lo que pretendía. El peso de la situación con Megan y el secreto que guardaba sobre Heather lo oprimía, y la idea de hablarlo con Keira lo tentaba y lo asustaba al mismo tiempo. Sentía que abrirse con ella significaría dar un paso hacia atrás en su vida, pero la verdad era que, en ese momento, se sentía más perdido que nunca.

Ella, que estaba sentada en el taburete a su lado, se inclinó un poco hacia su lado, sus ojos verdes fijos en él.

—Jungkook, si hay algo que te preocupa, puedes contármelo. Me doy cuenta de que algo está pasando contigo. Puedo ayudarte.

—No sé si es correcto hablarlo contigo —hizo una mueca, sintiendo cómo la incomodidad se apoderaba de él—. No quiero lastimarte otra vez. Recuerdo cómo fui contigo, cómo no estuve a la altura... Y ahora, con lo que estoy sintiendo por otra persona...

—¿Con quién estás?

—Es Megan... La conociste en la cafetería cuando nos reencontramos —admitió, sintiendo que su corazón se aceleraba. No quería herirla más, pero la verdad tenía que salir.

Los ojos de Keira se abrieron de par en par, y Jungkook sintió que una punzada de culpa le atravesaba el pecho al ver su reacción. El cambio en su expresión fue inmediato, y él no pudo evitar notar el dolor que eso le causaba.

—Oh... Así que es ella. Supongo que lo presentía.

—Keira, yo... No quería que esto te doliera —vaciló, sintiéndose nervioso—. Es solo que, al conocer más a Megan, me he ido enamorando inesperadamente. Ella me hace sentir diferente.

Tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. El brillo en sus ojos se apagó al escucharlo confesar que se fue enamorando de Megan de manera inesperada. La rapidez con la que comenzó a sentir algo por otra persona era un recordatorio cruel de su propia insignificancia en su vida. Sintió como si un puñal se le hubiera hundido en el pecho; su corazón se retorció al pensar que, ella luchó por su amor hasta el último momento, mientras que Jungkook encontró a alguien que lo hacía sentir diferente en tan poco tiempo. A pesar de sus esfuerzos por mantener una expresión neutral, su sonrisa se quebró levemente. Era evidente que, para él, Megan representaba algo que ella nunca pudo ser, y la tristeza la envolvió como una sombra.

Aun así, forzó una sonrisa, pero sus ojos reflejaban una profunda tristeza.

—Está bien. Si esto te hace feliz, deberías seguir adelante —Su tono fue un intento de ser firme, aunque su voz temblaba.

Se formó un nudo en el estómago de Jungkook al ver su expresión, sintiendo una mezcla de culpa y compasión.

—Gracias, Keira. Necesitaba escuchar eso.

—En verdad quiero que seas feliz. Si eso significa estar con ella, entonces solo deseo lo mejor para ti.

Keira respiró hondo, tratando de mantener la compostura. A pesar del dolor que sentía, una parte de ella genuinamente quería saber qué pasaba con él. Se dio cuenta de que su corazón seguía anhelando la conexión que alguna vez compartieron, pero ahora, más que nada, deseaba comprender su lucha interna.

—Jungkook, ya dime qué sucede. Estoy aquí para escucharte como antes, si decides abrirte.

La miró, notando la sinceridad en sus ojos. Su deseo de compartir lo que lo consumía creció, especialmente al ver cómo ella intentaba estar bien a pesar de la situación.

—He cometido un error con Megan —admitió, su voz apenas un susurro—. Pensé que podía manejarlo, pero siento que no puedo seguir ocultándolo. No sé cómo arreglarlo.

—¿Me estás diciendo que la engañaste? —preguntó confundida y curiosa, su voz temblando ligeramente.

Sintió que la acusación lo golpeaba como un balde de agua fría. La idea de que pudiera pensar que traicionó a Megan lo llenó de indignación. En su mente, no había engaños, solo la lucha por encontrar un camino en medio de su caos emocional. La mirada de Keira, que ahora reflejaba decepción, lo hirió. Sabía que lo de ellos terminó porque falló en muchos aspectos, pero jamás pensó en ser desleal, ni siquiera durante su relación, así que no comprendía cómo pudo llegar a esa conclusión.

—¡No! ¡Sería incapaz de hacer eso! —exclamó, su tono lleno de sinceridad—. Nunca la engañé. He luchado por ser alguien en quien Megan pueda confiar, por demostrarle que puedo estar presente en su vida, así que, ¿cómo podría ser tan idiota para hacer una mierda así?

Frunció el ceño, confundida por su respuesta. Sus palabras resonaban en su mente, pero no lograban aclarar la tormenta de emociones que la envolvía.

—Entonces, ¿qué está pasando? ¿Por qué te sientes así si no la has engañado?

—La verdad es que hay alguien más en el corazón de Megan —admitió. La culpa y el temor se entrelazaban en su mente, haciéndole dudar de lo que estaba a punto de confesar, pero también sentía que ya no podía seguir ocultando la tormenta que lo consumía.

La expresión de Keira cambió de curiosidad a preocupación, por lo que sintió un retorcimiento en su estómago al ver esa expresión.

—¿C-cómo? Continúa...

Sus palabras le hicieron pensar. ¿Cómo podía explicarle la complejidad de su situación? La relación que tenía con Megan era diferente, más intensa de lo que anticipó. Sin embargo, hablar de "esa persona" era un terreno peligroso.

—He hecho algo que no debería haber hecho —continuó, haciendo una mueca—. Pero es que luché tanto por ganarme un lugar en su vida, y ahora esa persona ha vuelto, amenazando todo lo que he construido con ella.

—¿Te refieres a alguien de su pasado?

Asintió, incapaz de ocultar el tormento que sentía. Se quedó un momento en silencio, contemplando el eco de sus acciones.

—Hablé con esa persona por llamada y la bloqueé desde el celular de Megan —confesó, sintiendo que su voz se quebraba al recordar la angustia que sintió durante esa llamada y cómo su corazón se hundió al ver que el pasado amenazaba con regresar—. Pero tengo miedo de que regrese y arruine todo.

Lo miró fijamente, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Su rostro mostraba una mezcla de incredulidad y dolor. El silencio entre ellos se volvió denso, como si el aire se hubiera vuelto pesado.

—Entonces, ¿invadiste su privacidad? ¿No te parece que eso es un poco... extremo?

—No fue mi intención, pero sentía que tenía que protegerla —se defendió, aunque sabía que su justificación sonaba débil. La mirada de Keira le hizo sentir como si estuviera a la defensiva, pero también lo obligaba a confrontar la verdad de sus actos.

—Pero no está bien, Jungkook. No importa cuáles sean tus intenciones, estás rompiendo su confianza —Jungkook sintió que el peso de su culpa aumentaba, y la mirada de Keira se convirtió en un espejo de su propio remordimiento. Era cierto, había cruzado una línea, y ahora debía enfrentar las consecuencias—. No tienes derecho a tomar decisiones por ella.

—Lo sé. Pero temo que mi esfuerzo por ganarme su amor sea en vano —Su voz salió tensa. El vacío en su pecho se hacía más profundo al reconocer que puso en riesgo su relación con Megan por sus decisiones impulsivas—. Me duele pensar que todo lo que he hecho pueda ser destruido por alguien que ni siquiera merece estar en su vida

El silencio se asentó entre ellos, lleno de emociones no expresadas. Keira respiró hondo, tratando de reunir sus pensamientos. A pesar del dolor que ella misma sentía, sabía que Jungkook estaba lidiando con sus propios demonios.

—A veces, la verdad puede ser dolorosa, pero también necesaria. Quizás deberías hablar con Megan y ser honesto sobre lo que está pasando.

La mirada de Jungkook se encontró con la de ella, y en ese momento, supo que estaba en una encrucijada. La verdad era dolorosa, pero también liberadora. Sin embargo, el miedo a perder a Megan seguía siendo su mayor preocupación.

—Gracias por escucharme, Keira. Necesitaba desahogarme.

Se sentía un poco más ligero, aunque la carga de su verdad seguía ahí. Ambos permanecieron en silencio, sintiendo el peso de la situación que los unía y los separaba a la vez. Jungkook sabía que tenía que actuar, y pronto.

La atmósfera del bar seguía siendo cálida, y las risas y murmullos de la gente a su alrededor parecían una melodía distante. Jungkook sostuvo su vaso con las manos, observando el hielo derretirse lentamente en su bebida. A medida que el silencio se instalaba entre ellos, se sintió más perdido en sus pensamientos. Se dio cuenta de que su angustia por no sentirse lo suficientemente querido por Megan era un eco de lo que Keira experimentó a su lado durante el tiempo juntos. Luchó por ganarse el corazón de Megan, mientras que Keira, por otro lado, antes estuvo tratando de ganarse el suyo, sin éxito. Sintió un profundo remordimiento al recordar cómo ignoró las señales que la pelirroja le envió, cómo sus esfuerzos por acercarse a él a menudo se veían frustrados por su propia incapacidad para amarla.

El dolor que sentía ahora le pareció como un espejo que reflejaba el sufrimiento de Keira durante su relación. Fue él quien falló, quien no estuvo presente para ella, quien no correspondió a su amor. Se dio cuenta de que la misma sensación de vacío que ahora lo consumía fue la realidad constante de Keira a su lado.

Mientras sus pensamientos se arremolinaban, una ola de tristeza se apoderó de él. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, y se sintió abrumado por la culpa. Era una lucha interna; quería ser fuerte, quería mantener la compostura, pero el peso de su realización era demasiado para soportar. Con un rápido movimiento, se cubrió la cara con la mano, tratando de ocultar su vulnerabilidad. Keira lo miró, sorprendida por el cambio súbito en su expresión. Su corazón se encogió al ver al hombre que siempre proyectó confianza, ahora abatido por el dolor. El llanto silencioso resonó en su pequeño espacio, y el contraste de sus emociones parecía romper el ambiente festivo que los rodeaba.

