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22. Mostrar las fotos.

A partir de aquí los capítulos que suba son nuevos.

Buenas tardes, aquí les traigo un nuevo capítulo, iré subiendo dos a la semana, este es el primero de la semana, a lo largo de esta les subiré otro. Muchas gracias por su paciencia y por seguir esta historia a la que tanto cariño tengo :D

Sin más dilación, aquí les traigo el capítulo :D

Leo.

Caminaba por el largo pasillo detrás de aquel tipo al que ni conocía, que me miraba mal, sin que yo le hubiese hecho nada. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué estaba David allí? Eso era malo. Ni siquiera quería pensar en lo que haría si me descubría allí, me acusaría con papá y volvería a violarme.

La situación era difícil, pero esa sensación de calor seguía en mi interior, esas ganas de sentirle entre mis piernas, de que me hiciese suya. ¿Cómo se había complicado tanto un simple baile? ¿Cómo pude atreverme a palpar su buen dotado miembro con el pie? Debí haberme vuelto loca, no había otra explicación.

- Por aquí, princesita – me llamó. Molestándome ese mote en su voz. En Charlie me gustaba, lo decía como si fuese alguien a quién proteger, como si me admirase. Pero ese tipo lo decía con asco, como si fuese un moco o algo. Me condujo hacia la parte de abajo por unas escaleras de caracol, en un despacho al otro lado, hasta llegar al sótano del local. Seguimos caminando por los pasillos, con el repiqueteo de nuestros pasos, hasta llegar a una puerta de metal, que abrió en seguida, tras quitarle el cierre de seguridad y me invitó a marcharme – no vuelvas por aquí, es peligroso – aun estando de acuerdo sus palabras me cogieron de sopetón – y no te acerques a él, no quiero volver a verle jodido – me cerró la puerta en las narices, sin darme más información.

Llamé a Lucas y le cité allí para que viniese a recogerme, cruzándome de brazos. Hacía frío. Mientras pensaba en las palabras de ese tipo. ¿Charlie había estado jodido?

Miré hacia el teléfono, abriendo la conversación que tenía con él.

Yo:

Gracias por las fotos.

Eso es lo único que pude mandar, a pesar de que quería decir muchas más cosas.

¿Estás bien? ¿Cómo ha ido con mi hermano? ¿Qué querías decir hace un momento? ¿De verdad me follarías? ¿Es sólo un juego? ¿Tú y yo ...? ¿Por qué hiciste cómo si no nos conociésemos la primera vez que nos vimos?


Charlie:

Había conseguido que el mamonazo de David se fuese sin joderlo todo un poco más, era pronunciar el nombre del Gordo y se iba echando leches. Sabía que le tenía miedo, porque él era la única persona que confiaba en mí ciegamente, que conocía a David lo suficiente como para no fiarse de él. Lo caló hace mucho tiempo.

Además de todo eso, sabía que mi protector tenía información sobre él que, si salía a la luz, él y toda su familia estarían jodidos. No le convenía molestarlo, así que se marchó, con mirada desafiante, y echando pestes sobre mí.

- ¿Qué coño hacías con ella? – quiso saber Poli, refiriéndose a lo ocurrido entre la princesa y yo unos minutos antes - ¿No sabes lo peligroso que es? ¿Has olvidado lo que pasó la última vez? ¡Por poco no lo cuentas, joder! – Odiaba que me sermonease, pero tenía razón. Estaba arriesgando demasiado por ella.

- Ha terminado – le calmé – sólo quería unas fotos para joder a su hermano – expliqué – ahora ya todo acabó. No volveremos a verla por aquí – sonreí, pero él aún no estaba muy convencido – vamos, hermano, te invito a una copa.

Nos pasamos la noche en la barra, hablando de anécdotas y chicas, evitando hablar sobre ella, sobre la mujer con la que estaba obsesionado.

Leo.

Lo primero que hice esa mañana, al despertar, fue ir a la universidad. La temporada de exámenes había comenzado y tenía dos exámenes a los que acudir. Me salieron de perlas, aquello era como rellenar una encuesta, muy fácil para mí.

