50. Mica.
Aquí les traígo el segundo capítulo de la semana, y tendrán también un extra por ser el día de reyes, espero que les guste :D
En el aeropuerto de barajas una mujer caminaba hacia la salida de embarque, era muy elegante, con rasgos ibéricos, labios voluminosos, cabello oscuro y rizado, ojos marrones cubiertos por unas grandes gafas de sol con las patillas de leopardo, era guapísima. Llevaba un ajustado vestido negro, mientras arrastraba la maleta con ruedas por todo el pasillo, seguida por dos rusos de cabello blanco, anchos de espalda y grandes.
Sonrió en cuanto llegó al final, observando al inigualable Charlie, algo desaliñado, con un feo corte en la ceja y otro en el labio. Lucía muy informal, una camiseta blanca, unos jeans azules y una chaqueta negra. Pero seguía tan apuesto como siempre. Junto a él su inseparable Poly, al que confiaría su vida entera, pues era el hijo del tipo que lo salvó de ir a la cárcel tantas veces, su maestro, su mentor, al que le debía la vida.
- Mica – saludó él, justo cuando aquella mujer llegó hasta él. Ella sonrió, abalanzándose sobre sus labios, sin previo aviso, besándole con desesperación, separándose tras un par de segundos, con una sonrisa en el rostro.
- Charlie – le dijo – te noto distinto.
- Estoy como siempre – mintió él, con una sonrisa de chulería en su rostro. Ella no se terminó de fiar mucho.
- Dejadnos – ordenó a los tipos que la seguían. Estos asintieron, alejándose para darles un poco de espacio. Charlie le hizo una señal a su amigo, y este hizo lo mismo - ¿a qué debo el honor, bombón? – preguntó hacia él, este sonrió, con chulería - ¿me echabas de menos?
- He encontrado algo que podría interesarte – contestó él. Ella sonrió, para luego morderse el labio – David. Tengo pruebas contra él – ella dejó escapar una gran risotada, parecía una bruja malvada. La madrastra de Blanca Nieves.
- ¿Qué gano yo? – quiso saber.
- Al ruso – declaró. Ella sonrió, con ganas de aceptar aquella oferta – sé que David está haciendo negocios con él. Tengo pruebas...
- Repito. ¿Qué gano yo? – Charlie tragó saliva, sabía perfectamente que era lo que ella quería – si acepto el trato mis jefes se llevan al ruso, tú te libras del cabrón que te lo quitó todo, pero ¿yo? – sonrió, divertida, echando una leve ojeada por el lugar, para luego fijarse de nuevo en él – te quiero a ti – declaró. Él tragó saliva, de nuevo – Si no, no hay trato – bajó la cabeza, molesto, sin saber cómo salir de aquella encrucijada – tienes hasta esta noche para darme una respuesta, bombón – le dijo, apoyando la mano en su entrepierna, apretándole los huevos después. Sonrió, divertida, lamiendo su mejilla después – un año a mi servicio – lanzó la oferta – cada maldita noche de esos 365 días en mi cama.
- No puedo – contestó él, haciendo que ella le mirase boquiabierta – un año a tu servicio, pero olvídate de tenerme cada noche en ... - ella sonrió, divertida.
- Te estás cargando toda la diversión del trato, bombón – bromeó. Él apretó los dientes, molesto – definitivamente has cambiado, ¿ya no te gusta jugar?
- Charlie – le llamó su amigo, haciendo que aquella conversación quedase inacabada – el negro te está buscando, deberíamos volver – este asintió, volviendo la vista luego hacia Mica.
- Tenemos que renegociar – dijo ella, en lugar de respuesta – esta noche en la sala West – él asintió, marchándose sin más.
Estaba en el centro comercial, esperando una larga cola hasta el mostrador, y todo porque Lucas quería comprarse las entradas para ir a ver a su grupo favorito. Lo normal en estos casos es comprarlas por internet, pero él iba a contra corriente de todos los demás.