—Jungkook... —dijo su voz suave y llena de preocupación—, está bien. Vas a encontrar la manera de resolverlo...

La mano de Jungkook tembló ligeramente mientras se esforzaba por recuperar el control. Sabía que estaba herido, pero también comprendía que ese dolor no solo provenía de su relación con Megan, sino de la culpabilidad que lo perseguía por no haber podido dar lo que Keira necesitaba.

—Lo siento... —Su voz salió entrecortada por los sollozos que apenas podía reprimir—. No quería que terminara así. Nunca quise hacerte sentir menos.

Keira sintió un nudo en el estómago al escuchar sus palabras. Sabía que él nunca fue el tipo de hombre que soñó que sería en su relación, y aunque intentó luchar por su amor, era evidente que falló.

—Escucha... No tienes que sentirte mal por lo que pasó —negó con la cabeza, acercándose un poco más—. Simplemente no funcionó, y eso está bien. Pero necesito saber que estás bien.

—Lo siento mucho... Reconozco que nunca fui lo suficiente para ti —admitió su voz quebrándose—. Te hice daño al no ser el compañero que merecías. Me pesa saber que te hice sentir tan mal...

—Jungkook, siempre quise que fueras feliz —aseguró con un tono lleno de dulzura—. Si no fui suficiente, no es tu culpa. A veces, simplemente no encajamos, y está bien

El sonido de su voz, lleno de compasión, hizo que se sintiera aún más impotente. Levantó la mirada, y aunque aún había lágrimas en sus ojos, vio el rostro de Keira lleno de bondad. En ese momento, supo que aunque el pasado no podría cambiarse, podía intentar hacer las cosas bien de aquí en adelante. Tomó una respiración profunda, intentando calmar el llanto que lo abrumó. Las lágrimas seguían surcando su rostro, pero con cada exhalación, sentía que el peso en su pecho comenzaba a aligerarse un poco. Ella, con su mano reconfortante sobre su espalda, le dio un ligero roce, como si su toque pudiera disipar la tristeza que lo envolvía.

—Está bien, Jungkook —murmuró con ternura—. Te estoy escuchando. Aquí estoy para ti.

Mientras trataba de encontrar un equilibrio entre sus emociones, el barman se acercó a la mesa, interrumpiendo el momento de vulnerabilidad.

—¿Más bebidas? —preguntó con una sonrisa, mirándolos a ambos.

—No, a mi acompañante no le llenes el vaso —bromeó soltando una risa ligera, señalando a Jungkook, que todavía tenía los ojos enrojecidos y una expresión de melancolía—. Ya está un poco ebrio, como puedes ver.

La sonrisa del barman se amplió al notar la situación. Jungkook, a pesar de su tristeza, no pudo evitar soltar una risa entrecortada. La risa de ella era contagiosa y, en un instante, la tensión en el aire se disipó.

—Está bien, a ella sí, por favor —habló con un tono de voz más ligero.

El barman asintió, sirviendo un trago en el vaso de ella antes de retirarse. Jungkook, aún sintiendo la calidez del momento, se inclinó hacia ella, apoyando la cabeza en su hombro.

—He extrañado hablar contigo, como cuando éramos mejores amigos.

Keira se quedó en silencio un momento, sintiendo el peso de sus palabras. Era un recordatorio de lo que alguna vez compartieron, de la conexión que parecía prevaleció incluso después de su ruptura.

—Yo también, Jungkook —confesó acariciando suavemente su brazo—. Siempre has sido una parte importante de mi vida.

El gesto de intimidad hizo que se sintiera más relajado, como si la tristeza comenzara a desvanecerse poco a poco. Por un momento, se permitió recordar aquellos días de risas compartidas y confidencias.

—A veces, me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí —levantó la cabeza para mirar a Keira a los ojos—. Eras una de las pocas personas con las que podía ser completamente yo mismo.

—La vida es extraña, ¿no? —sonrió nostálgica—. Pero a pesar de todo, estoy aquí. Siempre estaré aquí si me necesitas.

A medida que los minutos pasaban, la conversación fluyó entre ellos, repleta de risas y recuerdos compartidos. Se perdieron en anécdotas de su pasado cuando eran mejores amigos, evocando momentos que parecían tan lejanos pero a la vez tan presentes. Sin embargo, el ambiente empezó a cambiar conforme se acercaba la hora de despedirse. Una sensación de melancolía se apoderó de ellos, como si el tiempo compartido se convirtiera en un tesoro que sabían que debían dejar atrás.

Cuando finalmente se levantaron, se encontraron frente a frente, mirándose con una mezcla de nerviosismo y nostalgia. Keira, con las manos entrelazadas frente a ella, evitaba el contacto visual, consciente de la conexión que aún sentía hacia Jungkook. A pesar de la risa y compañerismo que compartieron, había un aire de incertidumbre entre ellos.

—Ha sido genial volver a hablar, Keira.

Asintió, sintiendo cómo un nudo se formaba en su garganta. Aunque deseaba que su relación pudiera regresar a aquellos días más simples, sabía que las cosas eran diferentes ahora.

—Sí, creo lo mismo....

—Pero... —comenzó, sintiendo el peso de su mirada, se armó de valor. Con respeto y un toque de nerviosismo, decidió que era el momento de ser honesto—, creo que no es correcto que sigamos en contacto de la misma manera. Quiero hacer las cosas bien con Megan, y no quiero que ella se sienta insegura, a pesar de que yo sí estoy seguro de mis sentimientos.

Lo miró, su corazón latiendo con fuerza. Sus palabras resonaron en su mente, y aunque comprendía su intención, sentía un dolor punzante en el pecho.

— Entiendo... Como dije, solo quiero que seas feliz.

—Lo sé, y aprecio que lo digas —asintió, mirándola con sinceridad—. Pero necesito concentrarme en mi relación con ella, y no quiero que nadie se sienta en desventaja por mí.

La franqueza la dejó un poco aturdida, pero al mismo tiempo, la admiración por su madurez y su deseo de ser un buen compañero hacia Megan hizo que su dolor se volviera un poco más soportable.

—Está bien, supongo que es lo mejor —respondió, con una tristeza resignada pero con la mirada firme—. Solo quería que supieras que siempre estaré aquí si necesitas hablar.

—Gracias, Keira. Eso significa mucho para mí —sonrió, un gesto genuino que hizo que el ambiente se sintiera un poco más ligero.

Con un último intercambio de miradas, ambos sintieron que hubo un verdadero cierre en ese encuentro, una aceptación de lo que fue y lo que sería. Mientras se despedían, una mezcla de nostalgia y esperanza se entrelazó en el aire, dejando la promesa de que, aunque sus caminos tomaron direcciones diferentes, el respeto y la amistad que alguna vez compartieron nunca se desvanecerían por completo.











(...)
















Pasaron varios días desde el momento íntimo entre Megan y Jungkook, volviéndose todo más pasional, y aunque ella pensó que todo volvería a la normalidad, las cosas tomaron un giro diferente. Él comenzó a comportarse de manera distante, lo que la dejó inquieta y ansiosa. Durante la noche del sábado, Megan intentó distraerse estudiando, pero su mente no dejaba de regresar a Jungkook. ¿Había hecho algo mal? ¿Algo había cambiado entre ellos? Su pecho se llenaba de una sensación de vacío que no podía ignorar.

La incertidumbre se volvió insoportable cuando recibió un mensaje de Sophie preguntándole si conocía a una pelirroja. Aunque al principio no supo a quién se refería, un mal presentimiento la invadió. Todo se aclaró cuando su amiga le envió una foto tomada en un bar: Jungkook estaba con una mujer de cabello pelirrojo, apoyando la cabeza en el hombro de ella. Al instante se dio cuenta de que se trataba de Keira, su exnovia.

Al ver la imagen, sintió que el suelo se derrumbaba bajo sus pies. La confianza que depositó en Jungkook se hizo pedazos al imaginar que todo lo que compartieron podía ser una mentira. El dolor y la inseguridad se apoderaron de ella, dejándola atrapada en un abismo de desilusión.

Esa noche, se refugió en su cama, incapaz de llorar aunque sentía el peso del mundo sobre sus hombros. Su tristeza era tan evidente que parecía llenar el aire a su alrededor. A medida que pasaban las horas, abrazaba sus propias piernas, buscando consuelo en la soledad de la habitación, mientras la imagen de Jungkook con Keira se repetía una y otra vez en su mente, desgarrando cualquier esperanza de que todo estuviera bien.

Pasó toda la tarde sumida en un torbellino de emociones. La imagen de Jungkook apoyando su cabeza en el hombro de Keira era como un puñal que no dejaba de clavarse más y más profundo. La fotografía seguía apareciendo en su mente, acompañada de preguntas y suposiciones que solo agravaban su inseguridad. ¿Por qué estuvo con ella? ¿Por qué no se lo contó? Recordó las ocasiones en las que él mencionó que ya no tenía relación con Keira, y ahora esas palabras parecían vacías, incluso crueles.

Lo que realmente la amenazaba, sin embargo, no era el miedo a que Jungkook volviera con su exnovia. Era mucho más profundo. La verdadera amenaza residía en sus propias dudas, en su creciente inseguridad acerca de sus sentimientos y atracción hacia él. Se sentía vulnerable, como si pudiera perderlo fácil, como si su conexión con él fuera algo que podría desvanecerse en cualquier momento, solo porque sus propios sentimientos no parecían lo suficientemente sólidos para enfrentar la intensidad de lo que estaba experimentando. Y en medio de esa tormenta interna, había algo que la asustaba aún más: la posibilidad de que sus dudas, sus inseguridades, pudieran hacer que él buscara consuelo en Keira. La idea de que, al no ser capaz de ofrecerle la certeza que necesitaba, él pudiera volver a ella, a la tranquilidad que le brindaba su exnovia, la dejaba sin aliento. Cada vez que pensaba en ello, sentía que el suelo se desvanecía bajo sus pies.

