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27. La obsesión

Buenas noches, aquí el capítulo de hoy, espero que les guste :D

Poco a poco se van empezando a descubrir cosas.


Salí de la universidad, cabreada con el mundo, el último examen me salió de pena, la culpa era mía, no había estudiado nada, ni siquiera lo había leído, y no dejar de pensar en lo acontecido la noche anterior, y en aquella conversación que tuve con Deb, no me dejaban pensar en nada más.

Llevaba una peluca morena, una falda de cuadros negra, y una blusa blanca, mientras caminaba hacia la parada del autobús, justo cuando una moto se detuvo junto a mí. La ignoré, por supuesto, pues llevaba mis cascos e iba escuchando música. Alguien se bajó de la moto, y se detuvo frente a mí.

Le reconocí en seguida, era Charlie. Llevaba una gorra roja y una chupa de cuero. Me quité los auriculares y miré hacia él, sin comprender.

- ¿Qué estás haciendo aquí? – me quejé.

- Te queda bien el moreno – contestó, sonreí, mordiéndome el labio inferior, entre abriendo la boca después.

- Hablo en serio, ¿qué...?

- Quizás me apetecía hacer algo diferente hoy – me dijo. Le miré, sin comprender – como llevar a una princesa a casa – señaló hacia la moto.

- No vengo vestida como para ... - me detuve al ver cómo me colocaba el casco, sin tan siquiera escucharme - ¡Charlie!

- Sube – ordenó. Se subió en la moto y volvió a hacerme una señal. Me monté tras él, tirando de mi falda para tapar todos los lugares por los que pudiese verse algo, y cuando lo terminé de asegurar todo, él arrancó, poniendo rumbo hacia lo desconocido.

Me abracé a él, y dejé que me condujese al descampado de la última vez. Rompí a reír cuando vi aquello. Se bajó de la moto, invitándome a hacer lo mismo.

- No voy a acostarme contigo – me quejé, tiró de mi mano, sin tan siquiera contestar, acercándome al borde, a los árboles. Me sorprendí al ver el mirador, porque no tenía ni idea de que aquello era uno.

- ¿Cómo te van los exámenes? – preguntó, sentándose en la hierba, mientras yo miraba hacia él, sin comprender su actitud. ¿Dónde había ido Charlie el capullo de mierda? Tiró de mi mano, sin previo aviso, y me obligó a sentarme junto a él. Me mordí el labio, nerviosa, levantando la vista para mirar hacia la ciudad. Había unas magníficas vistas desde allí arriba. Tragó saliva, sin dejar de mirarme, podía sentirla, pero no quería mirarle. Ni siquiera sabía cómo afrontar la situación.

Su mano acarició la mía, y yo giré la cabeza para observarle.

- Deberíamos... - comencé, apartando la mano, incómoda, haciéndole reír, perdiendo el miedo de todo aquello. Se abalanzó sobre mí, apretándome contra el suelo - ... Charlie...


- ¿Te pongo nerviosa? – quiso saber, evité su mirada, todo lo que pude, hasta que él me agarró de la barbilla y me obligó a mirarle – La princesita del cuento se siente intimidada por el camello ¿no? – volví a empujarle, intentando apartarle, pero él me detuvo – mírame – suplicó, para luego acariciar mi sexo, aún por encima de las bragas, conllevando a que miles de sensaciones me inundaran – déjame verte disfrutar – rogó, justo cuando metía sus dedos dentro de mis bragas, acariciando directamente ese punto con la yema de sus dedos. Me mordí el labio tan pronto como sentí las convulsiones – Eso es, buena chica...

- ¿Vas a follarme? – pregunté, con la voz marcada por el deseo. Sonrió, divertido, negando con la cabeza tan pronto como llegué al éxtasis y me corrí en las bragas. Me levanté con dificultad, intentando volver a la normalidad, mientras él se llevaba los dedos a la nariz y se embriagaba con mi perfume – esto sólo es uno de tus juegos ¿verdad? – dejó de inhalar mi olor, se puso en pie y miró hacia mí.

- ¿Por qué presupones que es un juego? – se quejó, acariciando con las yemas de sus dedos mi rostro, erizándome la piel.

