Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

35. Sin salida.


Aquí os dejo el primer capítulo de la semana, espero que os guste :D Ya me contarán qué les parece :)

Me miré al espejo, esa mañana, justo después de haberme maquillado, sonreí, al recordar lo acontecido la noche anterior entre nosotros. Me mordí el labio, dejando escapar una sonrisa.

Había quedado con Rita en el club donde trabajaba para recoger mi mochila. Entré en el local, había varias chicas allí hablando entre ellas, en seguida reconocí a Pam, Carla y Deb. Las saludé con la mano, mientras el tipo que estaba en los reservados dejaba de prestar atención a su socia y miraba hacia mí.

- Charlie, ¿me estás escuchando? – se quejaba Pituca – cuando hayas dejado de babear por esa chica, podemos seguir con la reunión – rompió a reír, divertido.

- Sólo será un momento – pidió, levantándose, bajando las escaleras, donde sólo los trabajadores se encontraban, de momento.

- Charlie – le llamó Rita, en cuanto llegó a la pista, haciendo que me girase para observarlos. Ni siquiera estuvo allí, en la cama, cuando desperté esa mañana, y justo estaba allí - ¿qué vas a adarme a cambio del favor de la última vez?

- Ahora no – se quejó él, atravesando la pista hasta llegar a mí – hola, princesa – me saludó, con esa pose de chico sexy que me volvía loca. Tragué saliva – esta mañana...

- Esta noche – le detuve – podríamos ir a algún lugar, tú y yo ... - sonrió, asintiendo después.

- Esta noche – aceptó – nos vemos luego – prometió, rozando su mano con la mía, entrelazando nuestros dedos – La discoteca Vanguardia – añadió – veámonos allí – asentí.

- Charlie – le llamó una mujer, al otro lado de la sala – tenemos negocios ¿recuerdas? – él miró hacia ella.

- Voy en seguida – declaró, para luego volver la vista hacia mí – nos vemos, princesa – soltó mi mano, poco a poco, marchándose, sonriente, mientras su socia le regañaba.

- Tienes que dejar de distraerte – insistía – esto es serio, Charlie. De normal no eres así, no sé qué te pasa últimamente...

Lo primero que hice esa tarde, después de comer, fue ir a comprarme un vestido, era precioso, rojo, resaltando mi piel blanca, mi cabello y mis ojos. Además de otras muchas cosas que pillé en oferta. Lucas me llamó después, para hablar un gran rato, cuando llegué al departamento, me di cuenta de que Charlie había vuelto, aunque ya parecía haberse ido. Había una maleta sobre la cama, con algunas prendas. Sonreí, divertida, dejando luego las bolsas con la ropa que había comprado, metiéndome en la ducha.

Estaba ilusionada con aquello que teníamos, no podía evitarlo, a pesar de que me daba miedo pensar en la realidad, me aterraba pensar en la sociedad, las clases sociales, y todas las razones por las que no podíamos estar juntos.

Cenaba un poco de sushi que había pedido. Me levanté, para coger un poco de agua. Abrí el frigorífico, sabiendo que lo encontraría tan vacío como esa misma mañana, sorprendiéndome al encontrarlo lleno de comida. Me mordí el labio, divertida. Porque sabía perfectamente quién había sido.

Mi teléfono comenzó a sonar, lo descolgué, después de haber bebido un poco de agua.

- ¿Sí? – contesté.

- Leo, soy Sandra – me dijo – Lucas me ha pasado tu número, espero que no te importe.

- No, claro que no – mentí. Iba a matar a Lucas.

- Verás... vamos a ir la discoteca Vanguardia, ¿te vienes?

- ¿Quiénes vais?

- Una amiga del trabajo y yo, los demás andan por ahí de vacaciones – aseguró.

- Yo también voy a ir – declaré – pero aún no sé el plan, te aviso en cuanto sepa más.

Charlie.

Me sentía distinto en muchos sentidos, era como si ella me diese la esperanza que necesitaba para verlo todo de manera distinta. En aquel momento, lo único que sabía era que la quería en mi vida, porque me hacía feliz de una manera que jamás imaginé. Ni siquiera me importaba que su hermano nos descubriese, o su puta amenaza de muerte, no estaba dispuesto a seguir viviendo con miedo, iba a arriesgarme con ella, sobre todo ahora que sabía que ella también sentía lo mismo que yo.

A pesar de eso, tenía que hacerme responsable de mi trabajo, así que ... allí me encontraba golpeando a un tío, en el reservado del club, manchándome la camiseta que llevaba puesta de sangre, y haciéndome daño en los nudillos. Ya no estaba acostumbrado a esa mierda, pero El Gordo me lo había pedido personalmente, no podía simplemente escurrir el bulto. Seguramente me lo había pedido a mí, porque era uno de los pocos hombres en los que confiaba.