Mientras trataba de distraerse ordenando, el eco de esas dudas no hacía más que intensificarse. Sus movimientos eran automáticos, casi mecánicos, como si intentara mantener el control sobre algo que ya se estaba desmoronando. El sonido de su propia respiración la hacía sentirse más sola, más atrapada en su propio caos. Cada pequeño objeto, desde el suéter que él olvidó en el sofá hasta la taza de café que compartieron días atrás, le traía recuerdos que antes le daban paz, pero que ahora parecían burlarse de ella. ¿Cómo podía haber sido tan ciega? ¿Tan ingenua? Pensaba que las palabras de él eran sinceras, que lo que compartían era real, pero todo parecía desvanecerse en un mar de incertidumbre.

Cuando escuchó los toques en la puerta, se detuvo en seco, sin saber qué hacer. No quedó en ver a nadie. ¿Quién sería? No estaba preparada para enfrentarse a nadie, mucho menos a Jungkook, pero al abrir, ahí estaba él, de pie frente a ella con una sonrisa que no alcanzaba a disipar la opresión en su pecho. Lo vio, y en ese instante, todo lo que estuvo reprimiendo comenzó a agolparse dentro de ella, pero no sabía si debía enfrentarlo, si debía dejarlo seguir entrando en su mundo o seguir guardando silencio.

—Hola, bonita —saludó con una calidez en su voz que parecía tan ajena a la atmósfera tensa que los rodeaba. Se acercó, como siempre lo hacía, con la intención de tomar su rostro entre sus manos para besarla, pero ella, instintivamente, giró el rostro. El beso terminó en la comisura de sus labios, un roce que lo dejó desconcertado. La distancia que ella creó no pasó desapercibida, y aunque trató de ocultarlo, la sorpresa y la incomodidad se reflejaron en su rostro.

Megan se apartó rápidamente, una sonrisa forzada curvó sus labios, pero sus ojos no compartían esa expresión. La tensión en su cuerpo era notable, y cada uno de sus movimientos parecía estar controlado, como si temiera que una palabra de más pudiera hacer estallar algo que no sabía cómo gestionar. Intentó ser natural, pero la incomodidad la superaba. Cada vez que la miraba, sentía que algo se rompía en su interior, como si él pudiera ver a través de ella, como si estuviera siendo descubierta en su propio desconcierto.

Jungkook, al notar la falta de calidez, se quedó quieto por un momento luego de cerrar la puerta a sus espaldas, evaluando la situación. Había algo extraño en el ambiente, algo que no podía identificar, pero que le decía que algo no estaba bien. Sus ojos no se apartaban de Megan, observando sus gestos, su postura rígida, la forma en que evitaba su mirada, y cómo al ir hacia la cocina sus manos temblaban al servir café. Había algo que no encajaba, y eso lo ponía alerta. En el último tiempo conoció a una Megan abierta, cariñosa, y hasta más segura, pero ahora todo en ella parecía distorsionado.

—¿Estás bien? —preguntó, intentando sonar tranquilo, pero su voz delataba la preocupación que comenzaba a brotar en él.

Asintió rápidamente, pero la falsedad de su respuesta era evidente. No era solo su tono de voz, era su mirada, la evasión que comenzó a marcar cada palabra que pronunciaba.

—Sí, claro, solo... estoy cansada, supongo —respondió, sin mirarlo directamente, enfocándose en la taza que colocó en la isla de la cocina, frente a él.

Jungkook la observó en silencio por un momento, intentando leerla. Sabía que algo no iba bien, pero no podía identificar qué exactamente. Su impulso natural era acercarse a ella, romper la distancia, pero algo en su interior le decía que eso solo empeoraría las cosas.

Mantuvo la distancia, pero sin dejar de observarla. La incomodidad en el aire se volvía casi tangible, como si una capa invisible los separara más que cualquier palabra no dicha. El silencio se estiró entre ellos, y el peso de las dudas que Megan no se atrevía a expresar parecía aplastarlo todo.

Jungkook pensó en lo que planeó decirle: la conversación sobre Heather, el deseo de aclarar las cosas, de ser honesto, de quitarse el peso de la mentira que Keira le insistió en confesar. Pero ahora, viendo a Megan tan distante, sintió que cualquier intento de hablar solo sería en vano. La verdad parecía demasiado pesada para ser soltada en ese momento, y su mente no dejaba de dar vueltas a la sensación de que todo estaba a punto de desmoronarse.

Aun así, no podía evitar la sensación de que Megan lo miraba como si ya lo hubiera perdido. Como si, por alguna razón, el lazo entre ellos ya estuviera roto y él fuera el último en darse cuenta. Y esa idea lo desestabilizaba de una manera que no estaba preparado para enfrentar.

El silencio que se instaló se volvía insoportable. Jungkook intentó reunir el coraje para iniciar la conversación que planeó, pero algo en el aire lo detenía. Las palabras se atoraban en su garganta, como si cada intento de hablar la empeorara.

—¿No tienes nada que decirme? —Megan rompió el silencio, su tono afilado, como una daga lanzada sin previo aviso.

La pregunta lo dejó descolocado. Sintió que algo se quebraba en el interior de él, una sensación de incomodidad y miedo que se apoderó de su pecho. La mente de Megan debía estar buscando respuestas, y las posibilidades eran infinitas. De repente, un pensamiento irracional se coló en su mente: ¿Y si sabe lo de Heather? El miedo se apoderó de su ser, y un sudor frío cubrió su frente. ¿Había algo en él que lo delatara? ¿La tensión en su cuerpo, la evasiva de su mirada? ¿Cómo podía explicarle que aún no tenía el valor de enfrentar la situación, que el bloqueo fue una medida impulsiva por temor?

El silencio se alargó, y decidió no decir nada, temeroso de empeorar las cosas. Su mente estaba desbordada, buscando desesperadamente una salida, pero no encontraba ninguna. Cada segundo que pasaba sin hablar lo hacía sentir más atrapado, más vulnerable.

Megan, al ver que no obtenía respuesta, dejó escapar un suspiro cargado de frustración. Su paciencia se estaba agotando, y una mezcla de confusión y enojo comenzó a brotar de su interior. Cada segundo en que Jungkook se mantenía en silencio solo aumentaba su desconfianza.

—¿En serio? ¿Nada? —repitió con un tono más fuerte, y la presión creció como una tormenta a punto de estallar.

El corazón de ella latía con fuerza, y su voz comenzó a temblar, pero no de nervios, sino de rabia contenida. ¿Cómo podía él estar tan tranquilo? ¿Cómo podía estar tan impasible frente a su dolor, a su frustración? Sus pensamientos, más rápidos que su propia voluntad, se detenían constantemente en la imagen de Jungkook y Keira, como un eco en su mente. La fotografía no dejaba de dar vueltas, una y otra vez, y las preguntas se acumulaban como una ola.

«¿Por qué no me dijo nada? ¿Qué significa eso entre ellos? ¿Cuánto tiempo me ha estado mintiendo?»

—¿No entiendes lo que significa ser transparente?

Avanzó hacia él con pasos rápidos, su rostro rojo de enojo. Su cuerpo estaba tenso, su respiración agitada, pero había algo más en sus ojos, una herida profunda que la empujaba a hablar más fuerte. Jungkook intentó articular algo, alguna palabra, algún intento de disculpa, pero las palabras le sabían a ceniza. Todo lo que intentaba decir sonaba vacío, inútil. ¿Cómo podía explicarse? ¿Cómo podía pedirle que entendiera?

—¡No entiendes lo que esto significa para mí, Jungkook! —su voz aumentó de volumen, dejando escapar todo lo que reprimía desde varios días. Sus manos se movían de un lado a otro, incapaces de quedarse quietas. Era como si las palabras y los gestos tomaran vida propia, saliendo a toda prisa. Cada palabra que pronunciaba era como una explosión de emociones reprimidas.

Él se quedó paralizado, incapaz de responder, mientras las palabras de Megan se abalanzaban sobre él. Cada acusación, cada reclamo, era como un golpe directo a su corazón. La intensidad de la situación lo dejó sin palabras. La presión en su pecho aumentaba, y una sensación de claustrofobia lo envolvía. Sintió como si no pudiera respirar, como si las paredes se estuvieran cerrando sobre él.

—¿Es eso lo que haces ahora? ¿Me mientes? ¿Me ocultas cosas? —Su voz se quebró por un segundo, y Jungkook sintió un dolor que le recorrió el pecho. Por un instante, se sintió como ese niño indefenso, incapaz de defender lo que amaba, incapaz de detener el daño que estaba causando. Las palabras de ella no solo lo atacaban, sino que lo desnudaban, dejándolo frente a una verdad que no quería ver.

En ese momento, algo se rompió dentro de él. La sensación de que ya no podía seguir callado, de que debía enfrentar la situación, lo invadió. Pero no sabía por dónde empezar. No podía encontrar el valor para decir lo que estuvo evitando todo el tiempo, ni siquiera cómo explicarse sin que ella lo viera como un mentiroso más. La imagen de Heather, de sus propios miedos, se mezclaba en su cabeza como una tormenta sin fin.

Megan lo miraba, exigiendo una respuesta, y él solo podía mirarla, con los ojos llenos de una angustia que no sabía cómo expresar. Estaba atrapado en la culpa, en el miedo, en la vergüenza de haber dejado que todo llegara tan lejos. Las palabras que nunca pronunció ahora lo ahogaban.

—¡Dime algo, Jungkook!

El sonido del grito resonó en sus oídos, y fue como si todo en él se detuviera. Todo lo que había estado callando, todo lo que había intentado ocultar, salió a la superficie en ese instante, pero él no tenía las palabras. No sabía cómo darle la respuesta que ella esperaba. Solo podía quedarse allí, mirando su rostro, mientras la tormenta se desbordaba a su alrededor.

Megan, con los ojos encendidos por la furia y la confusión, no podía entender por qué estaba actuando así. Había pasado la noche anterior dándole vueltas a esa imagen: él, en ese bar, con Keira. Cada detalle, la sensación de haberse vuelto invisible para él, mientras ella se hundía en una espiral de celos. No podía soportarlo más. ¿Por qué lo hacía?

