Pasaron los nueve días del novenario, me dispuse a regalar las pocas pertenecías que teníamos incluyendo la ropa de mi abuela, solo me quedé con una foto de ella y mi abuelo que fue tomada el día que se casarón, quería guardar más cosas, pero no podía hacerlo, tenía que ir ligera de equipaje, entre menos llevara, más fácil era de cargar.

Estaba triste, tenía la leve esperanza que sobrara algo de dinero para poder viajar, ya no a Francia, ni a Italia, sino a Madrid que estaba más cerca de mi pueblo, pero con los gastos del sepelio se fue todo, solo quedó lo de mi pasaje del barco y un poco más, me dije a mi misma; pues ya que.

Abrí la maleta para guardar mi poca ropa, cuando mis ojos tropezaron con el envoltorio que me había dado mi abuela, recordé sus palabras.

-No lo habrás hasta que partamos a reunirnos con tus padres y hermanos.

Con todo lo que había pasado olvidé por completo el pequeño paquete, me dispuse a ver que era lo que guardaba, lo desenvolví lentamente, cuando terminé la tarea me encontré con un fajo de dinero, era una buena suma, quizás eran sus ahorros de toda su vida, dudé en si quedármelo o llevarlo conmigo y entregárselo a mis padres, pero casi escuché su voz diciéndome:

-Si por alguna razón yo no puedo ir contigo, tú debes ir, que nada te detenga, recuerda que las oportunidades solo se presentan una sola vez en la vida. Prométeme qué pase lo que pase, vas a viajar a esas ciudades.

Medité sus palabras y supe al instante que ella me quiso dar ese dinero, sino se los hubiera dado a mis padres antes de su partida, yo le había hecho una promesa, viajar, conocer esas ciudades y eso era lo que iba hacer.

Cuando la casa quedo vacía le entregué la llave al nuevo dueño, tomé mi maleta y emprendí mi viaje hacia Madrid, era la primera ciudad que iba a visitar, me despedí de párroco de la iglesia, eran un buen amigo de mi abuela.

-Padre Leandro, vengo a despedirme.

-Pero hija si no me equivoco el barco zarpa en un mes.

-Si padre pero antes de partir para América tengo que cumplir la última voluntad de mi abuela.

- ¿Y cuál es, si se puede saber? No te sientas comprometida a contestarme.

-Si se lo puedo decir, ella quería que viajáramos juntas antes de partir a América, ir a Madrid a visitar la catedral de Almudena, la gruta de Lourdes en Francia y, la basílica de san Pedro en el Vaticano.

-Pero como vas a viajar sola, si tu nunca has salido de este pueblo, además para viajar necesitas dinero.

-Así es padre, pero siempre hay una primera vez, yo no me puedo ir al otro lado del mundo, sin cumplir la promesa que le hice a mi abuela y, por el dinero no se preocupe yo tengo algunos ahorros, voy a viajar modestamente.

-Bien hija tienes razón una promesa es una promesa; espera unos minutos ahora vuelvo.

La espera no duro unos minutos, sino casi media hora, el sacerdote regreso con tres sobres.

-Mira hija, estas son tres cartas, van dirigidas a personas conocidas, en ellas les pido que te hospeden y te ayuden a cumplir tu promesa, ve primero a Madrid la persona que va dirigida la carta es mi prima, con mucho gusto te va a ayudar y a orientar en tus otros viajes.

-Gracias padre, se lo agradezco, ya me tengo que ir el tengo que esperar el carruaje en el camino, éste pasa más o menos en media hora.

-Ve con Dios hija.

El sacerdote me dio la bendición seguido de un cálido abrazo, no pude contener las lágrimas, después de todo salía de mi pueblo, quizá para siempre, dejando atrás a mi querida abuela que ya descansaba en su última morada.

Camine lentamente hacia el camino a esperar la destartalada diligencia que me iba a llevar al siguiente pueblo, en donde abordaría el transporte que me llevaría a la primera ciudad donde empezaría mi aventura, "Madrid".