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26. La semilla de la duda.


Esta semana estaré subiendo capítulos toda la semana, con motivo de que terminé de escribir el libro, para celebrar, lo que os digo, capítulos toda la semana, el domingo será el último. Espero que os guste el capítulo.


Charlie:

¿Cuándo se me había escapado la situación de las manos? Ni siquiera quería pensar en ello en aquel momento, tan sólo quería una cosa de ella y era meterle la polla, nada más.

Nuestras miradas lo decían todo, ni siquiera pude demorarlo más, y volví a besarla, en aquel mirador, justo al bajar del auto.

Ella estaba temblando ante el roce de mi piel con la suya, la forma en la que nuestros labios se unían, en la que su lengua se aferraba a la mía... ¡Joder! Nunca había sentido algo así con otra mujer.

Me quité la chaqueta, dejándola en el capó del coche, mientras ella abría los ojos para observarme, justo cuando me quitaba la camiseta, quedándome desnudo por la parte de arriba.

Abrió la boca, con deseo, mirándome lentamente antes de apoyar las manos en mi pecho. Su tacto creó un remolino de sensaciones en mi interior. Cerré los ojos, y me dejé llevar, mordiéndome los labios, evitando que los gemidos envolviesen la situación, pero los abrí de golpe, tan pronto como ella llegó a mi pelvis.

Parecía estar pidiéndome permiso con la mirada, y yo se lo di de la misma manera. Desabrochó el cinturón, desenlazándolo, desabotonando los tres primeros botones del pantalón.

Tragué saliva, agarrándola luego del cuello, atrayéndola hasta mí, dejando un rastro de caricias hasta su pecho, deteniéndome en su cremallera, comenzando a bajarla, sin dejar de mirarla, hasta que logré hacerlo. En aquella ocasión fue ella la que terminó de quitarse el vestido, quedándose tan sólo con esas bragas frente a mí.

Apoyé la mano en su pecho izquierdo, sin dejar de mirarla, acariciándole el pezón con el pulgar, excitado, provocando que ella se mordiese el labio. Abrió la boca, echando la cabeza hacia atrás, emitiendo un prolongado gemido, poniéndome como una moto.

La subí al capó del coche, metiéndome entre sus piernas después, mientras ella se sujetaba sobre sus codos, y me observaba con detenimiento. Acerqué mi boca al punto que había estado acariciando con anterioridad, lamiendo despacio su pezón, mientras ella no me quitaba ojo. Lo cacé entre mis dientes, volviendo a hacerla gritar.

- Joder – su gemido me volvió loco, dejé de contenerme y pasé a la acción, ni siquiera podía pensar con claridad debido a lo terriblemente hirviendo que estaba. No podía ni sentir el frío de aquella noche, mi cuerpo estaba en llamas.

Agarré sus bragas, quitándoselas con fiereza, admirando entonces su afeitado coñito. Era sencillamente perfecto, con un amplio monte de venus y unos labios más que apetecibles. Se me hacía la boca agua con sólo pensar en saborearlo. Pero ni si quiera me dejó hacerlo, se aferró al borde de mi pantalón y lo bajó hasta las rodillas, suplicante.

- Charlie – me llamó, deseosa de sentirme dentro, invitándome a entrar. Volví a besarla, como un desesperado, aferrándome a sus nalgas, guiándolas hasta el lugar correcto. Presionando su sexo contra el mío, sintiendo lo húmeda que estaba.

- Princesa – la llamé, entre jadeos, sin poder dejar de hacerle aquello, haciendo fricción, eso era incluso peor que una tortura china – esto me está matando. Dime que te pasa lo mismo – supliqué – dime que me quieres dentro de ti.

- Sí – contestó, apretándome el trasero, me apoyé sobre el capó, con ambas manos, sintiendo como este se hundía bajo nosotros, y la observé, con lujuria.

- Quiero escucharlo – susurré, mordiéndole el labio inferior, mientras ella volvía a gemir, volviéndome un poco más loco – dímelo, princesa.

- Te quiero dentro – escuché. Sonreí, con chulería, propinándole la primera embestida, estremeciéndola. Se aferró a mi espalda, mientras le daba más de lo que ella quería, con gemidos desesperados que ella devolvía en seguida, llenándola entera, hasta llegar lo más hondo posible – Oh, sí – gimió, mordiendo mi cuello para detener sus gemidos, mientras los míos revotaban en su oído, encendiéndola un poco más – joder...

Nuestros gemidos comenzaron a entrelazarse, conectados, justo cuando la cogí en brazos, apretándola contra el lateral del coche, porque ante todo no quería cargármelo, y comencé a darle con más violencia, como si fuese a partirla por la mitad.

Entrar en ella, recorrer todo su cuerpo con mis manos, erizar su piel con mi tacto, sus gemidos cuando le daba placer, y su mirada pidiéndome más. Jamás pensé que me sentiría de aquella forma cuando la tuviese a mi merced, y era incluso más placentero de lo que alguna vez pude llegar a fantasear.