Lucas aún estaba enfrascado en él cuando salí por la puerta, pensando en papá. Sabía que estaría enfadado conmigo, pero tenía que ir a casa, enfrentarme a él y enseñarle las fotos que destruirían a mi hermano, era la única forma de librarme de él.

Cogí un taxi frente a la puerta del instituto, y de camino a casa me dio para pensar en una estrategia. Pensé mil cosas distintas, y mil resultados, y al final opté por lo simple.

Justo como supuse, papá estaba que trinaba, pero en cuanto le dije que tenía algo sobre David de lo que hablar con él, se calmó y me hizo pasar al despacho.

Todas mis alarmas se encendieron, y el miedo empezó a expandirse por mi cuerpo, tan pronto cómo me di cuenta de que ya había alguien allí, sentado junto al escritorio. Era David.

¿Qué demonios hacía allí?

Miré a papá en busca de explicaciones, él sólo se sentó frente a mí, en el escritorio e hizo crujir sus nudillos.

- Tú dirás – dijo hacia mí, saqué las fotografías del bolso, con manos temblorosas y las cedí hacia él. Las observó, con calma, pero no actuó como esperaba, sonrió y luego se las pasó a David. Miré hacia ellos, alarmada, eso no era bueno. Papá me cruzó la cara en ese justo instante, y yo me quedé sin saber qué hacer – explícame tú esto – cogió un sobre de encima de la mesa, sacó unas fotografías y me pasó la primera. Era yo, en el club, con los clientes metiendo el dinero en mi ropa interior, con una mirada seductora.

Fui una estúpida al pensar que podría salirme con la mía, que podría ganar en aquella guerra. Era más que obvio que David guardaba un AS en la manga.

Papá me cedió la segunda foto, aparecía besándome con Samuel, en el instituto. Mis lágrimas comenzaron a salir, al darme cuenta de que papá estaba de parte de David.

Me pasó la tercera, en ella aparecía con Charlie, en el parque, montándome en su auto.

- Jamás pensé que tu fueras como ella – espetó, volviendo a golpearme, mientras mis lágrimas seguían saliendo – eres igual que tu madre, una puta – no dije nada, no podía, sentía como mi llanto estaba a punto de salir - ¿cómo has podido desobedecerme? – insistía, agarrándome de la barbilla, obligándome a mirarle – Te has convertido en una zorra que baila por dinero – insistía, mientras yo negaba con la cabeza, horrorizada.

- No, papá – negué – déjame explicártelo, por favor.

- Y estas fotos – agarró entonces las de David, observándolas con detenimiento, rompiéndola en mi cara - ¿qué pretendías conseguir culpando de esta forma a tu hermano? Si vuelves a desobedecerme te desheredaré, y le daré todo mi dinero a David – papá se levantó, más que dispuesto a marcharse, no sin antes mirar hacia su hijastro – no seas demasiado duro con ella.

- Leo, Leo – hizo un gesto con la cabeza, negando, mientras mis lágrimas salían – te dije que mantuvieses la boca cerrada – añadió – pero tú tenías que intentar destruirme ¿no? – temblaba de rabia, tan sólo quería golpearle, destruirle y acabar con el hombre que tanto daño me estaba haciendo – Tu padre no volverá a creer en ti nunca – admitió – no importa cuántas fotos le enseñes sobre mí, o cuánto lo intentes...

- Eres un hijo de puta – espeté, haciéndole reír, como si todo aquello le divirtiese.

- Vas a tener que contentar a este hijo de puta – dijo, poniéndose en pie, desabrochándose un par de botones del pantalón. Negué con la cabeza, horrorizada – Chúpamela y ríndete de una vez, Leo.

- Te destruiré – dije, poniéndome en pie, con la voz ronca por todo el sofocón que tenía encima – aunque sea lo último que haga en la vida.

- Inténtalo – me porfió – y la próxima vez, mandaré matar al padre de tu novio – añadió, negué con la cabeza, horrorizada, dejando caer algunas lágrimas más – esta vez ha sido sólo una paliza, pero la próxima vez... - Era más que obvio que me estaba perdiendo algo, aun así, no dejé que eso me asustase.

