14. Pedir ayuda. NUEVO.
Buenas tardes, disculpen las molestias, pero he Editado toda la historia, a lo largo de los próximos días, iré Editando todos y cada uno de los capítulos. No me maten. Pero era más que necesario para lo que se avecina.
Leo.
Recostada en la cama de mi mejor amigo, con él frente a mí, pensaba en aquella noche, en lo que había recordado. ¿Cómo pude pensar que terminaría acostándome con él? Era obvio que para él sólo era la hermana pequeña de su mejor amigo.
- ¿Te acuerdas de la noche que inauguraron la sala West? – pregunté hacia Lucas. Este se sorprendió al oírme hablar sobre aquello. Pues yo no solía hablar sobre ese tema – Acabo de recordar que bailé con él, con Carlos...
- ¿Ya te acuerdas? – asentí, mirando hacia sus ojos.
- Hice demasiadas idioteces esa noche, qué patética – me sacudí en la cama, molesta conmigo misma – habrá pensado que soy una cría...
- ¿Por qué no se lo has preguntado hoy? – quiso saber. Le miré sin entender a lo que se refería – os estabais desnudando con la mirada.
- Deja de decir tonterías, Lucas – le corté, pensando en la universidad, tenía que comenzar a leerme la materia, si no ... no aprobaría. Sería un poco cómico ¿no? La superdotada suspendiendo un examen – tengo que ir mañana a casa a recoger los apuntes, ¿vienes?
- Que va, no puedo – contestó – tengo que pasar por el club, ¿te acuerdas de Edu? Hemos quedado para tomar algo fuera del mundo de la noche – sonreí.
- Ten cuidado. No seas demasiado efusivo o la gente empezará a pesar que eres gay – rompió a reír, dándome luego un beso en la nariz, abrazándome.
Cerré la puerta de la cocina de casa detrás de mí, agarré una manzana, dándole un primer bocado, dejando luego la mochila sobre la encimera de la cocina, cogí un vaso de la despensa y me serví un vaso de agua natural.
Mi cuerpo se tersó en cuanto escuché su risa, volteé la cabeza y miré hacia el pasillo, justo donde él aparecía con su compañero de baloncesto, sudados y con ropa de deporte, bromeando sobre el partido.
Se sorprendió tanto al verme que su amigo notó que sucedía algo raro.
- ¿Va todo bien? – quiso saber. El susodicho se encogió de hombros, acercándose a mí, agarrando un vaso de la despensa, sirviéndose agua del grifo, al igual que lo hice yo – te espero en el salón, tío.
¡No! - dije para mis adentros - ¡no te vayas, Jorge!
Podía sentirle aún detrás de mí, bebiendo agua. Tenía que salir de allí, marcharme lo más rápido que me lo permitiesen mis piernas. Volver a casa había sido una mala idea, pésima.
- Leo – me llamó, haciéndome salir de mis pensamientos, incluso di un leve respingón, aún en el sitio, sintiendo su desagradable aliento detrás de mí. Acercó su boca a mi oído, y se quedó allí un momento antes de hablar – no puedo dejar de pensar en ti – me faltó el aliento, se me secó la boca, y sólo quería huir de allí. Estaba aterrada. Su mano derecha, acarició mi brazo, con las yemas de los dedos, mientras yo giraba la cabeza, mirando hacia ese punto – un pajarito me ha dicho que has dejado el club – añadió, dando un par de pasos hacia atrás, conteniéndose – y sé que tu novio ha borrado el vídeo, incluso de mi teléfono – no dije nada – pero ... ¿sabes qué? Aún tengo un AS en la manga – me giré para encararle.
- Eres patético – espeté – tienes que acudir a chantajes para poder follar – sonrió, sin ganas, apoyando ambas manos sobre la encimera, acorralándome. Levanté las mías, dejándolas caer en su pecho, impidiendo que pudiese acercarse más.
- ¿Qué crees que hará papá cuando se entere que su hija le ha desobedecido? – preguntó.
- ¿De qué hablas? Yo no...
- ¿Ah no? – insistió, con chulería - ¿y cómo llamas a lo que tienes con ese friki? ¿Cómo crees que le sentará que su hija esté saliendo con un muerto de hambre?
- No te atreverás – le dije. Sonrió, divertido, echándose hacia atrás – le diré sobre tus trapicheos – encaré.
