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Parte/12 Sorpresiva noticia


La voz de Manuela me saco de mis pensamientos.

-Señorita, que dice la seño Elisa que ya se venga para el salón grande, que ya empezaron a llegar los invitados.

-Pero Manuela, yo no tengo nada que hacer ahí, yo ni conozco a esa gente, además son invitados de los señores.

-Señorita, ni se le ocurra desobedecer la orden, cuando doña Elisa ordena una cosa, una tiene que obedecer sin chistar y, si la seño Elisa quiere que usted se vaya al salón grande se tiene que ir.

En ese momento llegó Marcia acompañada de Margot.

-Ay que bueno que llegaron señoritas, porque aquí la señorita Leonor esta terca que no quiere ir al salón, que dizque porque no conoce a naiden.

-Ve Manuela a ver que se ofrece, nosotras nos encargamos.

-A ver cómo está eso de que no quieres ir, nos ofendes con decir que no conoces a nadie ¿acaso nosotros no contamos? Mi madre precisa de tu presencia en la reunión y a la señora Elisa no se le puede refutar una orden.

-Está bien, vamos, sería una grosería de mi parte no asistir.

Llegamos al salón que yo no conocía, era espectacular, la casa era realmente grande, que ni siquiera pude calcular el número de personas que cabrían en ese lugar, a los lados de la pared sobresalían unas lamparitas que alumbraban el lugar y en medio del salón colgaba un gran candil en forma de araña con cientos de focos en forma de lagrima.

Así era la vida, todas esas luces bien podrían iluminar el lugar de donde hasta hace dos días vivía yo, pero la luz era un lujo, que el pueblo no se podía dar; ya había algunos invitados, un gran piano de cola lucia imponente en una parte del gran salón, Marcia y Margot, saludaban a las personas y me presentaban, yo paseé la vista por el lugar, vi al señor José charlando alegremente con algunos amigos, degustando una copa de licor, me extraño no ver a doña Elisa ni al joven Diego entre los invitados.

Manuela me ofreció una copita de licor la cuál rechace. Me dirigí a la cocina por un vaso con agua, al pasar por la recamara de Diego, escuché la voz exaltada de doña Elisa.

- ¡No lo puedo creer ya viste la hora que es!

-Pero mamá no sea dramática, ya voy.

-Bien claro te dije que deberías estar listo en el salón a la hora que lleguen Los Esparza de los Monteros.

-Ya madre no grite, ya voy, si voy a estar presente para cuando lleguen sus ilustres invitados.

La señora lo puso de vuelta y media (lo regaño) como si fuera un crío que ha hecho una travesura muy mala, su hijo la escuchaba sin pronunciar palabra, cuando la señora descanso para tomar aíre, su hijo le dijo con voz pausada.

-Madre si no sale de mi recamara, no voy a estar listo para recibir a sus invitados.

-Ya, ya salgo, y no te tardes.

Yo me alejé rápidamente, no quería ser acusada de oír conversaciones ajenas, después de saciar mi sed volví al salón donde ya se encontraban más invitados; Paso medía hora más para que hicieran su entrada al salón la familia más esperada, los invitados de honor, los Esparza de los Monteros, formada por: el padre, la madre y dos hijos un joven y una linda mujercita veinteañeros, iban escoltados por doña Elisa y el joven Diego que lucía guapísimo con el atuendo que llevaba puesto para la ocasión.

Al parecer con la llegada de ellos, se completaban todos los invitados a esa reunión, en una parte del salón estaba una gran mesa con bandejas de plata y cristal cortado con infinidad de bocadillos, que las criadas inmediatamente llenaban cuando estos eran vaciados por los hambrientos invitados.

Al parecer la servidumbre estaba acostumbrada a esos eventos, que no necesitaban que doña Elisa se preocupara por supervisarlos, ésta charlaba alegremente con el grupo de señoras, mientras los jóvenes en el otro extremo del salón jugábamos algunos juegos de mesa, de pronto alguien le dijo a Marcia.

- ¿Por qué no nos deleitas con una melodía en el piano?

- Con mucho gusto tocaré para un ustedes la sexta sinfonía de Beethoven.

La joven se sentó al piano, deslizo sus dedos por el teclado y del instrumento musical, empezó a salir una música maravillosa.

Todos guardamos silencio, era una música celestial, cuando terminó de tocar, todos aplaudimos frenéticamente. Para que ya no le pidieran que siguiera tocando más, a una seña de Marcia a Margot, ésta rápidamente puso a tocar una vitrola que descansaba en una elegante mesita, todos los jóvenes empezaron a bailar, poco a poco se sumaron los mayores.

Cuando los señores vieron que algunos invitados se disponían a marcharse, el señor José tocó una campanilla para llamar la atención de los presentes.

-Señores su atención por favor.

Cuando todos los presentes guardaron silencio el señor prosiguió.

-Estimados amigos, algunos de ustedes son nuestros amigos y vecinos, los hemos reunido para hacerles partícipes de una gran noticia que nos llena de contento.

Todos los presentes incluida yo, esperábamos llenos de expectación para escuchar la gran noticia que estaba a punto de dar el señor y dueño de la casa.

-Tengo el gusto de anunciar el compromiso matrimonial de mi querido hijo Diego con la señorita Juliana Espinoza de los Montero, matrimonio que se celebrará en cuanto mi hijo regrese de su viaje de América.

Todos los presentes aplaudieron frenéticamente, felicitando a la feliz pareja, felicidad, que yo no compartía, una pregunta me asalto.

- ¿Por qué no siento gusto? Debería sentirme dichosa al igual que los presentes, pero en su lugar, solo sentía un desasosiego, que no me podía explicar, yo no me arrime a felicitarlos, sentía unas ganas de llorar, pero me contuve, de pronto escuche la voz de la feliz comprometida.

- ¿Y usted señorita Leonor no nos va a felicitar?

-Claro, claro que sí, les deseo toda la felicidad del mundo.

Estreché su mano, pero ella en cambio me dio un cálido abrazo, siguió el turno del señor Diego, cuando sus brazos rodearon mi cuerpo, aspire su aroma, sentí que el abrazo se prolongaba más del tiempo permitido, hasta que educadamente lo retire, la joven seguía recibiendo abrazos, ella reía feliz.

Me retiré del tumulto de personas que aguardaba su turno para felicitar a la feliz pareja, me paré a un lado del señor José que platicaba alegremente con su futuro, consuegro, lo escuché decir.

-Pues como le decía querido amigo, mi hijo es un hombre: trabajador, serio, maduro, sin vicios, emprendedor, su viaje por América es por negocios, va a negociar con el dueño de un yacimiento de oro y plata y con otro de piedras preciosas, ya que como es de su conocimiento, como fabricantes de joyería que somos, contamos con unos clientes muy importantes, incluyendo a la madre del rey Alfonso VIII.

- ¿Y usted no va a ese viaje?

-No mi señor, ya estoy viejo para hacer esos viajes tan largos, aunque, si tiene suerte mi hijo y todos los pasajeros que viajen en el barco, el viaje solo durará dos meses de ida y dos de vuelta, póngale tres, por los contratiempos que pudieran tener en el trayecto, en siete meses ya tendremos a Diego de regreso, ya ve que con la entrada de los barcos de vapor se acorto el tiempo.

-Así es querido amigo.

Me quedé sorprendida, yo ni siquiera tenía idea de lo que duraba un barco en llegar a América, reflexioné en la fecha que mis padres habían salido de España, probablemente tenían poco de haber llegado, cuando se fue el último invitado, nos dispusimos a descansar, afortunadamente al siguiente día por la tarde partiríamos a Francia. 

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