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Prefacio EDITADO

Buenas tardes, disculpen las molestias, pero he Editado toda la historia, a lo largo de los próximos días, iré Editando todos y cada uno de los capítulos. No me maten. Pero era más que necesario para lo que se avecina.


Podía sentir los ritmos de la canción dentro de mí, el suave contoneo de mis caderas, subiendo poco a poco aquel costo vestido, mi largo cabello dorado rozando mi piel con cada movimiento sensual de cabeza, las manos recorriendo mi cuerpo, provocando a los presentes.

Me mordí el labio, con ojos cerrados, en lo alto de aquella tarima siendo deseada por cada una de las miradas que me devoraban como lobos hambrientos en busca de su próxima presa.

Adoraba sentirme deseada, esa era una de las razones por las que hacía aquello, de forma esporádica. El dinero no era algo que me hiciese falta en la vida, pues haber nacido en una familia rica me curtía de buena educación y todos los lujos que pudiese desear. Pero la monotonía de una vida vacía me llevaba a cometer locuras como la de aquella noche.

Podía ser otra persona allí arriba, no tenía que luchar contra la sociedad por encajar en los estándares que la sociedad había marcado, ni impresionar a mi padre que lo único que le importaba era que sacase las mejores notas y me casase con uno de los socios del club, mi madrastra no me importunaba con sus constantes "si vuelves a llegar tarde a la cena, le contaré a tu padre que anoche volviste a salir", Sandra y Lalo no podían acusarme de comportarme como una zorra con algunos de los chicos del bar, y los sermones de Lucas sobre estudiar para los exámenes de fin de trimestre no estaban en el ambiente.

Durante dos maravillosos meses había podido huir de aquella vida que detestaba, había podido ser yo misma, dejar de fingir que era una chica normal y convertirme en ese torbellino que arrasaba el local de silbidos y piropos.

El número estaba a punto de terminar, y no dudé ni un segundo cuando dejé caer el vestido al suelo, quedándome en ropa interior frente a miles de desconocidos, ni siquiera cuando rozaron mi piel con sus ardientes manos para colocar las propinas entre mis bragas.

Caminé entre bastidores, con una gran sonrisa en el rostro, mientras escuchaba a Billy presentar la próxima actuación. Saludé a Minzy con un leve movimiento de cabeza, y entré en el camerino, donde Sharon se sujetaba los rizos con una buena dosis de laca.

- Has estado sublime – aseguró, justo cuando me senté en su silla, cruzando las piernas, sin tan siquiera ponerme algo. La calefacción estaba a tope esa noche – pero sigo pensando que deberías usar peluca – se quejó, dejándose caer sobre la mesa, cruzándose de brazos - ¿qué vas a hacer el día que te reconozcan?

- Eso nunca va a pasar – contesté, sin tan siquiera mirarla, comenzando a contar los billetes que había recaudado esa noche – nadie de mi círculo se pasaría por este zulo – sentí sus manos en mi rostro, sujetando mi rebelde flequillo detrás de la oreja.

- Aun así... prométeme que tendrás cuidado – pidió. Me puse en pie, dándole un beso en la mejilla. Era la única en la que confiaba allí dentro, todas las demás eran unas envidiosas que lo único que querían era destacar entre las demás.

Sharon era una mujer de unos 35 años, bastante curtida en la vida, con un largo camino recorrido, tenía un hijo al que alimentar, por eso estaba en un lugar como aquel de noche, y trabajaba como limpiadora para una familia de día. Estaba reventada, pero siempre tenía una gran sonrisa que mostrar, con muchas ganas de enfrentarse a esa vida que no la había tratado bien, teniendo que criar a su hijo sola, pues el padre de este la abandonó cuando se enteró que estaba embarazada. Venía de un pueblo luchador, que siempre ha sido pisoteado por el gobierno y someterse a los poderosos.

Siempre la admiré, a pesar de que no teníamos mucha relación fuera del trabajo, ambas sabíamos que podíamos contar la una con la otra. Siempre me vio como una hermana pequeña, la benjamina del club, pues tan sólo tenía 18 años.