- Quizás porque el Charlie que conozco nunca...

- Puede que ese sea el problema – contestó, bajando la mano – que ni siquiera conozcas al verdadero Charlie – miró hacia mis labios con deseo, conllevando a que ambos nos enfrascásemos en un prolongado beso que no parecía tener fin.

Se aferró a mi nalga derecha, apretándome contra sí, haciéndome estremecer.

Ladeó la cabeza, separando su boca de la mía, con toda la voluntad que fue capaz de reunir.

- Pero si no quieres conocerme... te llevaré a casa – me aferré a sus labios, desesperada, agarrándole de la camiseta, aferrándole a mí, en respuesta a sus palabras.

- Cuéntame la razón – supliqué, entre besos y muerdos – por la que estás... haciendo ... esto – volvió a ladear la cabeza, observándome con detenimiento, esperando a que dijese algo más – porque ahora mismo no siento que estoy con Charlie, el camello. Si no... Carlos ese amable chico que me tendió un pañuelo cuando me rompí la nariz – su actitud cambió en ese instante, echándose hacia atrás, apartándose, como si mis palabras pudiesen haberlo herido de alguna forma – Charlie...

- Ojalá no hubieses sacado ese tema de mierda – se quejó, dejándome atrás, dándome la espalda, caminando hacia la moto, subiéndose después, más que dispuesto a largarse. Corrí hacia él, porque temía que pudiese dejarme en aquel mirador, completamente sola - Te llevo a casa – añadió.

La vuelta a casa fue incómoda, podía sentirle rígido a mi abrazo, como si hubiese un enorme abismo entre nosotros, como si lo hubiese estropeado con mis estúpidas ganas de saber más sobre aquello.

¿Por qué no podía dejarme llevar y punto? ¿Por qué había tenido que estropearlo?

Quizás era porque Carlos era el único hombre al que había deseado de verdad, y ahora que lo tenía, se sentía irreal.

Me llevó a casa, en el más pleno silencio, y se marchó después de haberme dejado en el adosado, sin tan siquiera emitir sonido.

Me encerré en la habitación, pensando en lo que Deb me había contado sobre la amistad de mi hermano y Charlie. Eran grandes amigos, como hermano, lo consideraba como su mano derecha en los negocios, por eso ... todo el mundo se sorprendió cuando David jugó sucio con Charlie, traicionándole, quitándole todo lo que era suyo.

Estaba de los nervios.

Necesitaba respuestas.

Marqué el número de teléfono de mi hermano, a pesar de que sabía que sería un error.

- ¿Sí? – preguntó él, al otro lado.

- Soy Leo – contesté, en seguida escupió la cerveza que se tomaba, y prestó atención al teléfono.

- ¿Dónde coño estas? – preguntó, fuera de sí – cuando te encuentre... te vas a arrepentir, zorra.

- Aceptaré el trato que me propusiste la última vez – mentí, era más que obvio que no iba a ceder a sus chantajes – conseguiré los negativos de esas fotos.

- ¿Qué quieres a cambio? – él me conocía bien. Era casi tan retorcida como él para algunas cosas.

- Quiero que me digas qué sucedió entre vosotros para que le traicionases de esa forma – rompió a reír, porque no se lo había esperado en lo absoluto.

- ¿Ese capullo no se ha atrevido a decírtelo? – preguntó, con malicia – Estaba obsesionado contigo, Leo – declaró – era un puto depravado de mierda, que se pajeaba con fotos de niñas de 16 años – me quedé noqueada con aquello - ¿recuerdas la noche de tu cumpleaños número 17 – me quedé callada, no sabía qué contestar – si no llego a aparecer, quién sabe lo que ese capullo te hubiese hecho. Te lo dije, que no te fiases de él.

- No te creo – contesté – Charlie no es así – insistí, porque me era imposible de creer lo que me contaba.

- ¿No lo recuerdas? – insistió – Llegaste de la discoteca, borracha como una cuba, y yo estaba en el salón, con unos amigos. Charlie estaba allí – me informaba – abriste el champagne más caro de la bodega y te pusiste a beber a morro, completamente borracha, bailando seductora en el salón, mientras mis amigos te devoraban con la mirada...

