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Parte/8/Conociendo a la familia


Al parecer el padre Leandro era muy querido por su prima, ya que me estaban atendiendo a cuerpo de rey. En la cama estaba mi humilde vestido impecablemente planchado.

-Pero Manuela, no te hubieras molestado en planchar mi vestido.

-Ni lo diga señorita ya la viera yo, si usted se hubiera presentado a la mesa con el vestido todo arrugado, lo que iba a decir la señora y, la que iba a salir más raspada era yo.

-Pero tu porqué.

-Y todavía lo pregunta; la señora me encargo que la ayudara y una de mis obligaciones es que usted este lavada, planchada y bien bañadita como está ahora, enseguida vuelvo para llevarla al comedor.

Todo pasó tan rápido que cuando reaccione, Manuela salía a toda prisa con la ropa que me acababa de quitar, termine de vestirme, peine mi cabello, en cuanto termine volvió Manuela.

-Vamos señorita ya es hora de ir al comedor, todos esperan por usted.

-Gracias Manuela te sigo.

En cuanto entramos al comedor, el esposo y el hijo de doña Elisa se pusieron de pie, la señora hizo las presentaciones.

-La señorita Leonor la recomendada de mi primo Leandro, mi esposo José, mi hijo Diego, mi hija Marcia y Margarita.

-Margot, señor, Margot, no se le olvide- protestó la chica.

-A sus pies señorita -. Dijeron los dos hombres al unisonó, las dos chicas me regalaron una amplia sonrisa.

-Mucho gusto.

El hombre joven se apresuro a sacar la silla para que yo tomara asiento, le di las gracias.

-Gracias señor, es usted muy amable.

El joven sonrió haciendo una caravana con la cabeza, era guapísimo, de su cuerpo emanaba un olor riquísimo, afortunadamente, mi abuela había pertenecido a una buena familia y me enseño los modales de urbanidad, uno de ellos era usar los cubiertos para comer correctamente. Todavía recordaba sus enseñanzas.

Se pone la servilleta en las piernas, por si accidentalmente cae comida, lo cuál no debe de suceder, no se ensucie el vestido, nunca se debe hablar con la boca llena de comida, lo más correcto es que no se hable mientras se come, se debe de comer con la boca cerrada. Esas y muchas más recomendaciones recibí de mi querida abuela Angelita.

La comida transcurrió en total silencio, solo se escuchaba el ruido de los cubiertos, nada parecido a cuando comíamos en nuestra familia, esa era la hora en que conversábamos amenamente todos juntos, cuando terminamos de comer, el señor José sirvió una copita de vino generoso, diciendo.

-Beba señorita, nada como un buen digestivo.

Después de degustar su copa, se dirigió a mí.

- ¿Y dígame señorita que la trae por la gran ciudad? Debe ser algo muy importante, como para cambiar la paz de su tranquilo pueblo, por la ruidosa ciudad.

-Por favor José, no seas indiscreto-. Recriminó la señora Elisa a su esposo.

-No señora no es indiscreción de parte de su esposo y con mucho gusto les diré el motivo de mi viaje a está ciudad; recientemente murió mi abuela y vine a la ciudad a pagar una manda por un favor recibido de la santísima virgen de Almudena.

-Es un gesto muy loable de su parte, usted va evitar que el alma de su abuela ande vagando por el mundo de los vivos.

-Así es señor y creo que esta misma tarde iré a la catedral a cumplir mi cometido y mañana dejare su casa.

-De ninguna manera señorita, hay muchas partes bonitas aquí en la ciudad, que vale la pena que conozca y nosotros nos encargaremos de enseñárselas-. Dijo el joven rápidamente.

Yo me ruborice hasta la medula, con mucho azoro voltee a ver a la señora y al señor, pero no vi reproche en sus miradas si no algo de complacencia, al momento que decía la señora.

-Claro que si hijos, encárguense de que la señorita cumpla la promesa que le hizo a su abuela.

-Con mucho gusto lo haremos, dijo Marcía,

-Bien, después de la siesta salen para la catedral.

Dicho eso, los señores pasaron a su habitación, me supongo.

Cuando los señores desparecieron la señorita Marcia me dijo- ven vamos a mi habitación.

Cuando entramos me quede estupefacta, era una recamara super grande, amueblada con un gusto exquisito.

-Vamos a ver ¿cómo dices que te llamas?

-Leonor, mi nombre es Leonor Ven...

-Solo Leonor mujer, no me des todos tus generales

La chica abrió un gran armario y empezó a sacar vestidos

Eligio uno y dirigiéndose a mí, me dijo.

-Este, este se verá perfecto en ti.

-Pero señorita es un vestido muy fino, que va a decir su mamá.

-En primer lugar, es mi ropa y mi madre, no ella no va a decir nada, solo tiene el aspecto agrio, pero en el fondo es un pan de Dios.

-Claro que sí, doña Elisa es bien linda ya lo veras -dijo la señorita Margot.

-Anda vamos, la tarde es muy corta como para desperdiciarla, quítate ese horrendo vestido y ponte este.

Y diciendo esto las dos mujeres, me ayudaron a vestirme con el lindo vestido, Margot sacó unos zapatos igual de finos que el vestido.

-Mira pruébatelos, tal vez calcemos del mismo número.

Y efectivamente me calzaron como un guante, cuando estuve vestida, Marcia peino mi cabello, mientras Margot vertía algo de perfume por todo mi cuerpo, enseguida dijeron las dos al unisonó.

-Te vez hermosa ¡pero mujer quita esa cara! Ven mírate en el espejo.

Cuando me vi de cuerpo completo, el espejo me devolvió una linda imagen de mí misma, parecía otra mujer, muy diferente a la de hacía algunos minutos.

-Creo que ya es tiempo de irnos.

-Pero que van a decir sus padres.

-Nada si les mentimos un poquito-. ¡Manuela!

-Si, señorita mándeme usted.

-Vamos a salir, y, en cuanto mis padres despierten les dices que acabamos de irnos ¿Entendiste bien Manuelita?

-Claro que si señorita, lo entendí muy bien.

- ¿Y Diego va con nosotros? Preguntó Margot

-Claro, fue por el coche.

En esos momentos se escuchó la bocina de un automóvil, las mujeres gritaron.

-Vamos que Diego ya está esperando por nosotras.

Fuimos hacía la puerta y ahí parqueado estaba un elegante automóvil, las dos muchachas subieron rápidamente a los asientos traseros, Diego abrió la puerta del copiloto y me invito a subir.

-Vamos, suba que se hace tarde.

Eran muchas emociones, solo el día anterior, había subido a una diligencia, a un tren y ahora, no solo había conocido los coches si no que ya iba subida en uno.

Parte/9/ Sábado

Losjóvenes charlaban entre sí, yo no ponía atención a lo que hablaban, soloadmiraba la gran

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