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36. La mentira.


Aquí os traigo el segundo capítulo de la semana. Espero que os guste. Estoy muy desaparecida, creo que sólo estoy actualizando esta historia esta semana, y the blonde, la razón es obvia, estoy corrigiendo la historia de Bajo el Mismo Cielo, que si Dios quiere verá la luz muy pronto, porque estamos pensando en publicarla para navidad. Así que... tengo que darme prisa en tenerlo todo listo. Por cierto... ¿vieron el trailer?

Por cierto, este capítulo es de mis favoritos. In love con el tema Charlie <3 Leo.

Charlie.

Acababa de llegar al apartamento, después de llamarla hasta la saciedad, estaba preocupado, ¿Dónde se habría metido? La busqué por toda la casa, deteniéndome al darme cuenta de sus ropas no estaban, ni siquiera su mochila. Aquello me asustó de manera sobre natura.

Volví a marcar su número, llamándola, escuchando el sonido del teléfono sobre la cama. Había dejado su teléfono ahí.

- ¡Joder! – Grité, desesperado, llevándome las manos a la cara, refregándola.

¿Qué mierdas iba a hacer si algo le había sucedido por mi puta culpa? ¿Por qué cojones me involucré con ella cuando sabía que nos pondría en riesgo a ambos?

Mi teléfono comenzó a sonar, sobresaltándome, lo descolgué, esperanzado de que fuese ella.

- Charlie, qué rapidez – dijo la voz de David al otro lado del aparato – Cualquiera diría... que estabas esperando la llamada de otra persona – lo supe entonces, había sido él.

- ¿Dónde coño está? – pregunté, fuera de mí - ¡Cómo le hayas echo algo...! ¡... te mataré, hijo de puta!

- Eres patético – insultó, divertido, en los aparcamientos de la discoteca – ni siquiera te has dado cuenta de que esa zorra sólo estaba jugando contigo, justo como yo se lo pedí – rompí a reír, porque sabía que eso era mentira.

- Deja de jugar y dime dónde está – ordené, cansado, comenzando a perder la paciencia con ese capullo.

- Te dije que te destruiría – colgué el teléfono, porque sabía que no iba a conseguir una mierda de él.

Caminé hacia el frigorífico, porque necesitaba una puta cerveza para calmar mis nervios. Por supuesto me la bebí de una sola vez, dejando la lata vacía sobre la mesa.

Cogí una segunda, y repetí el mismo proceso, sintiendo como mi corazón se encogía ante la sola idea de que ella me hubiese abandonado, quizás coaccionada por su hermano. ¿Con qué la habría amenazado para hacerla huir así?

- Princesa... - susurré, sintiendo como esa pesadez crecía y me costaba cada vez más respirar, tenía un enorme nudo en el estómago.

Puto David. Si tenía algo que ver con aquello... lo mataría. Si le había hecho daño a "mi chica" de alguna forma...

Tiré la cerveza aún llena al suelo, llenándolo todo con ella.

Yo era el problema desde el principio, siempre lo fui, cuando lo único que quise hacer fue protegerla. Ni siquiera pude protegerla aquella noche, en la sala west, cuando tenía su primera vez con un violador de mierda.

El teléfono comenzó a sonar, haciendo que saliese de mis pensamientos y contentaste, con rapidez. Quizás fuese ella...

- Charlie... - llamó Pam. No quería hablar con ella, iba a mandarla a la mierda – tengo algo para ti.

- No es un buen momento, Pam.

- Te espero en el hotel Barceló, en media hora – me dijo. ¿Aquello era en serio? ¿Para qué coño quería que fuese a verla a un hotel? – tengo algo que puede interesarte.

- ¿Sobre qué? – me quejé, molesto.

- Sobre el caso que ahora tienes entre manos – declaró. ¡Diablos! ¿Tenía información sobre David y Rita? ¿Era eso?

- ¿Qué número de habitación?

- 303 – contestó, colgándome sin tan siquiera despedirse. Pero ... ¡Qué llamada más rara!