Una voz inundó mi cabeza, incluso dejé caer la mano con el teléfono sobre mi regazo, al pensar en ello...

"Deberías dejarlo ya, Leo. Esos idiotas de ahí fuera te miran como un trozo de carne – se quejó, agarrándome la botella, colocándola sobre la encimera de la cocina

Igual quiero que me miren así, ¿no lo has pensado? – me observó, sin comprender – Tengo 17 años y aún soy virgen, ¿sabes lo frustrante que es eso? – se echó a reír, divertido, bajando la vista un momento - ¿te hace gracia?

No creo que debas perder el tiempo con estos capullos – contestó – creo que el tipo con el que pierdas la virginidad debe ser algo mejor que esto.

¿Qué sabrás tú?

Mi primera vez fue una mierda – aseguró – ni siquiera me corrí. Dicen que la primera vez nunca se olvida, ¿de verdad quieres recordar algo así con uno de estos idiotas?

¿Y si fueras tú? – me miró, sin comprender a dónde quería llegar – Podrías acostarte conmigo, así mi primera vez no sería tan mala – sonrió, bajando la mirada, algo avergonzado.

Me siento alagado, Leo. De verdad, pero sé que sólo dices todo esto porque estás borracha, probablemente algo calenturienta – adivinó. Bajé la cabeza, con timidez – pero en condiciones normales, seguro que no querrías que algo así sucediese entre tú y yo – saqué todo el coraje que pude, apoyé mis manos en sus hombros, y me puse de puntillas para hablarle al oído.

Vamos, Carlos. En el fondo estás deseando hundirte entre mis piernas.

¿Qué coño está pasando aquí? – preguntó mi hermano, logrando que ambos nos separásemos, algo avergonzados de haber sido descubiertos – tío, que es mi hermana, y es menor, joder.

No es lo que piensas, sólo estaba... - comenzó, pero mi hermano ni siquiera le dejó explicarse, pues le partió la cara sin contemplaciones"

¡Oh Dios Mío!

La culpable de que se hubiesen peleado era yo. Yo y mis malditas borracheras en mi adolescencia, siempre estaba haciendo locuras.

¡Por Dios!

¿cómo podía haberle dicho algo así? Me sentía como una niñata calentorra en aquel momento. ¿Qué habría pensado él de mí?

Ni siquiera podía pensar con claridad, tan sólo quería... necesitaba verle. Salí de la habitación, chocándome con Rita, que hablaba por teléfono.

- Espera un momento, Charlie – se disculpó con él – Princesa – me llamó – ten más cuidado.

- Perdón – me disculpé, observando cómo se metía en el cuarto de baño, cerrando la puerta tras ella. Me acerqué a esta, poniendo la oreja, escuchando la conversación, al menos lo que ella respondía.

- Está bien, lo haré – aceptaba ella – pero vas a tener que darme algo a cambio – se escuchaba el silencio – quiero una noche contigo, mi cama te extraña y lo sabes.

- No está bien escuchar detrás de las puertas – me regañaba Deb, haciendo que por poco no se me saliese el corazón por la boca.

Y encima el pesado de Lucas me mandó un mensaje, haciendo que volviese a sobresaltarme.

Lucas:

Esta noche sí que sí, te tienes que venir. Estaremos en la discoteca Vanguardia.

Yo:

Esta noche me apunto.

Necesitaba distraerme, porque todo el tema de Charlie me estaba volviendo loca. Ni siquiera quería pensar en que nos habíamos acostado, en su obsesión conmigo, en la pelea que tuvo con mi hermano, o en el trato que acababa de hacer con Rita. Iba a acostarse con ella.

Lucas puso el grito en el cielo cuando se enteró que nos habíamos acostado, y luego me dio un toque en el brazo, susurrándome "Enhorabuena" en el oído. Por supuesto le conté también sobre lo que había recordado de la noche de mi cumpleaños.

- Te rechazó de buenas maneras, pero tú, no tienes excusa, eres una zorra – bromeó. Rompí a reír, no pude evitarlo – anda venga, vamos a por una copa.

Me puse hasta el culo, me bebí más copas de las que debía, estaba borracha, no podía dejar de reír, de bailar y de hacer el tonto con Lucas.

