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Parte/ 35 Reencuentro

La noche del evento llegó, yo llegué acompañada de mi hija, ocupamos nuestro palco, empezó la presentación, Marcia tocaba magníficamente sus manos se deslizaban ágilmente por el teclado del piano de cola, acompañada de la maravillosa orquesta.

En el intermedio, fuimos a su camerino a saludarla y sobre todo a felicitarla por su magnifica actuación, cuando llegamos nos abrimos paso entre la multitud de personas que la querían felicitar, le dimos nuestro nombre a una asistente, ella al momento nos dejo pasar, mi amiga y yo nos fundimos en un caluroso abrazo, ahí estábamos, después de no vernos por más de treinta años.

Al fin mujeres no pudimos evitar derramar unas lagrimas debido a la emoción del momento, mi hija a una corta distancia veía la escena, sin pronunciar palabra, respetando el momento mágico que estábamos viviendo mi amiga y yo, después vinieron las presentaciones, después los llamados, antes de despedirnos, marcía me dijo.

-Mañana por la noche salimos a la ciudad de México, ahí vamos a tomar el avión que nos llevará de regreso a Paris, antes de irnos te pido que vayas a mi hotel a desayunar, tenemos mucho de que hablar.

Dirigiéndose a mi hija le dijo en son de broma.

-Elenita, ¿le darías permiso?

- ¡Claro que sí! yo misma pasaré a dejarla.

Nos despedimos, antes de salir del camerino Marcia me entrego una tarjeta personal con el número de la habitación de su hotel, volvimos a nuestro palco, siguió el recital, por último, tocaron "Galop Infernal" la opera que baila el grupo de bailarinas del cancán del salón Molino rojo de Paris, Intuí que esa era la sorpresa a la que se refería mi amiga en su carta, al día siguiente a las nueve de la mañana, mi hija me dejo en la puerta del hotel, quedamos en que yo le hablaría por teléfono para que pasara por mí, cuando me dispusiera a volver a casa.

Me dirigí a la habitación con paso ligero, quería llegar cuanto antes, ya que, quería aprovechar todo el tiempo que pudiera al lado de mi querida amiga, cuando llegué, toque la puerta, casi al momento se abrió, pero no era mi amiga la que abrió la puerta, en su lugar era la persona a la que menos esperaba ver. Ahí parado ante mi estaba el amor de mi vida "Diego", sentí que mis piernas se me aflojaron, el caballerosamente me sostuvo antes de que cayera al suelo, entre a la habitación, las palabras no salían de mi garganta, el me ayudo a sentarme en un cómodo sillón, cuando estuve cómodamente sentada, me sirvió una copa de licor, yo la bebí lentamente mientras lo observaba detenidamente, sin salir de mi sorpresa.

Diego había ganado algo de peso, peinaba canas, los ojos algo hinchados, llevaba unos delicados espejuelos de arillo redondo sobre el puente de su nariz, a través de los cuales me miraban unos ojos color violeta, risueños y hospitalarios en la clara inteligencia de sus brillos que yo jamás había olvidado, al instante volvieron los recuerdos, lo vi como aquel joven de 32 años que había ganado mi corazón, al hombre que me había entregado sin esperar nada a cambio; su voz me volvió a la realidad me saludó efusivamente.

- ¡Leonor! Que gusto volverte a ver, creí que moriría sin volver a hacerlo.

-A mi también me da mucho gusto verte, no sabes cuánto.

Para esos momentos, el color de mis mejillas había regresado, el cuál había perdido por la impresión recibida y la fuerza de mis piernas regresó, yo me puse de pie lentamente, nos dimos un abrazo, al contacto de nuestros cuerpos la pasión despertó, está que había estado dormida por treinta y dos años, solos en esa habitación, éramos los dos jóvenes que viajaban en un barco en su luna de miel, dos jóvenes encerrados en un cuerpo viejo, e hicimos el amor, del mismo modo salvaje que hacía muchos años atrás.

Ninguno de los dos, mencionamos a nuestras familias, en esos momentos, sólo existíamos, Diego, Leonor y nuestro amor. Pasamos la mañana juntos, recordando lo feliz que habíamos sido el tiempo que pasamos juntos, Diego me dijo.

-Marcía me regalo cuatro horas, a la una va a pasar por nosotros para ir a comer, y ya va a ser la hora. Cuando te conocí supe que eras el amor de mi vida, volverte a ver a sido "Una bendición de Dios".

A la una en punto unos leves toquidos en la puerta, nos hizo salir de nuestra ensoñación, nos dimos un último beso de despedida y abrimos la puerta Marcía entro risueña a la habitación preguntándome.

- ¿Amiga te gusto tu sorpresa?

Yo solo me limité a abrazarla, por su forma de actuar, intuí que ella estaba al tanto de que había existido una relación entre su hermano y yo.

Después de comer, fui a hablar por teléfono a la casa de mi hija para que pasara a recogerme, al cabo de media hora, se presento Álvaro mi hijo y el hijo de Diego, este último al verlo palideció, ahí frente a él, se estaba viendo a él mismo, cuando tenía su misma edad, sólo un color de ojos los diferenciaba, mi hijo como médico que era, corrió a su lado y le pregunto con premura.

- ¿Señor se siente bien?

-Si, si solo es una baja de presión, gracias.

Enseguida los presente, ellos se estrecharon las manos, Diego en un arranque le dio un caluroso abrazo, enseguida nos despedimos, mi hijo me preguntó.

-Ese señor se me hizo conocido, y él me abrazo como si me conociera, de muchos años.

-No hijo, no lo habías visto nunca, él se impresiono al verte, porque tu le recuerdas a un hijo que perdió en la guerra, su hijo tendría tu misma edad.

Oh, ahora lo comprendo todo.

A los pocos días de nuestro encuentro recibí una tarjeta de Marcia, pero al abrirla era la letra de Diego, solo decía unas pocas palabras.

Te quise sorprende y yo fui el sorprendido.

Tú fuiste el amor de mi vida, mi amor verdadero, mi único amor.

Tuyo por siempre Diego.

Lo cierto fue que la Fuente de Trevi, no me concedió volver a Italia, porque nunca volví a ese país, pero lo que, si hizo, fue que encontrara al amor de mi vida.

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Tags: #amor