—¡Dímelo! —exigió, el dolor y la rabia filtrándose en cada palabra—. ¿Todavía la quieres? ¿Es Keira la que te importa, Jungkook? ¡No puedo creer que me hagas esto!

Se quedó paralizado, con los ojos como platos, incapaz de entender lo que estaba pasando. En su mente, las palabras de Megan golpeaban como martillazos, desmoronando su realidad. Keira. ¿Por qué la mencionaba? ¿Qué estaba sucediendo?

—Megan, no... —Su voz tembló, pero la presión en su pecho era tan fuerte que apenas podía respirar. La confusión le nublaba los pensamientos, no entendía por qué todo se estaba desmoronando, por qué ella lo atacaba con esa rabia tan cruda.

—¡No! ¡No me digas que no! ¡Lo sé! ¡Sé lo que hiciste! —Megan, casi fuera de sí, avanzó hacia él, su voz quebrándose, cada palabra un disparo directo al corazón de Jungkook—. ¡Anoche estuviste con ella! ¡Estuviste en el bar y lo vi con mis propios ojos, como tú apoyabas la cabeza en ella con tanta confianza! ¡Me enviaron la fotografía, Jungkook, así que no me mientas!

El aire entre ellos se volvió irrespirable. La mención del bar, de Keira, era como una bomba que explotaba en la mente de Jungkook. En ese instante, sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies, su mente estaba en shock. No sabía de qué estaba hablando. No sabía que Megan sabía. Ni siquiera podía recordar si hizo algo realmente malo. ¿Qué pasó? ¿Qué vio ella?

—¡¿Qué?! —su voz salió rota, llena de incredulidad—. No sé de qué hablas. No... No he hecho nada. No hay nada entre nosotros. Te lo juro, Megan.

El miedo comenzaba a apoderarse de él. La ansiedad le hacía difícil respirar, el sudor frío se deslizaba por su frente. Su garganta se apretaba al intentar decir algo más, pero las palabras se quedaban atoradas. No entendía qué estaba pasando, pero sentía que algo dentro de él se estaba rompiendo. El miedo que siempre sintió, ese temor a ser abandonado otra vez, a ser dejado atrás, resurgió con fuerza. No podía soportarlo.

—¡¿Por qué me mientes?! —explotó, su voz desbordada de dolor—. ¿Te crees que soy estúpida? ¡¿Qué esperas de mí?!

Jungkook retrocedió un paso, incapaz de soportar la cercanía, el peso de sus palabras. Era como si cada grito de Megan lo estuviera desterrando a una oscuridad de la que no podía escapar. La última cosa que quería era herirla, pero ahí estaba, destruyéndola, arrastrándose en su propia confusión. Y lo peor era que no podía detenerlo.

—¡Megan! —su voz se quebró, llena de desesperación—. ¡N-no sé de qué hablas! ¡No quiero nada con Keira!

Las palabras de Jungkook no parecían calmarla, solo la hacían más furiosa. Sus ojos, brillando de enojo, lo atravesaban como dagas.

—¡Eres un maldito mentiroso!

Jungkook se quedó allí, paralizado, su mente gritando sin encontrar respuestas. Sentía que todo se estaba desmoronando a su alrededor, que cualquier intento de explicarse solo lo hundiría más. Pero algo en su interior, algo profundo, le decía que no podía dejarlo así. Que tenía que hacer algo. No podía perderla.

—N-no te estoy engañando. No lo estoy haciendo —titubeó, esta vez con una voz más suave, una mezcla de arrepentimiento y angustia—. No sé qué más puedo decirte. Pero... no me hagas esto...

Megan lo miró con una mezcla de incredulidad y dolor. Algo en su interior se rompió, una parte de ella sintió una leve compasión por el hombre que tenía frente a ella, pero aún así, el daño estaba hecho. Las piezas del rompecabezas ya no encajaban.

—¿Qué quieres que haga, Jungkook? —cuestionó, casi en un susurro, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¿Qué quieres que haga cuando me mientes así? ¿Cómo se supone que te crea?

No podía dejar de mirarlo, sus ojos llenos de furia, de tristeza, y sobre todo, de una confusión tan grande que le dolía. La rabia seguía surgiendo con cada palabra, pero la vulnerabilidad de él comenzaba a calar hondo en su interior.

Jungkook sentía la angustia subiéndole por la garganta, como si algo lo estuviera estrangulando desde dentro. El miedo, la confusión, todo se mezclaba en su pecho, en una masa incomprensible. Su respiración estaba entrecortada, sus manos frías. Las palabras que no podía decirle a Megan parecían quedarse atrapadas en su garganta, pero la tormenta en su mente no dejaba de crecer.

No podía moverse. Su mente estaba atrapada entre lo que sentía y lo que no comprendía, entre lo que hizo y lo que ni siquiera sabía que estaba pasando. ¿Cómo podía defenderse cuando ni él mismo entendía lo que estaba pasando?

El estómago le dio un vuelco al escuchar las palabras de Megan, esas que lo acusaban con tanta fuerza. No sabía de qué hablaba, no podía recordar nada que justificara esa ira, ese rencor que ella parecía sentir hacia él. El miedo se apoderó de su mente, la misma sensación que lo persiguió toda su vida, la sensación de estar a punto de perderlo todo. Y la idea de perder a Megan lo aterraba.

—N-no... —la palabra salió entrecortada, casi inaudible. Intentó hablar, pero su mente estaba tan nublada que apenas podía articular una frase coherente.

Lo observaba, su rostro reflejaba una mezcla de incredulidad y dolor, pero también algo más, algo que no vio antes: duda. Ella, por primera vez, parecía vacilar, aunque su ira aún dominaba. La diferencia era que ahora, en su mirada, ya no había una condena absoluta, sino una necesidad desesperada de entender.

—Jungkook... ¿Por qué te callas? —su voz, de repente más suave, se quebró—. ¿Por qué no me dices nada? ¡¿Por qué no te defiendes?! ¡¿Por qué no dices algo?!

Lo miró fijamente, esperando una respuesta. La respiración de ambos se unía en el aire, suspendida en un hilo tan delgado que podría romperse en cualquier momento.

—¡Dímelo! ¡No quiero más mentiras! —exigió, su voz más baja, pero aún llena de angustia—. Cuéntame qué pasó entre tú y Keira, dime que no te importa... ¡dímelo y lo creeré!

Los ojos de él reflejaban una mezcla de desesperación y confusión. Quería decirle que la quería, que no había nadie más, que todo lo que ella temía era falso. Quería gritarle que no tenía nada que ver con Keira, que sus sentimientos por ella eran más que suficientes para mantenerlo lejos de cualquier otra mujer. Pero las palabras no salían. La verdad se quedaba atascada en su garganta.

—No... No sé qué quieres que te diga, Megan —El miedo lo había invadido completamente. Las palabras salieron arrastradas por su angustia, como un último intento por salvar algo. Pero sabía que su voz no era suficiente—. N-no sé qué hice mal, no sé qué te hicieron creer. Pero... no quiero perderte.

La confesión fue apenas un murmullo, pero para Megan, fue suficiente para abrir una herida aún más profunda.

—¿Entonces por qué no te defiendes? ¿Por qué te quedas callado? ¡¿Por qué no me dices la verdad?!

Jungkook sentía la angustia subiéndole por la garganta, como si algo lo estuviera estrangulando desde dentro. El miedo, la confusión, todo se mezcló en su pecho, en una masa incomprensible. Su respiración estaba entrecortada, sus manos frías. Las palabras que no podía decirle parecían quedarse atrapadas en su garganta, pero la tormenta en su mente no dejaba de crecer.

—¡Dímelo! —gritó nuevamente, su voz rasgando el aire, su pecho subiendo y bajando con la agitación mientras se acercaba—. ¡¿Por qué me mientes?! ¡Me haces sentir como si fuera tonta, como si no supiera lo que estás haciendo, lo que estás escondiendo de mí!

Jungkook, sin poder más, dio otro paso atrás, como si el simple hecho de estar cerca de ella lo estuviera quemando por dentro. Pero en el fondo, sabía que no podía huir. Ni de Megan, ni de sí mismo.

Su mente retrocedió a un lugar oscuro, a aquellos recuerdos fragmentados de su niñez que lo perseguían en silencio. Una presencia opresiva, algo que lo dejó marcado, siempre latente, como una sombra que nunca lo abandonaba. Sentía el peso de esa vulnerabilidad, ese miedo infantil que se aferró a su piel, incluso cuando sabía que Megan no iba a hacerle daño. Pero era más fuerte que él, ese miedo, esa reacción involuntaria de alejarse, de retroceder, como si cada palabra de ella fuera un golpe más en su alma. En su interior, se sentía más pequeño que nunca, como si todo su ser se redujera a un niño asustado, un niño que nunca aprendió a defenderse.

Al ver ese paso tembloroso hacia atrás, algo se rompió dentro de Megan. Vio en su rostro un miedo tan evidente, tan crudo, que algo dentro de ella comenzó a temblar. Solo lo vio así cuando tuvo que defenderlo de Asher. Y aunque su enojo seguía ardiendo, lo que veía ahora era algo mucho más devastador. Su mente, que antes estaba llena de furia, se llenó de una compasión inesperada. Sabía que él no estaba huyendo de ella, sino de algo mucho más grande que los dos. Y ese algo lo estaba destruyendo.

Pero en ese preciso instante, algo se rompió dentro de él. Las lágrimas comenzaron a brotar, incontrolables, sin que pudiera detenerlas. Su cuerpo, tenso por la lucha interna, se sacudió, y sus rodillas parecían a punto de ceder.

—¡Tengo miedo de perderte! —gritó, la voz rota de dolor, el eco de un niño que nunca había dejado de temer ser abandonado. El grito resonó, un estallido de angustia, de impotencia, como si todo lo que estuvo guardando en su interior por años hubiera explotado de golpe.

