Parte/11/Recuerdo doloroso
- ¿Abuela, por qué si, vivías en Madrid, te viniste a este pueblo olvidado de Dios?
Ella me miro con ojos cansados, llenos de nostalgia, se quedó un rato meditando, quizá recordando épocas pasadas, dudando si contestar mi pregunta o no, después de un largo suspiro me contesto, aunque no fue mucho lo que dijo.
-Simplemente me enamoré y, por amor eres capaz de olvidar tus principios, las buenas costumbres que te inculcaron tus padres, para entregarte al amor y seguir a tu amado hasta el confín del mundo, así sea en un oscuro pueblo como este.
-Pero si dices que tus padres eran ricos ¿por qué no te ayudaron?
-Un día mi padre me mandó llamar a su despacho, llegué temerosa, mi padre solo me inspiraba miedo y, cuando mi progenitor llamaba a su despacho no era para dar buenas noticias; cuando entré al despacho estaba sentado tras su gran escritorio, me dirigió una mirada seca y severa; era alto de manos grandes, cejas pobladas, ya peinaba canas en su pelo, que en algún tiempo fue rubio, su gesto era severo, su fisonomía denotaba lo recio de su carácter, seguía conservando la viveza de sus ojos de un azul intenso y el color encendido de sus mejillas.
Entré al despacho y me quedé parada esperando a que se dignara a mirarme, él levanto la vista mirandome fijamente a través de sus espejuelos, ordenándome.
-Toma asiento.
Yo obedecí, en ese momento me percaté que también mi madre estaba sentada en otro sillón, con la mirada baja, la voz de mi padre atronó en el lugar.
-Solo te hice llamar para avisarte que ayer te comprometí en matrimonio con don Timoteo Álvarez Palacios, mañana sábado se va a celebrar un convite (fiesta) donde asistirán, parientes y amigos para hacer público tu compromiso con don Timoteo.
Yo sentí que un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, al instante levanté la mirada y en un susurro de voz le contesté.
-No padre, usted no puede comprometerme con un hombre sin mi consentimiento, no soy un objeto, soy su hija.
Mi padre se puso de pie, con pasos largos recorrió la distancia que nos separaba y, de su boca salió un grito que más bien parecía un rugido, atronó su voz crispada por la cólera, parecía que sus ojos se le iban a salir de sus cuencas.
- ¡PERO TE HAS VUELTO LOCA, COMO TE ATREVES A REFUTARME, ¡GRABATE UNA COSA EN ESA CABEZA, QUE NO TE DEJA PENSAR CON CLARIDAD! NO TE LO ESTOY PIDIENDO, TE LO ESTOY ORDENANDO.
Yo me armé de valor y también grité.
-No voy a casarme con un hombre viejo que bien podría ser de su edad que solo me inspira asco y repulsión, usted me puede llevar arrastrando al altar, pero mi respuesta será ¡NO!
- ¡Si no te casas con el hombre que he elegido para ti, te vas a ir a un convento!
-Pero padre, yo no lo quiero, es un hombre asqueroso.
- ¡Calla insensata! no sabes lo que dices, don Timoteo es un hombre intachable y es dueño de una gran fortuna, más, la que va a heredar cuando mueran sus ancianos padres.
-Pero yo no lo quiero, yo al que quiero es a otro, no tendrá el dinero que tiene don Timoteo, pero es honrado y trabaja...
Mi padre ya no dejo que siguiera hablando, me cruzo la cara con un bofetón que casi me tiró al suelo, y lo más triste del asunto es que mi madre, solo se limitaba a oír y callar, cuando me escucho decir mi última frase, me miró severamente con los ojos muy abiertos, ella también gritó llena de cólera.
-Entonces es verdad lo que dicen las criadas, que te vez a escondidas con un muerto de hambre, has enlodado nuestro buen nombre, a estas horas ya todo el vecindario debe de saber tu horrible falta.
- ¡Ya basta! -grito mi padre, mañana a primera hora salimos rumbo al convento de las hermanas del silencio, así lo has querido tú! A no ser que de aquí a mañana cambies de parecer y aceptes casarte con don Timoteo, retírate de mí vista, vete a recluir a tu habitación.
Aproveché que mi madre se quedó hablando con mi padre, burlé la vigilancia de los sirvientes, entre a mi habitación, tomé una bolsa, puse algunos recuerdos de familia, enseguida salí de la casa, corrí hacía el campo donde trabajaba tu abuelo el al verme se alarmó.
- ¿Qué pasa Angelita? ¿acaso ha pasado alguna desgracia?
-Si y una muy grande.
Le conté lo que mis padres pretendían hacer conmigo, me dijo alarmado.
- ¡No, no, eso no puede pasar, tenemos que huir!
-Pero a donde, mi padre es muy poderoso, nos encontraría inmediatamente.
-No, eso no va a pasar, en cuanto se dé cuenta de tu huida, ya no te considerara su hija, habrás dejado de existir para él y toda tu familia, ¿estás dispuesta a perder a todo por nuestro amor? Todavía estas a tiempo de regresar a tu casa con tu familia.
-No, no regresaré y si tu no quieres estar conmigo, iré a otra parte, pero no regresaré con mi familia, no condenaré mi vida al lado de un viejo asqueroso como lo es don Timoteo, por más dinero que tenga.
-Nunca dudes de mi amor, nos iremos juntos siempre y cuando nunca me dejes de amar.
-Nunca dejaré de amarte en las buenas y en las malas, tenemos que irnos inmediatamente de aquí.
Vamos a despedirnos de mis padres, no quiero que estén preocupados.
En cuanto nos despedimos de sus padres y recibimos su bendición vinimos a este pueblo, del que ya no hemos vuelto a salir, ese día dejé de existir para toda mi familia.
- ¿Ya nunca los volviste a ver?
-No, y no se si viven o mueren, que lo más probable es que ya estén muertos.
-Es una lastima que tu madre no te haya defendido.
-Era de esperarse, ella también fue víctima de sus padres, nunca me había percatado de la direncia de edad entre ellos, mi padre ya era viejo, en cambió mi madre aún se veía joven, fuerte y saludable, era una mujer muy bella pese al gesto de amargura que cubría su cara
Esa fue la primera y única vez que habló de su familia, tal vez porque para ella también habían dejado de existir. Yo hubiese querido preguntar más:
-Tuviste hermanos, hermanas, tíos, tías, primos, primas, abuelos, abuelas, amigas, pero respete su voluntad y ya no pregunte más, cuando ella murió, guarde dos fotografías, en una aparecía vestida elegantemente acompañada de sus padres y tres hermanos varones
En la segunda estaba acompañada de una joven riendo alegremente.
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