Capítulo 37
Abro los ojos cuando siento a alguien caer a mi lado. La madre del Dr. William se encuentra acostada en el suelo quejándose de dolor.
—¡No debiste atravesarte! —me grita moviendo la pistola nerviosa en mi dirección.
—¡Lindsey! ¡Que has hecho!
Me agacho en el suelo y con la misma toalla que hace unos minutos ella me estaba limpiando el rostro ensangrentado, la presiono en la herida de su vientre por la que ahora brota abundante sangre.
—¡¿Qué ha sucedido?! —la puerta se abre de repente, es el Dr.
Al ver a su madre en el suelo, mientras yo le presiono el vientre, sale corriendo en nuestra dirección.
—¡No! —le grito pues Lindsey está armada y en su camino.
Pero el la sorprende y la sostiene por las manos mientras la desarma.
—No soy un hombre que golpee a una mujer, mucho menos a una con tantos problemas como tú. Pero en estos momentos lo único que deseo es poder golpearte hasta olvidar lo que acabas de hacer.
Entonces detrás de él veo entrar unos paramédicos y dos policías. Los paramédicos enseguida corren en mi dirección. Mientras tanto los policías le colocan unas esposas a Lindsey y se la llevan. Después de eso, el Dr. William corre en mi dirección y se agacha junto a mi.
—¿Qué sucedió? —pregunta nuevamente preocupado al ver a su madre inconsciente en el suelo, sobre un charco de sangre.
—Tu madre se metió en el medio—le respondo entre sollozos—. Lindsey fue a dispararme y tu madre me salvó la vida. —no puedo evitar llorar.
Los paramédicos nos piden apartarnos y comienzan a atenderla. Le toman el pulso y retiran la toalla ensangrentada sustituyéndola por un apósito aséptico.
—Debemos llevarla urgente al Mount Sinai. Solo uno puede venir en la ambulancia. ¿Quién es el familiar? —le preguntan mientras uno de ellos le coloca una vía antes de subirla a la camilla.
—Yo. —responde el Dr. poniéndose de pie.
Le colocan oxígeno y levantan la camilla.
—Vamos. —y abandonan el local a toda velocidad.
Me siento impotente sentada aquí en el suelo sin poder hacer nada. Me miro las manos llenas de sangre y después mi vestido arruinado.
—Acabo de ver salir una ambulancia—alzo la mirada y me encuentro con el rostro de Alex. Está golpeado y comienza a inflamarse. Pero su rostro se transforma rápidamente en preocupación cuando me ve sentada en el suelo con la ropa llena de sangre—. ¡?Que ha sucedido?! ¡?Te encuentras bien!? ¡Háblame Lia! —me dice mientras me toca por todas partes.
—Estoy bien, no he sido yo.
—¡¿Qué ocurrió?!
—Lindsey apareció con un arma, ya la policía se encargó de ella.
—¿De quién es esta sangre?
—De la madre del Dr. William. Me ha salvado la vida.
—¿Hacia dónde se la han llevado?
—Hacia el Mount Sinai. —respondo sollozando.
—Vamos, pasaremos rápido por el apartamento para que te cambies y después iremos hacia allá.
Cuando llegamos al hospital, nos cuesta un poco de trabajo localizar a la madre del Dr. William, pues solo conocemos su nombre. Pero eventualmente lo conseguimos. Al salir del ascensor nos dirigimos hacia la sala de espera. Y entonces veo al Dr. William sentado en un asiento con la cabeza entre las manos.
Me siento a su lado y le pongo la mano en el hombro.
—¿Cómo está?
—Aún no lo sé. La han llevado a cirugía, aún no salen.
—No se preocupe Dr. William, todo va a estar bien.
—Por favor, llámame Axel. No creo que en estos momentos después de todo lo sucedido necesites llamarme tan formalmente.
Justo en ese momento se abre la puerta del salón de operaciones y un médico vestido con bata y gorros de color azul intenso se dirige hacia nosotros.
—¿Familiares de Adeline?
—Aquí, soy su hijo. —responde él poniéndose de pie.
—Su madre está. Por suerte la bala no perforó ningún órgano vital, lo cual es bueno. Por otra parte, ha perdido mucha sangre, va a necesitar una transfusión.