Y así era mi vida, ni siquiera tenía tiempo para dramas familiares, tenía que volver al trabajo. Me cambié de camiseta, antes que nada, porque la camiseta que Pitu me había dejado era muy hortera. Me coloqué una camisa negra con rayas muy finas en tono gris, parecía un mafioso con ella, y me largué sin más.

Un coche con los cristales blindados me estaba siguiendo, eso no me pasó desapercibido. Aceleré, me metí por varios atajos hasta que logré sacármelos de encima, y luego me dirigí hacia el punto de encuentro.

Me coloqué bien la camisa, mientras esperaba paciente a que el ascensor se detuviese en mi planta. Caminé por los pasillos hasta la habitación 303, llamando con calma, observando entonces a Pam allí, con un corto camisón y una bata abierta sobre sus hombros. Le eché una mirada de arriba abajo, era difícil no hacerlo. Sonreí, porque la situación me hacía especial gracia.

- Hola – saludó ella, provocativa, haciéndome una señal para que la siguiese al interior de la habitación.

- Creo que ha habido un error de comunicación – comencé, mientras entraba en la habitación – porque yo no ...

- Déjame tu teléfono un momento – la miré sin comprender, no tenía ni idea de qué iba aquello. Levantó la mano para que cediese.

Resoplé, cansado, saqué el móvil del bolsillo trasero del pantalón y se lo pasé, observando como ella caminaba al fondo de la habitación, con mi teléfono en la mano, hasta llegar a una mesa, junto al televisor. En ella había una cubitera llena de agua con hielo.

- ¿Qué coño...? – me quejé al observar como ella sumergía el móvil, divertida - ¿de qué cojones va todo esto? – me quejé, justo cuando me guiñó un ojo.

- Tenéis quince minutos – me dijo, para luego colocarse una sudadera y salir al balcón.

¿De qué coño estaba hablando?

Un sonido al otro lado de la habitación me alarmó, me di la vuelta, con la intención de defenderme, observando allí algo en lo que no podía creer.

- Nena... - la llamé, mientras ella sonreía, llegando hasta mí, abrazándome con fuerza. Eché su capucha hacia atrás, y le devolví el efusivo abrazo. La necesitaba. ¡Dios! ¡Cuánto había echado de menos su olor! – No vuelvas a darme un susto así – me quejé, separándola, observando que estuviese entera, que no le hubiesen hecho ni un solo rasguño – creí que te había perdido... - la agarré del rostro, atrayéndola a mí, besándola desesperadamente, volviendo luego a abrazarla.

- ¡Oh Charlie! – me llamó, aterrada – Tenía tanto miedo de no volver a verte – limpié sus lágrimas, acariciando su hermoso rostro.

- David me está siguiendo ¿no? – adiviné, ella asintió, asustada.

- Me lo encontré en la discoteca – me tersé en seguida, aferrándome de nuevo a ella, abrazándola, porque hacerlo me hacía sentir en casa, a salvo y feliz – me dijo que me diría sobre lo sucedido con mi madre si te rompía el corazón.

- Shh – la calmé, escuchando su llanto – está bien.

- Iba a hacerlo, lo juro – aseguró – porque necesito saber la verdad sobre lo que sucedió con mi madre. Pero ... sólo pensar en que no volvería a verte... no he podido hacerlo, Charlie – la apreté contra mí, intentando hacerla sentir mejor – Ni siquiera sé por qué no he podido... Si estuviese con Samuel, si fuese a él al que tenía que romper el corazón... lo habría hecho.

Leo.

Llegué a nuestro apartamento, con el corazón afligido, el rostro lleno de lágrimas, y sin poder contener aquello por más tiempo.

Metí toda mi ropa en la mochila, las cosas que compré y luego dejé el teléfono sobre la cama. Tenía que irme de allí, antes de que él volviese y me pidiese una explicación. Ni siquiera sabía qué decir.

Volví a montarme en el taxi, y este puso rumbo hacia el hotel Barceló. Alquilé una habitación, con una de mis tarjetas, fue una suerte que papá aún no las hubiese cancelado, cosa que me sorprendió, pensé que después de haber desaparecido de casa por tanto tiempo, ya lo habría hecho.

