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46. Los rusos.

Buenas tardes, aquí les dejo el primer capítulo de la semana. ESpero que les guste :D

Charlie.

Dejé las llaves del coche, el móvil y la cartera sobre la mesa del salón, dejándome caer en el sofá. Eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos un momento, antes de lanzar mi próxima ficha, necesitaba poner en orden mis ideas.

- Debería darte vergüenza – la voz de papá irrumpió en el salón, saliendo de la cocina. Ni siquiera abrí los ojos, no tenía ganas de discutir – te vas de casa al anochecer y no vuelves hasta casi la hora de comer del día siguiente, me das asco...

- Hoy no tengo ganas de discutir – me quejé, echándome hacia adelante, descansando los codos sobre las rodillas, negando con la cabeza, mientras me tocaba el entrecejo con los dedos.

- Papá – se quejó Samuel, saliendo de su habitación ante una posible oleada de insultos por parte de nuestro progenitor – ya basta. Ya hemos hablado de esto, Charlie estuvo aquí todo este tiempo, mientras tú estabas en la cárcel y mamá... - dejó aquello en el aire, sin saber cómo continuar, recuperando el hilo un par de minutos después – Es él el único que ha cuidado de mí, que ha dado sustento a esta familia y ...

- Sustento con un dinero podrido – declaraba papá, volviendo a entrar al trapo, tocándome las pelotas de nuevo. No tenía tiempo para aquella mierda, os lo aseguro, ya tenía suficientes problemas en aquel momento. Rompí a reír, como si me hubiese vuelto loco, poniéndome en pie, cabreado.

- No hago algo diferente a lo que hacías tú – espeté, cansado de seguir manteniendo la boca cerrada, mientras mi hermano se metía entre ambos, intentando evitar un enfrentamiento mayor - ¿no te cogieron con un kilo en el coche?

- Carlos, ya basta – se quejaba Samuel, apoyando su mano en mi hombro, para calmarme.

- Sólo fue una vez – contestó nuestro padre – una puta vez que no dejas de echarme en cara. Y sabes perfectamente que lo hice porque no teníamos dinero, necesitaba la pasta para mantener a flote a esta familia. Pero tú... ¿cuánto tiempo llevas tú vendiendo esta mierda a los chavales? ¿A cuántos has matado con esa mierda que vendes?

- Papá, déjalo – rogaba Samuel, mientras yo volví a reír, sin dar crédito – Carlos, por favor...

- No pasa nada, enano – le calmé, relajándome un poco, sonriendo un poco, porque sabía que toda aquella mierda de lo que mi padre me acusaba terminaría pronto – todo esto acabará pronto – declaré, sin apenas darme cuenta de que lo había dicho en voz alta.

- ¿Qué quieres decir? – quiso saber mi hermano pequeño. Sonreí, con calma, pensando en la maravillosa mujer por la que quería dejar toda esa mierda atrás.

- Voy a dejarlo – declaré, haciendo que ambos me observasen, sin comprender. Era la primera vez en la vida que me escuchaban decir algo así – voy a dejar toda esta mierda.

- No es fácil salir de este mundo – aseguraba papá, preocupado – Carlos... - ¡Joder! Era la puta primera vez desde los 18 que papá me llamaba por mi nombre.

- Lo sé. Pero la clave está en tener esperanza en otra cosa, en querer con todas tus fuerzas otra cosa.

- ¿Quién es ella? – adivinó, haciendo que Samuel mirase hacia nosotros, sin comprender. Sonreí, porque por primera vez en mi vida me sentía bien hablando con mi padre, ya no tenía ganas de pelear, o de mandarle a la mierda. Y todo aquello se lo debía a una sola persona.

- Ella es la mujer más maravillosa que he conocido – me atreví a decirles. Sonreí, admirando como ellos me observaban, incrédulos.

- ¿Desde hace cuánto tienes novia? – se quejó Samuel, mientras yo volvía a reír, divertido. Si él tuviese una ligera idea de quién era ella... quizás no volvería a hablarme en la vida. Eso quizás es lo que no me dejaba disfrutar de aquel momento al cien por cien.

- Desde hace un tiempo – contesté, sin querer dar más detalles. Me senté sobre el sofá, observando como papá se acercaba a mí, sentándose a mi lado, y Samuel lo mismo, pero al otro lado, como si fuésemos una familia normal. ¿Qué cojones estaba pasando? Porque aquello me parecía de lo más irreal. Pero por otra parte... no podía dejar de hablar de ella – Ella me hace soñar, hace que desee otras cosas.

- ¿De verdad vas a dejarlo? – insistió Samuel, mientras yo sólo podía sonreír. No quería tener que decirle que esa chica era en realidad su ex novia, la tía por la que él aún tenía sentimientos - ¿tan fuerte te ha dado por esa chica? – me encogí de hombros, antes de contestar.