—¿Podemos donar sangre para ella? —pregunto rápidamente poniéndome de pie. Si puedo hacer cualquier cosa para ayudarla, lo haré.
—Si tiene su misma sangre desde luego pueden hacerlo. Lo que decidan hacer se lo pueden comunicar a la enfermera. En un rato la pasaremos a la sala.
—Gracias doctor. —Axel le estrecha la mano.
—No hay de qué.
El doctor se marcha.
—Lo dije en serio Axel, quiero ayudar a tu madre, es lo menos que puedo hacer.
—Bueno, es algo difícil. Ni siquiera yo que soy su hijo tengo su mismo tipo de sangre.
—¿Qué tipo de sangre es?
—O negativo, donante universal. Solo puede servirle la misma.
—Lo siento, soy A positivo, pero de verdad quiero hacer algo para ayudarla.
Alex se aleja de nosotros rumbo al puesto de enfermeras. ¿Qué está haciendo? Lo observo hablar con la enfermera y ella asentir con la cabeza. Después regresa donde estamos.
—Yo haré la donación, llevo su mismo tipo de sangre.
Por un instante puedo ver que Axel lo mira impactado. Creo que no se esperaba que Alex tuviese el mismo tipo de sangre que su madre.
—De verdad, no tienes que hacerlo. Sé que has perdido sangre en la pelea y sería demasiado pedir que...
—Tu no lo has pedido, yo lo haré voluntariamente. Es lo menos que puedo hacer por alguien que le ha salvado la vida a mi prometida.
Axel lo mira impresionado.
—Felicidades por tu compromiso y por la victoria de esta noche.
—Gracias.
La enfermera llega donde estamos y se lleva a Alex ha hacer la donación. Me siento junto a Axel que ahora está mas tranquilo al saber que su madre ha salido de peligro.
—Tu madre es una mujer fuerte.
—Sí, lo es. —responde pensativo.
Se pone de pie y sale caminando hacia el pasillo. ¿A dónde va?
Lo sigo a una distancia prudente sin que se percate de mi presencia y lo veo entrar en una capilla. Espero unos segundos y entro silenciosamente.
Está sentado en uno de los primeros bancos. Así que me siento prudentemente y sin hacer ruido, a tres bancos de distancia. Sé que no debo estar escuchando, pero estoy preocupada.
—Gracias Señor, por no llevártela sin ella habérselo contado. Espero que después de todo lo que ha sucedido ella decida por fin contarle quien es en verdad. Sé que hice una promesa de que no se lo contaría y de que no lo buscaría. Pero todo se enredó. Él me ha encontrado a mí. Y a pesar de que no sabe quiénes somos en verdad, está donando sangre para salvar su vida—no entiendo nada de lo que estoy escuchando, pero creo que tiene que ver con Alex—. Ella no quiso hacer lo que hizo hace treintaicinco años, ella solo quería que el tuviese una mejor vida, una mejor que la que ella le podía ofrecer en ese momento. Y así fue. A pesar de que sus primeros años los pasó en hogares de acogida, después lo recibió una buena familia y se ha convertido en un hombre bueno. No debes castigarla por lo que hizo. Ya ella se arrepiente cada día...
¡Oh Dios! ¡No puedo estar escuchando lo que creo estar escuchando!
Adeline es la madre biológica de Alex, lo cual convierte al Dr. William, Axel, en su hermano. Ahora todo encaja. El porque se le quedó mirándo fijamente en la primera consulta. No tenía ni idea de que mi novio era su hermano mayor. Ahora sé porque su mirada me atraía tanto. Es que son iguales. Intento levantarme y marcharme a toda prisa con el reciente descubrimiento, pero mis piernas torpes se enredan y caigo al suelo haciendo un estruendo.
¡Mierda!
—¡Lia! ¿Qué haces aquí?
—Lo siento, no quería molestarte.
El me mira fijamente.
—Lo has escuchado todo, ¿cierto?
—No quise hacerlo, de verdad que no.
Axel se sienta en un banco y deja escapar un suspiro cansado.
—Por favor, prométeme que no le contarás nada. Mi madre quiere hacerlo, solo está buscando el momento oportuno y no sabe cómo.
—Creo que este sería un buen momento para hacerlo.