Se cubrió el rostro con las manos, como si pudiera ahogar las emociones que lo desbordaban, las que lo dejaban vulnerable frente a Megan. En ese instante, ya no era el hombre que siempre trató de ocultar su dolor. Era un niño, un niño temeroso que todavía seguía aprendiendo a defenderse, y que, al final, nunca aprendió a amar sin miedo.

Lo observó, su pecho apretado, una angustia nueva llenando su cuerpo. El miedo de Jungkook no era algo que ella pudiera comprender completamente, pero podía sentirlo, tan real como la herida en su propio corazón. Y aunque lo odiaba por las mentiras, por el silencio, no podía dejar de ver al hombre que, en su interior, seguía luchando contra algo que ella desconocía. Y eso, más que nada, la hizo dudar.

—¿Miedo de perderme? —repitió, su voz más suave, pero aún cargada de incredulidad—. ¿Así es como piensas que esto va a funcionar? Si no te defiendes, si no luchas por lo que tenemos, no puedo creer que realmente te importe.

El corazón de Jungkook latía desbocado, y en su mente todo se volvió un caos. Las palabras de ella resonaban como un eco de sus propios temores. No sabía cómo explicarle que la confrontación le recordaba a la violencia de su infancia, que las voces elevadas eran un disparador, un recordatorio de todo lo que quería evitar. Sabía que en sus ojos había amor, pero también había miedo; miedo a que su voz se volviera un arma y a que esas palabras lo separaran de ella.

—No quiero que esto sea el fin —susurró, la voz quebrada, los ojos brillando de lágrimas que luchaban por salir. La desesperación lo hizo más vulnerable, y sintió que sus defensas se desmoronaban.

—¿Y qué te hace pensar que no voy a irme si no te defiendes?

—N-no quiero pelear. No puedo...

—Jungkook... —empezó, pero él, abrumado por la ansiedad y la tristeza, no podía soportar más. En ese instante, supo que tenía que dejar salir todo lo que guardó. La presión de la situación, el temor a perderla, todo se convirtió en un torrente de emociones que lo abrumaba.

—Lo siento, lo siento tanto...

Las lágrimas caían mientras seguía cubriéndose con una mano, y se sintió completamente expuesto. Aquel momento de sinceridad lo llevó al límite, y ya no podía sostener más su miedo. Se sentía pequeño y perdido, deseando que ella pudiera entender su tormento interno.

—Solo... Solo hablé con Keira buscando consejo —explicó, la voz entrecortada por el llanto. Su corazón latía con fuerza, y sabía que cada palabra era crucial—. Le dije que estaba enamorado de ti, que... Que debía mantener la distancia. Nunca quise que pensaras que pude mentirte o engañarte. No sé...—Su pecho subía y bajaba con dificultad mientras las palabras salían atropelladas de su boca, como si cada confesión fuera un intento desesperado de aferrarse a Megan—. N-no entiendo cómo pasó esto.

Lo observaba, luchando por procesar lo que estaba escuchando. Sintió un nudo en el estómago, y mientras lo miraba, comenzaba a vislumbrar el profundo dolor que lo habitaba. La idea de que se sintiera atrapado en una espiral de ansiedad, incapaz de confrontar el conflicto por temor a perderla, la conmovía.

—¡Por favor! —exclamó con sus ojos suplicantes—. Todo lo que quiero es estar contigo...

El desasosiego de Jungkook era evidente, y el silencio se volvió insoportable. Megan sintió la presión en su pecho, un conflicto interno entre el amor que sentía por él y la desconfianza que la invadió al ver la fotografía y por el distanciamiento de él. Cada palabra de Jungkook, cada confesión, parecía romper los muros levantó. La lucha entre su amor y su desconfianza era intensa, pero tal vez, tal vez había un camino para reparar lo que fue roto. Mientras se quebraba frente a ella, comenzó a ver no solo el dolor que él sentía, sino también la sinceridad en sus ojos, y aunque su corazón todavía estaba lleno de dudas, una pequeña chispa de esperanza comenzaba a brillar.

El dolor que veía en sus ojos la afectaba profundamente, y no pudo soportar más la imagen de su amor, tan vulnerable y lleno de angustia. Sin pensarlo dos veces, se acercó y lo abrazó con fuerza. Y él, sorprendido por la repentina calidez de su abrazo, se quedó paralizado por un instante. Luego, como si el contacto físico fuera un bálsamo para su tormento interno, envolvió sus brazos alrededor de ella, aferrándose a la sensación de su presencia. El abrazo era un refugio, un alivio a la ansiedad que lo consumía.

—Lo siento tanto —murmuró, su voz temblando contra su cabello. Su cuerpo se sacudía ligeramente, pero el abrazo le daba la fuerza que necesitaba—. N-nunca quise que te sintieras así. Nunca quise lastimarte....

Lo sostuvo más cerca, sintiendo el latido de su corazón, ese tambor que parecía latir desbocado por el miedo y la vulnerabilidad. Aunque las dudas aún danzaban en su mente, algo en el abrazo que le proporcionaba una sensación de tranquilidad. La tensión en el aire era evidente, pero el amor que sentía por él la mantenía anclada, aunque su corazón no estaba completamente libre de conflictos.

—No quiero perderte —expresó, su voz suave pero firme—. Pero necesito saber que esto es real, que no hay nada entre ustedes.

Asintió con fervor, deseando poder quitarle todas las dudas que la atormentaban. La cercanía de su cuerpo le proporcionaba una sensación de calma, y que había un atisbo de esperanza.

—No hay nada entre nosotros. Te lo prometo —aseguró, su voz más clara, casi como una súplica—. Estás en mi mente todo el tiempo. Eres lo único que quiero

Sintió una mezcla de alivio y temor, pero el abrazo de Jungkook era un ancla en medio de la tormenta emocional que enfrentaba. En ese momento, todo lo que quería era que él estuviera bien, y al abrazarlo con más fuerza, comenzó a vislumbrar que tal vez podían encontrar la manera de superar este obstáculo juntos.

—Vamos a arreglar esto —murmuró finalmente sintiendo que podía dar un paso hacia adelante—. Pero necesito que seas honesto conmigo. Sin secretos.

Asintió, sus ojos llenos de gratitud y determinación. Era un momento frágil, pero estaban dispuestos a luchar por su amor. Con un profundo suspiro, se sintió un poco más ligero, como si el peso de la angustia comenzara a levantarse. La vulnerabilidad compartida los acercaba, y aunque el camino sería difícil, sabían que, juntos, podrían enfrentarlo.













(...)













La luz tenue de la cocina iluminaba apenas las superficies, creando un ambiente íntimo y cálido. Megan estaba de pie, sus movimientos eran lentos y cuidadosos mientras vertía agua caliente en una taza. El suave aroma de las hierbas llenaba el aire, mezclándose con la calma silenciosa que seguía a la tormenta de emociones que ambos compartieron minutos antes. Jungkook estaba sentado en el taburete, con los codos apoyados en la mesada y la cabeza entre las manos. El peso de la pelea aún colgaba sobre él como una nube oscura, pero en el aire flotaba algo más: una vulnerabilidad nueva, una oportunidad de conexión.

Levantó la vista cuando ella se acercó con la taza de té, y sus ojos encontraron los de Megan. Había cansancio en su mirada, pero también una gratitud silenciosa.

—Es de manzanilla con un poco de miel —informó con suavidad, colocando la taza frente a él. Su voz era como una caricia, suave pero firme, tratando de sostenerlo sin presionarlo.

Tomó la taza con ambas manos, dejando que el calor se filtrara a través de su piel fría. Asintió despacio, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.

—Gracias.

Se sentó a su costado. Lo estudió con cuidado, notando los rastros del llanto en su rostro, los hombros ligeramente encorvados, la forma en que sus dedos tamborileaban contra la cerámica. Quería acercarse, abrazarlo de nuevo, pero sabía que en este momento él necesitaba algo más: tiempo y espacio para procesar.

—¿Megan? —Su voz salió tímida y su mirada llena de necesidad antes de desviarla. A pesar de la incomodidad, reunió el coraje necesario—. ¿Puedo quedarme a dormir aquí esta noche?

Lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—Jungkook, pero mañana tienes que reunirte con tu tutor por la tesis, y la universidad te quedará más lejos desde aquí.

—Lo sé, pero puedo despertarme más temprano... —se encogió de hombros, bajando un poco más la mirada—. Además, esta noche realmente te necesito. No sé si podré dormir bien sin ti cerca.

Las palabras de Jungkook resonaron en el corazón de Megan, haciendo que su resolución se debilitara. Había algo en su tono, una vulnerabilidad que resultaba difícil negarle esa simple petición.

—Está bien.

Una pequeña sonrisa que brotó en el rostro de Jungkook iluminó su semblante, y aunque había un ligero resquicio de tristeza en su mirada, la felicidad que sentía al saber que aceptaba su solicitud lo llenó de una calidez que estuvo anhelando.

—Gracias, Megan.

Ella sonrió con suavidad, sintiendo cómo la tensión se desvanecía un poco. Mientras Jungkook tomó la taza de té de manzanilla con miel que Megan le preparó, llevando la cálida bebida a sus labios con una mano temblorosa, como si el simple acto de beber le costara más de lo normal. El calor del té le recorrió la garganta, calmando un poco la tormenta interna que lo consumió, pero la sensación de vulnerabilidad aún seguía presente, pesando sobre él.

En medio de la noche, aunque la conversación quedó suspendida, el silencio entre ambos estaba cargado de algo más, algo que ninguno de los dos sabía cómo manejar. Finalmente, después de unos minutos, él se levantó, sin decir una palabra, y caminó hacia el baño. Megan, aún con la mente llena de todo lo sucedido, comenzó a lavar la taza con movimientos automáticos, su mente vagando entre el enojo y la confusión.

