Capitulo 2
Espero les guste la historia y me dejen sus votos y comentarios en los capítulos, pues me gusta interactuar con mis lectores. Espero disfruten este capítulo.
El apartamento destila lujo por todas partes. Pero a pesar de eso, no veo ninguna fotografía familiar en ningún sitio. Algún indicio que me diga quien vive aquí. Decido recorrer el apartamento, o mejor dicho el Pent-house, a ver si logro descifrar el misterio. Le doy la vuelta a la barra y entro en el comedor. Lo primero que veo es una mesa redonda con cuatro sillas. Junto a ella, a la izquierda un sofá de color blanco con dos cojines de color burdeos. Más allá, está la enorme encimera de mármol negro. Me acerco lentamente y deslizo la mano por la superficie pulida de la encimera.
Sobre la encimera, hay una bandeja con algo cubierto. Destapo la bandeja y me sorprendo al ver un sofisticado desayuno preparado. También hay un vaso con algo dentro que huele horrible. Hago una mueca de asco mientras observo la nota que hay junto este.
Te ayudará con la resaca.
No reconozco la letra, pero decido tomármelo. Sabe peor de lo que huele. Cojo una tostada y comienzo a comerla mientras continúo con mi exploración. Detrás de mí, está la sofisticada cocina. Abro la nevera y la vuelvo a cerrar. No hay nada que me indique a quien pertenece este lujoso apartamento. Creo que aquí no encontraré las respuestas.
Regreso nuevamente hacia el salón y me dirijo de nuevo por todo el pasillo mientras me termino la tostada. La habitación de la que salí está al final. Pero veo una puerta justo en el centro del pasillo. Intento abrirla y la puerta cede. Abro y entro en el interior. Me quedo impresionada con lo que encuentro.
Hay un gimnasio equipado con todo tipo de equipos, desde cintas de correr, equipos de pesas de todo tipo, incluso hay sacos de boxeo de diferentes tipos. Me acerco a uno de los sacos. Extraño golpear algo. Le doy varios golpes al saco y sonrío. Salgo del lujoso gimnasio y decido continuar con mi recorrido. Justo al final, a la derecha de la habitación donde estaba durmiendo yo, hay una sala de estar. Me dispongo a sentarme allí cuando siento mi teléfono sonando. Corro hacia la habitación y lo localizo sobre una de las mesitas. Lo cojo rápidamente, es Beth.
—¡Lia! ¿Dónde mierda estás? —siento su voz desesperada del otro lado de la línea.
—Beth, cálmate, estoy bien. —le digo sentándome en la cama intentando hacer que se calme.
—¿Dónde estás? —me vuelve a repetir preocupada.
—No lo sé.
—¡Como que no lo sabes!
—Bueno, si lo sé, pero aún estoy tratando de averiguar quién es el dueño.
—Lia. ¿Qué sucedió anoche?
—Recuerdo salir a coger aire afuera, vomitar la vida y creo que perdí el conocimiento. No recuerdo nada más.
—Te estuvimos buscando, pero al no encontrarte nos fuimos, supuse que te habías marchado con alguien. —supuso bien, lo que no tengo idea de quién es ese alguien.
—¿Estuvimos?
—Me encontré a Liam en el club.
—Ah, y te marchaste con él.
—En el estado en que estaba, me alegro de haberme encontrado con él y no con otra persona.
—¿Y qué sucedió?
—Hemos estado hablando toda la mañana después de que nos levantamos.
—Aja. Y que hicieron toda la noche.
—No cambies el tema Lia. —me dice con una sonrisa. —¿Dime dónde estás?
—Si te lo digo no lo vas creer.
—Pues dímelo.
—Espera un momento.
Me levanto de la cama y salgo nuevamente hacia el gran salón. Me detengo junto a los enormes ventanales, hago una foto de la espléndida vista de Central Park y se la envío.
—Te he enviado una foto de donde estoy. —le digo mientras camino hacia la cocina para terminar el desayuno que me han dejado preparado.