- Estoy loco por ella.

Ese momento habría sido mágico, de no ser por la llamada que recibí después, haciéndome salir de mis pensamientos.

- Disculpad – les dije, poniéndose en pie, descolgando el teléfono. Era Pituca, mi socia. Me había olvidado de ella completamente. ¡Maldita sea!

- ¿Qué hago con ella? Tengo cosas que hacer, Charlie, no me puedo pasar todo el día aquí, vigilando a esta puta.

- Suéltala.

- ¿Cómo dices? Charlie, nos ha traicionado, se ha ido con el enemigo y ...

- El destierro siempre es mejor que la muerte – contesté, haciendo que ella comprendiese lo que quería decir – si vuelve a Madrid será su tumba. No quiero volver a verla por aquí – colgué el teléfono, levantando la vista, observando a mi padre y a mi hermano hablando sobre mí, lanzando mil hipótesis al aire sobre esa chica, pero nunca lo adivinarían ni en un millón de años – No tendría que habéroslo contado – me quejé, llevándome las manos a la cara, haciendo que los otros dos rompiesen a reír – ahora no habrá quién os aguante.

- ¿ella te hace feliz? – preguntó mi padre, sonriéndome de lleno. Quizás debía mentir para salir del apuro, sólo había un problema, no quería hacerlo.

- Sí, me hace infinitamente feliz.

- Entonces aférrate a ella hijo – añadió, dándome un consejo sincero por primera vez en mucho tiempo – quizás sea tu única oportunidad de dejar este mundo atrás – asentí, pensando en ella.

¿Estaría bien? ¿Cómo habría ido en la comisaria?

Estaba preocupado, no podía evitarlo.

- Tengo que hacer una llamada – comuniqué a los presentes, marcando su número, acercando el teléfono a mi oído – dime que estás bien.

- Impaciente – se quejó, mientras caminaba al despacho del inspector, con Lucas a su lado – estoy llegando a ... - se detuvo, preocupándome.

- Leo – la llamé, sin tan siquiera darme cuenta de que podía ser descubierto por mi hermano - ¿qué pasa?

- David está aquí – contestó, haciendo que el miedo se expandiese por cada rincón de mi cuerpo.

- ¿De qué coño estás hablando? – espeté, intentando comprender la situación. David en comisaría, ¿qué hacía ese capullo allí? – David no...

- Está reunido con el inspector Méndez, Charlie – declaró. El pánico inundó cada rincón que aún tenía esperanza. Y entonces la vi, a Leo, en peligro.

- ¡SAL DE AHÍ! – grité, aterrado, haciendo que mi padre y mi hermano se levantasen, preocupados por lo que estaba ocurriendo - ¡Joder! – Todo aquello era mi culpa. Ella en peligro. Si algo le sucedía... no iba a poder perdonármelo nunca - ¡Leo, sal de ahí! – insistí – Dile a Lucas que te lleve al mirador, me reuniré contigo ahí – prometí.

Colgué el teléfono sin tan siquiera escuchar una respuesta por su parte. Me agaché a la mesa, cogí la cartera y las llaves del coche, mirando entonces a los presentes.

- Tengo que irme – anuncié.

- ¿Qué ha pasado hijo? – preguntó papá. Ni siquiera podía emocionarme por volver a escuchar aquellas palabras en los labios de mi padre. No en un momento como aquel.

- No es nada – contesté. Salí por la puerta, sin querer dar más información a los presentes. Comencé a bajar las escaleras con rapidez, mientras mi hermano me seguía, deteniéndome en la primera planta – Samuel, tengo prisa.

- Dime que no has puesto a Leo en peligro – rogó. Bajé la cabeza, porque no tenía ni idea qué responder – si algo le pasa... no te lo perdonaré jamás, Carlos.

- No voy a dejar que le pasa nada, Lumbreras – prometí, soltándome de él, bajando un par de escalones más, pero volvió a detenerme.

- Pensé que ya no tenías negocios con ella...

- Mira Samuel – comencé, empezando a enfadarme con aquella situación – me encantaría poder quedarme a charlar, pero tengo prisa.

Me dejó marchar justo después de eso. Me monté en el auto y puse rumbo al mirador, aterrado, preocupadísimo por lo que había estado a punto de pasar, sin dejar de mirar por el retrovisor, cerciorándome de que nadie me seguía.

No iba a dejar las cosas así, no estaba dispuesto a perdonar aquella nueva puñalada por la espalda. Todo había vuelto a dar un giro inesperado. El tipo en el que había confiado para que me ayudase a destruir a David, en aquel momento se aliaba con él.

- ¡Maldito hijo de puta! – espeté, dando un fuerte golpe al volante – Esto no va a quedar así, capullo, eso te lo aseguro – Marqué su número, en un ataque de rabia, y esperé paciente a que cogiese el teléfono.

