
51. Medidas desesperadas.
Aquí tienen capítulo extra como regalo de reyes, espero que les guste :D
Apreté el teléfono que no dejaba de sonar, limpiándome las lágrimas, frente a la cancela. Sonreí, llamando al porterillo.
- Soy yo, Fausto – dije hacia el mayordomo – Leonor.
Las puertas se abrieron y yo entré por ellas. A cada paso que daba iba observando lo bonito que estaba el jardín en aquella época del año. El coche de papá estaba aparcado junto a las petunias que mamá sembró una vez, y el de David simplemente no estaba. Sonreí, un poco más calmada, al darme cuenta de que no tendría que enfrentarme a él aún.
- Leonor de Silba – me llamó papá, en cuanto entré por la puerta, mirándome con desaprobación. Mis lágrimas volvieron a salir, sin poder evitarlo, mientras mi móvil volvía a vibrar - ¿A qué has venido? – preguntó, con dureza. Me mordí el labio, dejándolo en el interior de mi boca por un momento – Déjame adivinar, ya dilapidaste el poco dinero que tenías y has venido a por más.
- No – contesté, volví a limpiarme las lágrimas, más que preparada para encararle – he venido para que hablemos.
- ¿Vienes a contarme más calumnias sobre David? – me eché a reír, sin ganas
- ¿Por qué no me crees a mí? – pregunté, dolida, con amargura – Déjame preguntarte una cosa, papá – llamé hacia él – En todo este tiempo... ¿te he dado alguna razón para desconfiar? Siempre he sido la hija perfecta – insistí – estudiosa y responsable... No te he desobedecido ni una vez – añadí, dejando que mis lágrimas volviesen a empañarlo todo – Ni siquiera cuando se fue mamá... - mi voz se quebró, y me fue imposible continuar.
- Hablemos – aceptó, haciéndome una señal para que le siguiese al despacho – que no nos moleste nadie – pidió al mayordomo. Este asintió. Me senté, frente a él. Limpié mis lágrimas, después de sentarme frente a él, recordando la última vez que estuve allí, manché la alfombra con mi vómito después de ser obligada por mi hermanastro a meter su polla en mi boca – toma un poco de agua – Un vaso fue dejado frente a mí, mientras él sacaba una botella de agua de la pequeña nevera que había junto al escritorio, echado un poco en el interior. Acepté aquel gesto de amabilidad por su parte – Verás, Leo... el tema de tu hermano es complicado.
- No he venido a hablar sobre ese tema – le corté – que sea un capo de la droga no es asunto mío – insistí. Se sorprendió al escucharme hablar con tanta seguridad, pero al pensarlo mejor comprendió que yo siempre fui de esa forma, aunque él se empeñase en tratarme como a una niña pequeña – vengo a darte la razón por la que me fui de casa – me miró, extrañado. Abrí el bolso, sacando del interior el sobre marrón que Charlie me había dado, sabiendo que mi atrevimiento podría estropearlo todo. Él confiaba en mí y yo estaba a punto de traicionarle, pero no podía quedarme de brazos cruzados mientras él cedía a los chantajes de esa tal Mica. Me miró sin comprender.
- ¿Qué es esto? – quiso saber, abriendo el sobre, dejando caer su interior sobre la mesa, informes sobre los trapicheos de mi hermano cayeron a la mesa, varias fotos en donde me agarraba del cuello de malas formas, besándome a la fuerza y un pen drive. Levantó la vista para observarme, alarmado - ¿quién te ha dado todo esto, Leo?
- Sé que él te está chantajeando como hizo conmigo – reconocí, lanzándome a aquella piscina solo con sospechas. Abrió la boca, sin dar crédito – a ti te acusa con destapar tus negocios ilegales y a mí con hacer daño a la gente que me importa – se sorprendió incluso más al darse cuenta de que tenía conocimiento sobre sus chanchullos, aunque sólo eran suposiciones mías – está obsesionado con mi boca, sólo quiere poseerme – papá cerró los ojos, frustrado, dando un fuerte puñetazo a la mesa – me ha obligado a hacer cosas, papá... - volvió a meter las pruebas que incriminaban a David en el sobre, cediéndomelo después, le miré, sin comprender.