Agarré mi ropa de la taquilla, comenzando a vestirme. Me coloqué la falda de pliegue y rombos, la camisa blanca y los calcetines blancos.

- Débora – me llamó mi compañera, justo detrás - ¿no deberías usar algo más apropiado? – la miré sin comprender.

- No he traído más ropa – me quejé, maldiciéndome por ello, ni siquiera había pasado por casa después de entrenar al tenis en el club.

- Anda ven – abrió su taquilla justo cuando Alberto la llamaba para que se preparase, pues el número de Minzy estaba a punto de terminar. Sacó una bolsa y me mostró un vestido recién salido de la tienda. Era precioso y totalmente de mi talla.

- No puedo aceptarlo – me quejé – ni siquiera lo has estrenado, ¿cómo voy a aceptarlo, tía?

- Bobby me lo ha regalado esta tarde – contestó. La miré con los ojos como platos – así que puedes hacer lo que quieras con él – sonreí, agradecida, abrazándola después, justo cuando Alberto volvía a insistir – ya voy, pesado – volvió luego a mirar hacia mí – nos vemos la semana que viene, cariño – sonreí, dejándola ir, para luego observar de nuevo el vestido, fijándome en la etiqueta.

¡Oh! Bobby se había estirado, le había regalado un Prada. Sonreí, divertida, al darme cuenta de que por muchos regalos que le hiciese nunca conseguiría nada con ella. Sharon sabía demasiado de la vida, y conocía a la perfección las intenciones de ese palurdo. Ella no era ninguna puta, sólo bailaba en un club. Existe una gran diferencia, aunque algunos piensen que es la misma cosa.

Salí del club con aquel despampanante vestido, con la mochila colgada del hombro, y el cabello recogido en una alta coleta, sonriendo en cuanto vi a Lucas allí, esperándome en su moto.

- Al fin llegas – reconoció, exasperado, pasándome el casco – venga, que vamos a ser los últimos – sonreí, colocándome el casco en la cabeza, para luego subirme a la moto y agarrarme a él.

Dejé que el viento irrumpiese en mi cara, abrí los brazos, sujetándome tan sólo con las piernas, y comencé a gritar mientras mi amigo, delante de mí rompía a reír.

Me encantaba aquella sensación de peligro, adoraba la adrenalina recorriendo cada poro de mi piel al hacer algo salvaje, algo completamente fuera de las normas, de lo que se suponía qué podía hacer.

Atravesó la ciudad, metiéndose entre los coches, dejando atrás el bullicio y los embotellamientos nocturnos, llegando en un periquete a la puerta de la discoteca.

- Señorita De Silba – bromeó – ya hemos llegado.

Me bajé de la moto, le pasé el casco que guardó en seguida y luego me echó una de sus miradas de "peligro", sonreí, me sentía como una adolescente, justo lo que era, a pesar de que siempre actuaba con cabeza.

- Estás guapísima, zorra – lanzó. Me eché a reír, echando a andar tras él.

Lucas era mi mejor amigo, el mejor que una chica pueda desear, estaba algo loco y vestía de forma estrafalaria y original, pero a él le quedaba de miedo. Era un chico muy seguro de sí mismo, que nunca tuvo miedo de mostrarse tal y como era. Le daba igual que la sociedad no le comprendiese, no se encasillaba en ningún estilo, y siempre tenía ganas de hacer cosas fuera de lo normal.

Le conocía desde los diez años, y encajamos en seguida, además, me ayudó mucho a superar el abandono de mi madre, que se marchó unos años antes. La verdad, no sé qué hubiese hecho sin él.

- ¿Has venido así? – preguntó Lalo, escudriñándome con la mirada, echando una ojeada a mi vestimenta – pareces una zorra.

- Yo creo que le queda de miedo – aseguró Lucas, agarrando la copa de Gorka, mientras este se quejaba, y bebiéndosela de un trago – ahora te pido otra, pesado. Leo – llamó hacia mí - ¿quieres una?

- Voy a ir al baño primero – contesté, dejando a los demás allí. Me metí entre la gente, con dificultad, la sala West estaba llena esa noche, pues habían invitado a uno de esos tipos famosos de la tele, todo el mundo quería ver a Kiko Rivera, en directo, dándolo todo en el escenario. Lo cierto es que yo no tenía muchas ganas, su música no era mi estilo en lo absoluto.