- Charlie – reconoció este, al ver mi número en la pantalla – te he estado esperando, dijiste que ibas a venir a darme algo, y al final...

- Pon el altavoz – ordené, dejándole sin palabras.

- ¿Qué?

- Ya deberías saber que soy como Dios. Tengo ojos en todas partes, tío. Así que pon el puto altavoz y déjame hablar con el hijo de puta de David.

- Charlie no es lo que piensas...

- ¿Ah no? – quise saber - ¿no estás ahora en tu despacho cerrando un trato con David?

- Sí, pero ...

- Entonces es justo lo que pienso y está pasando.

- Esas pruebas que me diste el otro día no podían salir a la luz, Charlie. Había mucha gente influyente involucrada y ...

- ¿Y qué te hace pensar que todo esto no es parte de mi plan? – añadí, dejando a ambos sorprendidos – Te di esas fotos para probar tu lealtad – mentí – y justo me has demostrado que no eres de fiar. Olvídate de nuestro trato, no voy a darte una mierda, Víctor – colgué el teléfono en ese justo instante. Marcando luego el número de alguien más.

- Charlie, cabroncete, ¿dónde te habías metido? – preguntó una voz varonil al otro lado del teléfono, con un marcado acento ruso – ya pensaba que te habías olvidado del viejo amigo Jack.

- Stilinski, no estoy para tus bromas de mierda – le corté, quitándole las ganas hasta de respirar – me debes un favor, ¿te acuerdas?

- Tú dirás.

- Necesito que me des el contacto de Mica.

- ¡Venga ya! – se quejó, sin dar crédito a lo que acababa de pedirle – vas a darlo todo en esta guerra, ¿no?

- Voy a destruir a ese hijo de puta.

Leo.

Salí del coche, después de llegar al descampado, con Lucas insistiéndome en que le contase que era lo que ocurría. Yo, por mi parte, estaba asustada. No podía dejar de pensar en la forma tan desesperada en la que él me había rogado que me marchase de comisaría. Parecía que las cosas iban a ir mal, después de todo.

David se estaba encargando de que así fuese, y él necesitaba vengarse, lo necesitaba incluso más de lo que a mí.

Su coche llegó al mirador, lo dejó aparcado de cualquier forma y corrió hacia mí, abrazándome con fuerza, aterrado.

- Perdóname – suplicó – te he puesto en peligro, soy un capullo de mierda que...

- Charlie – me quejé, apartándole, observando lo apuesto que estaba – estoy bien – insistí – ¿quieres dejar el drama? Nadie ha muerto.

- Todavía – terminó por mí.

- ¿Qué estás tramando? – pregunté, porque a aquellas alturas ya le conocía demasiado bien – Charlie – me quejé.

- A tu amigo no le caigo bien – cambió de tema, mirando de reojo a Lucas, que le observaba con cara de pocos amigos. Agarré su rostro entre mis manos, arañándome la mano con su barba, encantándome esa sensación. Lanzándome a besarle, haciendo que se fijase solo en mí – Samuel me ha soltado un discurso de súper héroe por ponerte en peligro – se quejó – soy hombre muerto si algo te pasa – sonreí, para luego mirarle duramente – Está bien – dio su brazo a torcer, mientras yo me sentía triunfante – en unos días voy a reunirme con los rusos.

- ¿De qué coño estás hablando? – le lancé. Porque aquello no me sonaba bien en lo absoluto.

- No te preocupes – se quejó – se perfectamente lo que hago – hice el amago de levantarme la camisa para sacarme el sobre, pero él me detuvo – contigo está más seguro que conmigo. Guárdamelo hasta que lo necesité – asentí, despacio – y sobre todo no lo abras.

- Eso sólo hace que quiera abrirlo – me quejé – es sicología inversa, si le dices a un niño...

- Tú no eres una niña – me dijo – así que hazme caso – asentí – escóndelo bien – volví a menear la cabeza, besándole después – confío en ti.

- ¿Vas a irte ahora? – pregunté.

- Tengo que hacerlo.

- Veámonos esta noche – sonrió, sin poder evitarlo.

- No te cansas de verme – sugirió, haciéndome sonreír a mí.

- En la discoteca Vanguardia – añadí, sonrió, mordiéndose el labio, más que tentado a aceptar esa oferta – un baile y un polvo en el baño – susurré. Rompió a reír, mientras yo sólo sonreía - ¿no te apetece?

- Te llamo luego, princesa – asentí – tengo un día a full hoy ... pero no me puedo negar a ese polvo en el baño – bromeó. La que reí en ese momento fui yo – ve con Lucas y tus amigos, y nos vemos allí.

- Es una suerte que sea fiesta – le dije, antes de dejarle marchar – si no las discotecas no estarían abiertas.

- Es el destino el que quiere que te haga mía en el baño – bromeó. Sonreí, besé sus labios y le dejé marchar.


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