Cuando la puerta del baño se abrió, Jungkook salió, frotándose uno de sus ojos enrojecidos, su rostro aún marcado por las huellas del llanto. Lo observó en silencio, sintiendo un dolor inexplicable al verlo tan quebrado. Sin pensarlo demasiado, se acercó al umbral del baño.

—Deberías descansar. No hace falta que te quedes despierto.

Él, aún sintiendo la vergüenza ardiendo en su pecho, asintió sin mirarla, su cuerpo tenso, como si cada palabra fuera una carga. Su rostro permaneció oculto, como si no quisiera que ella viera más de lo que ya mostró. Caminó sin decir nada, se adentró en la habitación y, sin más, se dejó caer sobre la cama, quitándose la camiseta en el proceso.

Al no haber respondido, ella pasó al baño. Se quedó más de lo necesario, pues el pensamiento de él, de su fragilidad y su tormenta interna, no la dejaba en paz. Al salir del baño, la última cosa que esperaba ver era a Jungkook allí, recostado en la cama, solo en bóxer negro. El perfil de su cuerpo fornido, su brazo derecho cubierto de tatuajes que recorrían su piel, algunos de colores brillantes, le dio un golpe en el estómago. Su mirada se detuvo en la manera en que jugaba con los piercings de su labio inferior, demostrando que seguía manteniéndose algo ansioso.

Se quedó allí por un momento, observándolo, sin atreverse a acercarse más, como si no pudiera entender por qué su corazón latía tan rápido. Él, al sentir su presencia, levantó la vista. Ambos se quedaron en silencio, intercambiando una mirada que estaba llena de algo que no podían definir. Un rubor recorrió el rostro de Megan al ver su imagen tan vulnerable, pero a la vez tan imponente, algo que la hacía sentirse extrañamente tímida, como si nunca lo hubiera visto de esa forma antes.

Jungkook, por su parte, sintió una incomodidad abrumadora, como si el hecho de estar tan expuesto frente a ella lo dejara sin aliento. No podía mirarla directamente, así que apartó la vista, pero la sensación de ella observándolo lo mantenía en alerta, como si todo su cuerpo estuviera consciente de cada movimiento que ella hacía. Ninguno de los dos sabía qué hacer en ese momento. Solo había una extraña quietud entre ellos, una timidez compartida que se sentía tan ajena a todo lo que habían vivido antes.

Megan se acercó, con la suavidad de su presencia colándose en el aire tenso de la habitación. A pesar de la distancia que los separaba, no podía evitar sentir que, de alguna forma, estaban más cerca que nunca. Se sentó en el borde de la cama, sin cruzar la línea invisible que él, de alguna manera, estableció entre ellos. El silencio se extendió, pero no era incómodo; era el tipo de quietud que se forma cuando dos personas entienden lo que está en juego, incluso sin palabras.

La miró de reojo, su cuerpo todavía tenso, como si temiera que cualquier movimiento pudiera romper la frágil calma que creó.

—Lo noté —Megan rompió el silencio, su tono sereno, pero cargado de algo más—. Noté que esto fue demasiado para ti.

Estaba sorprendido por la franqueza de sus palabras, algo en su mirada se suavizó, pero la vulnerabilidad seguía latente. No esperaba que ella lo dijera tan directamente, tan abiertamente. Fue un golpe sutil a su defensa.

—Lo es. Nunca fui bueno para lidiar con la presión —continuó, mirando un punto indefinido en la mesa frente a él—. Entre las prácticas, la tesis, y... nosotros, siento que estoy fallando en todo.

Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas, consciente de lo delicado que era abordar aquello. Sabía que Megan era explosiva, y aunque admiraba su valentía, siempre temía que su forma de enfrentar las cosas chocara con su propia incapacidad para hacerlo.

—No es que no quiera... defenderme —su voz titubeó, y desvió la mirada hacia el costado, como si las palabras se le atascara en la garganta—. Es solo que... no sé cómo. Cuando las cosas se ponen así, cuando se grita o se me exige... algo dentro de mí se bloquea porque... desde que era pequeño... Aquellas veces que las cosas se ponían difíciles en casa, no sabía cómo lidiar con eso. No era cuestión de que no quisiera... Es que me paralizaba el miedo —sus ojos se desviaron hacia el suelo, buscando algo en el espacio vacío—. El miedo a que todo explotara, a que las cosas se salieran de control. Mi padre... Siempre había gritos, y si trataba de defenderme o de enfrentar las cosas, era peor —suspiró, su mandíbula se tensó por un momento, como si intentara controlar las emociones que afloraban—. Terminé aprendiendo a quedarme callado, a no enfrentar nada —su mirada se apagó un instante, como si estuviera reviviendo esa sensación—. A veces, ni siquiera sabía si lo que hacía estaba bien —con un leve temblor en la voz, se detuvo por un segundo, como si lo estuviera reconociendo por primera vez—. Simplemente... evitaba todo.

Lo miraba en silencio, sus ojos fijos en él, intentando entender. Recordó el momento en que Jungkook se derrumbó en su casa en Stowe, meses atrás, buscando una respuesta que nunca llegó. Le había preguntado, casi suplicante, por qué su padre no lo quería. Ese recuerdo le atravesó el pecho como un puñal.

—Jungkook... —su voz se rompió un poco, como si lo que él acababa de decirle le hiciera comprender más de lo que intentó ocultar durante todo este tiempo—. Yo... no sabía todo esto. Sabía que algo te afectaba, lo sentía en la forma en que evitabas hablar de tu padre, pero nunca imaginé que fuera tan... profundo. No sabía que todo esto venía de tan lejos.

Respiró hondo, su mirada esquivando la de ella, como si le costara mantener el contacto visual. Sus palabras parecían pesadas, pero al mismo tiempo, era un alivio poder sacarlas fuera, aunque fuera un poco.

—Lo sé —susurro, sin mirarla—. No te lo dije antes, no quería... No quería hacer que te sintieras mal o que pensaras que... No sé, que esto fuera algo que tuvieras que cargar —se pasó una mano por el cabello, despeinándoselo, un gesto repetido cuando se sentía inquieto—. No quería que me vieras diferente. Pero a veces cuando las confrontaciones llegan, siento que estoy retrocediendo a ese lugar —cerró los ojos un momento, como si intentara borrar las imágenes del pasado que emergían—. El mismo miedo, la misma parálisis. No es que no quiera enfrentar las cosas... Es que mi cuerpo, mi mente, se cierra —inhaló profundo, sus hombros se elevaron y luego cayeron pesadamente, como si llevara un peso invisible—. Se vuelve difícil respirar, difícil pensar. Y eso me hace sentir... débil —un leve temblor recorrió su mandíbula, y desvió la mirada hacia sus manos —. Como si no tuviera el control, como si algo dentro de mí estuviera roto.

No sabía cómo reaccionar a lo que acababa de escuchar, pero la sensación de querer protegerlo creció dentro de ella, como si de repente entendiera por qué algunas de sus reacciones eran tan intensas, por qué él se cerraba tanto.

—No tienes que cargarlo todo solo —aseguró con suavidad, sin juzgarlo, simplemente dejándose llevar por lo que acababa de descubrir. Su tono era lleno de cuidado, una sensación nueva que le nacía desde lo más profundo—. No sé por qué no me lo habías contado antes, pero... me duele saber que has llevado todo esto en silencio.

Lentamente, alargó la mano hacia él, tocando apenas sus dedos, como si el gesto pudiera transmitir lo que las palabras no podían. Era un toque suave, casi imperceptible, pero con la intención de acercarse, de no dejarlo solo en ese lugar oscuro que él no podía abandonar por sí mismo. Jungkook sintió el leve roce de sus dedos, y su cuerpo, que antes estaba tenso, cedió un poco. No se atrevió a acercarse más, pero ese pequeño gesto, ese contacto fugaz, era todo lo que necesitaba en ese momento para sentirse menos perdido.

Su mirada se encontró con la de Megan, y aunque las palabras seguían atrapadas en su garganta, su corazón comenzaba a relajarse. No era perfecto, no lo resolverían todo de inmediato, pero en esa habitación, en esa cama separada por la distancia de sus inseguridades, había algo que los unía más que el silencio.

Ella notó cómo el ambiente en la habitación comenzaba a cambiar, cómo la quietud de los primeros momentos se desvanecía lentamente, dejando espacio para algo más. Algo más profundo. El silencio ya no era incomodidad, sino una calma esperanzadora, como si ambos pudieran respirar más tranquilos bajo la suavidad de sus gestos y la sinceridad de sus palabras.

—Está bien —susurró suavemente, alentando sin presionar, con la voz baja, cálida—. No tienes que decir más si no quieres, pero... puedes acercarte si lo necesitas. No voy a ir a ninguna parte.

Se acercó un poco más, y su mano volvió a extenderse, tocando su rostro con la yema de los dedos. Esta vez, sin la barrera de la duda. Fue un toque ligero, casi como una caricia. Un roce suave sobre su piel, como si tratara de absorber su dolor, de calmar las tormentas internas que se reflejaban en sus ojos oscuros.

Jungkook se tensó por un segundo, sorprendido por la calidez de su toque, pero pronto su cuerpo cedió, como si su propio ser necesitara esa cercanía. Cerró los ojos brevemente, el aire que salía de su pecho se entrecortó en un leve jadeo. Un sonido bajo, casi inaudible, que lo traicionaba y a la vez le decía a Megan más de lo que las palabras podían expresar. Su cuerpo se inclinó hacia ella, buscando algo que no lograba encontrar en otro lugar: el calor que su alma tan desesperadamente pedía.

—Megan... —musitó, su voz rasposa, cargada de una vulnerabilidad tan pura que ella no pudo evitar mirar con más atención. Su mano, aún en su rostro, tembló ligeramente, pero con la firmeza de quien no quiere soltar algo que le da paz.