- Hacer cola es más interesante – se explicaba él – así de paso, puedes ir echando un ojo a la mercancía que te encontrarás en el concierto.
- Eres imposible – me quejé, sacando el móvil de mi bolsillo, percatándome de que tenía una llamada entrante de Charlie – hola guapísimo – contesté, mientras mi amigo me miraba con cara de pocos amigos.
- Necesito verte – me dijo, con ansiedad, preocupándome - ¿dónde estás?
- ¿Ha pasado algo? – pregunté, preocupada - ¿Tan mal ha ido la reunión con Mica?
- Ha ido fatal – se quejó - ¿dónde estás?
- En el centro comercial Príncipe Pío – declaré - ¿tardas mucho?
- 20 minutos – contestó. Colgué el teléfono y miré hacia mi amigo, en tono suplicante.
- Vas a abandonarme ¿no? – se quejó – Anda, vete – sonreí, besándole en la mejilla, abrazándole incluso – quita, pesada – rompí a reír, para luego dejarle allí, marchándome a los aparcamientos.
Él llegó junto a su amigo, ambos se bajaron del coche, pero sólo Charlie caminó hacia mí, agarrándome de la nuca, atrayéndome hasta él, besándome apasionadamente, tomándose todo el tiempo del mundo para hacerlo. Se separó un momento, levantando la vista para mirar hacia Poly.
- Acércanos al centro – pidió, para luego tirar de mi mano, abrió la puerta de atrás del auto y me invitó a entrar, montándose luego a mi lado - ¿sabes dónde está la casa de Pituca? – el otro asintió – déjanos allí – el auto arrancó – dile al negro que le llamaré luego – añadió.
- ¿Por qué te has quitado las vendas? – me quejé, percatándome entonces de que ya no tenía el cabestrillo.
- Estoy mejor – prometió, negué con la cabeza, preocupada – estoy bien – insistió.
Nos bajamos del auto, él se despidió de su colega, y caminamos juntos hacia el piso. Entre miradas cómplices y sonrisas.
- ¿Tan mal ha ido tu reunión? – quise saber, cuando él abría la puerta, invitándome a entrar.
- No quiero hablar de eso – me contradijo. Dejé el bolso sobre el sofá, mientras él se quitaba la chaqueta, con dificultad, dejándola luego en el mismo lugar, agarrándome de la cintura con su mano sana, volviendo a besarme, mordiéndome el labio inferior, soltando mi agarre, bajando la mano, metiéndola por debajo de la falda, agarrándome el trasero, apretándome contra él. Sabía exactamente qué era lo que él quería. Sonreí, echándome un poco hacia atrás, observando su mirada de deseo sobre la mía – con cuidado – pidió, cuando empecé a levantar su camiseta. Miré hacia su cuerpo, tenía un enorme moratón en el hombro, que se extendía hacia el pecho, y otro en el otro lado, cerca del ombligo.
- ¿Te duele? – pregunté, tras acariciarle con las yemas de los dedos, no contestó, apoyó su mano dolorida en el primer botón de mi blusa, comenzando a desabotonarlos todos. Me estremecí al sentir su mano, apoyándose en mi piel desnuda. Cerré los ojos un momento, abriendo la boca con deseo.