—¿Estás en un piso del One57?
—No solo un piso, uno de los superiores. No tienes ni idea del lujo que hay aquí Beth. —cojo la bandeja y la llevo hacia la mesa.
—¿Pero de quien es el piso?
—No lo sé, desperté desnuda en una habitación y...
—¡Espera, espera! ¿Cómo que despertaste desnuda?
—Si, no tengo idea de que sucedió anoche, todo está aún confuso en mi mente, aún me duele la cabeza, pero no creo que haya sucedido nada.
—¿No crees que haya sucedido nada? Lia, me estás preocupando.
—Te contaré cuando sepa más. Por ahora estoy bien Beth. Quien sea que me rescató anoche, debo agradecerle lo que hizo por mí. Sería una descortesía marcharme sin saber quién es mi salvador. —le digo mientras me bebo un sorbo del jugo.
—Lia, ten cuidado.
—Lo tendré, en cuanto sepa quien es mi salvador regreso al apartamento. Nos vemos más tarde. —y le cuelgo.
Me quedo mirando la pantalla del teléfono. Beth a estado preocupada por mí. Tengo montones de llamadas perdidas suyas de anoche y de hoy. No las escuché. Continúo con el delicioso desayuno a pesar de que es más de medio día. Pero entonces siento unos pasos.
Dejo de desayunar.
Los pasos resuenan en el piso de madera pulida del apartamento. Me quedo congelada en mi sitio a la espera que aparezca en cualquier momento el dueño del apartamento. Siento como se acercan cada vez más y vuelven a alejarse, imagino que por el corredor rumbo a la habitación donde me dejó la noche anterior.
No creo que pueda continuar desayunando más. No cuando la ansiedad por conocer al dueño del piso me está matando. Por el lujo que destila todo el lugar debe ser algún CEO de alguna mega corporación. O algún actor de Hollywood. Pero de seguro que tiene bastante dinero, de eso estoy segura.
Me levanto con la bandeja en la mano y la llevo hacia la encimera. No sé qué hacer. Me quedo aquí o salgo en su búsqueda. Imagino que en algún momento me debe encontrar. Decido salir en su búsqueda. Le doy la vuelta a la encimera y vuelvo a sentir los pasos, esta vez si se acercan hacia donde estoy. Me detengo frente a la encimera y me quedo con la mirada fija en la única entrada hacia el comedor.
No aparto mi mirada de la entrada.
En lo primero que me fijo es en sus zapatos, negros e impecablemente limpios. Después el pantalón negro de vestir que se ajusta perfectamente a sus piernas. Continúo subiendo la vista por la camisa blanca, que trae por dentro de los pantalones y se ajusta a su cuerpo y trae los dos botones superiores desabrochados. Termino de admirar al hombre que se ha detenido a unos metros de donde me encuentro parada y lo miro fijamente a la cara.
No encuentro una palabra exacta para describir como luce. Es muy atractivo. Tiene el pelo negro corto en la base y largo en la parte superior. Aunque lo lleva perfectamente acomodado en ese momento, no tiene ni un cabello fuera de lugar, imagino que desordenado lo debe hacer lucir mucho más sexy y atractivo de lo que es. El corte de pelo que lleva lo hace lucir extremadamente apuesto. Su rostro, de mandíbula fuerte y labios carnosos, luce una barba demasiado densa para mi gusto, pero que lo hace lucir sexy y arrebatador. La trae perfectamente recortada y cuidada.
Continúa caminando en mi dirección, pero no puedo moverme de mi lugar mientras mi respiración comienza a verse afectada por su presencia. Me he quedado impactada. Nunca pensé que el dueño del apartamento fuese así de atractivo.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta con voz grave mientras continúa avanzando hacia mí.
No puedo contestarle. Me he quedado literalmente muda. Se detiene a solo un metro de mí.
—¿Te duele la cabeza?