Su cuerpo tembló, estaba convulsionando, emitiendo un prolongado gemido, que me encantó tanto, que fue justo lo que me faltaba para llegar a la línea de meta. Terminé corriéndome en ella, en su interior, apretándola con fuerza, sin poder evitarlo.

Emití un prolongado gemido y me dejé ir, expandiendo aquella sensación de éxtasis, hasta que el frío de la noche me sacó de aquella burbuja, trayéndome a la realidad.

¿Qué mierdas había hecho? Y lo peor de todo... ¿por qué no estaba ni un poco arrepentido? Porque en aquel momento, después de haber conseguido lo que llevaba un año y medio deseando... ni siquiera me daba igual morir, me sentía totalmente realizado.

Apoyé mis manos a ambos lados de su cabeza, y miré la miré, mientras nuestras respiraciones luchaban por volver poco a poco a la normalidad.

- Dime que no te arrepientes de esto – supliqué, acercando mi rostro al suyo, sorprendiéndola por lo mucho que quería que me dijese que no – dime que ...

- No me arrepiento – prometió, sonriéndome después, antes de volver a besarme.

Me sentía como en una maldita nube, porque yo estaba loco por ella, a pesar de que me lo negase mil veces, de intentar poner distancia entre nosotros, yo seguía obsesionado con aquella mujer.

- Vamos – dije, subiéndome los pantalones, para luego recoger su vestido y cedérselo – hace frío.

Leo.

¡Oh Dios!

Acababa de acostarme con Charlie, el camello. Pero ... ¿cómo se me había ocurrido? Sus labios no me dejaban pensar con claridad, besándome apasionadamente, de nuevo, ya vestidos, pero queriendo alargar aquel momento un poco más.

- No pienses – suplicó, acariciando mi nariz con la suya, besándola después – y así no te arrepentirás de esto.

- ¿Por qué tú no estás arrepentido? – Sonrió, divertido, volviendo a besarme, sin darme tregua.

- Llevaba tiempo deseando esto – declaró, sorprendiéndome de golpe – puede que ... - se detuvo, tragando saliva, algo nervioso. Jamás había visto a Charlie nervioso, así que aquello era todo un evento digno de ver - ... desde que me lo pediste en la Sala West, quizá – me mordí el labio, dibujando una tonta sonrisa en mi rostro, ante la sola idea de que dijese la verdad.

- ¿Sólo desde la Sala West? – indagué, haciéndole sonreír.

- Vamos, mañana tienes clase – se separó de mí, entrando en el coche. Así que abrí la puerta del copiloto e hice lo mismo.

- Charlie – le llamé, cuando arrancaba y ponía rumbo hacia el lugar en el que me estaba quedando. Hizo un ruidito afirmativo, para que continuase – Sólo querías esto, ¿verdad? Quiero decir, sólo tenías interés en mí por el sexo – sonrió, al escuchar aquello, y yo me molesté conmigo misma por estar tan nerviosa con él. ¿Qué me sucedía? Yo no era así con los demás – Lo que quiero decir es...

- ¿Tan ansiosa estas por saberlo? – Tragué saliva, aterrada, lamiendo mis labios. Él hizo lo mismo - ¿qué vas a darme a cambio? – le miré sin comprender, mientras él sonreía con chulería – A cambio de que te lo diga.

- ¿Qué quieres? – me atreví a preguntar.

- A ti, te quiero a ti – contestó, como si tal cosa, haciendo que esas mariposas dormidas volviesen a aparecer. Eran mis sentimientos de adolescente hacia mi amor platónico – cada jueves en mi cama – su última frase fue como su un balde de agua fría cayese sobre mi cabeza.

- No soy una puta – contesté, molesta. Si no hubiese estado conduciendo le habría cruzado la cara.

Su auto se detuvo en el arcén, girándose para observarme, parecía que no quería seguir teniendo aquella conversación en marcha.

- Quiero follarte cada día – añadió, explicando a lo que se había referido con anterioridad. Pero aquello no me servía. Le crucé la cara - ¿no te ha gustado lo de esta noche? – le miré, aun molesta – me has dicho que no estabas arrepentida, entonces ... ¿por qué no quieres repetir? – entendí su punto de verlo.

Pensé en ello, volver a acostarme con él no me parecía una mala idea, a pesar de que aún tenía muchas cosas que descubrir, pero ... siendo sinceros en aquel momento sólo quería una cosa de él.

Me sorprendí a mí misma, y a él, cuando me subí a horcajadas de él. Apagó el motor, levantó el freno de mano, metiendo después sus manos debajo del vestido, apretándome contra su duro miembro.