- Esconde esto en un lugar seguro – rogó, volví a guardarlo en el bolso, ante su atenta mirada – voy a hacer algunas llamadas – asentí, observando como él sacaba el teléfono, pero antes de hacer nada miró hacia mí, preocupado - ¿tienes un lugar dónde esconderte cuando todo esto empiece?
- Papá ¿Qué vas a hacer? – pregunté, preocupada.
- Tu abuelo no va a permitir que alguien destruya lo que tanto le ha costado construir – me dijo, aterrado – pero yo no voy a quedarme quieto mientras ese hijo de puta abusa de mi hija – sus lágrimas cayeron, y yo me sorprendí al respecto, él nunca se había mostrado tan débil frente a mí – voy a darte la dirección de un lugar en Oropesa del Mar – me sorprendí cuando escuché aquello – por si tienes un hueco, me gustaría que fueses y ...
- Sabes que ella está allí ¿verdad? – me miró, sorprendido – mamá – sonrió, asintiendo después.
- Mi hija la detective – bromeó – recuerdo que cuando eras niña querías ser detective – sonreí al recordar esos días, iba con mi lupa y mi gorro a todas partes – Ella está a salvo allí, lejos de todo esto.
- ¿Desde hace cuánto lo sabes? – quise saber.
- Desde hace unos años – declaró – Nunca dejé de buscarla.
- ¿Por qué no me lo dijiste? – me quejé. Negó con la cabeza, limpiándose las lágrimas – Papá...
- Hay demasiada gente vigilando mis pasos, Leonor – declaró, haciéndome comprender que todo aquello era incluso más grande de lo que había imaginado – si doy un paso en falso podrían hacer daño a la niña de mis ojos – mis lágrimas volvieron a salir, al darme cuenta de la situación – Pero esta vez no puedo quedarme sentado a mirar, no cuando te están haciendo daño de esta manera...
- ¿Qué vas a hacer? – insistí, aterrada de que algo malo le sucediese a mi padre – papá...
- Lo que debí hacer cuando tu abuelo me alejó de ella... - un nudo se formó en mi estómago al pensar en lo mucho que él habría sufrido con ello. Ni siquiera podía hacerme una idea, porque con sólo pensar en perder a Charlie, sentía que me ahogaba – tranquila – me calmó, al ver mi rostro, presa del pánico – hace un tiempo que estaba pensando en hacer algo así, así que tengo un plan – asentí – te llamaré pronto, pero escóndete lejos de esta casa, Leonor – asentí. Ambos nos pusimos en marcha, me giré, para marcharme, cuando él me detuvo, agarrándome de la mano. Le miré, y entonces ambos nos abrazamos, rompiendo a llorar, hacía mucho que no nos abrazábamos de verdad, como padre e hija.
Salí de casa, dejando el jardín atrás, la cancela, subiendo la cuesta, hacia casa de Lucas, mirando hacia mi mano, donde mi teléfono volvía a sonar.
- Princesa – me llamó él, preocupado. Sonreí, un poco más calmada – llevo todo el día llamándote, ¿por qué no lo cogías? Escucha...
- No te acuestes con ella – rogué, a pesar de que sabía que no tenía derecho a pedir algo así – veámonos, tengo novedades.
- ¿Qué has hecho? – preguntó, adivinando lo que sucedía, él me conocía demasiado bien – voy de camino al club, tengo una reunión con Mica.
- No vayas – pedí, aterrada.
- ¿Dónde estás? – quiso saber – voy a buscarte.
- Estoy cerca de la casa de Lucas – contesté – veámonos allí ahora.
***
Esperaba en la puerta de Lucas, impaciente, mirando hacia el teléfono, justo cuando este llegó en su coche.
- ¡qué mal aspecto tienes! – saludó - ¿Qué haces aquí tan sola?
- Estoy esperando a Charlie – contesté, mirando hacia el teléfono, se estaba retrasando. ¿Dónde demonios se había metido?
- Me quedo hasta que aparezca – me dijo, sentándose en los escalones, tirando de mi mano para que lo hiciese también.