Ya no me duele tanto. Pero no puedo responderle mientras me pierdo en su intensa y peligrosa, muy peligrosa mirada. Porque eso es lo único que destila su mirada y su pose. Peligro por todas partes. Y entonces me fijo en una cicatriz que parte su ceja derecha de forma diagonal. Definitivamente, él es un hombre peligroso.
—¿Piensas responder alguna de mis preguntas?
—Ya no me duele tanto. —contesto nerviosa mientras siento como se me hace un nudo en la garganta que me hace imposible hablar.
—¿Te tomaste el remedio que te preparé? —pregunta dando otro paso en mi dirección.
—Sí, gracias.
Comienza a zafar las mangas de su camisa y doblarlas hacia arriba, dejando al descubierto sus músculos antebrazos. No aparta su mirada de la mía mientras lo hace. Siento como mi cuerpo comienza a reaccionar ante su presencia, y no sé por qué.
No entiendo que me está haciendo. No me ha tocado, no se ha acercado a mí. Solo me mira fijamente. Da varios pasos en mi dirección y se detiene frente a mí. Su cuerpo no toca el mío, pero puedo sentir la potente energía que desprende. Ahora lo siento como si fuese un depredador. Y en lo más profundo de mi cerebro, una vocecita me dice una y otra vez que huya, que le agradezca por rescatarme la noche anterior y desaparezca de allí. Pero no puedo hacerlo. En su lugar necesito aclarar varias cosas de la noche anterior que aun no entiendo.
—Supongo que anoche me rescataste.
—Supones bien.
—¿Qué sucedió anoche?
—Además de que perdieras el conocimiento, vomitaras en mi auto, sobre mi y en mi cama, no mucho más.
¡Por dios! ¿Por qué no recuerdo nada de eso? Me froto la frente intentando recordar algo de la noche anterior. Pero nada.
—Eso no explica porque desperté desnuda. —digo en un susurro pensativa.
—Yo te desnudé y te metí en la cama. Había que lavar tu ropa, estaba llena de vómito. —al menos sé que tiene buen oído.
Esa sería una explicación bastante lógica.
—Anoche...mmm. ¿Sucedió algo entre nosotros?
—¿Estás hablando en serio? —pregunta mientras se ríe a carajadas por un breve momento. —Quizás si hubieses estado consciente, pero no suelo acostarme con mujeres borrachas o inconscientes. —vaya, pero si es todo un caballero.
Lo miro nerviosamente. No sé que hacer en estos momentos, no sé que decirle o si debo decirle algo. Bueno debo agradecerle al menos.
—Gra...cias. —porque estoy tartamudeando.
—¿Te altera mi presencia? —me pregunta en voz grave.
—Un poco.
—¿Solo un poco?
—Mucho. —le contesto honestamente.
Su presencia me inquieta y acelera mi respiración. Y hace que pensar palabras y hablar coherentemente sea difícil en estos momentos. Me pone nerviosa. Da otro paso en mi dirección y yo inconscientemente retrocedo hasta chocar contra la encimera de la cocina, huyéndole. Ya no tengo escapatoria. Me tiene acorralada.
—¿Me tienes miedo?
—Tengo miedo de lo que puedas hacerme. —le contesto mientras mi pecho sube y baja con la respiración acelerada
—¿De lo que pueda hacerte? —inquiere alzando la ceja que tiene partida.
Da otro paso en mi dirección pegando su torso a mi cuerpo. Me mira fijamente. Sé que puede sentir el latir desbocado de mi corazón. Se inclina hacia adelante pegando su rostro a escasos centímetros del mío y apoya las manos en la encimera, a cada lado de mi cuerpo, acorralándome.
—¿Y exactamente qué es lo que puedo hacerte?
Se me ocurren cientos de respuestas a su pregunta. Perder el sentido. Excitarme. Volverme loca. Y todas las respuestas, son correctas.
—Devorarme. —le contesto en un susurro apenas audible.
—Eso suena muy tentador. —me dice mientras acerca su rostro a mi cuello.
