Capítulo 3
Espero les guste la historia y me dejen sus votos y comentarios en los capítulos, pues me gusta interactuar con mis lectores. Espero disfruten este capítulo.
—Necesitamos hablar.
Es la tercera vez que escucho esa frase en las últimas horas. Pero simplemente me he distraído. Él me ha distraído. Con sus sofisticadas técnicas y habilidades sexuales en la cama. Y fuera de ella.
—Lo sé. —le digo mientras me recuesto contra su cuerpo en la enorme bañera.
Sus manos acarician mi cuerpo lentamente, distrayéndome. Tiene la cabeza apoyada en mi hombro derecho. Me muevo contra su cuerpo mientras el muerde el lóbulo de mi oreja.
—Ni pienses por un segundo que me vas a engatusar nuevamente y evadir la conversación pendiente. —me dice mientras yo río.
—No estoy haciendo nada. —le contesto inocentemente mientras me inclino contra su cuerpo.
—Solo tendremos sexo nuevamente, después de hablar.
—Tu cuerpo no piensa lo mismo. —puedo sentir su erección clavándose en mi espalda baja.
—Me importa una mierda lo que piense mi cuerpo en estos momentos. Al parecer le es imposible saciarse de ti.
—¿Y eso es algo malo?
—En lo absoluto. Pero necesitamos hablar de lo sucedido.
Sé que esta conversación iba a llegar en algún momento. Y que tarde o temprano, tendríamos que hablar de todo lo que ha sucedido.
—No creo que pueda hacerlo metida aquí contigo, desnudos, mientras me acaricias.
—Pues vamos a vestirnos y hablar. Los dos tenemos muchas cosas que aclarar y explicar. —me dice mientras se levanta y sale de la bañera.
Lo veo coger una toalla y comenzar a secarse. Su cuerpo es de infarto. Definido y musculoso por donde lo mires. Creo que nunca me cansaré de verlo. Se gira hacia mi y captura mi mirada admirando su cuerpo.
—No demores. —se enreda la toalla en la cintura y sale hacia la habitación.
No creo que pueda continuar evadiendo la conversación pendiente. Aunque quisiera hacerlo. También desearía que se olvidara de todo y no continuara insistiendo. Pero sé que eso no va a suceder. Salgo de la bañera y enredo mi cuerpo en una toalla antes de salir de la habitación. Veo sobre la cama una camiseta y unos bóxers de él.
Sin pensarlo dos veces me pongo la ropa que me ha dejado y salgo en su búsqueda. El apartamento es enorme. No sé porque alguien necesitaría tanto espacio. Pero tampoco lo voy a preguntar. Lo encuentro en la cocina, con una copa de vino en la mano. Esta dándome la espalda. No lleva camisa, solo unos sexys pantalones de chándal. Y al igual que yo, está descalzo. Se gira hacia mi como advirtiendo mi presencia.
—Siéntate, enseguida estoy contigo.
Sin dudarlo me siento en el sofá y subo mis piernas cruzándolas sobre este. Siento sus pasos caminar en mi dirección. Se sienta en el otro extremo del sofá y me ofrece una copa de vino. Creo que voy a necesitar algo más fuerte que esto para la conversación que me espera, pero la acepto de igual manera. Le doy un trago a mi copa bajo su atenta mirada y me quedo mirando su cuerpo. Esta conversación va a ser un poco más difícil con el sentado frente a mi semi desnudo.
Intercambiamos una mirada.
¿Acaso sabe lo que su cuerpo provoca en mí? Desde luego que sí. Y su intención es precisamente la de ponerme aún más nerviosa.
—¿Por dónde comenzamos? —le pregunto llenándome de valor.
—Por lo sucedido en el club.
—Ah. —no sé porque tenía el presentimiento que querría comenzar por ahí.
—Me dijiste que no tenías sexo desde el viernes Lia, pero te vi. Vi como te besabas con el extraño de la pista de baile. Vi como te marchaste con él.
¿Entonces todo el tiempo estuvo observándome? Escondido entre las sombras. Nunca se apareció, nunca dio la cara. Ahora estoy algo molesta.
—¿Que más sabes? —no sé porque presiento que sabe más de lo que me está contando.
—Sé que te fuiste con él a su apartamento y que te marchaste de ahí después de dos horas.
—¿Me seguiste? —le pregunto sin poder creer lo que estoy escuchando.
—No pude evitarlo, necesitaba saber.
—Pues no te sirvió de mucho. No sucedió nada. —le digo mientras le doy otro largo trago a mi copa. —No me acosté con él.
—¿Por qué te demoraste entonces?
—Porque estuvimos conversando. —le digo mientras sonrío recordando lo sucedido. —Resultó que todo terminó en una sesión de psicoterapia en vez de sexo.
—¿Era un psicólogo?
—Sí, y me dio buenos consejos. —le digo alzando la vista de mi copa y mirándolo a los ojos.
