4. La primera vez. CORREGIDO.
Buenas tardes, disculpen las molestias, pero he Editado toda la historia, a lo largo de los próximos días, iré Editando todos y cada uno de los capítulos. No me maten. Pero era más que necesario para lo que se avecina.
Leo
Gemía, como una loca, mientras le besaba apasionadamente, en el asiento trasero de mi coche, con él sobre mí, metiéndose entre mis piernas, dejando la cámara aun lado, importándome bien poco si mi hermano aparecía en aquel garito a vender su mierda, en aquel momento tan sólo quería sentirle dentro de mí. Era la primera vez desde lo que Juan me hizo que me sucedía algo así, que deseaba a un hombre de verdad, que quería hacer aquello.
- Espera – se levantó un poco, mirando hacia el exterior – acaba de llegar – le agarré de la corbata y tiré de él hacia mí, volviendo a besarle – Leo – me llamó, intentando apartarse – las fotos.
- Al cuerno con las putas fotos – me quejé, mientras le desabrochaba la cremallera del pantalón, bajando sus calzoncillos, sacando su pene a escena.
Me obedeció entonces, entrando en mi interior, con las respiraciones aceleradas, entre gemidos, comenzando a llegar a la locura. Estaba más que dispuesta a usarle como si fuese un maldito consolador humano, haría lo que fuese para volver a ser yo.
- ¿Estás segura de que usas protección? – preguntó, mientras yo me limpiaba con un pañuelo. Miré hacia él, asintiendo después - ¿qué mierdas estamos haciendo, Leo? – me apoyé sobre el respaldar del coche, observando como él también lo hacía, y me arrastré hasta él.
- Estamos jugando – contesté, haciéndole sonreír, divertido, para luego agarrarme del cuello, besándome apasionadamente.
- Leo – me llamó, volviendo a agarrarme de la cintura para atraerme hasta él – si juegas con fuego te puedes quemar...
- Quémame – le dije, agarrándole de la corbata, para luego volver a besarle, apasionadamente.
Samuel.
Aquella extraña relación salvaje y clandestina que tenía con esa chica popular... me encantaba, me llenaba de satisfacción y adrenalina.
Los chicos me hablaban sobre lo cercanos que estaban los parciales y yo sólo podía mirar hacia ella, en la cafetería, pensando en lo mucho que quería volver a poseerla, escuchando la conversación que tenía con su amigo.
- Faltaste tú – aseguró, después de hablarle sobre la salida a la discoteca el día anterior – nos encontramos con Sergio, y preguntó por ti.
- ¿Con Sergio? – preguntó, idiotizada – pensé que se había ido con su familia a Irlanda, ¿no?
- Volvieron la semana pasada – contestó – al parecer se van a quedar una buena temporada – ella sonrió – ¿Qué es eso? – señaló hacia su cuello, le apartó el cabello y lo observó, anonado – pedazo de chupetón que te dejo el de anoche.
- ¿Qué dices, loco? – se quejó, sacando un pequeño espejo de la mochila, observando el chupetón que le había hecho a segunda hora, en el baño de hombres.
- Voy a matarle – dijo, en voz alta, haciendo que Lucas sonriese, al darse cuenta de que estaba en lo cierto, tenía un nuevo lío con algún chico – voy al baño.
Me puse en pie con rapidez, ante la mirada atónita de mis colegas, me toqué la coronilla con la mano, nervioso, y me despedí diciendo que me estaba meando.
Al llegar a nuestro baño, ella abrió la puerta, tirando de mi corbata para conducirme hacia dentro, cerrando la puerta detrás de mí.
- ¿Qué mierdas es esto? – preguntó, después de apartarse el cabello para que lo viese. Apoyé los dedos sobre él, acariciando su piel, despacio, para luego acercar mi boca a su oído.
- Es un chupetón – contesté, como si nada - ¿nunca te han hecho uno? – se dio la vuelta, empujándome contra la pared, molesta.
- No juegues conmigo, friki – espetó. Tiré de su mano, atrayéndola hacia mí, para luego darle la vuelta, apoyando mi pelvis en su trasero, haciéndola estremecer.
- ¿No es eso lo que te gusta? – pregunté, refregando mi endurecido miembro contra ella.
Se dio la vuelta, me agarró de la barbilla y me obligó a besarle, con desesperación, mientras yo apoyaba la mano en su muslo, y comenzaba a subir, metiéndola por debajo de la falda, acariciando su coño por encima de las bragas.
Sus gemidos inundaron mi boca, entre susurros. Ella quería más, y yo estaba dispuesto a dárselo todo, aunque fuese en contra de mis principios.
Apoyó su mano sobre mi miembro, acariciándomelo por encima del pantalón, haciendo que me encendiese, como una moto.