Siento su aliento cálido sobre mi cuello mientras me da un ligero beso que hace que mi cuerpo comience a temblar. Sé que debo detenerlo, apenas conozco a este hombre y ya lo estoy dejando hacer su camino conmigo. Pero no puedo hacerlo, no sé si es la sensación de seguridad que me transmite su cercanía, o si es el olor que emana de su cuerpo a colonia cara. Solo sé que no puedo razonar mientras el esté así de cerca de mi cuerpo. Alzo las manos y me sostengo de sus antebrazos pues siento que mis piernas me van a fallar de un momento a otro. Baja sus labios hasta mi hombro y deposita otro beso mientras desliza levemente su lengua.
Se me escapa un gemido ante el contacto de su lengua caliente en mi piel y cierro los ojos. He extrañado esto. Nunca pensé que lo diría. Llevo una semana sin sexo y sin desquitarme con un saco de boxeo. Así que el más ligero roce en mi piel, está haciendo que me excite.
—¿Cuándo tuviste sexo por última vez? —me pregunta de repente.
—El viernes pasado. —le contesto en un jadeo mientras siento que separa sus labios de mi piel.
Abro los ojos y me encuentro con su mirada penetrante y el ceño fruncido.
—¿Desde el viernes?
—Desde el viernes. —le confirmo sin apartar mi mirada de la suya.
Quiero que vea la sinceridad en mis palabras. No tengo porque mentirle.
—¿Tomas anticonceptivos? —me pregunta mientras yo lo miro enarcando una ceja.
Es una pregunta muy inapropiada en este momento. Pero decido contestarle sin saber por qué el me está preguntando eso en este instante.
—Sí.
Puedo ver cómo cambia el gesto de su cara. Ya no frunce el ceño. Ahora me está sonriendo.
—¿Alguna vez te han follado salvajemente? —me pregunta mientras yo abro los ojos ante la crudeza de sus palabras.
Trago el nudo que se acaba de formar en mi garganta.
—Y bien. —veo que está esperando una respuesta.
—No. —es la verdad.
—¿Y lo deseas? —me pregunta mientras acerca sus labios peligrosamente a los míos.
No entiendo porque no me he movido de aquí. Porque he dejado que me haga lo que le da la gana. No soy una chica fácil. Al menos no recuerdo serlo.
—Estoy esperando una respuesta.
—Si, lo deseo.
Es lo único que le puedo contestar antes de que tome mis labios posesivamente. Nunca antes me han besado con esta ferocidad. Su boca devora la mía con ardiente posesión, como si fuese a escaparme al menor intento. Le devuelvo el beso mientras me aferro más fuertemente a sus brazos y gimo contra sus labios cuando su lengua se une a la mía. Siento como sus manos se pegan a mi cuerpo y me aferran fuertemente por la cintura. Y unos segundos después estoy sentada sobre la encimera sin el dejar de besarme.
Siento que se mueve y gira mi cuerpo junto al suyo para sentarme en el borde de la encimera. Me suelto de sus antebrazos y me sostengo de la encimera mientras sus labios se separan de los míos y bajan besando desesperadamente mi piel.
Apoya sus manos en mis muslos y los abre casi violentamente para pararse entre mis piernas. Y entonces sube mi vestido, sin dejar de tocar mi piel. Me apoyo en las manos y levanto mis nalgas para ayudarlo. Separa sus labios de los míos solo cuando sube todo mi vestido y lo saca por la cabeza. Veo que lo lanza a un lado antes de volver a tomar con fiereza mis labios una vez más. Siento sus manos deslizarse por mis muslos una vez. Sus manos aprietan mis muslos como si quisiera marcarme. Cuando llegan a mis bragas, no sé cómo lo hace, pero las rompe. Y apenas soy consciente de que lo hizo, solo escucho el sonido de la tela rasgarse.
