Parte/13 Una historia dentro de la historia
Al día siguiente después del desayuno, la señora Elisa me pidió muy amablemente.
-Leonor ¿me puedes acompañar a mi recamara un momento?
-Claro que si señora, con gusto.
Cuando pasamos, me sorprendió mucho ver la habitación completamente limpia, pobres mujeres las del servicio, ellas se acostaron muy tarde, al parecer se habían levantado al alba, para que a esas horas la casa luciera como un espejo, a lo que deduje que las pobres no durmieron mucho, ellas si desquitaban con creces el dinero que les pagaban.
-Pero pasa muchacha, no te quedes ahí parada, toma asiento por favor.
-Si, señora Elisa ¿Y dígame en que le puedo servir?
-Bien, no me andaré con rodeos ¿Qué sabes del pasado de Ángela tu abuela?
Me sorprendió mucho su pregunta, pero sobre todo la familiaridad con que dijo el nombre de mi abuela.
-Señora no entiendo que quiere saber ¿Acaso usted conoció a mi abuela? Aunque me supongo que si, por el modo tan familiar que mencionó su nombre.
-No me malinterpretes muchacha y, si, si tuve el gusto de conocerla, tu abuela y mi madre fueron muy buenas amigas desde su tierna infancia, hasta que paso lo que paso.
-Disculpe si me exalté, no fue mi intención, solo que me sorprendió, que usted conociera a mi abuela -. Le dije algo apenada.
-Descuida, mi madre siempre me contaba anécdotas de ella y tu abuela, las dos fueron hijas únicas, tenían hermanos, pero las únicas mujercitas eran ellas, mis abuelos y los padres de Ángela eran muy amigos y también vecinos, por lo tanto, las niñas crecieron juntas, se veían como hermanas, estudiaban juntas en casa, ya que en esos años las niñas no asistían a la escuela, los colegios eran exclusivos para niños.
Todo fue maravilloso hasta que las chicas crecieron, sus padres buscaron marido para ellas, estos tenían que ser: honrados, católicos y sobre todo dueños de una gran fortuna, no importaba si fuesen, feos, viejos, viudos, aquí lo único que interesaba era la fortuna con la que contaban, Ángela se enamoró perdidamente de un joven, su familia vivía en el mismo vecindario, su padre contaba con una fortuna regular, pero desafortunadamente, por malos manejos en los negocios perdió todo su capital, solo lograron salvar la casa donde vivían y unos campos de olivos, con la venta del aceite, vivían desahogadamente, aunque sin los lujos de tiempos pasados.
Pero eso no era suficiente para don Román, cuando Ángela cumplió diecisiete años, la comprometió en matrimonio con un hombre repugnante, pero muy rico y con un título de Conde, eso bastaba para don Román, tu abuela se negó a casarse, la amenazó con recluirla en un convento, ella no tuvo más opción que huir con tu abuelo.
A todos los familiares y amigos se les dijo que tu madre se había recluido en el convento de las hermanas del silencio, nadie dudo de la palabra de don Román, que fue secundado por las de doña Juana su esposa y madre de tu abuela, mi madre supo la verdad gracias a que Ángela le dejó una carta, con la hermana de tu abuelo, que eran mutuas amigas, en la carta le hizo prometer que nunca fuera a desmintir a su padre ya que temía alguna represalia de su parte.
Gracias a que a mi primo Leandro lo destinaron al templo de Compostela, mi madre volvió a saber de su amiga, inmediatamente fue a encontrarse con ella, por fin las amigas volvían a reunirse después de veinte años. Ángela nunca regreso a la ciudad, aún sabiendo que sus padres al poco tiempo de su huida, cambiaron su residencia a un lugar desconocido, mi madre la visitaba al menos dos veces al año algunas veces yo la llegué a acompañar.
-Me encantaría conocer a su madre.
-Desafortunadamente ella ya nos esta con nosotros, desde hace un año.
-Ahora recuerdo, que mi abuela se puso muy triste en esas fechas, cuando le pregunte el motivo de su tristeza, ella me contesto.
-Hace días perdí a un ser querido.
-Pero abuela a quien te refieres, que yo sepa no ha muerto ningún familiar.
-No me hagas caso hija, son cosas de vieja.
-Creo que se refería a su madre.
-En nombre de la amistad que mi madre llevó con tu abuela, que se quisieron como hermanas, quiero que sepas, que las puertas de mi casa están abiertas para ti y tu familia siempre que lo necesiten.
-Gracias señora, es usted muy amable.
La señora abrió un pequeño cofre del cuál sustrajo un anillo de oro blanco con una esmeralda, cuajado con chispitas de diamantes.
-Este anillo perteneció a tu abuela, ella se lo dejo de recuerdo a mi madre junto con la carta, ya fallecida mi madre, te pertenece.
Iba a ser el intento de negarme, pero la señora inmediatamente me dijo tajante.
- ¡Ni lo intentes, te pertenece y punto! y cuidalo mucho es muy valioso, tanto por su valor sentimental como por su costo, quizá más adelante te saque de algún apuro económico, recibelo como parte de la herencia de tu abuela. Bien muchacha, ve a revisar que no te falte nada.
-Gracias doña Elisa.
Salí de la habitación de la señora, reflexionando; así que era por eso, que la señora me recibió tan bien en su casa, su trato fue el mismo que se le da a un pariente o a un amigo muy cercano, ya me decía yo, que la señora no iba a tratar tan bien a una campesina solo por el hecho de ser una recomendada de su primo, le agradecí a mi abuela, ella desde donde se encontraba seguía velando por mí.
En la habitación estaba un baúl grande, le pregunté a Manuela que en esos momentos entraba al cuarto.
-Manuela de quién es este baúl y donde está mi maleta con la que llegué.
- ¡Ay señorita Leonor, su maleta no sé, pero este baúl es de a usted, la seño Elisa me dijo que ahí pusiera todas sus cosas y pos ahí están, menos su ropa con la que llego, ¡Ah ni sus zapatos! La seño Elisa me ordeno que los tirara.
-Pero por qué ordeno eso, si mis vestidos están en buen estado, no están tan gastados.
-Pos es lo que yo le dije a la seño Elisa, pero ya ve que con ella no se puede discutir; oiga señorita, mire yo nos los tire como ordenó la seño Elisa, pos como usted dice, están buenos todavía, y pos los deje pa mí, nada más les hago unos arreglitos pa que me queden a mi medida, pero si usted quiere que se los traiga hay les hacemos un campito en el baúl, pero yo creo que con los que le dio la señorita Marcia va a tener.
-No, no Manuela te los puedes quedar, pero es muy grande el baúl para tres vestidos y dos pares de zapatos.
-Eso es lo que a usted cree, pero la señorita Marcia le dio más vestidos y de todo, con decirle que hasta pa dormir le dio.
-Mira Manuela, te has portado muy bien conmigo desde que llegue a esta casa, toma este dinero, para que te compres algo.
-Gracias señorita Leonor, es usted re buena gente, igualita que la señorita Marcia.
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