Mi teléfono comenzó a sonar y me asusté al darme cuenta de que era un número desconocido, incluso así lo indicaba en la pantalla. Lo descolgué, asustada.
- Nena – era papá, estaba asustado – vete de Madrid – rogó, mientras le indicaba al tipo que conducía que fuese más rápido – te están buscando, vete de la ciudad.
- Jaime – le llamó el conductor – ahorra batería para el camino, cuelga de una vez.
- Tengo que dejarte, cariño – colgó el teléfono sin más. Miré hacia Lucas, asustada.
- ¿Qué pasa? – preguntó, sin comprender mi cara.
- Tengo que irme – entré en la casa, subí hacia su habitación, mientras él me seguía, pidiéndome explicaciones a cada rato. Metí ropa a lo loco en una mochila, me coloqué una gorra y me hice una cola.
Llamé a Charlie, pero no lo cogió, así que terminé dejando un mensaje en su teléfono mientras Lucas me acercaba a la estación, se detuvo antes de llegar a la puerta, había un coche sospechoso con varios tipos trajeados mirando hacia todas partes, buscándome.
Yo:
Algo ha surgido, tengo que irme de la ciudad.
- ¿Qué hacemos ahora? – preguntó Lucas, hiperventilando, él no estaba acostumbrado a tanto estrés.
Mi teléfono vibró, sobre mi regazo, asustándonos a ambos. Lo descolgué, era un número que no conocía.
- Soy yo – era Charlie. Se quedó callado un rato, mientras le escuchaba jadear a cada rato – David está aquí – el miedo se expandió por cada poro de mi cuerpo, empecé a temblar – estoy bien – mintió, mis lágrimas empezaron a salir – vete de la ciudad, te están buscando.
- Maldito hijo de puta – escuché, la voz de David, y un puñetazo, seguido por el quejido de Charlie al otro lado. Negué con la cabeza, aterrada, sin saber qué hacer – escucha Leo – llamó mi atención – si no vienes ahora y te cambias por él, tu novio no verá otro amanecer.
- ¡Suéltale, David! – ordené, aterrada, con la voz temblando de rabia, mientras Lucas miraba hacia mí.
- Tengo todas las salidas de la ciudad vigiladas – me dijo – así que deja de esconderte y ven aquí.
- Tengo pruebas contra ti – contesté. Dejó de sonreír tan pronto como escuchó eso – si no le sueltas ahora mismo se las entregaré al FBI – le dije.
- ¿De qué coño estás hablando, zorra? – sonreí, tirándome un farol.
- Conozco a alguien en el FBI – declaré – estoy a punto de reunirme con ella – contesté – si sueltas a Charlie me iré y no asistiré a la cita – se tocó la coronilla, asustado.
- Al final eres tú – reconoció, dejando de prestar atención a Charlie, con la pistola en la mano, dando varias vueltas por el lugar, en aquella nave abandonada – porque estoy seguro de que has sido tú la que has insistido a tu padre para que lo jodiese todo – añadió, haciéndome comprender la situación – escúchame, zorra. Si yo caigo, tu padre cae, tu novio cae, ¿lo entiendes?
- Sí que estás asustado – le lancé, intentando parecer lo más divertida que pude, burlándome – vas a dejarle ir, pedazo de mierda – espeté.
- Buenas tardes – dijo la voz de Lucas a mi lado, le miré sin comprender – ¿es usted la señorita Leonor de Silba? – sonreí, al darme cuenta de que él me estaba echando un cable.
- Sí – contesté – soy yo.
- Vale – escuché a David al otro lado – lo dejo ir – se vino abajo, haciendo una señal a uno de sus hombres, haciendo que este lo soltase.
- Quiero que nos dejes en paz a partir de ahora, David – le dije – porque en el momento que intentes hacernos daño, te destruiré, ¿lo entiendes?
- ¿Vas a venir a buscarle? – quiso saber.
- ¿Tengo pinta de ser idiota? – pregunté – vas a dejarle ir, le dejarás uno de tus coches y un teléfono.
- ¿A dónde tiene que dirigirse? – quiso saber. Sonreí, divertida.
- Al centro comercial La Vaguada – contesté, colgándole después.
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