Después de eso dejo de sentir sus manos en mi cuerpo, pero las siento entre mis piernas. Siento el sonido de la hebilla de su cinto chocar contra la encimera. Siento que algo pequeño golpea mi cuerpo. Tira de mis piernas hacia él. Solo entonces separa sus labios de los míos. Y me quedo por un breve segundo admirando su cuerpo. Se nota que pasa horas en el gimnasio. Tiene músculos en todas partes. Músculos que se tensan ante mi mirada escrutadora. Tiene la camisa desabrochada y se ha deshecho de los pantalones y los bóxers. Me mira fijamente mientras me sostiene la cara con una mano y se introduce en mí de una sola vez.
Lanzo un grito de delicioso y doloroso placer cuando lo siento invadiéndome completamente, Hasta el fondo. Me sonríe mientras empuja mi cuerpo hasta hacerme quedar acostada en la encimera. Desliza la mano desde mi cuello por todo mi cuerpo hasta aferrarse a uno de mis senos y tirar del pezón.
Vuelvo a gemir.
Se aferra fuertemente a mi seno mientras comienza a moverse en mi interior desesperadamente. Puedo sentir cada embestida en lo más profundo de mi ser. Duras, violentas, crudas. No se está conteniendo en lo absoluto. Está haciendo lo que dijo que haría. Me está follando salvajemente. Cada embestida me acerca más al orgasmo. Un orgasmo que sé que arrasará con todos mis sentidos. Llevo una semana sin sexo. Y que me estén poseyendo salvajemente sobre la encimera de mármol de un apartamento que cuesta más de lo que puedo imaginar, hace que mi excitación aumente aún más. Y si le sumas que quien lo hace está macizo por donde lo mires, aumenta aún más mi excitación. Enredo mis piernas en su cintura, no quiero que se aleje de mi antes de provocarme un orgasmo.
—¿Te gusta así? —me pregunta entre embestidas mientras se inclina sobre mi y desliza la lengua caliente y húmeda por el otro pezón.
—¡Ahhhh! —no puedo hablar.
—O quieres algo más brusco. —me dice mientras baja sus manos ahora hacia mis muslos.
¿Acaso puede ser más rudo que esto?
Toma mis dos piernas y las sube ahora sobre uno de sus hombros.
—Estás por sentirme completamente en tu interior nena. —me dice con una sonrisa.
¿Qué no estaba del todo dentro de mí?
Y mientras me sostiene por las piernas comienza a moverse en mi interior. Si antes pensaba que estaba siendo violento. Me equivoqué. Ahora puedo sentir mucho mejor su desesperación. Mantengo mis ojos abiertos y lo miro fijamente. Puedo ver como aprieta las mandíbulas. Puedo ver el sudor comenzar a perlar su frente mientras se mueve una y otra y otra vez en mi interior con una rudeza que nunca antes he visto en nadie. Y se siente delicioso. Nunca pensé que llegaría a experimentar esta clase de posesión.
Es lo que más he deseado. Que alguien me tome salvajemente en la primera superficie que se encuentre. Sin planearlo, sin pensar mucho, sin muchos preámbulos. Espontaneidad, eso es exactamente lo que necesitaba. Puedo sentir su miembro caliente y palpitante en mi interior endurecerse a cada instante más mientras mis paredes lo aprietan.
A este ritmo no creo que pueda resistir mucho más. por primera vez en mi vida no necesito mucho. Rápidamente los gemidos comienzan a escapar de mis labios, imposibles de contener. Intento morderme los labios para evitar gritar con la misma intensidad de sus embestidas.
—Puedes gritar todo lo que desees...—me dice entre embestidas. —...las paredes están insonorizadas, solo yo te voy a escuchar.
Dejo de contener los gemidos. Sus manos se aferran ahora más fuerte a mis piernas. Mis paredes lo presionan más fuerte. No puedo contenerlo más. me aferro al borde de la encimera, una mano a cada lado mientras gimo audiblemente y me dejo ir en el mejor orgasmo de mi vida. No cierro los ojos, no cuando veo su rostro descomponerse de placer. Abre la boca y deja escapar un grito mientras lo siento llenándome completamente. Pero no deja de moverse, continúa hasta que mi cuerpo ha extraído todo lo que puede del suyo, hasta que no queda más nada en su interior. Solo entonces detiene sus embestidas y se deja caer sobre mi cuerpo.
