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17. Bajar la guardia. NUEVO.

Buenas tardes, disculpen las molestias, pero he Editado toda la historia, a lo largo de los próximos días, iré Editando todos y cada uno de los capítulos. No me maten. Pero era más que necesario para lo que se avecina.

Me abrazaba a las rodillas mientras miraba las maravillosas vistas de la ciudad, y las muchas estrellas que podían verse, a pesar de la contaminación luminista. Llevaba un rato mirando hacia la nada, en silencio, con él a mi lado, sin sentirme incómoda en lo absoluto.

- Estarás bien – comenzó Carlos, a mi lado, estiré las piernas y miré hacia su pierna, que estaba apoyada en la piedra – y si quieres un lugar donde pasar la noche puedo llevarte a uno – dejó caer la mano sobre mi espalda, frotándomela, intentando recomponerme.

- Gracias Carlos – agradecí, mientras él apoyaba su frente sobre la mía, sonriente – necesitaba a alguien hoy y tú...

- Sólo estaba en el lugar exacto en el momento oportuno – contestó. Sonreí, agradecida por sus palabras. Por un momento parecía el mismo de siempre, no parecía ese tipo que se comportó como un capullo conmigo – vamos – me dijo, poniéndose en pie, ayudándome a hacerlo, tirando de mí hacia su coche – es tarde, mañana tienes clases ¿no? – asentí. Sonrió y me abrió la puerta para que entrase. ¿Cuándo se había convertido en todo un caballero?

Condujo al ritmo de los Scouting for girls, me encantaba ese grupo, tengo que admitir. She's so lovely sonaba en aquel momento, calmándome el alma. Ni siquiera me acordaba ya del idiota de mi hermano o todas mis pesadillas.

- Me encanta esta canción – reconocí, sacándole de sus pensamientos, sonrió, me miró de reojo, mientras yo tarareaba el estribillo - ¿no te parece que la chica de la que habla se parece a mí?

- No tienes 30 – se quejó, mientras yo rompía a reír – pero sí... ¡Diablos! Ahora cuando escuche esta canción pensaré en ti – volví a reír, mientras él sonreía.

- ¿Dónde vas a llevarme? – quise saber – no quiero que Lucas me vea tan derrotada.

- Conozco a un tío, lleva un hostal aquí cerca, me debe un favor, así que tranquila – le miré sorprendida – sólo hasta que encuentre otra cosa.

- Puedo volver a casa de Lucas mañana – contesté, asintió, metiéndose por una calle, y luego por otra.

En casi como una media hora llegamos a la pensión Loli, el tipo de recepción pareció conocerle bien, chocaron las manos y hablaron sobre el trabajo por un rato, para luego acompañarme a la que sería mi habitación esa noche.

- Puedo ir yo sola – me quejé en el ascensor – habitación 25 – dije levantando la llave en alto – no voy a perderme – sonrió.

Las puertas se abrieron, pero él me agarró del brazo, impidiéndome que pudiese irme a ninguna parte. Le miré sin comprender, él miraba hacia mi brazo.

- Me gustaría poder decirte que cuando estés en apuros te apoyes en mí – comenzó, dejándome sorprendida, jamás esperé algo así – pero eso no sería apropiado, ¿verdad? – soltó mi mano, jugando luego con la correa de su reloj de pulsera – eres la chica de mi hermano.

- En realidad... Samuel y yo no somos...

- Ojalá las cosas no fuesen tan complicadas, Leo – me acerqué a él, justo cuando él levantaba la mirada para observarme, quedándome demasiado cerca. Sonrió, intentando parecer calmado – me iré ahora, y volveremos a ser sólo dos desconocidos – tragué saliva.

- ¿Por qué? – quise saber.

- Buenas noches – su semblante cambió, y me di cuenta de que había dejado de ser mi adorable Carlos, convirtiéndose en el chico malo Charlie. Asentí, tragando saliva, para luego marcharme a mi habitación.

Charlie:

La había cagado. ¿Por qué mierdas dejé caer el puto muro que me protegía de todo aquello? ¿por qué la dejé entrar? Era peligroso estar cerca de ella, la última vez casi me cuesta la vida.

Pero por alguna extraña razón no podía quitarme aquella sensación de dentro, incluso después de haberla dejado en la pensión.

Caminaba a paso ligero hacia el coche, estirando las manos para quitarme aquella horrible sensación. Una parte de mí había ansiado agarrarla y retenerla a mi lado. Pero yo no podía hacer eso.

Me monté en el coche, dando un fuerte puñetazo al volante, arrancando y poniendo rumbo hacia casa.

Tenía que empezar a jugar bien mis cartas si no quería que ella se enterase de la verdad. Tenía que actuar como si la odiase, ser un maldito hijo de puta con ella, porque si no... todo se jodería.

No podía volver a perder los papeles de esa manera tan estúpida. ¡Por Dios! Había estado a punto de echarlo todo a perder.

Pensé en Samuel. ¿Qué pensaría él si supiese que su hermano tenía tales sentimientos por su chica?

¡Joder! Esta punta situación se me estaba yendo de las manos.

Me detuve junto al bar "El medio día" y entré, importándome bien poco que estuviesen cerrando. La encargada levantó la vista, para indicarme que me largase, pero perdió las ganas de hacerlo en cuanto llegué hasta ella, besándola con fiereza, empotrándola después contra la pared, mientras la princesita aparecía en mi cabeza, y yo me moría por hacerle justo lo mismo que le hacía en aquel momento a Vanessa, en el almacén, follándomela duro, mientras ella gemía como una perra en celo.

Tenía que volver a ser yo mismo, no podía dejar que la situación se me escurriese entre los dedos.


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