- Estoy perdiendo la paciencia, Coco – me quejé, secándome el sudor con el brazo, con las manos llenas de sangre - ¿quién coño le dio el soplo a David?

- Deberíamos hacer una parada – decía Pituca, pasándome un paño para que secase las manos. Mi teléfono comenzó a sonar justo cuando terminé.

- Piensa bien en lo que vas a decirme, Coco – le amenacé, con el teléfono en la mano – si llego a enterarme de que tú o tu banda estáis traicionando al Gordo... - salí del despacho, contestando al teléfono, cambiando mi tono, en cuanto la escuché – hola, princesa.

- Charlie – me llamó, ilusionada, mientras yo me mordía el labio. Me encantaba escucharla tan feliz – tengo ganas de verte – sonreí, como un puto idiota - ¿a qué hora nos vemos en la discoteca? - ¡Ostia! La discoteca. Lo había olvidado completamente con todo el problema de Coco - ¿Cuál es exactamente el plan? Verás, es que me ha llamado una amiga...

- Ve con ella – sugerí, cortándola, sorprendiéndola al respecto – yo voy a tardar, aún tengo trabajo...

- No importa si no puedes venir, podemos dejarlo para otro día – sugirió.

- Escucha... - justo iba a proponerle un buen plan, cuando un ruido se escuchó al otro lado de la puerta. Miré hacia el interior, asustado – te llamo luego – colgué y entré en el despacho, observando como Pituca apuntaba a Coco, y este se desangraba por la mano, gritando como un cochinillo en el matadero - ¿estás loca? ¿qué coño estás haciendo? ¿Qué parte del interrogatorio suave no has entendido?

- No nos va a decir nada. David ha comprado su silencio, ¿es que no te das cuenta?

- Yo no hago las cosas así, y lo sabes, joder – espeté, altamente molesto con ella – Escucha ... Coco... - miré hacia el que fue mi colega años atrás, durante mucho tiempo.

- Rita – declaró, haciendo que ambos nos mirásemos, sin comprender, volviendo luego la vista a aquella rata – Rita es la que está pasando información.

- ¿Qué? – no daba crédito. No podía ser posible que la mujer a la que salvé de la calle, 5 años atrás, estuviese haciéndome aquello - ¿De qué coño estás hablando?

- Estaba celosa de la chica nueva – declaró, mientras yo me rascaba la cabeza, empezando a enfadarme por momentos. Era malo que me enrabietase de esa forma, muy malo.

- No esperaba otra cosa de Rita – añadió Pitu – siempre ha sido demasiado pasional – miró entonces hacia mí – Te dije que no te involucrases con ella.

- ¿Y tú como coño sabes eso? Sólo intentas quitarte el muerto de encima y lanzárselo a otro, ¿no? – pregunté, lanzándome sobre él, agarrándole del cuello, provocando que este comenzase a ahogarse, luchando por respirar.

- Charlie, déjalo – ordenó mi socia – si lo matas no nos va a servir de nada – le solté, con cierta reticencia. Tosió sofocado, durante un momento, y luego levantó la vista hacia mí.

- La escuché hablando por teléfono el otro día, mientras traía los beneficios de mi zona.

- ¿Qué escuchaste? – quise saber, intentando serenarme, para ello pensé en ella, en su preciosa sonrisa cuando paseábamos por las playas de Tenerife. Como consecuencia, se me quedaría cara de idiota, fijo, Pitu me miró con atención.

- Cuando le decía que ella había vuelto a la ciudad – declaró Coco. Me llevé las manos a la cabeza, exasperado, empezando a comprender la situación. La puta de Rita me estaba jodiendo, y su estupidez podía costarme muy caro.

- ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! – grité, encerrando la cabeza en mis manos.

¿Y si por culpa de mi estupidez la ponía en peligro?

Retiré las manos de mi cara, alarmado, agarrando la chaqueta, haciendo el amago de salir por la puerta, pero Pitu me detuvo.

- ¿A dónde vas? – no contesté, tan sólo apreté los dientes, molesto - ¿de verdad vas a ir a buscarla con esas pintas? ¿Qué crees que dirá ella si apareces lleno de sangre?

Leo.

Llevaba un vestido negro con brillantina plateada, precioso, de corte griego que me flipaba, altos tacones de plataforma en el mismo tono y transparentes por el centro, un maquillaje en tonos rosas y delineado plateado, y una coleta alta.