- Quítatela – me ordenó, más que nada porque él estaba impedido y no podía hacerlo. Me eché la blusa hacia atrás, dejándola caer al suelo. Volvió a apoyar su mano en mi pelvis, sin apartar la otra de mi trasero, levantándola, despacio, acariciando mi piel desnuda con sus dedos, despertando mil sensaciones dormidas en mi interior – el sujetador – añadió, con deseo. Desabroché el broche con una mano, dejando que él hiciese el resto, lo bajó de un hombro, y del otro, dejando que este cayese al suelo, comenzando a acariciar mis pezones, con sus dedos. Me mordí el labio, con deseo, mientras él entre abría la boca, salivando más de la cuenta – La falda – pidió. Abrí la cremallera del lateral, empujándola, dejando que cayese al suelo, sacando los pies, empujándola a un lado – las bragas, dámelas – añadió. Sonreí, divertida. Me las bajé, mirándole con atención, dejando al descubierto mi sexo, mientras él se lamía los labios, con ganas de probar todo aquello. Me agaché frente a él, recogiendo las bragas del suelo, cediéndoselas. Sonrió, agarrándolas, llevándoselas a la nariz, deleitándose con mi olor – esto me lo quedo – dejé escapar una risilla, mientras él subía la mano que se metía su mano sana entre mis piernas, metiendo los dedos entre mis pliegues, emitiendo un leve gemido al sentir la humedad en sus dedos – voy a recorrer todo tu cuerpo con mi lengua – me dijo, acercando su boca a mi cuello, empezando por ahí, pasando su lengua por él, entre besos, muerdos y lametones, volviéndome loca.
- ¡Oh, Charlie! – gemí. Sonrió, con chulería, recorriendo mi pecho, haciendo una parada más que aceptable en mis pezones, mientras sus dedos, se metían en mi interior, haciendo que un calambre me recorriese entera. Se detuvo, observándome, con lujuria, sacando su mano de mi interior, metiéndosela en su boca, saboreándola.
- Ven – me cogió de la mano, deteniéndose junto a la mesa del comedor – súbete, siéntate – ordenó, me senté, observando como él lo hacía sobre la silla, frente a mí, divertido. – pon los pies aquí – ordenó, guiándome para que los dejase sobre la mesa, me abrió las piernas, justo cuando yo me moría por aquello, sintiendo su boca en mi sexo – quiero probarte – sonreí, con deseo, mientras él se deleitaba con mi aroma, besando con sus labios lentamente mi sexo. Me miró entonces, antes de empezar – voy a comerte toda, nena – insistió, lamiendo mi sexo, haciéndome estremecer. Dejé caer las manos hacia atrás, temblando, mientras sus manos se aferraban a mis caderas, succionándome, lamiendo y mordiendo mi sexo, haciendo que comenzase a llegar a la locura. Sonrió, con chulería, al ver mi rostro desencajado por el placer, comenzando a meter dos dedos en mi interior, incluso un tercero, moviéndolos en círculos. Gemía como una posesa, mientras él disfrutaba incluso más. Sus ojos no dejaron de mirarme, y eso me encendía incluso más, porque él estaba incluso más cerdo que yo. Estaba a punto, pudo notarlo en mis convulsiones, en mi cuerpo temblando con aquello, se detuvo un poco, haciéndolo más despacio, alargando aquello, prolongándolo un poco más. Apreté su cabeza, con la mano, haciéndole reír, mientras apoyaba el pie en su hombro sano. Volvió a la carga, mientras las sensaciones explotaban dentro de mí, y me corría de forma abrupta. Sonrió, con chulería, con toda la cara llena de mí. Sonreí, divertida. Se puso en pie, agarrándome de la nuca, besándome con desesperación, con la boca llena de mí. Pero me ponía incluso más. Comencé a quitarle los pantalones, con impaciencia, mientras él dejaba escapar una risilla. Se los bajé hasta las rodillas, junto a sus calzoncillos - ¿Qué quieres, princesa? – preguntó, con deseo, arrastrándome por la mesa con su mano libre, atrayéndome hasta él, hasta que hubo rozado su caliente miembro, haciéndome estremecer. Sonreí, con lujuria.
- ¿y tú? – pregunté, con la voz marcada por el deseo, bajando las piernas, echándole un poco hacia atrás. Me miró sin comprender - ¿qué quieres tú, Charlie? – pregunté, apretando su hombro sano, sentándole sobre la silla. Sonrió, con chulería.
- A ti – contestó él, agarrándome del brazo, subiéndome sobre él – fóllame nena – pidió. Sonreí, seductora, para luego meterla en mi interior, haciéndole gemir prolongadamente. Me apoyé en su cuello, agarrándole de ahí, con temor a hacerle daño, sintiendo sus labios aferrándose a los míos, con desesperación – con cuidado – se quejó, quitándome la mano izquierda de su cuello.
