8. El brunch.
Sólo he cambiado el número del capítulo, nada más.
El maldito almuerzo estaba siendo un verdadero martirio chino, porque David no dejaba de hacer insinuaciones en la mesa, haciendo que papá comenzase a preguntar, me estaba volviendo loca, en serio.
- ¿Te has apuntado a clases de baile o algo, Leo? – quiso saber papá. Le lancé una mirada asesina a David, y luego me levanté.
- Voy a por un poco más de agua – me quejé. Me acerqué a la barra y le pedí al camarero una botella. Estaba pensando en la mejor forma de descuartizar a mi hermano cuando le vi, al otro lado de la barra, hablando con una chica, sonriente.
- Gracias por pasarte por aquí, Samuel – agradeció la mujer, él asintió, sin decir nada más – te llamaré si al final has resultado ser uno de los elegidos – él asintió, metió las manos en los bolsillos y se dio la vuelta, topándose a mitad de camino conmigo.
- Leo – reconoció, en cuanto me vio - ¿qué haces aquí? – miré hacia la derecha, haciendo que él se fijase en mi hermano y mi familia. Asintió, volviendo entonces a observarme – yo tenía una entrevista de trabajo – me sorprendí, y miré hacia la chica de antes – es la dueña de este lugar – aseguró – tenías prisa esta mañana, ¿no? – bajé la vista, avergonzada, haciendo que él rompiese a reír – sólo bromeaba.
Le pegué en el bazo, haciéndole reír incluso más. Sonreí, como una idiota, mientras papá me buscaba con la mirada, no podía ser que tardase tanto en ir a por más agua. Me encontró entonces, junto a un chico de clase baja, sorprendiéndole, de lleno.
- Tengo que irme – le dije, asintió, despacio, dejándome marchar, pero me agarró en el último momento.
- ¿Nos vemos luego? - preguntó. Me soltó en cuanto se dio cuenta de la idiotez que había dicho, y yo me marché, sin más.
Llegó a casa, cabreado consigo mismo, se dio una ducha de agua fría para despejarse, pensando en la idiotez que había dicho "¿nos vemos luego?" ¿En qué mierdas había estado pensando como para decirme algo así?
Se sentó sobre la cama aún deshecha y miró hacia su teléfono móvil, mordiéndose la uña del pulgar, observando el mensaje que acababa de enviarle.
Leo:
Deberíamos dejar de acostarnos, no quiero que te confundas.
- Mierda – se quejó, rascándose la cabeza, para luego apoyar la mano en la coronilla.
Niñato:
No estoy confundido.
Leí, mientras caminaba por el pasillo, hacia las escaleras que daban a la parte de arriba, vi a David en la parte de arriba, con los brazos cruzados y una sonrisa maliciosa, y cambié de idea. Me di la vuelta y me marché de casa, mientras papá dejaba a Débora en el salón y salía a buscarme.
- ¿Te vas otra vez? – preguntó, sin dar crédito, mientras yo me quedaba muy quieta, sin saber qué decir – Te vi en el brunch – me dijo – con ese chico.
- Sólo es un amigo – dije, con rapidez.
- ¿El amigo con el que pasaste la noche? – me di la vuelta entonces, negando con la cabeza – Leonor, ¿no te das cuenta de que esa clase de chicos sólo buscan nuestro dinero?
- No es lo que piensas, papá – le dije, negó con la cabeza.
- ¿Lo que pasó con tu madre no te ha enseñado nada? – bajé la mirada, avergonzada, sintiéndome cada vez más incómoda – En cuanto tu abuelo le ofreció el dinero nos abandonó, le dio igual dejar atrás al hombre al que supuestamente amaba y a su propia hija.
- Yo no...
- No quiero verte cerca de él – asentí.
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