La besé, desesperado, tirando de sus bragas, ladeándose, metiendo un par de dedos entre sus pliegues, haciéndole gemir en mi boca.
Detuvo el beso, mirándome con lujuria, para luego agacharse frente a mí, bajarme los pantalones, y acercar su boca a mi miembro.
¡Joder! Aquello se sentía demasiado rico, sus labios abrazando mi pene, mientras su lengua rozaba el glande, despacio, estirándola, metiéndola hasta el fondo, hasta casi que daba en su campanilla.
La agarré de la cabeza, con ambas manos, pero ella me las quitó, entrelazándolas con las suyas, sujetándose, marcando ella el ritmo.
Mordí mi labio, haciéndome daño, evitando ser descubiertos. Ni siquiera había terminado aún, cuando se detuvo, se puso en pie, limpiando su boca llena de babas, mirándome con lujuria, dándome la espalda, enseñándome entonces su enorme trasero, apoyándose sobre el váter. Sabía que era lo que ella quería, así que no me hice de rogar.
La agarré del pelo al propinarle la primera embestida, haciendo que ella mordiese sus labios, con ganas de gemir como una perra en celo. A ella le encantaba lo que le hacía, por mucho que fingiese que no.
Le di una leve cachetada en su trasero, haciendo que me mirase, contrariada, iba a quejarse, pero justo le di la segunda envestida, y la tercera, y la cuarta, y pareció olvidarse.
Estaba demasiado caliente, tanto que mi pene se resbalaba sin tan siquiera poner mucho empeño, en su interior.
Escupí en su trasero. Ella volvió a mirarme, más que dispuesta a quejarse, pero la agarré de las manos, aprisionándolas en su espalda.
- No – imploró, justo cuando metía el dedo anular en su ano, haciéndola estremecer, tan pronto como comencé a moverlo en su dentro, en círculos, sin detener la penetración - ¡joder!
Me detuve, la saqué, y acaricié su interior, sacando un poco de su lubricación hacia afuera, dejando que llenase su trasero. Creo que ella ya sabía lo que iba a hacer, por eso apoyó la mano sobre la mía, y tiró de esta, indicándome que no quería hacerlo.
Apoyé mi pene en su apertura, haciéndola estremecer, introduciendo sólo la punta, sacándola, despacio, volviendo a introducir un poco más, y de nuevo ese poco, haciendo que ella se quedase muy quieta, expectante. Le metí un poco más, iba a detenerme ahí, pero me moría por entrar en su ano, me moría por follármela por ahí, y al final terminé metiéndosela hasta el fondo.
Un gemido prolongado irrumpió en aquel baño, y un segundo cuando volví a introducírsela, despacio, sin querer hacerle daño.
- Ah – gemía, apretando mi brazo – más rápido – pidió. La obedecí en seguida, haciendo que le gustase más, incluso a mí me gustó más. Estaba demasiado apretado, ella era virgen por esa zona, así que era lo normal. Por lo que terminé corriéndome en tan sólo un par de embestidas más, a borbotones, derramándome en su interior, haciendo que gotease sobre el suelo del baño.
Leo.
Aún no podía creerme que lo hubiese hecho por detrás, que me hubiese gustado tanto, y las muchas ganas que tenía de repetir. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Cómo podía estar haciendo aquello con aquel friki? Y... ¿por qué era el único tío que había podido tocarme sin que me diese asco? Quizás había algo en él que me inspiraba confianza, no sabría explicaros el qué... pero había algo en sus ojos.
Justo acababa de darme la vuelta para besarle, cuando él me detuvo, sacando del bolsillo trasero de su pantalón un sobre doblado por la mitad.
- Tus fotos – sonreí, seductora, bajando la mirada un momento, antes de volver a fijarme en sus ojos. Agarré el sobre, con lentitud – Esto acaba ahora, Leo.
- Acaba porque yo quiero que acabe – contesté. Él bajó la mirada un momento, para luego reír sin ganas, volviendo luego a mirarme, mientras contestaba un simple...
- Ya... - tragó saliva, para luego dejar de apoyarse en la pared, colocándose bien las ropas para dejarlas bien planchadas – ya nos veremos – añadió, antes de desaparecer.
Abrí el sobre y sonreí a medida que miraba hacia aquellas fotos. Se veía claramente la cara de David, pasando droga a unos adolescentes. Mi padre iba a ponerse como loco cuando las viese. Al fin tendría algo con lo que negociar con ese capullo.
Mi teléfono vibró, en el bolsillo trasero de mi pantalón.
Niñato:
Borra también mi número, no quiero tener nada que ver con gente como tú.
- Capullo – susurré, para luego volver a la cafetería, sin tan siquiera contestarle.
Hasta aquí el capítulo, espero que les haya gustado.
Y aquí la sesión de fotos de hoy.
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