Se inclinó un poco hacia él, sin hacer preguntas, sin intentar interrumpir ese momento tan crudo y silencioso entre ellos. Su corazón latía más rápido, pero no había miedo en sus ojos, solo una curiosidad profunda por comprenderlo, por acercarse más. Sin pensarlo, con la delicadeza de quien acaricia a un niño asustado, su mano pasó de su rostro a su cuello, acariciando con suavidad la piel de su clavícula, buscando esa conexión que no necesitaba explicaciones.

Jungkook, sintiendo el calor de su mano, no pudo contenerse. Su pecho se levantó con una respiración entrecortada, y con un impulso que ni él mismo entendió del todo, se acercó más, buscando ese refugio en ella que tanto necesitaba. Su mirada, llena de una intensidad que se desbordaba, buscó la de Megan, como si necesitara que ella le confirmara que podía rendirse, que podía ser frágil sin miedo a ser rechazado. Su respiración se volvió más pesada, y, para sorpresa de la pelinegra, lentamente, sin decir una palabra más, se inclinó hacia su lado. Apoyó la cabeza en su regazo, escondiendo su rostro contra el abdomen de ella, que estaba cubierto por la suave tela de la camiseta blanca holgada. Con su brazo tatuado le rodeó la cintura con delicadeza, mientras su cuerpo, antes rígido, ahora parecía entregarse por completo a esa inesperada calma.

Conmovida por su vulnerabilidad, llevó una mano temblorosa hacia su cabello, acariciándolo con cuidado. Su piel, cálida y expuesta bajo la luz tenue, se sentía aún más presente en ese momento; él solo llevaba unos bóxers oscuros que dejaban ver la fuerza y fragilidad de su cuerpo al mismo tiempo. Podía sentir el calor de su piel a través de la delgada tela de la camiseta, y cada respiración profunda de él parecía resonar en su propio pecho, como si sus corazones compartieran un ritmo secreto. Jungkook cerró los ojos, buscando refugio en la calma que Megan le ofrecía, como si todo lo que lo atormentaba pudiera desvanecerse en su cercanía. La intimidad de la escena, él en su estado más desarmado y ella aceptando ese peso, llenó la habitación de una conexión profunda, tan palpable que las palabras sobraban.

El contacto de sus manos, la cercanía en la que se encontraban, era todo lo que él necesitaba en ese momento. Sin importar las barreras que pudieran existir, sin importar lo que pasó antes, Jungkook dejó todo a su alcance. Y mientras ella acariciaba su cabello, el calor que emanaba de su cuerpo, su toque lleno de una ternura que le era desconocida, se convirtió en todo lo que él deseaba. Un refugio, una respuesta a todas las heridas que no sabía cómo sanar por sí mismo.

—Entiendo que es difícil para ti. Y aunque no sé todo lo que te pasa, quiero que sepas que estoy aquí. No tienes que enfrentarlo solo —su voz estaba llena de una ternura que lo hizo temblar ligeramente—. Pero no puedes seguir guardándotelo todo, Jungkook. No quiero que te obligues a hablar de todo ahora, no si no estás listo, pero quiero ayudarte.

Levantó la vista hacia ella, sus ojos oscuros llenos de incertidumbre y algo más profundo: un deseo de confiar, aunque el miedo aún lo retenía.

—Es que... si empiezo a hablar, siento que voy a romperme otra vez —admitió, con un tono tan bajo que Megan tuvo que inclinarse ligeramente para escucharlo.

—Jungkook, no te pido que me lo cuentes todo ahora. Solo quiero que sepas que no te juzgo —apretó sus dedos, transmitiéndole un poco de la fuerza que sentía—. Si te rompes, no pasa nada. Estoy aquí para sostenerte si lo necesitas. Pero entiendo que hay cosas que necesitan tiempo.

El alivio que sintió al escuchar esas palabras fue casi evidente. Cerró los ojos un momento, dejando que el peso de la culpa y la vergüenza se aliviara apenas.

—Prometo que... intentaré abrirme contigo —susurró, volviendo a mirarla—. Pero no sé cómo manejar esto.

—No tienes que saber cómo. Lo vamos a descubrir juntos. Y la próxima vez que sientas que la situación te supera, que no puedes hablar, dime —hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran hondo, mirándolo con una mezcla de amor y determinación—. Hazme una señal, cualquier cosa, así no tendrás que enfrentarlo solo. Si necesitas tiempo para pensar o respirar, lo tomaremos. Pero quiero que encuentres la manera de defender lo que sientes, no por mí, sino por ti.

Dejó escapar un pequeño suspiro, asintiendo lentamente, la vulnerabilidad notable en sus ojos. La cercanía de Megan, su mano acariciando suavemente su cabello mientras él descansaba en su regazo, le daba una sensación de seguridad que no sintió en mucho tiempo. La desnudez emocional era tan fuerte como la física, y en ese momento, la conexión que compartían era más tangible que nunca.

—Gracias por no rendirte conmigo.

—Así como tú no lo haces conmigo, yo tampoco lo haré contigo, Jungkook.

El silencio que siguió fue cómodo, cargado de promesas no dichas pero entendidas. Lo observó, sintiendo que, aunque aún quedaba un largo camino por recorrer, dieron un primer paso importante. La conexión entre ellos era frágil, pero también poderosa, como un hilo que resistía incluso las tormentas más feroces.

Luego de un rato de silencio, desvió la mirada por un instante, su mente repleta de recuerdos de los últimos días. Sabía que tenía que ser honesto, pero la ansiedad comenzó a arremeterle nuevamente.

—Yo solo... —susurró, tomando una profunda respiración—. Solo hablé con Keira porque necesitaba un consejo. Ella era mi mejor amiga tiempo atrás, y anoche, me sentía perdido. Te prometo que no pasó nada.

—Pero ¿por qué no me dijiste en su momento? —cuestionó, su voz apenas un susurro, como si temiera la respuesta. No quería dejar que la inseguridad la dominara, pero las dudas aún la perseguían.

—Lo sé, lo sé... Me sentí tan confundido y distante contigo. Pensé que podría manejarlo solo. Pero... me asustó ver cómo reaccionaste.

—No quise pensar lo peor de ti —confesó, su expresión ablandándose al ver la vulnerabilidad en sus ojos—. Pero esa imagen me hizo sentir que quizás no era suficiente, que por mis dudas la buscaste...

—¡No! No pienses eso —exclamó con la voz llena de urgencia—. Estoy enamorado de ti. Lo juro. Keira es parte de mi pasado, y nunca sentí lo que siento por ti —se inclinó hacia ella. La sinceridad en su voz resonó en el aire—. Me aterra perderte.

Sintiendo que su corazón comenzaba a ablandarse, dejó escapar un suspiro. La honestidad en su voz y el profundo dolor que se reflejaba en sus ojos comenzaron a romper el hielo que había formado entre ellos.

—Yo también tengo miedo, Jungkook —expresó su voz más calmada ahora—. Miedo a que esto se convierta en algo más complicado. Miedo a herirte y perder lo que tenemos.

Un silencio pesado se instaló de nuevo, pero esta vez, no era incómodo. Ambos estaban en la misma sintonía, compartiendo su vulnerabilidad en un espacio que sentían seguro.

—Entonces, ¿podemos intentar aclarar esto juntos? Te prometo que haré lo posible para que no vuelva a suceder.

Asintió lentamente, la calidez de su mano en su mejilla. La conexión entre ellos era fuerte, y a pesar de las dudas, sentía que juntos podían encontrar el camino correcto.

—Solo... hablemos de esto más. Necesito saber que puedo confiar en ti.

—Tienes mi palabra.

—Jungkook, necesito que me prometas algo. No me ocultes nada más, ni me mientas, por favor...

—Yo... Te lo prometo, no te mentiré ni te ocultaré nada más.

Lo miró fijamente, buscando sinceridad en sus ojos, y aunque lo veía esforzarse, ella también notó la lucha interna que se dibujaba en su rostro. Su ansiedad era evidente, y se dio cuenta de que no solo era por la situación que enfrentaron, sino también por el peso de secretos que aún podría estar cargando.

—Está bien —asintió, con una mezcla de confianza y desconfianza—. Solo quiero que sepas que esto es importante para mí. Necesito sentir que no hay nada entre nosotros que se interponga.

Sintió su corazón apretarse en el pecho. No quería que ella supiera lo que hizo. Sabía que si revelaba su secreto, la confianza que estaban intentando reconstruir podría desmoronarse en un instante. Pero al mismo tiempo, la culpa lo devoraba, haciéndolo sentir más pequeño y frágil que nunca. Mientras miraba a Megan, sus ojos llenos de determinación, una voz dentro de él le gritaba que la verdad era el único camino. Sin embargo, el miedo a perderla lo mantenía paralizado, como si el acto de hablar significara renunciar a lo que lograron.

—Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti. Todo lo que quiero es hacer las cosas bien, Megan.

La atmósfera entre ellos se llenó de un silencio denso, donde las emociones corrían libres, cada uno sopesando sus sentimientos mientras buscaban un camino hacia la reconciliación.

—Prometamos no dejar que el pasado nos arrastre, ¿sí? —sugirió ella, su voz suave pero firme—. Lo que importa ahora es lo que estamos construyendo.

Asintió, aunque en su interior una parte de él seguía dudando. Sabía que el futuro que deseaba con ella dependía de su capacidad para dejar atrás los secretos, pero el miedo y la culpa eran monstruos difíciles de enfrentar. Con un suspiro profundo, se sintió más ligero al tomar la decisión de hacer todo lo posible por dejar el pasado atrás, aunque el peso de la verdad seguía presionando en su pecho. La promesa de honestidad resonó en su mente mientras se aferraba a la idea de que, con cada paso que daban juntos, podrían encontrar una forma de sanar y reconstruir su amor.

Con la cabeza aún apoyada en el regazo de Megan, sentía el aire entre ellos cargado de emociones, como si estuviera a punto de estallar. La proximidad de ella lo envolvía, sumiéndolo en una vulnerabilidad que no podía evitar, pero también en un deseo ardiente que lo consumía. Un impulso que lo instaba a dejar atrás sus miedos y dudas, aunque fuera solo por un momento. Necesitaba olvidar el peso de los secretos que lo atormentaban, y la única manera que conocía de hacerlo era a través de un beso profundo, uno que pudiera borrar todo el dolor que lo acompañaba. La miró a los ojos, y en ese instante, se inclinó hacia adelante, acercándose lentamente.

