7. Un encuentro fortuito. CORREGIDO
Buenas tardes, disculpen las molestias, pero he Editado toda la historia, a lo largo de los próximos días, iré Editando todos y cada uno de los capítulos. No me maten. Pero era más que necesario para lo que se avecina.
Estaba sobre él, en su habitación, con las paredes cubiertas por un papel medio despegado, y un montón de apuntes sobre la tabla con dos cajas de fruta que tenía como escritorio.
Me reí, divertida, cuando sopló sobre mi cuello, haciéndome cosquillas.
Me apoyé sobre su pecho, para luego acariciar con las yemas de los dedos su nariz, besándole entonces en la barbilla.
- Quédate a dormir – rogó. Me puse seria en seguida.
- No – contesté. Me agarró de las manos, para evitar que pudiese irme a ninguna parte.
- Mañana es sábado, puedes decirle a tu padre que te has quedado en casa de Lucas – me animó.
- ¿Qué ganas tú con esto?
- A ti – aseguró, posicionándose sobre mí, metiéndose entre mis piernas – en mi cama, durante toda la noche – sonreí, divertida, aferrándome a sus labios.
Nos llevamos toda la noche entregándonos el uno al otro, no os voy a engañar. Él teléfono me despertó al día siguiente, tenía varios mensajes de papá y otros cuantos de Lucas.
Papá:
¿Dónde te has metido?
Lucas dice que no estás con él.
Llámame Leonor, estoy preocupado.
Lucas:
Dime que me he quedado ciego por un momento y he visto una puta alucinación, porque si no... no lo entiendo.
¿Qué hacías con el friki? Acabo de verte con él.
Me vestí, con rapidez, cogí mi mochila, y me dispuse a salir de la habitación, echándole una leve ojeada. Sonreí, como una idiota, porque dormía de una forma muy divertida, con la boca abierta, y espatarrado.
Salí de la habitación, encontrándome en el salón algo que no había previsto.
Aquello tenía que ser una puta cámara oculta. No podía ser que Charlie estuviese allí, el amigo de mi hermano, el camello, ese chico con el que me obsesioné el año pasado. Mi cara era un verdadero poema. Al igual que la suya, que no salía de su asombro.
Estaba sentado en el sofá, con los codos apoyados en las rodillas, contando un montón de pasta que tenía repartida por la mesa en montoncitos.
- Hola – saludé, tragó saliva, sin saber qué decir.
- Hola – contestó. Ambos nos observábamos, mientras esas mariposas que llevaban tiempo dormidas despertaban. Él me seguía gustando de la misma forma que antes, estaba incluso más guapo que aquel día en la discoteca. Estiró el cuello, volviendo a prestar atención a su tarea – no juegues con él – dijo al fin – no se lo merece.
- Yo... no...
- Conozco a las chicas como tú – me dijo. Ni siquiera era capaz de mirarme para enfrentarme a la cara – Materialistas y frías, manipuladoras y egoístas.
- No me conoces – sonrió, como si mi afirmación le hiciese gracia.
- ¿Ah no? – se giró para mirarme. Cerró la boca, tragando saliva, bajando la cabeza nuevamente – cuando consigas lo que quieres lo dejarás tirado - ¿por qué me hablaba de esa forma? Cómo si no nos conociésemos – No le des falsas esperanzas – siguió con su tarea, ignorándome, por completo.
Caminé hacia la puerta, la abrí y me marché después. Miró hacia la puerta, apretando sus nudillos con los dedos, crujiéndolos. Frunció el ceño y se dejó caer hacia atrás.
Me marché justo después de eso. Sin tan siquiera decir nada.
Llamé a papá, porque sabía que estaría preocupadísimo, mientras caminaba a paso ligero hacia la parada de taxis más cercana.
- Nena, ¿dónde estás? – preguntó él, preocupado – llevo llamándote...
- Estaba en casa de un amigo – mentí.
- ¿Un amigo? Pensé que sólo confiabas en Lucas – añadió. Él me conocía bien. Después de que mamá se fuese no confiaba en nadie, excepto en Lucas.
- Voy a pasarme por casa de Lucas, iré directa luego al almuerzo.
- Vale, pero no te lo traigas, es un evento familiar, ya lo sabes.
Charlie:
Dejé el dinero sobre la mesa, ni siquiera quería seguir contándolo, después de haber visto a Leonor saliendo del cuarto de mi hermano me había quedado sin ganas de nada.
Agarré el móvil de encima del sofá y le envié un mensaje a Poli
Yo:
Aborta la misión, deja de seguir a la princesita.