—Entiende. No conoces nada de lo que sucedió cuando nació Alex, mi hermano. Y para ella va a ser muy duro contarle a su hijo porque lo tuvo que abandonar.
—No soy quien para hacer o decir nada con respecto a nada. Entiendo que tuvo que tener motivos bien fuertes para abandonar a su hijo. Y también se que tuvo que haberle dolido mucho. Vi como miraba la pelea Axel, ella adora a Alex, no es una simple fanática del luchador. Ella ama a su hijo.
—Es por eso que te pido que le des una oportunidad de contárselo, eso es todo.
—No le diré nada. —le digo poniéndome de pie y saliendo de allí.
Regreso a la sala de espera. Alex aún tardará un rato y lo que acabo de descubrir es mucho que asimilar. Axel se sienta a mi lado unos minutos después y me brinda una leve sonrisa. Media hora más tarde su madre es sacada del salón y transferida a una habitación. Dejan entrar a Axel a verla, por ser su hijo. Yo me siento afuera y Alex me hace compañía unos minutos después.
Cuando se sienta a mi lado, puedo ver que le han dado un punto en la ceja y también trae una bolsa de hielo en la mano la cual coloca en su rostro inflamado.
—¿Estás bien? —le pregunto mientras acaricio su rostro.
—Golpeado, pero feliz porque la mujer que amo está viva. —me sonríe.
Si el supiera quien es Adeline en realidad.
—Me refiero a la transfusión.
—Ah. Sí. Iban a hacerle los análisis pertinentes y si todo estaba bien, en un rato una enfermera viene a pasársela.
—Me hubiese gustado poder ayudar.
—Yol o he hecho por los dos, —me dice entrelazando su mano con la mía.
Una enfermera se acerca con un carrito y nos mira a ambos.
—¿Esta es la habitación de Adeline Hurt?
—No sé su apellido, pero sí, ese es su nombre.
—Muchas gracias. —responde mientras entra en la habitación.
—¿Ella dijo Adeline Hurt? —pregunta Alex en voz baja.
En ese instante la puerta de la habitación se abre y sale Axel. Alex lo mira fijamente mientras se pone de pie. Ambos tienen la misma estatura y ahora que los veo juntos, si tienen algún parecido, en especial en los ojos.
—¿Cuáles son los apellidos de soltera de tu madre? —le pregunta muy serio.
Axel me mira a mi fijamente.
—Yo no he dicho nada, la enfermera preguntó. —Alex me mira ahora a mí.
—¡Lia! ¡Dijimos que nada de mentiras!
—Lo siento, hice una promesa de no contarlo. Además, que lo acabo de descubrir por accidente, igual que tú.
—¡Responde, carajo!
—Hurt.
Alex se deja caer en la butaca mientras se pasa las manos por el cabello.
—¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No puede ser!
—¡Alex! ¿Estás bien?
—¡Claro que no estoy bien! — se levanta y coge a Axel por las solapas de la camisa que lleva.
—¿Por qué me lo han ocultado? ¿Por qué no me dijeron quiénes eran?
—¡Alex, suéltalo! —le digo intentando que reaccione y lo suelte.
—¡Y una mierda! —lo agarra más fuerte y lo zarandea—. ¿Sabes cuanto tiempo estuve buscando a mi madre? Sabes cuanto he deseado poder haberla conocido. Saber porque hizo lo que hizo. ¿Tienes idea?
Axel le da un manotazo y hace que lo suelte.
—Claro que lo sé. He vivido cada maldito día de mi vida bajo tu sombra. Mi madre, nuestra madre, jamás ocultó que tenía otro hijo, siempre me habló de ti. Pero nunca supo tu paradero hasta que comenzaste a pelear. Y desde ese instante comenzó a seguir toda tu vida a través de las redes.
Alex lo suelta y se deja caer nuevamente en el sofá.
—¿Porque cuando lo supo, no vino a verme? ¿Porque no me dijiste quien eras en la consulta?
—Eso no me corresponde a mí. Entra, ella a pedido hablar con su donante de sangre.
Alex se queda de piedra. Me mira brevemente y después a su hermano.
—Adelante. —le digo dándole valor.
Alex se pone de pie y después de mirar fijamente la puerta por una eternidad, camina hacia ella y entra en la habitación donde su madre se encuentra recuperándose de un tiro por salvarme la vida.
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