Seguimos el viaje, empezamos a subir por una brecha lodosa, llena de charcos, poco a poco nos fue cubriendo la noche, afortunadamente la luna salió esplendorosa para alumbrar nuestro camino. No se cuanto tiempo subimos por una loma y, cuando estuvimos en lo alto el hombre que nos guiaba dijo lleno de contento.

-Pos como quién dice ya llegamos, ya aquí tras lomita esta el pueblo, y muy a tiempo, porque ya se metió la luna y eso solo quiere decir que se avecina una tormenta.

Y como si sus palabras fueran proféticas, se empezó a alumbrar el cielo y a escucharse fuertes truenos, afortunadamente, entramos al pueblo, por unos callejones, los cascos de los caballos y las voces de los hombres quebrantaron la paz de la noche, llegamos hasta un zaguán, mi padre tuvo que tocar mucho, ya que ya no nos esperaban, y así no lo hizo saber un hombre que asomó la cara por un postigo de la puerta.

- ¡Perdón don Cosme, ya ni los esperábamos! Cuando dieron las diez de la noche pensamos que se había quedado a dormir en la labor de santa Isabel. Pero pásenle, pásenle que ya va a empezar a llover.

Los hombres bajaron el baúl lo metieron a la casa, mi padre les pago y se despidieron.

-Aquí tienen señores lo acordado, aquí adelantito esta el mesón de don Alejo.

-Si señor, lo conocemos y ya nos vamos hechos la mocha (aprisa) pa que no nos agarre la tormenta.

Cuando los hombres se fueron, apareció una mujer aluzando con un farol, entramos por un pasillo que daba un patio interior, con corredores de piso de mosaico y macetas de plantas alineadas en derredor de una fuente de piedra.

-Señor don Cosme pásenle pa la cocina, pa darle de cenar, dijo la señora que alumbraba con el farol.

-Traigan unos equipales al corredor, no conviene que entremos agitados a las piezas-, ordenó mi padre, yo le dije.

-Estoy cayéndome de cansancio y de sueño, yo me voy acostar.

-Ah, que muchacha esta.

-Señorita espérese un poquito ya va a estar el chocolate, y mire les hice unos tamalitos de elote. También unas enchiladas sabrosísimas, como seguro usted no ha probado allá en las Españas de donde uste viene.

-Se lo agradezco señora, mejor mañana me como lo que usted me dé.

-Ah qué muchachita, que muchachita, siquiera tómese un vaso de leche empinado.

-Está bien señora deme el vaso de leche.

Mientras me tomaba el vaso de leche, me dijo mi padre.

-Si te acuestas así, como venimos de acalorados, te expones a que te dé una pulmonía, un hervor de sangre. Anda pues, acuéstate; Chabela llévala a su cuarto, con cuidado de no despertar a tu madre, dejémosla dormir tranquila esta noche, ya la saludarás mañana, la noticia que la espera va a ser muy dura.

-Que pase buenas noches padre.

Chabela destendió la cama y me quiso ayudar a desvestirme, pero yo se lo impedí, gracias señora ya váyase a acostar, ya es de madrugada.

-Qué pasé buena noche niña.

A los pocos minutos empezó a llover, no pude reprimir el llanto y la rabia, me preguntaba una y otra vez.

-¿Por qué diablos vine a este pueblo rascuache? ahora que se apolillen los vestidos, porque no será bien visto que ande vestida como la gente, ni que me polveé, ni que use corsé, ni que me ponga unas gotitas del perfume del que Margot me compró en París, mucho menos que luzca en mi dedo el anillo que me regalo doña Luisa, ni el que me dio Diego, ya que no quiso que se lo devolviera; me criticarán, tanto los hombres, como las mujeres, no, no, yo no podré vivir este pueblo olvidado de Dios, en la primera oportunidad, me regresaré a España, nadie me va a obligar a quedarme a vivir aquí, ni siquiera mis padres, rumiando mi rabia, con el ruido de la lluvia poco a poco me venció el sueño.