Fue toda una novedad llegar al baño y no encontrar cola, incluso estaba desierto. Quizás se debía a que el famosillo de turno ya había hecho acto de presencia. Podía escuchar los gritos de miles de mujeres en el exterior. Aquella iba a ser una larga noche, que toleraría a base de alcohol.

Si mi padre supiese que estoy aquí, me dejaría fuera de la herencia. Me reí ante esa idea, ante su cara de desaprobación, al enterarse de algo así. Su hija, su hija menor bebiendo alcohol, destruyendo neuronas.

Me reí ante aquello, sin poder evitarlo, abriendo la puerta quedándome en shock al ver el rostro desencajado de una pelirroja muy mona, siendo empotrada por un pedazo de moreno que tenía un culito de infarto.

- La puerta – pidió ella, cerrándola como pudo, dejándome fuera, mientras él sonreía, divertido.

¡Oh, por Dios!

Cerré los ojos, horrorizada por lo que acababa de pronunciar, rompiendo a reír al ver de nuevo, en mi cabeza la cara de vergüenza de la mujer, al verse descubierta de aquella manera. Aquella situación me parecía de lo más cómica.

- ¿Por qué has tardado tanto? – se quejaba Lucas, cuando llegué a la barra y le hice una seña al camarero para que me pusiese lo mismo que tomaba mi amigo. Me encogí de hombros, sin soltar prenda, mirando a nuestro alrededor.

- ¿Dónde están los demás? – Señaló hacia el escenario del dj, donde Kiko se jactaba de ser uno de los mejores cantantes de reguetón – Odio esa mierda de música.

- Ya... la sala West ya no es lo que era – contestó. Y era cierto, hace un año era la novedad, la mejor discoteca de la ciudad, la más ambientada, a la que toda la gente de élite asistía, pero eso cambió después de que metiesen al dueño en la cárcel acusado de pasar droga en el club. Cerraron durante un tiempo, y hacía poco que lo habían vuelto a abrir, pero lo cierto es que ya no era lo mismo ni por asomo – ya empieza... - los acordes de reguetón llenaron la sala, y yo me resigné con la copa en la mano, indicándole al camarero que nos pusiese un par de chupitos – El nuevo daño se está cargando esto.

- Y que lo digas... yo no creo que vuelva a venir, odio el reguetón – le dije, mirando hacia la izquierda, despreocupada, observando a la chica de hace un momento llegar hacia sus amigas, con una cara de bien follada insuperable. Empezó a hiperventilar junto a las demás, en cuanto les contó su batallita.

- Nacho – dijo una voz, a unos metros de nosotros, en la barra, llamando al camarero – ponme una copa, estoy seco.

- Charlie, cabronazo – saludó el otro, chocándole la mano. Ni siquiera los miramos, estábamos allí, mirando con desaprobación a aquel idiota que hacía el ridículo en el escenario.

- No entiendo cómo puede tener fans – me quejé – es un capullo integral.

- ¿Qué coño pasa esta noche? – se quejaba esa voz característica detrás, tenía una voz muy sexy, además, no sé por qué, pero tenía la sensación de haberla escuchado en alguna parte – demasiados niños pijos ¿no?

- Tío ha venido el Kiko Rivera – aseguró.

- Ostia – comenzó Lucas, junto a mí, haciendo que dejase de tener la oreja puesta en la conversación que tenía justo al lado, y mirase hacia él, sin comprender – Es el Edu – estaba babeando, literalmente – Leo – suplicó.

- Anda vete – le dije. Sonrió, agradecido, dándome un beso de despedida.

- Eres la mejor.

Miré hacia el móvil que había dejado antes sobre la barra, eran casi las 4 de la mañana, y no tenía nada de sueño.

- Disculpa – llamé hacia el camarero que seguía hablando con el tipo de la voz sexy, sin tan siquiera fijarme en él. No tenía ganas de involucrarme con chicos, no después de lo acontecido el año pasado. El chico me miró en espera de instrucciones - ¿me pones otra copa? – asintió, y se marchó a prepararla.

