-Cinco horas más tarde llegamos a Barcelona, nos dirigimos a la oficina para comprar los boletos del tren que nos llevaría a Paris en una hora más, unos empleados se encargaron de trasladar nuestro equipaje, subimos al tren y nos acomodamos íbamos a viajar toda la noche y gran parte del día, pedimos que nos llevaran los alimentos al camarote, no estábamos muy presentables como para comer en el elegante comedor.

Después de varias horas de camino, las cuales pasamos charlando, le pregunté a Marcia.

- ¿Por qué vives en Francia y no con tus padres?

-Estoy estudiando música en el "conservatorio de París". Y Margot estudia danza en el "Ballet de la Ópera de París".

Eso explicaba, por qué Marcia tocaba el piano como los divinos Ángeles, Marcia continúo hablando.

-Yo adicioné para entrar al conservatorio, Margot acompañaba a su prima Ann, y, ahí nos conocimos, Nos caímos bien y desde entonces somos buenas amigas.

-Yo diría que más que amigas, nos queremos como hermanas-. Dijo Margot

-Así es, sus padres me invitaron a hospedarme en su casa, a petición de mi amiga y, yo acepte encantada jajaja.

-Claro que yo se los pedí, a mi me conviene, ella toca el piano para mí cuando ensayo, mis padres se encargan de corregirnos, mi madre fue una gran bailarina de ballet y mi padre un critico de música muy reconocido.

-Me siento orgullosa de que me consideren su amiga, dos futuras grandes artistas.

- ¿Y tú que hacías además de cuidar de tu abuela?

Temía que me hicieran esa pregunta, que les iba a contestar: que yo no había asistido a la escuela, que los pocos conocimientos que tenía se los debía a mi abuela, que a su vez contrató a una maestra para que fuera a su casa a enseñarme todo lo que se le debe enseñar a una niña en edad escolar, que no asistí a la escuela porque el pueblo había quedado en la antigüedad, donde los padres de familia decían que las mujeres no teníamos cabeza para aprender, que la escuela era privilegio exclusivo de los hombres; me dispuse a contestar la pregunta que tanto temía que me hicieran.

-Desafortunadamente yo no conté con la suerte que ustedes tienen, yo no asistí a la escuela.

La cara de sorpresa que pusieron, me hizo pensar que en ese momento me iban a retirar su amistad, Margot, fue la primera que salió de su estupor, fue la que habló primero.

-No, no lo creo, tu eres tan refinada, que no me creo eso que acabas de decir.

-Es cierto, mi abuela contrato a una maestra, para que fuera a casa a instruirme.

Al oír mis palabras el color les volvió a la cara; seguí hablando.

-Los primeros conocimientos los recibí de la maestra Constanza, mi abuela se encargó de pulirme, jajaja.

-Pues te pulió muy bien.

- ¿Tocas el piano?

-No, pero si el violín; mi abuelo se encargó de pasarme sus conocimientos a regañadientes.

-Cómo que a regañadientes.

Él pensaba a la antigua, que solos los hombres podían tocarlo, él intentó inútilmente de enseñar a mis hermanos, pero ninguno de ellos estaba interesado, mi abuela si tocaba el piano según me contaba, pero en casa carecíamos de uno, ella me enseño a leer música; cuando mi abuelo intentaba enseñar a tocar el violín a alguno de mis hermanos yo ponía atención a todas las indicaciones que él les daba, un buen día le pedí a mi "Yaya", ese era el nombre con el que llamaba de cariño a mi abuela.

-Yaya, puedo tomar prestado el violín de mí abuelo.

-Pero que cosas dices niña, si tu abuelo se da cuenta que hemos tomado su violín nos mata, creo que después de mí, es a su violín a quién ama más.

-Pero Yaya, él no se va a enterar al menos que tú se lo digas.

-Ay, niña, niña, a ti no te puedo negar nada, tienes que ser muy cuidadosa, además no se para que quieres que te lo preste, yo no te puedo enseñar a tocarlo.

Mi abuela saco el violín de su estuche y me lo entrego, yo me lo acomodé en el hombro y empecé a tocar, mi abuela asombrada exclamó.

- ¡Pero niña! ¿Cuándo aprendiste a tocar? ¿Pero quién te enseño?

-Yo me enseñé sola.

-Pero eso no es posible.

-Yo me fijaba cuando mi abuelo les decía a mis hermanos como hacerlo.

Esa tarde cuando mi abuelo estaba a punto de llegar a la casa, mi abuela me puso a tocar una canción fácil, cuando él entró, se le iluminó el rostro, el creía que por fin alguno de mis hermanos se había decidido a aprender a tocar el instrumento, pero grande fue su sorpresa que en lugar de ver a un niño vio a una de sus nietas, no muy convencido accedió a pasarme sus conocimientos.

- ¡Eso fue asombroso!

Seguimos charlando el resto del viaje.