- No me asustan tus amenazas – declaré, haciéndole reír, de nuevo.

- No puedes hacer nada con esas fotos – señaló hacia el suelo, antes de volver a mirarme – no importa con quién te alíes para conseguir algo contra mí, tu padre no te creerá. Así que deja de resistirte y ríndete de una vez – insistía, mientras yo derramaba algunas lágrimas más – si me chupas la polla ahora lo olvidaré todo – negué con la cabeza, horrorizada, mientras él la sacaba a escena, meneándosela, despacio, desenfundándola. Se posicionó delante de mí, agarrándome de la nuca – me olvidaré de que te juntas con esa rata... - le miré sin comprender. ¿De quién estaba hablando? - - Si sigues acercándote a él... lo mataré, Leo. Y esta vez... no voy a fallar. Ahora... abre la boca – ordenó – y me olvidaré del padre de Samuel, vamos – me obligó a hacerlo, apretándome contra sí, hasta que rozó mi campanilla, intenté apartarme, con el rostro plagado de lágrimas, pero él no me dio tregua - ¡Ah! Eso es – me miraba a los ojos, mientras iba masajeándose la polla con mi boca, obligándome a hacerlo – Se siente tan rico... - se mordió el labio, abriendo la boca después, gimiendo lentamente, con sonidos guturales – me pone tan cachondo tener aquí... chupándome la polla... pensando en lo mucho que él ... ¡Ah!

Me eché a atrás como pude, tan pronto como la primera arcada apareció, vomitando en la alfombra del despacho, haciéndole reír, complacido. Se subió los pantalones, divertido.

- Si vuelves a acercarte a Charlie... - lo dejó en el aire, marchándose después.

Acababa de descubrir quién era ese "Él" al que se refería constantemente, ese al que quería hacerle daño al abusar de mí. Pero ... ¿por qué Charlie sufriría por algo que no le hacían a él directamente?

Me limpié la boca, ignorando ese sabor amargo que tenía en la boca, esas arcadas al saborearlo, y me centré en recordar cada palabra...

Si sigues acercándote a él, le mataré, y esta vez no voy a fallar – resonó en mi cabeza. ¿Le había intentado matar? ¿cuándo?

Quizás esa era la razón por la que se pelearon, quizás se sentía tan amenazado por mi hermano que evitó acercarse a mí.

Pero eso seguía sin explicar nada. ¿Por qué David me hacía daño a mí para vengarse de Charlie? No lo entendía.

Samuel.

Terminé el último examen del día, al fin. Estaba exhausto, no tenía ganas ningunas de seguir enfrentándome al día, no sabiendo que ella y yo ya no estábamos juntos, pero tenía que hacerlo.

Miré hacia el teléfono, tenía una llamada perdida de mi hermano y un mensaje de voz de un número desconocido.

Pasé de mi hermano, ya le vería en casa, y abrí directamente el mensaje.

Me coloqué los cascos y me fui caminando a la parada del autobús, mientras escuchaba aquello...

"Te dije que seguir frecuentando a la zorra de mi hermana te traería problemas... - era el idiota de David - ... eres tan estúpido que ni siquiera lo sabes aún ¿no? Lo que Leo hace a escondidas con tu hermano"

Pero ... ¿qué coño era eso?

Una imagen llegó entonces, la abrí, despacio, observando algo que mis ojos no podían creer. Leo se estaba subiendo a un coche con mi hermano, mientras este sonreía con chulería.

Apreté el teléfono con tanta fuerza que por poco no logro cargármelo. Necesitaba llegar a casa y hablar con mi hermano, necesitaba... Me fijé entonces en el mensaje que él había enviado.

Las horas se me hicieron eternas, el autobús tardó toda una vida en llegar a casa, había demasiada gente en él, todos con banderines de Andalucía. Había una puta convención de andaluces por alguna parte, no había otra explicación.

Cuando llegué a casa no había ni rastro de mi hermano, me encogí de hombros, sin darle ninguna importancia, dejé la mochila en mi habitación, tirándome sobre la cama un par de segundos, recordando entonces el mensaje de David.

