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20. El chico malo. CORREGIDO

Buenas tardes, disculpen las molestias, pero he Editado toda la historia, a lo largo de los próximos días, iré Editando todos y cada uno de los capítulos. No me maten. Pero era más que necesario para lo que se avecina.

Lucas y sus estúpidos planes de última hora.

¿En qué momento acepté salir de fiesta al nuevo garito que habían abierto en el centro? No me apetecía nada. Tenía que estudiar, bueno, esto último admitiré que no es cierto, más bien tenía que leerme el tema. Pero Lucas había insistido demasiado, su nuevo ligue Edu le había conseguido las entradas, y esperaba encontrarse con él allí.

Llevaba un vestido azul eléctrico que me quedaba de miedo, pensaba ligar un poco, sentirme deseada, ya que desde que no iba al club, añoraba eso. Y desde lo de Samuel no había vuelto a hacerlo.

El ambiente del local no me gustó demasiado, el estilo de música no era lo mío, el reguetón no es para mí. Pero Lucas aseguró que en la discoteca ponían de todo.

Me pedí una copa, y hablé un poco con mis amigos, algo que necesitaba, más después de quedarme sin vida social por culpa de mis dramas personales.

Lo estaba dando todo, y eso que no era mi estilo en lo absoluto, Lucas no podía parar de reír, ni siquiera se acordaba ya del tal Edu que no había aparecido.

- Ahhhh – grité con la copa en la mano, divertida, subiendo las manos, bailando al ritmo de la canción de un tal Maluma.

- "Yo no lo di, yo no lo di, yo lo presté..." – cantaban Sandra y Lalo al unísono, mientras Lucas y yo seguíamos allí sin poder dejar de reír. Nosotros no conocíamos la canción ni nada, pero aquellas dos locas del reguetón era obvio que sí.

- El Maluma está de vicio – aseguraba Sandra, haciéndose notar entre los demás.

- ¿Sabéis quién más está de vicio? – insistía Lalo – el tío ese del fondo... - Lucas y yo giramos la cabeza, mirando hacia el punto que ella miraba, observando allí a la persona que menos esperé ver – está como quiere el cabrón.

Un extraño calor se asedió en mi pelvis, y fue bajando más y más.

¡Joder!

¿Qué demonios sucedía conmigo?

Me mordí el labio, mientras él sonreía al darse cuenta de que le estábamos mirando.

- Es tan sexy – decía en aquella ocasión Sandra – es un chico malo... tiene pinta de ser todo un semental en la cama.

No necesitaba esa información en mi cabeza

Me faltó el aire cuando él sonrió, con chulería, lamiéndose el labio de esa forma que me gustaba.

¡Oh Por Dios! Iba a darme un ataque.

Sandra miró hacia el otro lado, donde Lucas hablaba con un tío, me giré, dándome cuenta de que el tal Edu había llegado. Sabía que ella sentía algo por él, pero mi amigo era un espíritu libre, nunca se echaría novia, lo sabía bien. Cómo habréis deducido Lucas era bisexual.

La música estaba demasiado alta, y la canción que sonaba en aquel momento era demasiado sensual, me incitaba a hacer cosas perversas. Y eso que era reguetón, si hubiese sido mi estilo... entonces ya ni os cuento.

Volví a mirar hacia el mismo punto que antes, pero él ya no se encontraba allí. Me mordí el labio, intentando calmarme. Recorrí el local con la mirada, pero por más que lo hice no pude hallarme por ningún lugar. Quizás ya se había marchado, o había ido al baño.

Pero ... ¿qué coño me ocurría? ¿Por qué estaba buscando a ese capullo?

- Sandra, vente al baño – pidió Lalo, mientras yo miraba hacia ellas, si no me marchaba me quedaría sola, porque Gorka estaba fuera de la ciudad y el otro capullo no estaba. Volví a mirar hacia Lucas, quizás podría quedarme con él y conocer al tal Edu del que tanto hablaba, pero me di cuenta en seguida que no era una buena idea, pues se estaba enrollando con él.

Justo iba a irme con las chicas cuando los acordes de una canción que adoraba de Michele Monrrone empezó a sonar. ¡Oh Dios! Adoraba esa puta canción, y me encantaba la idea de que ya hubiesen acabado con el reguetón por esa noche.

- ¿Me buscabas? – dijo una voz en mi oído, dándome un susto de muerte, creando en mí un escalofrío que me recorrió entera - ¿te pongo nerviosa, princesa? – preguntó, acariciando mi brazo con la yema de sus dedos, mientras yo comenzaba a dejarme llevar por la música y empezaba a bailarle con sensualidad. Sonrió, divertido – te mueves bien – sonreí, divertida, dándome la vuelta entonces, fijándome en su rostro, demasiado cerca del mío.

- Tío – le llamó un chico acercándose a él - ¿me das algo? – levantó en alto un billete de diez euros. Él sacó una bolsita con pastillas y se las pasó al tipo en cuestión, aceptando luego el dinero. Estaba trabajando, eso era lo que hacía allí – eres un puto camello, me das asco – me quejé, dándole la espalda, más que dispuesta a marcharme.

- Como ves... - comenzó, sobre mi oído, haciéndome estremecer, nuevamente - ... puedo hacer más de una cosa a la vez – apoyó su mano en mi hombro, acariciándolo, mientras un hormigueo se formaba entre mis piernas – te sorprenderías... - Levanté la mano, dispuesta a apartarle, escuchándole hablar de nuevo – Ese vestido azul eléctrico te queda de miedo, princesa – me giré, entonces, entre abriendo la boca para poder respirar, porque parecía que me estaba ahogando, y le miré.

- Estás drogado ¿no? – me quejé, sonrió, mientras subía la mano, acariciando mi mejilla con el dorso de la mano. Apoyó su cabeza sobre la mía, abriendo la boca para respirar, con la respiración acelerada, mientras él acariciaba mi barbilla con el pulgar. Me mordí el labio, cerrando los ojos un momento, aterrada con aquello, pero sin la más mínima intención de separarme. Levanté la mano, acariciando con la yema de los dedos su cuello, su mejilla y su barja, sujetándome luego a su chaqueta, sin saber qué hacer. Su boca estaba tan cerca, que su aliento se descargaba sobre mi rostro, al igual que el mío, y mis labios se morían por besarle.

Sus manos bajaron, acariciando mi trasero por encima del vestido. Comenzó a moverse, al ritmo de la canción, mientras yo hacía lo mismo. Sus manos fueron subiendo hacia arriba, sujetándome de la cintura.

- Te mataré si vuelves a tocarme el culo – espeté, sobre su boca, mientras apoyaba los brazos en sus hombros. Sonrió, divertido. Se mordió el labio, y lo lamió antes de contestar.

- Te comeré esa boca como vuelvas a morder tus labios de esa forma – se quejó. Rompí a reír, no pude evitarlo. Él estaba ligando conmigo, el muy descarado.

- No – le contradije – no lo harás, capullo

- Pruébame, princesa – rogó, abriendo la boca, acercándose más, más que dispuesto a hacerlo.

- Porque soy la chica de tu hermano – se detuvo entonces, echándose hacia atrás, maldiciendo justo después.

- ¿Y crees que eso va a detenerme? – le miré con atención – yo te vi primero...

Me di cuenta en ese justo momento, que la persona que estaba provocándome, ese tipo tan sexy con el que bailaba no era Charlie, si no el chico con el que aún estaba obsesionada, mi amor platónico.

- Charlie – le llamó un tipo, mirando a su cliente de reojo - ¿me pasas algo? – se separó de mí y atención al chico. Aproveché el momento para marcharme al baño.


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