El beso comenzó suave, pero pronto se intensificó. Megan sintió la urgencia en sus movimientos, en la manera en que sus labios reclamaban algo más que un simple beso. Era un grito silencioso por algo que ambos necesitaban, un momento fugaz en el que las inseguridades y el dolor quedaban relegados a un segundo plano.

El beso se volvió más profundo, más demandante, como si intentara transmitirle todo lo que no podía decir con palabras. Megan respondió con la misma intensidad, sus dedos deslizándose por su pectoral, sintiendo la firmeza de sus músculos, tan definidos bajo su piel. Cada contorno de su torso era palpable bajo la yema de sus dedos, el calor de su cuerpo irradiando hacia ella. El pecho de Jungkook subía y bajaba con su respiración agitada, su piel tensa, cada músculo de su pecho y abdomen rígido con el deseo que lo dominaba. Megan, sin pensarlo, deslizó su mano hacia su abdomen, sintiendo los músculos marcados de su torso, antes de detenerse, indecisa, casi sin atreverse a continuar.

En ese momento, un gemido bajo, rasposo y lleno de emoción escapó de los labios de Jungkook, rompiendo el frágil equilibrio del momento. El sonido la tomó por sorpresa, una expresión tan cruda y auténtica que hizo que el peso de lo que estaba sucediendo cayera sobre ella como una ola.

Se apartó de inmediato, sus labios aún hormigueando por el contacto, su respiración agitada. Lo miró con una mezcla de confusión y compasión, sus ojos buscando una señal en su rostro, que ahora mostraba desconcierto.

—Jungkook... —susurro, vacilante, como si no quisiera romper por completo lo que acababa de suceder—, no creo que sea el momento.

Asintió lentamente, desviando la mirada mientras intentaba recuperar el aliento. Sus labios aún entreabiertos, como si las palabras se le atascasen en la garganta.

—Lo siento. No quise...

—No te disculpes —negó con la cabeza, interrumpiéndolo con una suavidad que lo desarmó—. Entiendo lo que estás sintiendo, y no quiero que esto se sienta como una carga más para ti.

Jungkook cerró los ojos y, con un suspiro pesado, se recostó lentamente sobre la cama, extendiéndose de forma despreocupada, como si el peso de lo sucedido lo hubiera dejado sin fuerzas. La habitación estaba tranquila, el ambiente envolvía todo con una suavidad que contrastaba con la tensión que aún latía entre ellos. Megan estaba sentada sobre las mantas, con las piernas cruzadas, mirándolo en silencio. La imagen de él, vulnerable y tan humano, tan alejado de la persona fuerte que solía ser, la conmovió profundamente.

De repente, giró la cabeza hacia ella, su mirada cansada, pero llena de algo más: una súplica silenciosa.

—¿Me abrazas?—La petición fue tímida, pero cargada de esa necesidad que solo alguien completamente vulnerable podría expresar.

No lo dudó ni un segundo. Al apagar el velador, dejó que sus manos se movieran con suavidad hacia él, y, sin decir una palabra, se recostó a su lado, rodeándolo con sus brazos, sintiendo cómo se aferraba a ella. Su cuerpo, todavía cálido por la cercanía, se acurrucó a su lado mientras descansaba la cabeza sobre su pecho, buscando consuelo en la suavidad de su abrazo. La conexión entre ambos se sintió más fuerte en ese momento, como si el mundo entero se desvaneciera y todo lo que quedara fuera de ellos fueran solo sus respiraciones compartidas, el latido de su corazón cercano. Megan cerró los ojos, permitiendo que la calma de ese instante la envolviera, mientras Jungkook, sin soltarla, exhalaba lento, como si finalmente pudiera relajarse después de todo lo vivido.

—Gracias...—susurró, como si el simple hecho de estar ahí, abrazados, fuera suficiente para calmar todas sus tormentas internas.












(...)











Megan despertó con el primer destello de claridad del amanecer filtrándose a través de las cortinas. La luz suave iluminaba su habitación, pero un instante después, la sensación de vacío a su lado la hizo voltear rápidamente. La falta del calor de Jungkook la tomó por sorpresa y la llenó de confusión. Se sentó en la cama, su mente dándole vueltas a la pregunta de dónde podría estar.

Entonces, un sonido familiar la hizo volver a la realidad: el agua de la ducha corriendo. Cumplió con levantarse más temprano de lo que ella esperó. A medida que el sonido del agua se intensificaba, un impulso comenzó a surgir en su interior. La mezcla de inseguridad y una nueva determinación la invadió. Con un leve temblor recorriendo su cuerpo, se levantó de la cama. Su corazón latía con fuerza, pero también sentía una chispa de valentía que la animaba a avanzar, por lo que con un movimiento decidido, comenzó a despojarse de su camiseta, dejando que la tela se deslizara por su piel. Luego, se quitó las bragas, sintiendo cómo el aire fresco acariciaba su cuerpo desnudo. Y a medida que se acercaba al baño, un torrente de nerviosismo y emoción la envolvió. Sabía que estaba a punto de cruzar una línea que estuvo esperando, una línea que la llevaría más cerca de Jungkook. La incertidumbre danzaba en su pecho, pero la idea de dar ese paso la llenaba de una extraña adrenalina.

Respiró hondo, tratando de calmar la creciente ansiedad que sentía mientras se acercaba a la puerta del baño. Con cuidado, la abrió lento, mientras la humedad del aire le dio la bienvenida, y la luz del baño, aún tenue, parecía realzar la atmósfera íntima que la rodeaba. Al avanzar, su corazón latía con fuerza en su pecho. Se movió despacio, buscando cada paso, sin querer que la escuchara. Se detuvo en la entrada de la ducha, y al mirar hacia adentro, la visión de él la dejó sin aliento.

Jungkook estaba de espaldas, su cuerpo esculpido y fornido, la piel clara resplandeciendo bajo el agua. Cada gota que caía por su espalda muscular y sus hombros le daba un brillo especial. Se inclinó ligeramente hacia adelante, enjuagándose el cabello con las manos. El movimiento acentuaba su forma atlética, destacando su cintura estrecha y bien definida, que se marcaba en perfecta proporción con su musculatura. No podía evitar notar cómo su trasero, moldeado, se marcaba bajo el agua.

Se sintió atrapada en un instante, admirando la imagen de su figura mientras la luz del baño jugaba con las sombras sobre su piel. El sonido del agua fluyendo y el suave murmullo de Jungkook al enjuagarse le creaban una atmósfera casi mágica. Su mente giraba entre el deseo y la duda. Ahí estaba, frente a ella, el único hombre que la hizo dudar. Era el único que logró romper las barreras que construyó a lo largo de su vida, que la llevó a cuestionar su propia sexualidad. A medida que lo observaba, comenzó a sentir un deseo profundo por el cuerpo de un hombre, un sentimiento que nunca experimentó antes. Esa lucha interna la llenaba de confusión, pero también de una excitación desconocida.

La imagen de Jungkook, con su piel clara y su figura esculpida, la hipnotizaba. La sensación de querer acercarse a él, de explorar esa conexión que compartían, se mezclaba con la inquietud de no saber si ese deseo era real o simplemente un reflejo de sus propias inseguridades. Mientras sus pensamientos luchaban entre sí, el deseo la invadía cada vez más, empujándola a dar ese paso que nunca imaginó que tomaría. Con las manos temblorosas, se acercó hacia él, sus dedos recorriendo la suave piel de su espalda hasta llegar a su cintura. El contacto hizo que Jungkook se sobresaltara, girándose de forma brusca para encontrarse con sus ojos, la sorpresa evidente en su rostro.

—¿Megan...? —murmuró, su voz llena de asombro. Pero ella no le dio tiempo a procesar lo que estaba sucediendo. En un impulso, juntó sus labios con los de él en un beso intenso, una chispa de energía que parecía encender el aire entre ellos. La conexión fue instantánea, como si cada uno de ellos hubiera estado esperando este momento.

El agua de la ducha caía sobre sus cuerpos, empapándolos mientras el calor del beso aumentaba. Megan se sintió mojarse con cada gota que resbalaba por su piel, sumergiéndola en un torbellino de sensaciones. La pasión se mezclaba con la incertidumbre, pero en ese instante, todo lo que podía pensar era en Jungkook y en la manera en que su cuerpo respondía al contacto. Él, aún sorprendido, comenzó a corresponder a su beso, dejando atrás sus dudas mientras el agua les envolvía. Era un momento lleno de deseo y vulnerabilidad, y la intensidad del beso crecía, llevándolos a un lugar donde las palabras eran innecesarias y todo lo que importaba era la conexión entre ellos.

¡Hola!

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó al fin saber más de Jungkook y como Megan y él parecen ahora conectar más? Este capítulo son básicamente 2 capítulos y medio juntos, así que imaginen todo lo que resumí, borré y cambié. El anterior lo hice más tranquilo para que puedan respirar un poco JAJAJAJ Como ya les había dicho, estuve muy inspirada con esta historia meses atrás, tanto que, hasta octubre, cuando la pausé para enfocarme en SCANDALOUS, dejé escritos unos 19 capítulos si no me equivoco, que obvio terminaron siendo menos al ir juntándolos para que se estresen menos y porque dejaron de gustarme alguna que otra cosa, pero ahora se vienen los momentos más intensos en todos los sentidos. Estamos a nada del final, si no me equivoco quedan alrededor de 7 capítulos, así que hay que darle el desarrollo que se merecen ambos personajes. Solo me quedan 5 capítulos en borradores, así que en su momento tendré que ponerme a escribir de nuevo JAJAJ

Espero que les haya gustado el nuevo capítulo, si es así no se olviden de votar y comentar

¡Nos leemos pronto!

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