Me levanté, cabreado y entré en su habitación. Como siempre era todo un desastre con su ropa, no tenía ni idea de lo que estaba sucio y lo que ... Dejé de pensar en cuanto vi algo que asomaba de debajo de su almohada.

Lo cogí, empezando a cabrearme por momentos. Eran unas putas bragas de Leo, las reconocía porque se las había quitado en infinidad de veces, azules con transparencias. Para estar totalmente seguro de ello, me las llevé a la nariz, apreciando su aroma. No había duda, olían a ella, a su perfume.

La puerta de la calle sonó, indicándome que Carlos había vuelto, incluso podía escucharle hablar con alguien más.

Salí de su habitación, más que dispuesto a recriminarle sobre lo que estaba haciendo con mi novia.

- ... eso no me sirve, negro – se quejaba, hacia uno de sus colegas. Tenía puesto el chándal y la cara llena de sudor. Venía de correr, no había más explicación – Necesito que aligeres las cosas con tu contacto – insistía, reparando entonces en mí – y mantenme informado – colgó el teléfono antes de dirigirse a mí - ¿qué pasa, tontainas? – siempre insultando. Era un capullo.

- Necesito que me expliques esto – pedí, sacando de mi chaqueta el teléfono, buscando en él lo que quería, poniendo luego aquella grabación.

- No es lo que piensas – se quejó, mientras yo rompía a reír, y él se mordía el labio, algo nervioso – sólo es un tema laboral, la estoy ayudando con ... - ni siquiera quería escuchar nada más.

- ¿Y qué es esto? – saqué del otro bolsillo las bragas de Leo, haciéndole palidecer. Se rascó la coronilla, buscando como salir de aquella.

- Eso ... tiene una explicación... – le partí la cara antes de que me hubiese soltado una puta mentira más.

Leo.

Mi nuevo teléfono de última generación comenzó a sonar, justo cuando caminaba hacia casa de Lucas, un lugar en el que resguardarme de todo aquello. Lo saqué de mi chaqueta, despreocupada.

Samuel:

Ahora comprendo porque querías terminar lo nuestro... Sólo estabas jugando conmigo, te cansaste y te fuiste a jugar con mi hermano ¿verdad?

No entendía sus palabras, pero entonces recibí una foto. ¡Oh dios mío! Eran mis bragas, esa que el mismo Charlie me había quitado la noche anterior.

Samuel:

Parece que has perdido algo. No quiero volver a saber nada más de ti, Leo.

Mis lágrimas cayeron, y el llanto empezó a hacerse partícipe. Marqué su número, una y otra vez, pero él me colgaba, ni siquiera iba a dejar que le explicase la situación.

Dejé como tres mensajes en su contestador automático.

"Samuel, no es lo que piensas, de verdad, yo ..."

"Samuel, no lo malinterpretes, no ha pasado nada entre él y yo..."

"Soy yo otra vez, tu hermano sólo me estaba ayudando a conseguir algo contra David, nada más. Lo prometo"

Cogí un taxi y me presenté en su casa. El camino se me hizo eterno, y al llegar a su barrio salí corriendo, tras pagar al taxista, y subí las escaleras de dos en dos, aterrorizada, hasta llegar a la puerta de su casa.

Llamé, con insistencia, aterrada. Pero la persona que me abrió la puerta no era él, sino su hermano, el culpable de que todo aquello se estuviese yendo a la mierda. Justo iba a recriminarle, cuando me fijé en su rostro, alguien lo había golpeado.

- Samuel no está – me dijo, entrando en la casa, dejando la puerta abierta, sentándose en el sofá, prosiguiendo con su ardua tarea de liar un porro. Entré en la casa, cerrando la puerta detrás de mí. Y caminé poco a poco hasta él – si has venido a recuperar tus bragas... ya no las tengo – bromeó. ¿Cómo podía estar bromeando en un momento como aquel?

- ¿Sabes dónde está? – pregunté, sabía que iba a lanzarme una de sus borderías, pero en aquel momento me daba igual – necesito...