Subí a la habitación, dejé las bolsas en el suelo y me tumbé sobre la cama, cerrando los ojos, sin poder evitar verle en mi mente, con esa mirada sexy, su sonrisa, sus besos...

Rompí a llorar, apoyando la mano en mi pecho, me costaba respirar, a causa del sofocón que tenía encima. Me acurruqué en la cama, aferrándome a mis piernas con ambas manos.

¿Qué pasará cuando te enamores de él? – dijo la voz de Lucas en mi cabeza.

No – rogué hacia mí misma – no, por favor, no

Me senté sobre la cama, intentando calmarme, pensando en lo mucho que iba a echarle de menos.

No. No puedo perderle. No ahora que he descubierto lo que se siente al estar a su lado. No quiero hacerle daño. Él no se lo merece. Lo bien que me ha tratado, todo lo que ha cuidado de mí en la sombra y ahora yo...

Necesitaba encontrar una solución, encontrar la manera de quedarme a su lado sin que mi hermano lo supiese, y al mismo tiempo encontrar las respuestas sobre mamá.

¿A quién podía pedir ayuda? ¿Quién me ayudaría a ...?

Pam – apareció en mi cabeza, su sonrisa, y ese ofrecimiento que me hizo una vez. "Puedes contar conmigo siempre que lo necesites" La necesitaba.

Agarré el teléfono de la habitación, marcando su número. Era una suerte que me supiese todos los números de memoria, era una maldita agenda con patas, la verdad.

- ¿Sí? – contestaron al otro lado - ¿hola?

- Pam, no digas mi nombre en voz alta – rogué, ella asintió, dándole la espalda al resto de las chicas, echando una mirada a la oficina, no parecía haber nadie – necesito que me hagas un favor.

Todo había salido bien, gracias al cielo, y en aquel momento me encontraba junto al hombre que me hacía feliz.

Me sonrió, calmándome el alma, indicándome que todo iba a salir bien, y yo me aferré a esa sensación con uñas y dientes.

- ¿Qué vas a hacer ahora? – preguntó, mientras acariciaba mis mejillas, limpiando las lágrimas que aún empañaban mi rostro.

- No lo sé – sonrió, agarrándome de la nuca para atraerme hasta él.

- Sí que lo sabes – susurró, a escasos centímetros de mi boca – vas a quedarme conmigo, Leo – sonreí, agradecida, porque era justo eso lo que quería hacer – puedo poner a mi gente a descubrir lo que le sucedió a tu madre – sugirió. Le besé entonces, aferrándome a esos labios que me hacían sentir tanto – sea lo que sea lo encontraré, princesa.

- Me quedaré contigo – prometí – pero hagámosle creer a David que ha conseguido lo que quiere, así jugarás con ventaja.

- Eres tan traviesa como yo – volvió a besarme, varios muerdos con sonidos – y eso me encanta – ambos caminamos, entre besos, hasta que mi espalda chochó contra la puerta de la habitación – te necesito, Leo

- Bésame – supliqué. Me obedeció en seguida, con desesperación, justo había perdido la cordura, cuando un carraspeo detrás de él nos detuvo.

- ¿Interrumpo? – preguntó. Aunque sabía perfectamente que sí que lo hacía. Le aparté entonces, altamente abochornada.

- No – contesté, haciéndole reír. Me mordí el labio, mirando hacia él. Se dejó caer en la pared, agarrando mi barbilla para que me fijase en él.

- ¿Dónde vas a quedarte? – quiso saber.

- He pensado que quizás debería volver a casa con mi padre.

- No – me cortó, molesto.

- No tengo más opciones – me quejé – además, David tiene que creer que te he abandonado ¿no?

- Vete a casa de Lucas – pidió.

- No llega hasta la semana que viene – insistí, molestándole un poco más – te llamaré si algo va mal – prometí.

- Quiero que me llames cada día – rogó.

Wuau – intervino Pam, porque ya nos habíamos olvidadode ella – No te hacía tan controlador.

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