23. Amenazas
Y aquí el segundo capítulo de la semana, espero que lo disfruten. Ya me dirán que les pareció el capítulo.
Muchas gracias por pasarse a leer.
- Puedes esperarle aquí si quieres – me dijo, abrí la boca, dispuesta a contradecirle, cuando su teléfono comenzó a sonar – Dime, Pituca - ¡Dios! ¿Por qué sus amigos tenían todos nombres tan raros? Comenzó a reír, como si lo que ella hubiese dicho fuese gracioso – pásame a ese cabrón. Hola, David – me tersé en seguida, al darme cuenta de que estaba hablando con mi hermano - ¿las fotos? Sí, se las di yo – aseguró, agarré su mano, en acto reflejo, asustada, mientras él miraba hacia ese punto y luego a mí - ¿y qué te hace pensar que ese no era mi plan? – indagó – Ese es el punto, ser imprevisible para que tu oponente no sepa tus movimientos – contestó, apreté su mano, conscientemente, logrando que él volviese a prestarme atención. Negué con la cabeza, para que dejase de darle pistas – Me encantaría quedarme a charlar contigo, pero ahora estoy ocupado con tu hermana – lanzó, colgó el teléfono, guardándolo en su bolsillo, mientras yo le empujaba, soltándome de él – Está obsesionado contigo – me informó, dándome una excusa de lo que acababa de decirle.
- ¿y tú? – me quejé – Anoche dijiste que me follarías – perdió la sonrisa al escuchar esas palabras, quizás porque no esperó que yo hablase sobre aquello tan a la ligera – dijiste...
- Anoche me tocaste la polla – espetó, se acercó a mí, agarrándome de la mano para atraerme hasta él – si no querías que te follara ¿por qué me tocaste la polla? ¿eh?
- Sólo estaba jugando – dije, en mi defensa. Sonrió, divertido, soltando mi mano, entrelazando la suya alrededor de mi cintura, acercándome un poco más a él.
- ¿y por qué coño jugabas conmigo si se supone que estás con mi hermano? – ahí me había pillado. ¿Qué coño estás haciendo, Leo? Respóndele anda, que yo también lo quiero saber, lo que hiciste anoche.
- Yo no...
- Si vuelves a hacerlo... te follaré, Leo – lanzó, mirando hacia mis labios, dejándome desarmada – te follaré tan duro...
¡Joder!
¿Por qué no estaba ni un poquito enfadada? ¿Por qué quería comprobarlo?
Se me hizo la boca agua, y los calambres se establecieron en mi estómago, bajando hasta mi sexo, sintiendo como se me humedecían las bragas.
¡Joder!
Ese hombre me volvía loca.
Cerré los ojos, justo cuando me apretó contra el mueble del salón.
¡Oh Por Dios! Tenía que despertar antes de que las cosas se me fuesen de las manos.
- Debería irme – susurré, apoyando las manos en su pecho para separarle de mí. Pero tan pronto como sentí sus pectorales a través de la tela y ese calor que él emanaba me di cuenta de que no había sido una buena idea – déjame ir, Charlie.
Levantó las manos, echándose hacia atrás, poniendo cara de circunstancias. Me marché sin tan siquiera dirigirle la palabra. Corrí escaleras abajo, histérica, tocando mi pecho, sofocada, sin poder creer que él me hubiese dicho esas cosas.
Ya no me quedaba ninguna duda. Él quería acostarse conmigo. Pero ... ¿sólo eso? ¿Sólo quería sexo o ... algo más?
¿En qué pensaba? ¿Cómo iba a querer él algo más conmigo?
No pertenecíamos al mismo mundo, así que sólo quería divertirse con una niña rica, nada más. Porque una cosa estaba clara, Charlie no era Samuel, no se le parecía ni en el blanco de los ojos, a pesar de ser hermanos.
Entré en mi habitación, me tumbé sobre la cama, con el teléfono en la mano mirando hacia él, no tenía ningún mensaje nuevo de Samuel, o alguna llamada. Estaba más que tentada a escribirle un mensaje o a intentar llamarle de nuevo, cuando unos golpes al otro lado de la puerta me indicaron que había alguien fuera.
¿Quién podría ser?
Lucas me escribió un mensaje antes, diciendo que iba a quedarse en la biblioteca a estudiar, y sus padres se marcharon a Italia por negocios, estarían fuera hasta el sábado.
Quizás Charlie le habría dicho a su hermano que viniese a buscarme, quizás había hablado con él y ...
Una tonta sonrisa se dibujó en mi rostro. Bajé las escaleras hacia la puerta de abajo, de tres en tres y me detuve junto a ella, abriéndola después. Perdí toda esperanza en cuanto vi allí a mi hermano, sonriendo con chulería.
- ¿Qué haces aquí? – pregunté, horrorizada, echándome hacia atrás, observando como él entraba, cerrando la puerta tras él - ¿A qué has venido?
- Sólo he venido a cerciorarme de que estabas bien – contestó. Me reí en su cara – Leo, Leo... - comenzó, acercándose a mí – aunque no lo creas, me preocupo por ti.
- Claro, y es justo esa preocupación de hermano lo que te incita a meterle a tu joven hermana pequeña la polla hasta la campanilla, ¿verdad? – lancé, aquella daga envenenada. Sonrió, sin decir nada - ¿Qué quieres, David?