- Hola princesa, ¿te acuerdas de mí? – preguntó la voz de ese chico sexy junto a mí, ni siquiera le miré, ni cuando se acercó, apoyando su copa sobre la barra, apoyando el codo en el borde. Sonrió divertido.

- No estoy interesada – contesté, maleducada, observando el vaso con hielo que el camarero dejaba frente a mí, dejando luego que el líquido de la botella cayese, subiendo los hielos un poco.

- Ni siquiera te he propuesto nada – añadió, acercando su boca a mi oído, haciéndome cosquillas.

- Mira, capullo... - me giré, para encararle, perdiendo las ganas de hacerlo en cuanto lo observé. ¡Oh Por Dios! ¿Quién era ese dios del olimpo que había bajado a la tierra de los vivos?

- Veo que me recuerdas... - me dijo, divertido.

Se me hacía la boca agua. Joder hacía mucho tiempo que no me quedaba sin palabras por un tío, desde aquel fatídico día cuando fui a apuntarme al club de tenis un par de años antes. Fui tan sumamente patética que terminé rompiéndome la nariz frente a él. Ni siquiera quería recordarlo.

¡Ostia Puta! – Exclamé para mí, tan pronto como sonrió, de perfil – Era él. El tipo que me dejó sin palabras a los 16 años, ese por el que me choqué contra la cristalera de la entrada y me rompí la nariz, con una hemorragia que manchó toda mi camiseta.

Estaba incluso más bueno que la última vez que lo vi.

Era un chico alto, atlético, de brazos musculosos, con un tatuaje en el brazo, manos perfectas, guapísimo. Debía tener más o menos la edad de mi hermanastro, del que ni siquiera quiero hablaros aún. Tenía una barbita sexy cubriéndole el rostro, ojos marrones, cejas pobladas, nariz esculpida por los dioses y labios apetitosos...

¡Dios! ¿En qué momento me había quedado mirando hacia sus labios?

Aparté la mirada en ese justo instante.

- La verdad es que no - mentí. Porque era imposible que él supiese quién era – no tengo ni idea de quién eres – sonreí, divertida.

- Charlie – le llamó una voz femenina justo detrás, haciendo que ambos mirásemos hacia ella – hacía tiempo que no te dejabas caer por aquí...

- Vanesa – saludó él, apoyando la mano en la parte baja de su espalda dándole dos efusivos besos - ¿qué es de tu vida? No sabía que Paco te hubiese contratado...

- ¡Qué va! Sólo estoy de paso, he venido a saludar, cómo tú, supongo, ¿no? – él asintió – pero no sabía que estaba aquí el Kiko Rivera, qué tío más repelente.

- El show está a punto de terminar – aseguraba el camarero, junto a ellos, saludando luego a la rubia – Vanesa.

- Nachete – saludó ella, dándole un par de afectuosos besos después – pues qué vuelva ya la música decente, esto es una mierda, joder – no podía estar más de acuerdo con ella.

- Yo adoro el tecno – añadió el tal Charlie, con esa voz sexy que le caracterizaba, mientras la rubia reparaba en mí.

- ¿Quién es?

- No es nadie – contestó él, para luego darme la espada, fijándose de nuevo en ella – pero, oye, cuéntame qué ha sido de tu vida desde que no nos vemos. ¿quieres una copa?

Gracias a dios el camarero tenía razón, y en unos veinte minutos más el Kiko se largó a su casa, y la música cambió de forma radical, lo que fue todo un alivio para mí, porque comenzaba a aburrirme.

Lucas se lio con el tal Edu, al que no había vuelto a ver desde la última noche buena en la que se liaron en su casa. Iba a dejarlos a su rollo, me tomé el cuarto chupito de la ronda que había pedido, dejando a la rubia y al chico sexy en la barra, caminando luego hacia la pista, donde Lalo y Sandra lo daban todo con aquel ritmo tan sensual de la canción, era una de mis favoritas del momento, de un tal Michele Monroe, do it like that. Debo reconocer que es el tipo de canción con las que me siento yo misma, me encanta bailarlas, y hacerme desear por los tíos que me rodean, aunque luego no consiguen absolutamente nada de mí. Era una "calienta pollas" lo sé. Pero es lo que hay.

