
24
Bruno colocó un jugo de naranja frente a Isaías. Era de esos de botella que tenían un montón de azúcar y colorante artificial, acompañado de unas galletas. Ellos se acomodaron en las mesas del parque, porque no tenía muchas opciones en aquel lugar.
—Come algo y tomate esto, te sentirás mejor —comentó, sonriendo un poco mientras se acomodaba frente al chico.
—Me alegra muchísimo que no seas médico —espetó Alfredo, quien estaba sentado a su lado. El tono de su voz era burlón, aunque sólo lo suficiente para tratar de aligerar el ambiente.
—Cállate —Bruno le dio un pequeño empujón y después se concentró en Isaías—. Entonces, según lo que me cuentas, este tipo de repente como que te quiere besar, luego se arrepiente y después te dice que escribió un libro basado en ti ¿Cierto? —inquirió regresando al tema.
—Si, más o menos —murmuró, recargando el rostro en su mano derecha. Parecía que de repente el cansancio comenzaba a caer sobre sus hombros, el jugo sólo lo estaba manteniendo despierto el tiempo suficiente para poder volver a pie.
Estaba seguro de que cuando llegara a la casa terminaría tirado hasta la noche o hasta que su abuela fuera a pararlo.
—Que salido el tipo —comentó Alfredo—. Ese nivel de psicopateo solo quiere decir que a lo mejor si tienes una buena oportunidad de echártelo al plato —agregó, levantando una ceja, mientras parecía disfrutar a tope toda la situación, sobre todo porque era una charla matutina y por lo general funcionaba mejor en las mañanas.
—Deja de decir tonterías —lo cortó Isaías. Alfredo, al igual que Nicolás, era muy difícil de leer, pero como ya se había acostumbrado a sus comentarios, reaccionaba de inmediato a ellos.
—Pues fíjate que este tiene razón —inquirió Bruno, parpadeando dos veces, mientras parecía revisar en su mente algún recuerdo lejano—. Yo pienso que algo debe haber ahí, tal vez está teniendo algunos problemas y por eso no te ha dicho nada, pero creo que en definitiva no pasa de ti.
Isaías se quedó en silencio, por lo general confiaba en las impresiones de Bruno, sobre todo porque desde el día anterior nada parecía imposible. Nicolás incluso había resultado ser un maldito escritor y había utilizado esos talentosos dedos para convertirlo en un personaje jodido que odiaba.
—¿Y que se supone que deba hacer? —comentó bajando la cabeza—. No parece que él vaya a aceptar sus sentimientos jamás, si es que los tiene —murmuró, apretando los labios.
—¿Es necesario que lo haga? —preguntó Alfredo, ganándose una mirada de los otros dos que parecían pedirle que dejara de decir tonterías. Él se removió un poco incómodo en su lugar y luego suspiró—. Bueno, quiero decir que ese no es tu problema, si él tiene inseguridades tiene que lidiar con ellas, pero no puedes hacer que tus sentimientos dependan de los suyos, cada persona tiene la libertad de sentir lo que quiera y aunque entiendo que te preocupe, no puedes obligarlo a cambiar y tampoco puede obligarte a sentir como él quiere que sientas —Alfredo estaba hablando desde su punto de vista práctico. Sus ojos eran difíciles de mirar cuando hablaba, pero Isaías podía entender su punto.
Un silencio largo se formó en el grupo porque los otros dos se quedaron pensando en las palabras del muchacho hasta que Bruno se atrevió a hablar.
—Bueno, creo que el sol salió del otro lado porque de hecho pienso que Alfredo tiene razón, si te gusta no deberías reprimirte porque él no quiera saber nada de eso, entiendo que no es correcto presionarlo, pero tampoco puedes obligarte a no sentir —comentó, soltando un suspiro.
—¿Y que se supone que debo de hacer? —preguntó, revolviendo su cabello.
—¿Por qué no te declaras? —propuso Alfredo y de nuevo todo se quedó en silencio.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Isaías después de un rato largo—. ¿Es que acaso estás loco? ¿Como me voy a declarar yo? —preguntó, sonando un poco ofendió y asustado. Su reacción consiguió que los otros dos soltaran una carcajada larguísima.
Las reacciones de los chicos avergonzaron a Isaías, logrando que sintiera que había algo mal en lo que había dicho. Por lo general ellos se burlaban mucho de él, pero en ese momento se sincronizaron de tal manera que daba miedo.
—¿Qué pasa? ¿Por qué se ríen? —preguntó, encogiéndose en su lugar, mientras se acariciaba el brazo derecho.
Ellos tardaron un momento más en calmarse, se notaba que estaban pasando un buen rato viéndolo como un tonto.
—Nada, es solo que parece que te hubiéramos pedido que mataras a alguien —opinó Bruno, negando con la cabeza.