- ¿Tengo pinta de ser su niñera? – soltó, poniéndose el porro en la boca, más que dispuesto a encenderlo. Pero se detuvo al recibir una llamada, dejándolo sobre la mesa - ¿Qué has averiguado? ¿En preventiva? ¿Cuánto tiempo? Vale. Avísame con lo que sea, y que no salga de aquí – colgó el teléfono, y volvió a mirarme - ¿Cómo te ha ido con las fotos? – quiso saber.

- Necesito los negativos – sonrió, poniéndose en pie, haciendo que se le viese mucho más la fea raja ensangrentada que tenía en la ceja.

- Así que... ha ido mal – se percató, algo molesto – no puedo darte los negativos – le miré sorprendida – se los he pasado a un colega de la comisaría, porque sabía que esto pasaría...

- No tengo la culpa de que mi padre no me haya creído – me quejé – deberías de curarte eso – añadí, mirándole de reojo. Rompió a reír, como si todo aquello le hiciese gracia.

- ¿Ahora te preocupas por mí? – bromeó, para luego agarrar el porro y el mechero, encendiéndoselo, dando una larga calada – Esta es mi medicina – añadió.

- ¿Qué le has dicho a Samuel? – quise saber, levantó una ceja, divertido – sobre tú y yo, sobre ...

- Los asuntos que tengo con mi hermano no son asunto tuyo.

- Sí que lo son – me quejé, dando un paso hacia delante – si hablan sobre mí.

- Todo se ha ido a la mierda – dijo, mirando por la ventana, observando al exterior – y todo ha sido por culpa de tu puta familia – añadió, sin tan siquiera mirarme – pero tengo que admitir que esto – señaló hacia su frente – me lo merecía.

- Charlie... - comencé, acercándome a él, más que dispuesta a disculparme – yo ... lo siento...

- ¿Qué sientes exactamente? – se quejó, girándose para observarme - ¿Sientes que el capullo de tu hermano me jodiese la vida? – añadió - ¿o sientes meterte con mi hermano y jodérsela a él? – comenzó a elevar la voz, sin tan siquiera darse cuenta - ¿o quizás... sientes haber mandado a mi padre al hospital? ¿eh?

- Siento lo de tu padre – le dije, atreviéndome a levantar la mano, apoyándola en la comisura de sus labios, justo donde tenía un feo moratón – yo... no quería... - mis lágrimas empezaron a salir, horrorizada por lo que mi hermano le estaba haciendo a su familia, por lo que yo misma estaba causando. Recién entendía la razón por la que él no me quería cerca de su hermano – Por esto no querías que... - tiró de mi mano, sin previo aviso, sentándome en el sofá, sentándose luego él.

- Princesa – me llamó, aún con mi mano enlazada a la suya – en realidad quería tener la oportunidad de seducirte – bromeó, sonreí, apreciando el gesto. Recordando lo acontecido entre ambos en su club – siento lo de antes – sonreí, dejando caer algunas lágrimas más – se lo explicaremos a Samuel, lo que hacíamos juntos, así podréis...

- ¿A quién le entregaste las fotos? – cambié de tema, porque no quería hablar sobre mi relación con Samuel, con él.

- Nena, el Charlie tiene contactos – bromeó – voy a sacar a ese cabrón de mi mundo.

- Él y tú antes erais amigos, ¿cómo ha podido joderse todo tanto? – no contestó, siguió dando caladas al porro, hasta que yo volví a hablar – antes has dicho... que le contarías a Samuel todo lo que hacíamos juntos ¿también vas a contarle lo que sucedió entre nosotros en tu despacho? – sonrió, divertido.

- No – contestó. Lamió sus labios antes de continuar – Le diré que fui a tu casa a llevarte las fotos, y que antes de irme, robé unas bragas de la ropa sucia, porque soy un puto enfermo – añadió, poniéndose en pie, volviendo a acercarse a la ventana – además, no pasó nada, princesa. Sólo intentaste seducirme, pero nada más – aquello último lo dijo con sarcasmo.



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