Mientras nuestras respiraciones de acompasan besa mi vientre y mis senos muy dulcemente. Y no puedo evitar reír por lo que acaba de suceder.
—Nunca había tenido sexo de este tipo. —le digo mientras enredo mis manos en su pelo ahora desordenado.
—¿Sexo salvaje? —pregunta contra mi piel.
—Exactamente. Y me ha gustado.
—Lo tendré en cuenta. —me dice mientras separa sus labios de mi piel y me mira a los ojos.
Me pierdo en su mirada mientras deslizo una mano por su rostro.
—Creo que tenemos una conversación pendiente. —me dice mientras se incorpora y sale de mi interior.
Al instante extraño tenerlo en mi interior, piel con piel. Pero sé que el tiene razón. Tenemos mucho de lo que hablar. Tenemos que hablar de lo que acaba de suceder, de lo que me sucedió anoche, que no recuerdo mucho. Y lo más importante, de lo que significa todo esto.
Me siento en la encimera y lo observo deshacerse ahora de la camisa y botarla a la basura. No creo que le sirva de mucho después de haberle arrancado los botones y rasgarla. Con una sonrisa en mi rostro lo observo recoger los bóxers del suelo y ponérselos ocultando su aún prominente erección dentro. Me le quedo mirando al bulto que se marca dentro de ellos sin poderlo evitar.
—¿No necesitas ayuda con eso? —le pregunto mientras señalo el bulto que el intenta acomodar en los bóxers.
—Desde luego, pero primero necesitamos hablar.
—Pues hablemos. —le digo mientras subo mis piernas y me siento con ellas cruzadas sobre la encimera.
Estiro mi mano hacia un cuenco de fresas que hay allí, cojo una y la llevo a mis labios. Está deliciosa. Y sin poderlo evitar cierro los ojos y gimo audiblemente. Entonces siento sus manos aferrándose fuertemente a mis muñecas. Abro los ojos asustada.
—Detente por favor. —me dice con voz ronca mientras suelta mis manos.
—No he hecho nada. —le digo inocentemente.
—Estás haciendo demasiado sin siquiera intentarlo.
—¿Esto te excita? —le pregunto mientras vuelvo a morder la fresa.
—Si vuelves a morder esa maldita fresa, te juro que no respondo de lo que soy capaz de hacer.
Eso es algo que quisiera ver. ¿Qué es capaz de hacer? Por un momento nos retamos con la mirada. acerco nuevamente la fresa a mis labios y justo antes de morderla, esta desaparece de mis dedos.
—Suficiente.
Sus manos rápidamente vienen sobre mi cuerpo y me carga sobre su hombro. Comienza a caminar conmigo fuera de la cocina. No puedo evitar reírme ante la situación.
—Espero que te cause mucha gracia todo esto. —me dice mientras veo que camina por todo el pasillo.
Antes de llegar al final gira a la izquierda. Abre una puerta al final a la derecha y termina de recorrer el otro pasillo. Y entonces me lanza sobre la cama. Vuelvo a reír cuando aterrizo boca abajo sobre las sábanas de satén negro. Pero no me río por mucho tiempo más. Siento sus manos en mis muslos alzando mis nalgas. Después un dedo deslizarse por mi sexo haciéndome jadear de placer, y después lo vuelvo a sentir en mi interior sin previo aviso.
Con sus manos recoge mi cabello hacia mi espalda y tira de él hacia atrás. Apoya una mano en mi hombro y una vez más me posee de forma salvaje. Ahora lo entiendo mucho mejor mientras grito extasiada de placer. Me está marcando como su propiedad. Y si lo que tiene en mente es agotarme de sexo salvaje, no me voy a quejar.
Al menos no hoy.
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