—¿Por qué no me lo contaste?
—Porque te comportaste como un imbécil en la clase y no me dejaste explicarme. No quisiste escucharme.
—Y tu me diste mi merecido. —me dice con una sonrisa.
—Lo siento. —le digo recordando que lo golpee fuerte en la pierna y en la mandíbula.
—¿Por qué no pudiste acostarte con él?
Esta es la pregunta que no deseaba que llegase. No sabía como responderle. Era bastante sencillo en verdad. Pero primero tenía que terminar de una vez por todas con el extraño acuerdo que teníamos.
—Antes de contestarte, necesito pedirte algo.
—Tú dirás.
—No más lecciones.
El se me queda mirando alzando una ceja.
—¿Ya no quieres conocerte a ti misma?
—El sábado me di cuenta de algo. —hago una pausa mientras él no aparta su mirada de mí. —Que ya me conozco lo suficiente como para saber lo que deseo.
—¿Y que es lo que deseas?
—A ti. Sin condiciones, sin lecciones, sin reglas y sin contratos.
Alex deja la copa en la mesita frente al sofá y esta vez se sienta junto a mí.
—¿Qué cambió? —me pregunta apartando un mechón de pelo de mi rostro.
—Todo cambió el sábado cuando me di cuenta de que mis sentimientos por ti eran mucho más profundos de lo que yo quería aceptar.
—¿Tienes sentimientos por mí? —me pregunta mientras sube una mano hacia mi mejilla.
Cierro los ojos ante el contacto de su cálida mano en mi piel. Y siento su otra mano en mi muslo, ascendiendo peligrosamente por mi cuerpo que rápidamente comienza a reaccionar ante su contacto. Abro los ojos y mientras me pierdo en su mirada decido confesarle mis sentimientos.
—Estoy enamorada de ti. —admito en un susurro mientras él solo me sonríe.
—Tardaste mucho en darte cuenta.
—¿Tardé mucho? Alex, nos conocemos hace apenas dos semanas. Aún no he logrado procesar la intensidad de mis sentimientos por ti. Y lo que he logrado procesar, me asusta.
—¿Qué es lo que te asusta?
—Muchas cosas. —le contesto vagamente.
—Explícate.
—En realidad estoy aterrada. Nunca en mi vida he sentido un deseo tan profundo por nadie. Nunca ningún hombre me ha hecho sentir como lo haces tú. Nunca he sentido esta ansiedad y este deseo tan profundo y desesperante de estar con alguien como si mi vida dependiera de ello. Y lo peor de todo, es que, en lo más profundo de mi ser, me asusta no ser suficiente para ti.
Sube ambas manos hacia mis mejillas.
—No te menosprecies Lia. Eres una mujer hermosa, inteligente, sexy y atrevida. Los hombres que pasaron por tu vida fueron unos idiotas, que no supieron apreciar la pasión y sensualidad que hay dentro de ti.
Casi que siento las lágrimas acumulándose en mis ojos ante la sinceridad de sus palabras.
—¿Hablas en serio? —no puedo creer nada de lo que estoy escuchando.
—Muy en serio.
—¿Cómo supiste lo que sentía por ti? —como se dio cuenta de mis sentimientos por él cuando yo no lo hice.
—Por tu forma de mirarme. —me dice mientras baja las manos desde mis mejillas. —Por cómo se acelera tu respiración y cómo reacciona tu cuerpo ante mis caricias. —me dice mientras desliza sus dedos por mis brazos lentamente.
—Yo sabía que no era normal mis reacciones ante tu presencia y el contacto de tu piel en la mía. Pero es imposible tener sentimientos por una persona que apenas conozco. —le confieso aterrada.
—No es imposible Lia. —sus manos bajan hasta tomar las mías. —A mí me sucede lo mismo. Desde el instante en que pusiste un pie en mi apartamento, no lo podía creer. Ese día que nos conocimos, estaba exhausto y sé que no te causé la mejor impresión. Pero sentí la conexión entre nosotros en cuanto estreché tu mano. No sabes el esfuerzo sobrehumano que tuve que hacer cuando te tuve mojada en mi ducha. Y después cuando me tentaste con tu cuerpo en el suelo de la tuya.
—¿Porque no me tomaste entonces?
—Es algo complicado de explicar. —me besa las manos antes de soltarlas.
—Me dijiste que tenías miedo de perder el control y hacerme daño. ¿A qué te referías con eso?
—Es algo de lo que no me gusta hablar.
No voy a insistir entonces en eso. Al menos no hoy.
—Tengo curiosidad por algo. —le pregunto mientras él me mira entrecerrando los ojos. —Siempre has planeado todos nuestros encuentros sexuales, ¿cierto?
—Cuidadosamente planeados. —me dice acercando un dedo a mis labios y deslizándolo por el contorno de ellos.
Al instante siento el hormigueo recorrer mis labios y comienzo a excitarme nuevamente.