Nos besamos apasionadamente, encajando a la perfección, con las respiraciones aceleradas, encantándonos estar en los brazos del otro. Aquello era como un sueño hecho realidad.

- Fóllame, Charlie – supliqué, haciéndole estremecer.

Le desabroché el cinturón y el pantalón, lo suficiente hasta sacar a su miembro a escena, sin dejar de mirarnos, gimiendo entrecortadamente cuando me subí sobre él, metiéndola en mi interior después.

Con las respiraciones aceleradas, llenando las ventanas de vaho, y sus labios dejando un rastro de besos por mi cuello, el deseo nos conducía a la locura, incapaz de reaccionar, de darnos cuenta de que aquello era un terrible error.

- Oh – gemía, cada vez más fuerte, sabía que estaba cerca del final, así que apoyé mi frente sobre la suya – mi princesa...

Me detuve, sin tan siquiera haberla sacado aún de mi interior, mientras él ladeaba el rostro, aferrándose a mis labios, incapaz de dejarlos ir.

- Sé que no eres una puta – admitió, yo seguía con ojos cerrados, luchando por mantener mi respiración en calma, aunque era prácticamente imposible, debido a su cercanía, y a lo que acabábamos de hacer – pero igual te quiero en mi cama.

- ¿Sólo los jueves? – quise saber, sonrió, divertido, besándome en la mejilla, antes de contestar.

- No.

- ¿Sólo es sexo lo que quieres de mí? – volví a preguntar, sonrió, divertido – Charlie...

- Quizás te lo diga el próximo jueves – bromeó, haciéndome sonreír.

- Quizás me lo digas antes del jueves, la próxima vez que nos veamos – me devolvió la sonrisa, al darse cuenta de lo que eso significaba.

- Ni siquiera te has dado cuenta, pero ... estás cayendo en mis redes, princesa – bromeó. Me reí en su cara, levantándome, manchándole con su semen, que caía de mí. Ni siquiera se inmutó.

- Ni en tus sueños más húmedos – contesté, haciéndome la dura, volviendo a sentarme en mi lugar, colocándome bien el vestido.

- Ni siquiera podrías hacerte una idea de lo que te haría en mis sueños más húmedos – declaró. Me mordí el labio, más que deseosa de averiguarlo, mientras él se subía los pantalones, limpiando la mancha con un clínex, tirándolo después por la ventanilla, arrancando, poniendo rumbo a casa.

Me bajé del auto en cuanto llegamos, y él se bajó detrás de mí. Me agarró de la mano, antes de haber llegado a abrir la puerta, agarrándome el rostro con ambas manos, lanzándose a mis labios justo después.

Le apreté, con ambas manos en el pecho, apartándole de mí.

- ¿Estás loco? – me quejé – van a vernos.

- ¿Y por qué crees que eso me importa? – preguntó, volviendo a acercarse a mí. Se sujetó a mi cintura, mientras yo bajaba las manos, aferrándome a su camiseta, a sus labios.

- Hablo en serio, Charlie – me quejé, apartándome de él, escurriéndome y marchándome al interior de la casa.

- ¿Qué tal ha ido? – quiso saber Deb, en cuanto me vio entrar por la puerta. Sonreí, mordiéndome el labio.

- No ha ido mal – contesté, escuchando entonces como un mensaje llegaba a mi móvil.

Charlie:

Buenas noches, princesa.

No pude evitarlo, una tonta sonrisa inundó mi rostro, haciendo que Deb me mirase, algo asombrada.

- ¿Hay algo entre Charlie y tú? – quiso saber. Levanté la vista, del tirón, y miré hacia ella, alarmada.

- Claro que no – contesté, agarrando un poco de agua, tragándomela entera, del susto – sólo somos socios.

- Ten cuidado con él – me dijo – es un buen amigo, pero es un cabrón en los negocios.

- No es mi caso – contesté – su hermano y yo estuvimos saliendo – Ella abrió mucho los ojos, sorprendida, y yo la miré sin comprender.

- Eres Leo – reconoció.

- ¿Cómo lo sabes? Quiero decir, cuando llegué me llamasteis "Princesa"

- Él suele hablar de ti cuando se emborracha – contestó. Me sorprendí al respecto. Ella sonrió, agarrando mi mano, tirando de mí hacia mi cuarto – las paredes tienen oídos – asentí, quitándome la peluca, la media que sujetaba mi cabello, dejándolo libre, mientras la escuchaba a mis espaldas - ¿sabes por qué David traicionó a Charlie? – negué con la cabeza – quizás antes debas averiguar eso, quizás te sorprendas al descubrirlo.

- Si lo sabes... deberías decírmelo – me quejé. Ella negó con la cabeza, haciendo un gesto con los dedos, como si estuviese cerrando una cremallera imaginaria en su boca – Deb...

- Yo no puedo decirte nada – contestó – sólo puedo sembrar la semilla, y ahora debes ser tú la que la riegue.

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