El local estaba a reventar, pero me daba igual, incluso me importó un bledo ser magreada por algunos tíos, tan sólo necesitaba sacar a Charlie de mi cabeza, quizás volver a meter en ella a Samuel me ayudaría.

Samuel... ¿por qué ni siquiera pensaba en él? ¿Por qué no estaba tan afectada como pensé que estaría? No podía quitarme de la puta cabeza a Charlie.

Una canción lenta se escuchó por el lugar, una balada, donde la gente comenzó a bailar. Sandra se pegó a mí, porque Lucas volvía a estar por ahí, desaparecido. Hicimos el tonto un rato, hasta que una mano tiró de mí, obligándome a darme la vuelta, cayendo sobre él. Sandra no podía dejar de mirarle, al igual que yo. Estaba guapísimo, con aquellos pantalones de cuero y esa camiseta blanca, el cabello despelucado, y un tatuaje en su brazo izquierdo.

- ¿Qué coño haces aquí? – él estaba enfadado – Primero me dices que te esconda y luego sales a una discoteca donde tu hermano puede encontrarte, con tus amigos.

Acaricié su cuello, sin tan siquiera escucharle, haciendo que él se relajase, por momentos, subiendo hasta su mejilla, deteniéndome en sus labios. Lanzándome sobre ellos después.

- Aquí no – me regañó, separándose de mí, luciendo altamente molesto, mirando hacia su alrededor – es mi lugar de trabajo.

- Eres mío – me atreví a decirle, sonrió, divertido, agarrándome de la cintura para atraerme hasta él, olvidándose del trabajo. Se mordió el labio, dejándose llevar por aquella canción tan sensual que había comenzado. Me acerqué a su oído, para rogar por aquello que él necesitaba escuchar – fóllame, Charlie – tragó saliva, justo cuando le miré.

- Ahora tengo que trabajar, princesa – contestó, sonreí, divertida, acerqué mi rostro al suyo, rozando con mis labios los suyos, encendiéndole de golpe.

- ¿Seguro?

Me apretó contra la pared de aquel baño, mientras se quitaba con rapidez los pantalones, bajándolos lo suficiente, subiéndome el vestido, tirando de mis bragas con tantas fuerzas que las desgarró, volviendo a lanzarse a mis labios, entre gemidos y respiraciones aceleradas...

- ¿Qué quieres, princesa? – preguntó, deteniéndose para observarme, con una sonrisa pilla en su rostro. Me mordí el labio, seduciéndole.

- Charlie... - susurré, mientras él, tiraba de mi labio inferior hacia abajo, más que deseoso de escucharme pronunciar aquello – te quiero dentro – ensanchó la sonrisa, bajando las manos, aferrándose entonces a mis nalgas, cogiéndome en brazos, propinándome la primera embestida, mordiendo mis labios, mi mejilla, mi cuello, sin poder detener aquello. Agarré su rostro con ambas manos, obligándole a mirarme mientras me lo hacía – Charlie... - le llamé – eres mío...

- ¿Por qué eres tan avariciosa? – preguntó, divertido, sin detenerse – nos quieres a todos para ti.

- Sólo te quiero a ti – insistí, comenzando a tersar mi cuerpo, estaba cerca del final. Me dejó en el suelo, y yo le miré sin comprender, pues él aún no había terminado. Se subió los pantalones – Charlie...

- Eso sólo lo dices porque estás borracha y acabamos de follar – se quejó, divertido, colocándose bien el cinturón y la camiseta – pero sé de sobra que al que prefieres es a Samuel – se marchó después de eso, mientras yo me quedaba allí, pensando en lo que acababa de decir.

- ¿Te lo has tirado? – preguntó Sandra, con incredulidad, cuando me vio aparecer, con la barra de labios tiñendo la comisura de mis labios, y el cabello algo desordenado – Pensé que el que te gustaba era ese niño pobre...

- No – contesté, molesta con mi amiga, girando la cabeza, observando a Charlie allí, pasando droga a todo aquel que se le acercase con ganas de comprar.

Y hasta aquí el capítulo.

¿Qué os ha parecido?

Ha estado súper interesante ¿no creeis?

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