—¿Tenías planeado lo que sucedió en la cocina? —le pregunto con voz temblorosa.
—Aunque no lo creas, no tenía planeado ese asalto. —me dice apartando el dedo de mis labios. —Ni el otro tampoco. Tenía pensado, primeramente, esta conversación. Y después llevarte a cenar y pasar a comprar preservativos. Aunque no lo creas, no tengo aquí en el apartamento.
—¿Este apartamento es tuyo? —con todo lo sucedido olvidé lo más importante.
—Si.
—¿Por qué vivías en el otro entonces?
—Me quedaba más cerca de la fisioterapia y a este después de compararlo pedí que le hicieran unas reformas.
—¿Unas reformas? Yo lo veo perfectamente.
—Antes tenía cuatro habitaciones.
—¿Para qué necesitabas cuatro habitaciones?
—Exactamente. Pedí que unieran dos de las habitaciones e hicieran el gimnasio. Lo terminaron hace un mes.
—¿Porque no te habías mudado?
—Tenía pensado venderlo, no creí necesario un piso tan amplio solo para mí.
—¿Ya no lo vas a vender?
—No. Tengo en mente otros planes.
—¿Otros planes?
—Suficiente de charla. ¿No tienes hambre? —me pregunta mientras se levanta.
Me quita la copa vacía de la mano mientras se dirige hacia la cocina. No me pierdo ninguno de sus movimientos. Me giro, me arrodillo en el sofá y recuesto mis brazos cruzados sobre el espaldar.
Lo observo abrir la nevera y sacar varias cosas que va poniendo sobre la encimera.
—¿Estás disfrutando la vista? —me pregunta de espalda a mí.
—Mucho. —contesto con una sonrisa.
Después de poner todas las cosas en la encimera se queda apoyado en ella con ambas manos. Tiene la mirada fija en la encimera, y luce pensativo. Desliza las manos por la encimera y sonríe. Quisiera saber lo que esta pasando por su mente en ese momento.
Me levanto del sofá y camino hacia donde él está.
—¿Sucede algo? —le pregunto apoyando una mano en su hombro.
—No creo que pueda volver a cocinar aquí. —me dice alzando la vista.
Por un momento su mirada se pierde en la mía, pero me sonríe, de esa forma que hace que mi cuerpo completo comience a reaccionar ante su presencia.
Coge mi brazo y me acorrala entre el y la encimera. Acerca sus labios a mi cuello, aspira mi aroma y deposita sus labios allí mientras muy lentamente va bajando hacia mi hombro.
—Lo único que veo, es a ti acostada sobre la encimera, abierta para mí. —me dice en un jadeo de placer mientras sus labios y su lengua saborea mi piel.
—¿Y eso te desconcentra? —le pregunto con la respiración acelerada.
—No tienes ni idea.
Sus manos me aferran por la cintura y rápidamente me veo sentada sobre la encimera una vez más, abriendo mis piernas, mientras sus labios se dirigen ahora hacia los míos. Se acomoda entre mis piernas, aun aferrándose a mi cintura y me besa muy lentamente, como si fuese un objeto delicado que puede romperse.
Enredo mis manos en su cuello y acaricio la base de su pelo. Su pelo corto hace cosquillas en la punta de mis dedos. Me gusta esta nueva y extraña sensación. Y la disfruto cada segundo. No sé cuando me deje volver a tocarlo de esta forma. El tiende a tenerme siempre a su merced, nunca me deja hacer con el lo que yo desee. Y que me deje acariciarlo en estos momentos, sin el llevar el control, o pedirme que lo haga, es lo mejor que me ha sucedido desde que lo conocí. Han sido pocas las ocasiones en que me ha dejado acariciarlo.
—Mmmm, necesitamos preparar algo para cenar. —me dice entre jadeos de placer mientras hace una pausa en el beso.
—No, no lo necesitamos. —le digo mientras tiro de su rostro hacia el mío y tomo el control del beso.
Alex me devuelve el beso sin poner resistencia.
—¡Lia! —susurra contra mis labios. —Esto se puede salir de control. —me dice mientras siento como aferra sus manos más fuerte a mi cintura.
—Eso es lo que quiero, que pierdas el control, que te dejes llevar por tus deseos más primitivos. Que me beses como la primera vez. Y que me tomes con la misma intensidad con que golpeas el saco. —lo sostengo por las mejillas. —No tengo miedo Alex, quiero que me muestres quien eres en realidad, lo que te gusta en verdad.
Puedo ver el deseo en su mirada. Pero también puedo ver que lo está pensando. Está pensando sinceramente en mis palabras.
—Si te hago daño, necesito que me lo digas Lia. necesito que me detengas si esto comienza a salirse de control en algún momento.
—Lo haré. —le digo firmemente.
—Bien, déjame saciarme de tu cuerpo una vez más y después prepararé la cena. —me dice con una sonrisa mientras toma mi boca ardientemente y con salvaje posesión.
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