- Vamos a hacer un trato tú y yo, Leo – volví a reírme, era más que obvio que no iba a hacer ningún trato con él – Es justo tu lado rebelde el que me vuelve loco – aseguró, acariciando mi mejilla con el dorso de la mano – tu desembocas que quiera poseerte.
- ¿Yo lo provoco? – pregunté, divertida – Eso es justo lo que los violadores dicen a sus víctimas después de haber abusado de ellas – añadí. Perdió la sonrisa en ese justo momento, agarrándome del cuello, con fuerza, atrayéndome a él.
- ¿Debo meterte la polla en la boca para que te calles? – amenazó – porque te aseguro que no va a temblarme el pulso – no dije nada, y entonces él siguió hablando, proponiendo lo que había venido a hacer allí – quiero los negativos de las fotos – sonreí, divertida – te dejaré en paz si me los traes.
- ¿Y qué te hace pensar que voy a traértelos? – pregunté – puede que deje que él te destruya, quizás esa sea la única forma en la que dejarás de joderme – sonrió al escuchar la última palabra.
- ¿Y confías en que él me destruya? – quiso saber, asentí, sin decir nada – no deberías confiar en Charlie, Leo, no suele jugar limpio.
- Entonces cómo tú ¿no? – Justo iba a contestarme, cuando su teléfono comenzó a sonar.
- Dime – contestó – sí... ¿Cómo dices? – preguntó, con sorpresa - ¡Joder! Voy en seguida – colgó y miró hacia mí, altamente furioso – vas a salvarte sólo porque tengo cosas que hacer, si no ... te castigaría.
- No he hecho nada por lo que ser ... - me cruzó la cara, agarrándome del cuello, haciéndome daño.
- Esta boca tuya sólo me gusta cuando me chupa la polla – me dijo, molestándome – Ni se te ocurra moverte de aquí, porque vayas a donde vayas te encontraré.
La puerta de la habitación se cerró, subí a la habitación y entonces comencé a recoger mi ropa y pertenencias, más que dispuesta a abandonar la casa de mi mejor amigo. Ya ni siquiera estaba segura allí. No sabía a dónde iría, lo que sí sabía es que no quería permanecer allí ni un segundo más.
Cuando salí de casa llovía, me coloqué el gorro de la sudadera en la cabeza, y con la mochila bien colocada en la espalda, comencé a caminar, dando grandes zancadas hacia la parada de autobús. A medida que avanzaba iba sintiendo aquella sensación extraña, como si alguien me estuviese siguiendo, como si alguien me observase.
Doblé a la izquierda, metiéndome en el parque, y giré levemente la cabeza, observando por el rabillo del ojo como ese tipo también lo hacía.
Me metí debajo del barco (un enorme navío de madera que había para que los niños jugasen), resguardándome de la lluvia, escondiéndome de aquel tipo encapuchado, con éxito. Mi teléfono comenzó a sonar entonces, sorprendiéndome.
- Lucas – reconocí, al ver su número en la pantalla - ¿qué es lo que quieres?
- Vaya... yo también me alegro de escucharte – se quejó, con un barullo detrás. Se notaba que estaba en una discoteca, como de costumbre - ¿has hablado con Samuel?
- ¿Sabes dónde está? – pregunté, con el alma en vilo.
- Está aquí, en la Vanguardia – aseguró – he venido a tomar algo con Edu y ... Samuel está aquí, comiéndose los morros con una tía – mi mundo se detuvo al escuchar aquella información, y me quedé estática sin saber qué hacer – por eso te llamo. ¿Ha pasado algo? – colgué el teléfono, porque en aquel estado no podía hablar con nadie.
Temblaba de arriba abajo, y no era sólo por frío. Me senté en una de las tablas que sostenía el barco, y miré hacia el teléfono.
Marqué el número de Samuel, pero directamente me saltaba el contestador, eso me hacía sospechar que me había bloqueado. Lo intenté tres veces, pero no había manera de contactar con él.
- Charlie – le llamé, después de haber marcado su número. Mi voz temblaba, estaba sola, aterrada y tenía frío – hay un tipo siguiéndome, ¿lo has enviado tú? – sabía que no era el caso, pero así lo pregunté, para no parecer tan ridícula.
- Cuando te di mi teléfono no es para que me llamases cuando estés aburrida – se quejó, al otro lado – era sólo para emergencias.
- Esto es una emergencia – se quejó – David ha estado en casa de Lucas...
- Eso sí es una emergencia – reconoció – que un tipo te siga no me interesa en lo absoluto. ¿Qué quería David?
- Necesito un favor a cambio de esa información – rompió a reír, al otro lado, dejando de prestar atención a la chica que tenía junto a él.
- Un favor a cambio de otro – contestó. Me mordí el labio, nerviosa - ¿qué favor?
- Hasta que tu amigo el policía destruya a mi hermano... necesito que me escondas – rompió a reír, sin poder evitarlo – No estoy bromeando.
- Eso va a salirte caro, princesa – contestó.
- ¿Qué quieres? – pregunté.
- Quiero que te quites la ropa – descubrió, dejándome sorprendida – toda la ropa. Frente a mí.
- No hago ese tipo de ...
- Seguro que puedes hacer una excepción – añadió – la ocasión lo merece, ¿no crees?
- Si accedo... - comencé, algo dubitativa - ... te ataré a la silla, como la última vez.
- Esa es mi parte favorita – admitió – esta noche. Te mando la ubicación por mensaje. Asegúrate de que no te siguen.
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