En un solo suspiro acabé siendo magreada por tres tíos, mientras me mordía el labio, imaginando al sexy de hace un momento. Dejé escamar un quejido imperceptible por la música, y miré hacia la barra. El tío bueno había desaparecido.

- Leo – llamó Sandra a mi lado - ¿te vienes a fumar fuera? – observé a ambas, y asentí, no tenía ganas de seguir calentando al personal, no cuando había perdido la motivación tras la marcha del señor sexy.

¡Joder! Los malditos tacones me estaban matando. Me dejé caer en la fachada de la discoteca, mientras levantaba la vista para mirar hacia algunos chicos de mi edad, que parecían estar discutiendo. Al mismo tiempo que Lalo hablaba sobre lo tremendo que estaba Gorka con ese nuevo pelado rapado por los lados.

- Vuelve a decir eso de mi hermano y te mato, hijo de puta – dijo un chico de cabello moreno, mientras otro chico que estaba a su lado le agarraba, para que no empezase una pelea.

Miré hacia ellos, sin muchas ganas, fijándome en un chico rubio que era inigualable. Resoplé, molesta, no me apetecía nada encontrarme con ese imbécil y menos aún tener que hablaros sobre él. Si fuese por mí, ni siquiera lo mencionaría.

- Ostia, ¿ese de allí no es tu hermano? – preguntó Lalo, mientras Sandra dejaba de liarse el cigarro y levantaba la vista para mirarle – Está cómo quiere el cabrón.

- ¿Por qué no le saludamos? – añadía Sandra, mientras yo me negaba en rotundo.

- Paso.

- Ey – levantó la mano, justo cuando él se quedó mirándome. Sonrió, divertido, escuchando como uno de sus amigotes decía un comentario sobre mí.

- Ni se te ocurra, Fernando, es mi hermana – todos los chicos miraron hacia nosotros, mientras yo les enseñaba el dedo corazón, con desgana, volviendo a entrar en la discoteca, mientras Lalo se quejaba al respecto.

- He dejado el cigarro a la mitad – insistía, mientras yo me encogía de hombros y seguía caminando hacia el resto de nuestros amigos.

Lucas estaba tonteando con un chico muy mono, parecía haber perdido a Edu, este no le entraba al trapo, por supuesto, pero él no dejaba de intentarlo. Mario estaba enganchado al móvil, no dejaba de chatear con una chica de Facebook que acababa de conocer. Gorka les miraba el culo a unas chicas, pero en cuanto vio aparecer a Lalo empezó a tirarle la caña, como cada día, era tan cansino...Faltaba Sergio, pero se había ido a Irlanda a vivir con su familia, y no sabíamos cuando volvería.

Me tomé cinco chupitos más, y volví a dejarme llevar por la música, buscando al sexy con la mirada, pero parecía haberse largado, porque no podía encontrarle. Me sentía tan patética en aquel momento, ¿qué mierdas me ocurría? Se suponía que después de lo que me sucedió el año pasado no quería volver a saber nada del sexo opuesto, entonces... ¿por qué estaba allí buscándole como una imbécil?

- ¿te apetece una copa, encanto? – preguntó un tipo a mi lado, mientras me sujetaba de la cintura con confianzas. ¿Pero qué confianzas eran esas?

Un tipo apareció de la nada, agarró mi mano, tirando de mí, haciendo que cayese sobre él, con las manos apoyadas en sus hombros, y me quedase allí, incapaz de moverme, con su rostro pegado al mío, mientras él me agarraba de la cintura.

- Ella está conmigo – dijo, lanzándoles una mirada que hicieron que los chicos se echasen atrás. Sonreí, divertida. Era el típico truco, lo conocía bien. Si ese tipo se pensaba que iba a abrirme de piernas sólo por haberme salvado de esos babosos... la llevaba clara.

- No soy de ese tipo de chica que necesita ser salvada – le dije, mientras él se echaba un poco hacia atrás, con una pícara sonrisa. Le descubrí entonces. Era el idiota de antes, ese que discutía con mi hermano – yo soy...