Me sentía rompedora esa noche. Sandra iba guapísima, con un vestido rojo y blanco, abierto por la pierna, hasta casi la ingle. Y su amiga Sonia llevaba unos pantalones blancos y un top amarillo con flecos.

- Me encanta esta canción – aseguró Sonia, cuando los primeros acordes de Fuck you comenzaron a sonar. Nos arrastró a la pista, y las tres, nos movimos con sensualidad, provocando a más de uno - ¡Qué sexy! – gritó hacia mí, que, con aquel corto vestido, contoneaba las caderas como una profesional. Había sido estríper, así que... ¿qué esperabais?

- Voy a por otra copa – les dije cuando la canción terminó, y me terminé la copa, me hicieron una señal para que les trajese otra a ellas también.

- Nosotras nos quedamos para que no nos quiten el sitio – asentí, me adentré entre la multitud, y caminé entre magreos hasta la barra.

- Tres copas de ron con cola – pedí al camarero, mientras sacaba el teléfono. Aún no tenía ningún aviso de mensaje o llamada de Charlie. ¿Dónde se habría metido? Estaba preocupada. Aproveché para cerciorarme de que estaba irresistible. Puse la cámara frontal y me miré en ella, divertida. Estaba espectacular, más que lista para deslumbrar a mi hombre. ¿Mi hombre? Pero... ¿En qué mierdas estás pensando, Leonor?

Dejé el teléfono sobre la barra, sacando del pequeño bolso que tenía colgado en el hombro un billete de 20 euros, justo cuando sentí a alguien a mis espaldas. Sonreí, feliz, al fin, él estaba allí. Me mordí el labio, dándome la vuelta, perdiendo el ánimo al ver a David.

- Así que... has vuelto a la ciudad – su voz hizo que me faltase el aliento y perdiese cada atisbo de esperanza que quedaba en mi cuerpo. Un enorme nudo se me formó en la garganta, y sólo tenía ganas de llorar. Tenía miedo – un pajarito me ha dicho que has cambiado al muerto de hambre por el camello – añadía. Era incapaz de responder, me había quedado rígida – sabes que no soporto perder, Leo – tragué saliva, intentando calmarme, justo cuando el camarero dejó mi cambio sobre la barra. Metí el dinero en el bolso – mírate... - apoyó su mano en mi mejilla, acariciándola, justo cuando una lágrima cayó por la otra – estás incluso más bonita que la última vez que te vi.

- ¿Qué quieres? – pregunté. Sonrió, divertido, apartando la mano.

- Ha empezado una guerra entre Charlie y yo – admitió – ese capullo está sacando las garras por ti, y eso es algo que no me conviene.

- Yo no tengo nada que ver con esto – declaré, haciéndole reír.

- Ese hijo de puta está obsesionado contigo – insistía, alargando la mano para coger la mía, me eché hacia atrás, intentando soltarme – destrúyele, Leo – el miedo se expandió por cada parte de mi cuerpo – si le abandonas ahora... te diré qué pasó realmente con tu madre – mis lágrimas volvieron a salir, aterrada.

- Sólo te estás tirando un farol – espeté, limpiándome la cara.

- La razón por la que tu madre abandonó a tu padre... - insistió – ... a su única hija a la que adoraba...

- ¡Basta! – rogué, dejando escapar algunas lágrimas más – Por favor...

- Rómpele el corazón y te lo contaré todo – negué con la cabeza, aterrada – piénsatelo – me marché, después de eso, olvidándome las copas en la barra. Me apoyé sobre la pared, detrás de los baños, junto a la puerta del staff, sintiendo como me faltaba el aire.

Mamá. No podía dejar de pensar en ella, en sus ruegos durante todo el recorrido de la feria, para que no la buscase, para que no desobedeciese a mi padre, jurándome que me quería y que algún día volveríamos a vernos.

Necesitaba saber qué había sucedido con ella, ¿por qué nunca volví a verla?

Pero ... no podía ceder a aquel chantaje, no podía abandonar a Charlie. No quería renunciar a eso. Era lo único que me hacía feliz en aquellos días.

Apoyé las manos, sobre la pared, sintiendo como mi corazón se encogía y mis lágrimas salían, estaba asustada, ansiosa, y lo peor es que no sabía que decisión tomar.

Mi teléfono comenzó a sonar, en mi bolso, ni siquiera quería cogerlo, me aterraba que fuese él, ¿Qué iba a decirle?

Mi madre era más importante para mí en aquel momento, no podía dejar de pensar en su rostro plagado en lágrimas cuando me rogaba que me quedase al lado de mi padre, que no le contase que nos habíamos visto, aterrada.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro