1. El Don Nadie. EDITADO
Buenas tardes, disculpen las molestias, pero he Editado toda la historia, a lo largo de los próximos días, iré Editando todos y cada uno de los capítulos. No me maten. Pero era más que necesario para lo que se avecina.
Las clases aquel día fueron un puto infierno, no sólo porque me aburría infinitamente el bajo nivel de la clase, era la maldita resaca que me daba nauseas a cada rato. Maldito garrafón de mierda, no iba a volver a la Sala West.
- ¿No piensas que esto es una puta mierda? – se quejó Lucas, a mi lado, entre susurros, mientras Lorena nos miraba con cara de malas pulgas, por el rabillo del ojo. Odiaba que siempre estuviese escuchando conversaciones ajenas – Está repitiendo lo mismo una y otra vez cómo si fuese un papagayo, qué aburrimiento.
- Lleva así todo el curso – contesté, doblando mis piernas, por debajo de la mesa, cansada de aquella mierda - ¿qué tal ayer con Edu? – miró de reojo a Lorena, y luego dijo algo entre dientes.
- Aquí no, hay demasiados espías. Oye – llamó mi atención, de pronto - ¿quién es el tipo con el que bailabas anoche? – me encogí de hombro, sin darle bola - ¿hablaste con tu padre sobre lo del cambio?
- Paso – contesté – No quiero deberle más favores a la directora.
- Es que no entiendo por qué no se lo dices a tu viejo – insistió, de nuevo con el mismo tema – tu nivel es mayor que este, deberías estar en cuarto.
- Debería estar en primero – contesté – tengo dieciocho.
- Y un coeficiente intelectual muy por encima de la media – concluyó. Le ignoré, volviendo a coger el hilo de lo que decía el profesor. Hablaba sobre la importancia del doble significado en otros idiomas, mientras yo me preparaba para echar una cabezadita, mirando por la ventana, observando algo que me dejó obnubilada. Era ese idiota, el tipo de anoche.
"Se lo del vídeo" – resonó en mi mente – "te propongo un trato..."
- ¿Quién es el don nadie moreno, el de la mochila azul? – pregunté hacia Lucas, haciendo que este dejase prestar atención al señor Cortés y mirase por la ventana, hacia el tipo que señalaba.
- No tengo ni idea – me aseguró – creo que es uno de los pocos becados que hay en la universidad, no hay más que ver sus ropas, mira – me reí, con disimulo, ante el comentario de mi amigo.
- Es Samuel – intervino la entrometida de Lorena – está en primero.
No dije nada, ni siquiera le di las gracias, y seguí prestando atención a la clase, mirando de reojo a ese tipo.
- No pienso volver a la sala West – llamó mi atención Lucas, volviendo a evitar al profesor – es una puta mierda desde que ha cambiado de dueño – estaba totalmente de acuerdo con él - ¿te acuerdas de cuándo la inauguraron? – No contesté, no quería hablar de ese tema, porque siempre que él sacaba el tema desembocaba en el mismo lugar – perdiste la virginidad esa noche.
- ¿Podemos dejar ese tema de mierda? – pregunté, más alto de lo que debía, haciendo que el profesor nos descubriese.
- ¿Qué pasa allí al fondo? Leonor – me llamó - ¿te está aburriendo la clase? – El profesor me tenía fichada, y no era para menos, solía dormir en sus clases, aunque luego sacaba sobresalientes en todos los exámenes – no vengas a clase a molestar a tus compañeros, quédate a estudiar en casa.
- Lo haría si no fuese obligatoria la asistencia – contesté, a sabiendas de que mi atrevimiento me traería problemas. La campana sonó, advirtiéndonos de que la clase había terminado.
- Salvada por la campaña – bromeó Lucas, mientras el profesor le asesinaba con la mirada.
- Leonor – me llamó, de nuevo – acércate un momento – recogí los libros, metiéndolos en la mochila, despidiéndome de mi amigo con la cabeza, llegando hasta el profesor - ¿por qué no hablas con la directora para que te cambie de clase? Está claro que no encajas en este nivel académico, quizás deberías buscarte algo más acorde a tu inteligencia.
- Estoy bien aquí, no hace falta – le dije, mientras él asentía, resignado.
- Te firmaré una autorización para que te ausentes de mis clases y puedas dedicar ese tiempo a estudiar en la biblioteca, aunque tú no lo necesites – asentí – Tus compañeros necesitan atender en clase para aprobar la asignatura, eso lo entiendes, ¿verdad, Leonor?
Me había caído una buena bronca por culpa de Lucas. Aun así, me alegraba que su solución fuese el permiso especial y no una charla con la directora, no quería más favoritismos por su parte, tan sólo quería ser como el resto, una chica normal.
- Leo – me llamó Lucas, cuando bajé las escaleras hacia los jardines, odiaba los lugares cerrados, prefería comer al aire libre, aunque fuese sucio e incómodo – espérame – sonreí, caminamos juntos, dejando atrás al grupito de los retrasados, como nosotros solíamos llamarles, al de las pijas idiotas, y al de los becados.
- Oye – me llamó una voz, detrás, pero no me detuve, yo no solía hablar con nadie más que no fuese con Lucas en la universidad. Pero me agarró del brazo, haciendo que me diese la vuelta, dispuesta a cruzarle la cara a quién fuese – Tenemos que hablar sobre lo de ayer, ¿no crees? – Lucas nos miraba con interés. Me giré, y le indiqué con la cabeza que nos dejase a solas.
- No tardes, odio comer solo – me volví entonces hacia él, soltándome de su agarre, me miró sin comprender.
- Haré desaparecer el vídeo – repitió, sacando el teléfono móvil del bolsillo, buscando en él algo para luego mostrármelo. Era el vídeo con el que estaba siendo chantajeada por el idiota de mi hermano. Estaba enfadada. ¿Por qué lo tenía aquel idiota?
- ¿Dónde coño lo has conseguido? – me quejé, empujándole, haciéndole reír, divertido, volviendo a guardar el teléfono en su bolsillo – mira, pedazo de mierda...
- ¿Te parece apropiado ponerte a insultar a la persona que puede destruir tu reputación y tu vida? – preguntó. Me enfadé incluso más. Odiaba que las cosas se estuviesen yendo a la mierda – borraré este y todos los que están rulando por ahí, tengo un colega informático que ...
- ¿Están rulando por ahí? – pregunté, histérica. Él volvió a sonreír – No me hace ni puta gracia, niñato.
- ¿Niñato? Esa palabra ya no está de moda, Leonor – bajé la vista, sin decir nada.
- Suelta ya lo que quieres, no me hagas perder el tiempo – apoyó las manos en las correas de su mochila, algo incómodo – y es Leo.
- Leo es nombre de chico – me estaba haciendo enfadar, aquel idiota - ¿o es porque eres Leo? – me reí sin ganas, porque estaba colmando mi paciencia – ahora entiendo porque te detesto con sólo mirarte, soy capricornio.
- Por mí cómo si eres un cerdo que finge ser un alumno – espeté, sonrió, divertido – dime ya lo que quieras a cambio de borrar el vídeo, porque estoy perdiendo la paciencia contigo, niñato – se encogió de hombros, divertido, antes de contestar.
- Cómo quieras, Leonor – sabía que estaba tratando sacarme de quicio, el muy gilipollas – te doy las pruebas que necesitas para destruir a tu hermano. Te daré lo que necesitas para vengarte de él, y a cambio lo usarás para apartarlo de los negocios de mi hermano.
- ¿Y por qué no lo haces tú mismo? – me quejé – Usa las pruebas que dices que tienes y quítatelo de encima. ¿por qué me necesitas? – Sonrió, divertido, echándose hacia atrás, dejándose caer en el bordillo, apoyándose en la baranda de las escaleras.
- Recursos – contestó – tú tienes más recursos que yo.
- ¿y cómo sé que puedo fiarme de ti?
- Vas a tener que hacerlo, porque no te quedan más opciones. Si no me ayudas dejaré que el vídeo se siga esparciendo, que todo el mundo sepa que eres una...
- Dilo y estás muerto – le amenacé. – Cuando todo esto termine te joderé la vida, niñato – Sonrió, para luego levantar la mano, con la intención de que la estrechase. Iba listo si se pensaba que iba a hacerlo – Está bien, pásame todo lo que tengas contra ese capullo, y lo usaré para destruirle, pero tienes que hacer desaparecer el vídeo, de todas partes, niñato – asintió – Y si le cuentas a alguien algo de esto, estás muerto – me di la vuelta entonces, dispuesta a marcharme, cuando él habló.
- Dame tu número – sonreí, divertida, volteándome para mirarle, observando como sacaba un bolígrafo de la mochila y me lo cedía. Agarré su mano, y apunte este en él.
- Si me llamas para algo que no sea eso... - comencé, mientras le devolvía el bolígrafo - ... te cortaré las pelotas y me haré unos pendientes con ellas.
- ¿Qué mierdas ha sido eso? – preguntaba Lucas, sin dar crédito, mientras yo sacaba mi ensalada de frutas de la mochila, y comenzaba a comérmela, sin emitir sonido alguno – venga, zorra, dime algo – él sabía que yo no iba a pronunciar palabra, así que dejó de insistir.
El resto del día fue aburrido, aunque se animó cuando Sharon me llamó, asegurándome que me pagarían el doble si iba esta noche, porque había una convención de pajaritas. Me parecía de lo más cómico, no pude dejar de reír, mientras Lucas me miraba de reojo, de camino a casa.
- ¿Hablaste con tu padre? – preguntó, justo en frente de mi casa. Bajé la cabeza, poniéndome seria, él sabía que no podía hacerlo, por qué seguía preguntándome lo mismo una y otra vez – él ya no tiene pruebas, ¿no? Borraste el vídeo.
- Aun así, lo sabe, Lucas – me quejé – sería mi palabra contra la suya.
- ¿y vas a dejar que te siga chantajeando? – insistió – Leo...
- Este no es problema tuyo – le corté, porque odiaba que se metiese tanto en mi vida – ya te lo he dicho muchas veces. Lo resolveré por mi cuenta.
- Quédate en mi casa – pidió. Negué, con la cabeza, cogiendo mi mochila, para luego despedirme con la mano.
- Buenas noches, Lucas – me marché justo después de eso.
Entré en casa, papá y Natalia aún no habían vuelto del club, y esperaba que el idiota de mi hermano no estuviese en casa, pero al llegar al salón, me lo encontré, viendo vídeos, sin poder dejar de reírse.
Ni siquiera le miré, me di la vuelta, y di un par de pasos hacia la planta de arriba.
- Leo – me llamó, haciendo que maldijese mi estampa – mira esto – se puso en pie, y me hizo una señal con la mano, para que me acercase. Lo hice, y él metió la mano en su bolsillo sacando un fajo de billetes.
- Eso es mío – me quejé, intentando alcanzarlo, pero era en vano, era más bajita que él – David – insistí.
- ¿Qué vas a hacer tú con tanto dinero? – preguntó. Apreté los labios, molesta, sin querer decirle nada, porque sabía que dijese lo que dijese lo usaría contra mí - ¿quieres que te lo devuelva? – añadió. Asentí, aun sabiendo que él iba a pedir algo a cambio.
- ¿Qué quieres? – sonrió, divertido.
- Hazme uno de esos bailes, de los que haces en el club – pidió. Negué con la cabeza, exasperada de aquella situación – estarás acostumbrada a desnudarte por dinero ¿no?
- Vete a la mierda, David – sonrió, con malicia.
- Esa no es forma de hablar al tipo que tiene tu dinero – agitó el fajo de billetes, mientras yo le observaba, con cara de malas pulgas – desnúdate.
Palidecí de golpe.
Ese capullo estaba haciéndome la vida imposible, y no iba a dejarme escapar con facilidad. Desde que su madre y mi padre se casaron la rivalidad que había entre ambos había crecido, y en aquel momento ni siquiera podíamos estar en la misma habitación sin insultarnos.
- Estoy hasta el coño de tus putos chantajes – me quejé, él sonrió, de nuevo.
- ¿Eso quiere decir que no vas a desnudarte? – Levantó las cejas, mientras se rascaba la cabeza, y sacudía el dinero en el aire – Piensa en la pasta, Leo...
- Mi padre y tu madre están a punto de llegar – me quejé. Él negó, con la cabeza, divertido.
- Hoy tenían cena en el club, ¿te acuerdas? – caí en ello en ese justo instante – ahora deja de poner excusas y desnúdate.
No iba a poder escapar de aquella situación. Y lo cierto es que me daba miedo.
Una cosa es desnudarse en el club, sabiendo que hay un par de tipos de seguridad, y que en cuanto un baboso se lance sobre mí tendré apoyo. Pero en aquel momento estaba sola, y no me fiaba de David ni un pelo.
- Eres asqueroso – me quejé – un puto pervertido al que le pone ver a su hermana desnuda – sonrió, divertido.
- Hermanastra – aclaró. Apreté los labios, molesta, pensando en lo mucho que me gustaría destruir a aquel hijo de puta, con un poco de suerte, gracias a aquel niñato tendría esa oportunidad – venga. O... ¿prefieres que me quede el dinero?
- Llevo trabajando dos putos meses para conseguir ese dinero, David – me quejé, mientras él se acercaba a mí. Le odiaba, no podéis imaginar cuánto.
- Se una buena chica y quítate ya la camiseta – insistió.
Cerré los ojos, molesta, intentando calmarme. Quizás podría salir airosa de la situación, quizás podría solo desnudarme y marcharme a la habitación, quizás me dejaría en paz y no se atrevería a hacerme nada.
Me quité la mochila, tirándola al sofá, la chaqueta, quedándome con aquella blusa. Él se estaba impacientando, así que lo hice de una vez. Me quité los botones de la camiseta, uno a uno, mientras él me devoraba con su asquerosa mirada. Entre abrió los labios con deseo, y se acercó un poco cuando me la saqué por los brazos y la tiré al sofá.
- Enséñamelas – pidió, con la vista fija en mis pechos. Los tenía abundantes, aunque no excesivos, y por supuesto todo era natural. No era de esas chicas pijas obsesionadas con el aspecto que solían operarse de casi todo – vamos, Leo – añadió, con deseo.
Desabroché el sujetador, dejando libre mis pechos, mientras él se mordía el labio.
- ¡Joder! – gimió – tócatelas – ordenó. Aquello me parecía surrealista, no podía estar allí haciendo aquello – he dicho que te las toques – insistió, y terminé haciéndolo, provocándole – una estríper no es diferente a una puta – odiaba cuando decía cosas como aquellas – te desnudas por dinero... estarías dispuesta a hacer cualquier cosa por la pasta ¿verdad?
- Ya basta, David – me quejé, deteniéndome, agarrando mi camisa, dispuesta a colocármela – ya te has divertido bastante.
- Esto acaba cuando yo lo diga – me detuve, observando su sonrisa maliciosa – quítate la falda.
- No – me agarró de la barbilla, acercándome a él – eres asqueroso...
- No sabes lo satisfecho que me sentí cuando te encontré en ese club, quitándote la ropa frente a todos esos desconocidos – aseguraba, metiendo el pulgar en mi boca – es justo lo que necesitaba, el arma que me hará ganar esta guerra - ¿de qué coño estaba hablando ahora? – No voy a desaprovechar esta oportunidad, Leo, no cuando se me ha presentado tan voluntariamente... - se echó hacia atrás, agarrándome la camisa para volver a tirarla al sofá – quítate la falda y las bragas muy despacio, quiero verte desnuda, quiero deleitarme de cada momento.
Le di la espalda, me bajé la falda, y luego me agaché, dejando mi trasero a su merced, haciendo que lo viese. Me levanté, con las bragas en la mano, mientras él sonreía, con malicia.
Alargó la mano, acariciando mi pezón con ella, mientras yo le pegaba un manotazo y la apartaba.
- Los clientes no tocan – me quejé.
- ¿A no? ¿y cómo te meten los billetes en las bragas, Leo? – ni siquiera contesté.
- ¿Qué estás haciendo? – pregunté, horrorizada, tan pronto como se quitó los botones del pantalón, sacando a escena su miembro – estás muy equivocado si piensas que ...
- ¿Quieres tu dinero? – preguntó, agarrándome de la barbilla para obligarme a mirarle – entonces harás lo que yo te diga.
- Eres un manipulador de mierda – me quejé, observando cómo se sentaba en el sofá, sonriendo, con malicia. Alargó la mano, haciéndome una señal para que me acercase, y lo hice, a pesar de que sabía que no era una buena idea.
- Aquí – me ordenó, para que me subiese sobre él. Apoyé mi sexo sobre el suyo, sintiendo lo caliente que este estaba – deja de mirarla – y era cierto, la observaba, porque nunca imaginé que él tuviese una tan grande.
- Jamás pensé que me harías algo así – me quejé, él sonrió, divertido, acariciando mis pezones, con la yema de sus dedos.
- Ahora voy a vengarme por todos los desplantes que me has hecho, Leo – me mordí los labios, molesta con la situación - ¿estás excitada? – preguntó, con la mirada fija en mis pezones.
- Sólo tengo frío – contesté.
- Ya... - no dije nada, y seguí sintiendo sus asquerosas manos sobre mi piel – ahora masajéame la polla con tu coño – pidió. Le miré, sin comprender. Me cogió de la cintura, apoyando mis labios inferiores sobre su pene, para luego obligarme a hacer fricción, sobre él.
- ¡Joder! – gimió, mientras me cogía del cuello, obligándome a mirarle. Sonrió, con malicia – Jamás imaginé que terminarías convirtiéndote en una mujer tan sexy, ni siquiera me di cuenta de lo apetecible que me resultabas hasta que te vi en el club, Leo – pellizcó mis pezones, mientras yo me sentía asqueada, era la segunda vez que alguien me hacía algo así, que disfrutaban de mi cuerpo sin mi consentimiento – No puedo dejar de pensar en lo mucho que voy a joder a ese capullo... - ¿de quién coño estaba hablando? – voy a meterte la polla en tu coño y ...
- No – me quejé, intentando levantarme, pero él se aferró a mi cintura y la metió dentro, dejándome sin palabras.
- Voy a poseer tu cuerpo, Leo – añadía, afianzando las manos a mi espalda, sin que pudiese moverme, mientras con la otra me obligaba a moverme violentamente sobre él. Dolía, incluso más que la última vez. No estaba lubricada, en lo absoluto.
- David, por favor – supliqué, intentando soltarme, ganándome un mordisco en los labios, tan fuerte que me hizo sangrar - ¡Ah!
- Estate quieta de una vez y déjate hacer – ordenó. No quería deshacerme, no quería llorar, no quería derrumbarme allí, no otra vez - ¡oh, estás tan buena...!
Mi mente se marchó lejos, a un momento anterior, aquel momento que aún intentaba borrar de mi memoria, ya no era forzada por David, era Juan el que me sacudía, violentamente, después de una noche de alcohol y desenfreno, en la que no era dueña de mis actos. Podía sentir como me desgarraba por dentro, ni siquiera estaba preparada, no quería que mi primera vez fuese con ese tipo, ni siquiera me gustaba, no era a él al que quería entre mis piernas. Sus gemidos entrecortados, me indicaron que el tipo estaba a punto de terminar, golpeó mis nalgas, mientras mis cabellos y todo mi cuerpo se movían de adelante hacia atrás, mecido como si fuese un muñeco de trapo, inconsciente de lo que sucedía, mi consciencia se encontraba medio dormida, ni siquiera estaba siendo consciente de lo que ocurría, ni siquiera...
Un largo y prolongado sonido se escuchó, y él terminó dentro de mí. Salió con rapidez, comenzando a colocarse bien los pantalones, mientras yo me sujetaba a la tapa del váter, sentándome después sobre ella, comenzando a vomitar encima de mí, mientras el tipo me miraba con asco y me dejaba allí, a mi suerte.
Recuerdo que Lucas me encontró un rato después, tras haberme llamado durante un buen rato, y sin encontrarme, cuando escuchó al tío en cuestión jactarse de lo que me había hecho.
Gorka se abalanzó sobre él y le dio una buena paliza al escucharle hablar obscenidades sobre mí, mientras mi mejor amigo llegaba al baño de chicas, encontrándome allí, cubierta por mi propio vómito, medio desnuda, con el rímel corrido, el rostro repleto de lágrimas, y tan borracha que se suponía que no debía recordar nada al día siguiente.
Pero lo hice. ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no recordar el acto más atroz al que había sido sometida? Perdí la virginidad esa noche, con un extraño que me obligó a hacerlo.
El capítulo de hoy ha sido muy fuerte. La pobre Leo...
¿Están preparados para el maratón de fotos?
Aquí vienen :)
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