- ¿Ah sí? – asentí, justo cuando él me agarraba del brazo, con fuerza, atrayéndome hasta él - ¿con qué pruebas? – el terror invadió mi rostro – no saques garras cuando no tienes nada, Leo.
- ¡Te odio! – espeté, apretando los dientes, molesta.
- ¿Sabes que es lo que puedes hacer para que siga manteniendo mi boca cerrada? – negué con la cabeza, horrorizada, porque lo sabía muy bien. Acarició mis labios, de forma exagerada – esta noche, en mi habitación, te estaré esperando. Ahora estoy ocupado, como ves – señaló hacia el salón, sonriéndome después – será mejor que me hagas la mejor mamada de la historia, Leo, porque te tienes que ganar mi silencio.
- Eres asqueroso – le lancé, él sonrió, marchándose sin más.
Me quedé allí, en aquella cocina, completamente sola, sabiendo que aquella vez no tenía escapatoria, hiciese lo que hiciese, al final acababa en el mismo lugar.
Tenía que hacer algo, encontrar alguna forma de vengarme, lo que fuese para escapar de aquella pesadilla.
Mi móvil volvió a vibrar, sabía que era un nuevo mensaje de Samuel, pidiéndome explicación sobre mi ausencia, pero ni siquiera iba a contestar ese, justo como no hice con los diez anteriores.
Charlie:
Acababa de llegar a casa, después de un trote de lo más reconfortador, pensaba ir al club más tarde, y después que daría con Vanessa, quería desfogarme con ella, sacar de mi cabeza a la princesita que no era buena para mí.
Dejé las llaves sobre la mesa de la cocina, mirando hacia el interior de la casa, parecía que Samuel estaba fuera, quizás estudiando en la biblioteca, como todo buen friki.
Caminé hacia el sofá, y me espatarré en él, comenzando a bichear el móvil. Tenía varios mensajes de Poli, otros tantos del Peluso y uno de Vanesa. Justo iba a abrir el de la rubia que me tiraría en la noche, cuando el timbre de la puerta sonó.
Me encaminé hacia ella, resoplando, dejando el teléfono sobre el sofá, quedándome a cuadros cuando vi a la persona que menos esperaba en aquel momento.
Era ella, con ese cabello rubio, ojos azules y labios que me moría por besar. ¿Cómo cojones iba a olvidarme de ella?
- ¿Otra vez por aquí, rubiales? – le dije, luchando conmigo mismo por permanecer neutro – pensé que ibas a alejarte del buenazo de mi hermano...
- No estoy aquí por él – admitió, dejándome noqueado al respecto – quiero hablar contigo.
¿Cómo dices? Me serené a mí mismo, tomé toda la fuerza de voluntad desde los lugares más remotos de mi cuerpo y los usé para continuar aquella conversación.
- Soy todo oídos – le dije, echándome hacia atrás para dejarla entrar, cerrando la puerta en cuándo lo hizo. Caminé hasta llegar al sofá, y luego me senté en él, mientras ella se colocaba justo en frente, aún de pie.
- Sé que mi hermano te está jodiendo el negocio – ni siquiera la miré, seguí absorto en mis pensamientos, agarrando el móvil para mirar esos mensajes, intentando mantener la mente en blanco – si encuentras alguna prueba que lo relacione con las drogas... - miré hacia ella, con chulería, sacando mi lado de capullo - ... ya sea una foto, un vídeo o algo... lo quitaré de tu camino.
Aquello era de risa. No podía creerlo. Romí a reír, sin poder evitarlo, tomándome aquello como una puta cámara oculta, tenía que serlo, no podía ser de otra manera.
- Pero ¡qué retorcido sois los pijos! – lancé, al haberme recuperado. Se sentó junto a mí, en el sofá, intentando parecer cercana.
- Tengo dinero – insistía.
Me quedé en babia al mirar hacia ella, su piel de porcelana, esa que incitaba a ser acariciada y deleitarse con su suavidad, sus hermosos ojos azules que provocaban en mí miles de sensaciones que solía mantener ocultas, sus preciosos labios rosados que me moría por besar en ese justo momento.
- ¿Estarías dispuesta a hacer cualquier cosa? – pregunté, echando la cabeza un poco hacia delante, poniéndola nerviosa - ¿qué harías, princesa?
- Me alejaré de Samuel – contestó, haciendo que volviese a la realidad. Sonreí, con melancolía, bajando la mirada, volviendo a colocarme cómodamente, reclinándome hacia atrás – y te daré el dinero que me pidas.
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