- Sé perfectamente quién eres – me dijo, mientras acercaba su boca a mi oído para decir algo más, pues era imposible escuchar algo con aquella maldita música – Leonor de Silba – un ligero escalofrío me recorrió entero. Debía ser el alcohol, no había otra explicación, porque él no era mi tipo, en lo absoluto. Me iban más los chicos malos, como el sexy de hacía un momento, o el idiota de Sergio.

- Tú en cambio eres tan insignificante que ni siquiera te conozco – contesté, sobre su oído, para luego apartarme, y sonreírle con picardía. Estiré los brazos, apoyando el ante brazo sobre sus hombros, y me dejé llevar por la música. Debía haberme completamente loca, para estar bailando con ese idiota.

- Eres la hermana del idiota que se ha atrevido a ... - comenzó, mientras yo bajaba las manos, por su cuello, haciendo que perdiese el hilo de lo que decía - ¿intentas seducirme? – preguntó, haciéndome reír, a carcajadas, durante un largo rato.

- No eres mi tipo – contesté, para luego volver a estirar los brazos sobre sus hombros, volviendo a moverme de forma sensual – pero esta canción me gusta, sería una pena malgastarla – apoyó su mejilla sobre la mía, acercando sus labios a mi oreja, hablando después.

- Estás jugando con fuego Leonor – se atrevió a decirme, haciendo que volviese a faltarme el aire – sé lo del video – le aparté en cuanto escuché aquellas palabras, cruzándole la cara, haciendo que él se tocase el cachete, dolorido, y sonriese, con maldad – te propongo un trato...

- No pienso hacer ningún trato contigo, pedazo de mierda – espeté, dándome la vuelta, mientras él me cogía del brazo, tirando tan fuerte, que volví a caerme sobre él. Me apretó de la cintura, aferrándose a mí, acercando sus labios a los míos, mientras yo miraba hacia ese punto.

- Haré desaparecer el vídeo de todas partes si me ayudas a deshacerme de él – tragué saliva, aterrada, mientras la canción cambiaba y empezaba otra mucho más animada – te conseguiré las pruebas o lo que quieras.

- ¿Por qué no lo haces tú? – pregunté. Sonrió, divertido, echándose un poco hacia atrás, para luego agarrarme de la mano y guiarme para bailar aquella bonita canción. Me sorprendí, no esperaba que él se moviese así de bien.

Me moví como una profesional, me di la vuelta, apoyando mi trasero en su pelvis y bajé hacia abajo, para luego subir, darme la vuelta, apoyar las manos en su pecho y volver a bajar, sin quitar los ojos de él, haciéndole tragar saliva, nervioso, al mismo tiempo que Lucas miraba hacia nosotros.

- ¿Quién es el tipo con el que baila Leo? – preguntó hacia Lalo, esta se encogió de hombros, y siguió bailando la canción con él.

- ¿Estás intentando provocarme? – preguntó, divertido, ladeando el rostro, para luego apoyar su nariz sobre mi pómulo e ir subiendo hacia mi oído – no lo hagas, estoy demasiado borracho cómo para detenerme – bajó la mano que sujetaba mi cintura al decir esto, apoyando la mano en mi pierna desnuda, haciéndome estremecer.

- No eres mi tipo – insistí, con la respiración acelerada, deteniendo su mano, cuando vi la intención de que iba a subirla. Sonrió, divertido.

- Búscame mañana y discutimos los detalles de nuestro trato – aseguró, para luego darse la vuelta y dejándome allí, algo perturbada.

Sacudí la cabeza, algo mareada, buscando con la mirada a mis amigos. Esa noche me estaba adentrando en mareas peligrosas, demasiado.

Y hasta aquí el capítulo. Espero que os haya gustado. Los que ya lo habéis leído, os habréis dado cuenta de que incluí muchas cosas nuevas, pero son necesarias para lo que se avecina, lo prometo.

Y ahora sí.... maratón de fotos.

Os dejo una de Charlie...


Y otra de Samuel...

Y una de Leo dándolo todo en la pista...

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