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Parte/15 Siguiendo la aventura


Después de visitar la gruta, estábamos hambrientas, Marcia nos dijo.

-Vayamos al poblado a buscar un lugar para descansar y comer algo.

-Está bien vamos.

Emprendimos el camino, cuando de pronto escuchamos una voz que nos llamaban.

-Señoritas, señoritas.

Volteamos y nos encontramos con las caras sonrientes del señor del acordeón y su hija con la pandereta, fuimos hasta ellos.

-Nos llamaba señor.

Estaban sentados en medio de una fogata, con otras personas, tenían calentando tortilla de papa con chorizo, además tenían unas hogazas de pan, jamón serrano, junto con otros manjares.

-Gustan acompañarnos señoritas-. Nos preguntó el hombre mientras nos ofrecía pan; nosotras ni siquiera titubeamos y al momento contestamos.

-Aceptamos encantadas, que amables en compartir su comida con nosotras.

Comimos de todo, de cada en cuando pasaban un ánfora con vino tinto, lo cual tomábamos sin ningún escrúpulo de asco, la tarde fue cayendo, le preguntamos a don Fermín, que ese era el nombre del hombre del acordeón.

-Disculpe don Fermín ¿sabe si hay algún hostal en la Aldea.

-No lo creo señorita, pero si hay, ha estas horas no habrá ni un lugar donde echarse a dormir, pero no se preocupen se pueden quedar con nosotros, una carreta nos espera, si gustan acompañarnos.

No teníamos opción, no nos dio desconfianza, ya que el viajaba con su esposa e hijos, además había más mujeres y niños, emprendimos el regreso en medio de risas y cantos, cuando llegamos a la carreta, la acondicionaron para que las mujeres y niños pequeños durmiéramos en ella.

-Como comprenderán señoritas, tenemos que pasar la noche aquí, no podemos arriesgarnos a viajar en medio de la noche, mañana a primera hora marcharemos a la estación del tren, para seguir nuestro camino; van a ver señoritas, que va a llegar el día en que el tren llegue hasta el mismísimo santuario de nuestra señora de Lourdes, espero lo vean mis ojos, pero si yo no lo veo, estoy seguro que mis hijos o mis nietos si lo verán.

Los hombres prendieron una fogata y se acostaron cómodamente alrededor de ella, se iban turnando para vigilar que algunos rateros, no nos sorprendieran y robaran nuestras pertenecías, estábamos tan cansadas que pronto nos dormimos, ni siquiera nos importo lo duro de la carreta. Al siguiente día en cuanto clareo la mañana, emprendimos el retorno, llegamos un poco antes de las diez de la mañana a la estación del tren, ahí nos despedimos de nuestros protectores ya que ellos iban de regreso a Madrid y nosotras a Barcelona.

Afortunadamente la estación contaba con baños y suficiente agua para asearnos un poco, reíamos felices, había sido una aventura inolvidable, tomamos el tren a las doce del día rumbo a Barcelona, comimos en el elegante comedor, pero juro por Dios que la comida de las personas me había sabido mucho mejor que esta.

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Tags: #amor