33. Petición.
Y aquí el segundo capítulo que les prometí hoy. Espero que les guste :D Disfruten, nos vemos pronto.
Estaba en la cama, observándome, mientras yo bailaba al ritmo de Toca Toca, haciéndole sonreír, divertido, porque esa canción no era en lo absoluto sensual.
- No es esto lo que tenía en mente – se quejó. Sonreí, sin poder evitarlo, con aquel ritmo siendo mostrado por mi cuerpo, ni siquiera me desnudé aún, quería hacerle rabiar un poco más – siempre llevándome la contraria...
- No tienes paciencia – le dije, sonrió, observando cómo me bajaba la cremallera del vestido, me lo quité de los hombros y dejé que cayese al suelo, mientras él me devoraba con la mirada. Entre abrió la boca, deseoso. Caminé a paso decidido hacia él, dejando el móvil con la canción abandonado, importándome bien poco que acabase y empezase otra. Llegué hasta él, le agarré de la nuca, atrayendo su boca a la mía, besándole. Sujetó mi barbilla, echando la cabeza hacia atrás para observarme.
Acarició mis pezones con el dorso de la mano, despacio, sin dejar de mirarme, quedándose con cada una de mis reacciones. Dejé caer la cabeza hacia abajo, mientras mis cabellos caían sobre nuestros rostros.
Se mordió el labio, volviendo a mirarme, con una sonrisa, encerrando mi pecho en sus manos, haciendo la presión justa para hacerme estremecer.
Me cogió desprevenida, tirándome sobre la cama, echándose sobre mí, como un León sobre su presa.
Sus labios se apoyaron en mi cuello, besándolo con calma, bajando por mi pecho, metiendo mi pezón en la boca, mientras yo me volvía loca. Levantó la vista para observarme, con ese aire seductor que me volvía loca.
- Charlie... - susurré. Sonrió, bajando un poco más, mi obligo, mi pelvis, mi sexo. Me mordí el labio, levanté la cabeza y observé como metía su nariz entre mis pliegues, deleitándose con mi olor.
Se sentó sobre la cama, agarrando mis caderas, sin previo aviso, abriendo la boca para devorar mi sexo, haciéndome estremecer.
- Esto se parece un poco más a mis sueños húmedos – bromeó, haciéndome reír. Pero dejé de hacerlo, en cuanto su lengua volvió a hacerse dueña y señora de mi sexo, lamiendo todo a su paso, centrando en ese punto que me hacía perder la cordura.
Apreté las sábanas, con las manos, mientras arqueaba mi cuerpo un poco más, abriendo la boca, sin poder dejar de emitir un sonido tras otro.
- ¡Dios! – grité, justo cuando sus dedos se colaban en mi interior, moviéndose en círculos. Me retorcí como una culebrilla indefensa, con él devorándome como un auténtico tigre - ¡Dios!
Mis convulsiones se hicieron partícipe, pero él ni siquiera se detuvo, al contrario, hizo crecer los movimientos de dos dedos en mi interior, mientras su lengua seguía jugando con mi clítoris. Cazó este punto entre sus dientes, besándolo levemente, levantado el rostro babeado para mirarme.
Dejó caer mi cintura en la cama, y me observó, gateando sobre mí, deteniéndose cuando llegó arriba, besándome apasionadamente. Sus labios sabían a mí, y aquello sólo me encendió de nuevo.
Me sujeté a sus pantalones, desabrochándole el cinturón y los pantalones, aferrando su trasero a mí.
Me observó, abriendo la boca, mientras yo hacía lo mismo, más que lista para que me hiciese aquello. Se coló dentro de mí, haciendo que ambos gimiésemos, al unísono, y siguiésemos haciéndolo.
Entre besos y gemidos, aquello comenzó a volverse un poco loco. Su mano sujetó mi barbilla, justo cuando un muerdo me embriagó, y sus gemidos irrumpieron en mi boca.
- Sólo tú y yo – aseguró, en medio de todo aquello, haciéndome sonreír, para luego centrarnos en aquello.
Dormimos abrazados esa noche, sin poder dejar de mirarnos, besarnos o acariciar nuestros cuerpos, como si acabásemos de descubrir algo nuevo.
***
Él conducía hacia el otro lado de la isla, con la intención de ver las calas, llevábamos algo cómodo, él estaba guapísimo con aquella gorra, se me hacía la boca agua.
- ¿Estás feliz? – preguntó, justo cuando levanté las manos y comencé a gritar, en aquel descapotable, con el viento en mi cabello. Subí la canción que sonaba en la radio y comencé a cantarla, mientras él rompía a reír.
Detuvo el auto cerca del lugar donde le indicaba el gps, se bajó y me llamó para que hiciese lo mismo. Nos acercamos al borde, observando las bonitas vistas de la playa desde allí arriba. Se acercó a mí entonces, agarrándome de la nuca, atrayéndome hasta su boca, logrando que me chocase con su gorra.
Ambos rompimos a reír. Se quitó la gorra y la tiró a los asientos traseros del coche, para luego lograr su cometido, unir nuestros labios.
Su teléfono comenzó a sonar, haciendo que nos separásemos. Descolgó el teléfono, sin dejar de mirarme, guiñándome un ojo, con chulería, haciéndome sonreír.
- Charlie – le llamó Poli – sé que vas a matarme, pero necesito que vuelvas.
- ¿Qué coño pasa? – se quejó, perdiendo las ganas de bromear.
- Samuel está detenido – declaró, haciendo que este perdiese el poco color que tenía en su rostro – David estuvo en el barrio – insistió – vino a joder a tu padre, ya lo sabes, pero ... Samuel se metió en medio. Los han detenido a los dos.
- Usa el dinero de los soviéticos – contestó – y paga su fianza.
- ¿Ni siquiera puedes venir a sacar a tu hermano de la cárcel? – preguntó su padre, al otro lado del aparato, tras quitárselo a Poli – Siempre has sido un egoísta, Carlos. Pero pensé... que tu hermano era importante para ti. Él no merece verse envuelto en tus mierdas.
- Mis mierdas, cómo tú lo llamas es lo que nos está sacando a flote después de que te metieran en la cárcel – se dio la vuelta, para evitar mi mirada – No estoy en Madrid, ahora.
- A pesar de todo él sigue confiando en ti – alegó – en que lo salvarás y lo protegerás, sigue pensando que su hermano es el mejor. Así que ... mueve el culo hasta aquí, y haz tu papel de hermano mayor, a mí no me dejan verle.
Colgó el teléfono y miró hacia mí.
- Tengo que volver – le miré, sorprendida, justo cuando él bajaba su cabeza, avergonzado – Samuel se ha metido en líos con David – asentí, con calma, acercándome a él, agarrando su rostro entre mis manos, aterrada.
- Esto entre tú y yo... no lo termines – nos besamos apasionadamente, hasta que él se echó hacia atrás – Charlie...
- Vuelve conmigo – rogó – no quiero estar allí sin ti.
- Sólo si me prometes que sólo serás mío – asintió, despacio, abrazándome después, besándome, con miedo de que todo se fuese a la mierda.
- No le digas nada a Samuel – rogó, aterrado – sobre nosotros.
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