- Quizás deberíamos parar – contesté, él negó con la cabeza, aferrándose a mi nuca, volviendo a besarme con desesperación.
- No quiero parar – insistió. Apoyé la mano en su cintura, haciéndole estremecer. Se mordió el labio, dejando escapar un gemido, abriendo la boca con desesperación, justo cuando volví a moverme sobre él. Apoyé mi frente sobre la suya, dejándome llevar, cerrando los ojos, echando la cabeza, hacia atrás, volviéndome loca, mientras él sonreía – eso es, Leonor – se aferró a mi cintura con ambas manos, guiándome para que se la metiese un poco más, y lo hice, mientras ambos rozábamos el cielo. Sus dientes mordieron mi cuello, con fuerza, apretando mi trasero para que no pudiese ir a ninguna parte, mientras se descargaba dentro de mí.
Ambos nos sonreímos como dos idiotas enamorados después de eso. Acarició mi rostro, besándome, después.
- Te quiero – reconoció. Haciéndome sonreír.
- Decir esas palabras cuando se folla no tienen validez – me quejé, haciéndole sonreír – te estás dejando llevar por el furor del momento – rompió a reír, divertido. Mordiéndose los labios después.
Recorrió cada rincón de mi cuerpo con sus manos, terminando en mi cuello. Sonreí, ese tipo sobre el que estaba subida me tenía completamente enamorada.
- Estoy loco por ti, nena – aseguró, acercando sus labios para besar los míos. Sonreí.
- Debería levantarme, se te van a dormir las piernas – le dije, haciendo el amago de levantarme, pero él me detuvo - ¿qué pasa? – pregunté, al notarle algo preocupado.
- Si pasa algo ... - le agarré el rostro entre mis manos, acercándole a mí - ... quiero que sepas que te quiero, y que pase lo que pase...
- Charlie, me estás preocupando – me quejé.
- No pasa nada – mintió, buscando hacerme sentir mejor, besándome – me estoy poniendo en lo peor...
- ¿qué es lo peor? – quise saber. Tragó saliva, evitando mi mirada. Quitó mis manos de su rostro, volviendo luego a recorrer mi espalda con sus dedos – Charlie...
- Tener que acostarme con ella – declaró. Me quedé sin palabras, no tenía ni idea de qué decir al respecto. Me levanté de la silla, dejando que su semen manchase mis piernas, caminé junto al sofá, agarrando mi ropa, comenzando a ponérmela, mientras él me seguía – no tiene por qué pasar nada – insistió, agarrándome de la mano, intentando calmarme – Leo – me llamó.
- No me pidas que lo acepte – contesté, encarándole. Me miró, sin comprender – Entiendo toda esta mierda – aseguré – las drogas, este mundo de mierda, tu guerra con mi hermano y todo lo demás – tragó saliva, sabiendo que era lo que venía después – sé que necesitas vengarte de David, lo entiendo, pero ... – negó con la cabeza – No quiero ponerte contra la espada y la pared, no quiero que elijas entre esta guerra y yo, pero ... - mis lágrimas empezaron a caer, y él apoyó su mano en mi rostro, limpiándolas – No – le empujé, apartándole, subiéndome la falda, la cremallera, y abotonándome la camisa – yo soy mucho más egoísta que tú – concluí, sin más – porque si no eres sólo mío no me vale.
- Leo – me llamó, intentando retenerme a su lado – por favor, escúchame – me coloqué las sandalias, apartándole, haciéndole daño con mi empujón, pero ni siquiera podía detenerme a consolarle, no en aquel momento. Cogí mi bolso, abrí la puerta de la calle y me marché, escaleras abajo, sin ni siquiera esperar al ascensor, bajando los siete pisos hasta la calle, dejando que mis lágrimas emborronasen el camino.
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