Poli:
Tío, ¿qué coño te pasa? Ayer que sí, hoy que no... ¿eres bipolar?
Yo:
Se está tirando a mi hermano.
Poli:
¡Venga ya! ¿Qué dices?
Bloqueé el teléfono, dejándolo sobre el sofá nuevamente, tan pronto como escuché la puerta de la habitación.
- ¿Estás aquí? – me dijo, como saludo, llegando hasta la cocina, agarrando la jarra del agua para servirse un poco en un vaso – pensé que te quedarías a dormir en el club.
- No – contesté, secamente, sin darle muchos detalles.
- ¿Qué es toda esta pasta? – quiso saber, me encogí de hombros, sin la más mínima intención de darle detalles al respecto.
- Por si pierdes la beca el año que viene – bromeé, sonrió, divertido, terminándose de beber el agua que se había servido – no sabía que te fuese el peligro... ¿ahora te tiras al enemigo? – se atragantó, y comenzó a toser sofocado.
- No es lo que crees – contestó – sólo nos usamos para nuestros propios fines – rompí a reír.
- Samuel, tú no eres así – le sermoneé – vas a terminar enamorándote de ella, y eso no será bueno para ninguno de los dos. ¿Qué futuro crees que tienes con una niña pija como ella? – Estaba siendo demasiado duro con él, y una parte de mí sabía que sólo lo hacía por celos, porque quería alejarlo de ella. Pero os mentiría si os dijese que era la principal. Leonor era hermana del enemigo, esa fue la razón por la que me alejé de ella, por la que dejé de perseguirla. Así que, en parte, lo que le dije a mi hermano no era falso.
Mi teléfono comenzó a sonar, lo descolgué y pasé de mi hermano.
- Dime ahora mismo ¿qué coño has hecho? – preguntó la voz del Peluso al otro lado. No tenía ni idea de a lo que se refería. Yo no había hecho nada – Las cosas están tensas con los árabes, dime que no tiene nada que ver contigo.
- No sé de qué coño me estás hablando, Gordo – contesté. Yo era la única persona a la que permitía que le hablase así. Habíamos pasado muchas cosas juntos y yo era el único que le había salvado el culo, incluso fui a la cárcel por él.
- Acabo de llegar a la ciudad y me entero que has vuelto a mandar a Poli a que persiga a la princesita – espetó. ¡Mierda! Iba a matar a Poli – olvídate ya de esa cría, Charlie.
- No es lo que piensas, joder. – insistí, mientras Samuel me dejaba en el salón con mis asuntos y él volvía a encerrarse en su habitación.
- ¿Es que no te acuerdas de lo que pasó la última vez? – No dije nada, no podía, porque sabía perfectamente a lo que se refería – te metieron un puto tiro, joder.
- No he vuelto a acercarme – contesté, cansado de que siguiese montándome aquel pollo – no he roto el tratado y no sé por qué coño me estás montando este puto numerito.
- Olvídate del tratado – me cortó – los rusos lo rompieron la otra noche, han sido ellos los que nos han quitado la mercancía, por eso el puto retraso, Charlie – me quedé sin palabras, no podía creérmelo – David está empezando una guerra que no puede ganar, sólo quiero que me confirmes si estás dentro.
- Estoy dentro.
Leo.
Entré en la habitación, Lucas levantó la cabeza del libro y miró hacia mí, que en aquel momento escondía la mochila detrás del armario.
- ¿Es la pasta? – asentí - ¿por qué no la guardas en tu casa?
- Porque el idiota de David me la quitaría – contesté sin más, sentándome junto a él en la cama.
- ¿Vas a contarme ya que te traes con el friki? – quiso saber. Llevaba dándome la tabarra con sus constantes preguntas toda la semana. Pero era lo normal, contarse cosas entre amigos, el problema es que yo siempre fui demasiado reservada.
- Sólo somos amigos – contesté. ¿En serio Leonor? Eso no te lo crees ni tú.
- ¿Amigos? ¿Tú y el friki? ¿desde cuándo?
- Tranquilo – le calmé – sólo estoy jugando mis cartas lo mejor que puedo.
- Bueno... pero ten cuidado – sabía que no se fiaba mucho de mis métodos – la mayoría de los hombres ven a una chica guapa y se tiran sobre ella en plancha – ambos nos miramos, rompiendo a reír tras su larga frase - ¿vas a irte ya? – asentí, colocándome el bolso y los zapatos, para luego agarrar un vestido rojo de palabra de honor del vestidor de mi mejor amigo. Siempre dejaba alguna de mi ropa allí para emergencias, y aquella la era.
- Tengo comida en el Brunch.
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