—Es que este Bambi nunca se ha declarado ¡Te lo aseguro! —agregó Alfredo, disfrutando bastante de a situación. Isaías los miró varios segundos con la cara roja y los labios apretados. De entrada, no había podido contener su reacción, por lo que quizás sonó un poco exagerado, pero sí que le parecía extraña la idea de confesar sus sentimientos a Nicolás ¡Como si no fuera ya demasiado obvio!
—No tiene nada de malo, pero es una locura ¿Por qué haría algo como eso? —preguntó, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Alfredo se encogió de hombro.
—No me parece una mala idea, si te gusta deberías decírselo, ya sabes, el primer paso para superar un problema es aceptar que tienes uno —él ladeo el rostro, entornando la mirada de manera casi imperceptible—. Además, muchas veces las personas piensan que sus sentimientos son obvios para el resto del mundo y estoy seguro de que Nicolás algo se imagina, pero no es lo mismo poner las cosas en palabras que dejar que los demás se imaginen lo que quieran —aseguró, robándole una de sus galletas.
—Es cierto, si él no quiere tomar la iniciativa, deberías hacerlo tú, las personas tienen inseguridades que ni te imaginas, pero si tú sabes que él te gusta no le veo nada de malo en ser el primero que se confiese —Bruno parecía más cándido de lo habitual, como si le entusiasmara bastante el punto de vista de Alfredo.
—¿Qué pasa si me rechaza? —preguntó, sintiendo que se moría de miedo de solo pensar en esa posibilidad. Quería permanecer en su cómoda zona de confort y al mismo tiempo las palabras de los chicos parecían estar teniendo un efecto mágico en él. Estaban gestando una pizca de valor en su interior.
—No pasa nada si te rechaza —espetó Bruno—. Si al tipo no le gustas no hay nada que puedas hacer al respecto, ni siquiera lamentarte, es solo aceptar su respuesta, cerrar un círculo y seguir adelante —comentó encogiéndose de hombros. Había una cierta nostalgia en sus palabras que hicieron que Isaías se pusiera muy triste.
—Haces que suene como un proceso demasiado frívolo —comentó, bajando la cabeza y soltando un suspiro. Bruno por lo general era más pasional, pero los últimos días se parecía mucho a Alfredo.
—No es frívolo, es un proceso emocional simple, aunque difícil de sobrellevar —intervino este último, recargándose en su mano derecha, observándolo con una sonrisa tenue en sus labios—. Cuando te declaras primero siempre corres el riesgo de ser rechazado, de sufrir y llorar, pero el llanto es el primer paso y después de un tiempo, ya no duele más —por la manera en que lo dijo parecía que estaba familiarizado con aquellos sentimientos. Entonces Isaías se avergonzó, recordando la manera en que había cortado a Alfredo bastante tiempo atrás, preguntándose si el chico habría llorado en aquella ocasión. Desde su punto de vista, él no parecía una persona que derramara lágrimas bajo ninguna circunstancia, pero tampoco se veía como un apasionado de Monet.
—¿Y qué pasa si echo a perder nuestra relación? Será demasiado incómodo después —murmuró, aunque su mente todavía estaba de manera parcial en Alfredo.
—Todas las relaciones corren ese riesgo de manera constante, todo depende de ustedes dos —Bruno le echó una mirada rápida a Alfredo, pero después se concentró en Isaías. Desde su punto de vista, aunque al principio fuera incómodo, dos personas maduras podían manejar algo como eso y recuperar la amistad con el tiempo. Era así de sencillo, aunque por lo general las complejas relaciones humanas terminaran por complicarlo todo.
Isaías se quedó pensando por un largo rato, mientras sentía su corazón latir con fuerza.
—Confesarse es una mierda —expresó, soltando un suspiro, mientras sentía unas terribles ganas de agarrar sus maletas he irse a CDMX antes de lo planeado. Lástima que ya no podía cambiar el boleto.
—Ya lo sé —respondió Alfredo.
—Todos lo sabemos —acotó Bruno y de nuevo el grupo se quedó en silencio.
Isaías nunca habría imaginado que terminaría de esa manera, tratando de decidir si era buena idea seguir los consejos de sus amigos o solo debería irse al carajo y olvidar que tenía sentimientos por Nicolás.
Después de un rato pensando en ello suspiró, acordándose que eso fue lo que pasó la primera vez y no salió muy bien. A veces creía que ese primer amor, cuyo círculo no había sido cerrado como era debido, era lo que detuvo su vida sentimental tanto tiempo. Él necesitaba una conclusión ahora, antes de emprender un nuevo capítulo en su vida. Si Nicolás lo rechazaba o lo aceptaba, no importaba, Alfredo tenía razón, debía lidiar con lo que viniera y después seguir adelante, aunque la respuesta a sus sentimientos no fuera la que esperaba, era lo que necesitaba para continuar con su camino.
Isaías apretó los labios y miró al cielo despejado, no sabía cómo, pero tenía que confesarse.
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