
17
—¿Por qué estas enojado? —preguntó Bruno, confundido por la mirada asesina que Isaías le estaba dedicando desde hacía bastante rato.
El chico tomó una lata de atún en conserva de la tienda y se encogió de hombros.
—No sé de qué estás hablando —espetó, fingiendo estar impasible, para después volver a mirarlo mal.
—No mames ¿Es porque tu príncipe me cargó? —preguntó, con los ojos muy abiertos. Isaías se le quedó viendo un instante y después se le escapó una pequeña risa divertida.
—Le estabas coqueteando, zorra —espetó, soltando una carcajada. Había perdido la cuenta de las veces que Bruno lo molestó por hablar con un chico, así que tuvo que aprovechar la oportunidad para burlarse.
—Ven acá Bambi, te voy a sacar al demonio que te está poseyendo —gruñó, tomándolo del cuello y revolviendo su cabello con fuerza. Aunque se esforzaba por sonar molesto, no pudo evitar que una nota de humor se escapara desde su pecho. Por un segundo estuvo realmente asustado de que su amigo se fuese a enojar con él por aquella tontería.
—No, suéltame facilote —su voz estaba entremezclada con risas y atrajo la atención de Alfredo, que se encontraba al otro lado de la estantería donde ellos estaban comprando.
—¿Que están haciendo? —preguntó, con la expresión jovial, pero distante que siempre lo acompañaba—. ¿Es una guerra de abrazos? Bien, voy a unirme —espetó, caminando hacia ellos con los brazos extendidos. Ante la cercanía de tipo, los dos abrieron los ojos de par en par y se separaron.
—Eeeeh, ni te creas que vamos a caer en esa, maldito perverso —espetó Bruno—. Acuérdate que Isaías ya es papa casada.
—¡Bruno! —espetó el chico, golpeándole en el hombro, consiguiendo que este soltara una exclamación de sorpresa ante el dolor.
—¿Que? —preguntó, frunciendo el ceño y luego abrió los ojos de par en par, recordando que se suponía que sus sentimientos por Nicolás eran un secreto que debía guardar de Alfredo.
—No le eches la culpa a Bruno —comentó este, utilizando un tono desenfadado, muy típico de él—. Eres tú quien no sabe actuar.
Isaías abrió la boca para defenderse, pero después la cerró, haciendo un puchero y mirando a Alfredo cómo si fuera a morderlo por la molestia.
Sin embargo, al final se giró y se dirigió a otro estante para seguir tachando cosas de su lista de compras. Era demasiado vergonzoso, estaba que se moría de pena y eso era bastante evidente.
—Voy a ver a Nicolás —dijo Bruno, dándose la vuelta y saliendo de la tienda, corriendo del lugar antes de que se le soltara la boca. Afuera el joven escritor estaba sentado en una banca, sosteniendo a los dos perros de la correa mientras estos permanecían acostados y aburridos frente a él.
Nicolás estaba hablando por teléfono. Estaba hablando en inglés, Bruno miró su propio celular, no había señal ¿Cómo estaba haciendo eso?
—Aleja la pantalla, sólo puedo ver tu boca —la voz de una chica sonaba con un poco de interferencia.
—¿Por qué insistes en hacer videollamadas? Podrías sólo llamar y no habría tantos problemas —espetó, sin hacer caso a la petición de la mujer—. Las redes aquí son horribles y ya me queda poco tiempo de la ficha.
—Quiero ver en qué clase de lugar te estás quedando —ella se explicó sin mucho problema.
—Es un buen lugar, es lo único que tienes que saber.
—Ajá —la mujer sonaba como si no hubiera creído una palabra de lo que estaba diciendo—. Yo creo que me estás mintiendo, si ni siquiera tienes un internet decente ¿Qué puedo esperar del resto? ¿Aunque sea tienes una cama para dormir? —su voz era como la de una mamá molesta, pero también había algo extraño en ella. A Bruno no le agradó.
—Si la tengo, pero ese no es tu problema.
—Me preocupo por ti –se apresuró a decir. A ella no parecía importarle la opinión de Nicolás—. Sigo pensando que deberías volver.
—Ya me estoy aburriendo de esto ¿Sabes? Creo que es mejor que solo nos comuniquemos por correos —el hombre soltó un suspiro después de dejar caer aquella frase.
Hubo un silencio.
—¿Porqué? Somos amigos ¿No es cierto? ¿No es mejor hablar de frente? —ahora la mujer sonaba irritada.
—No me parece que sea lo correcto, además, ahora no puedo hablar tanto contigo porque eres mi ex —el tono de voz de Nicolás se volvió extraño. Bruno ladeo el rostro, recostándose en la pared, al lado de la banca donde estaba el hombre.
Parecía que este no se había dado cuenta de su presencia hasta que se giró un poco y le hizo una seña de saludo que Bruno le devolvió sin problemas y finalmente devolvió su atención a la llamada.
—¿Ahora te importa que hayamos estado juntos antes? Si mal no recuerdo eso no fue impedimento para que quisieras detener mi boda—La mujer levantó el tono. Parecía inusualmente molesta, pero eso no era importante, fue la revelación la que sorprendió a Bruno.
—Eso fue un error, ya me disculpé y además no tiene nada que ver, ya es pasado —Nicolás también sonaba molesto—. Nosotros dijimos que íbamos a ser amigos, pero desde mi punto de vista no estamos funcionando bien, así que prefiero que regresemos a ser sólo editor y escritor —comentó mientras movía la rodilla y miraba a su alrededor. Aquel no era el momento ni el lugar para tener aquella conversación, pero no quería ser demasiado grosero con Rina.
—No estamos funcionando porque tu ni siquiera lo intentas, yo he estado tratando de que nos llevamos bien, pero te sigues escapando, yendo de lugar en lugar y de... —ella se quedó callada y fue evidente la manera en que tomó aire para calmarse—. ¿Es por el chico? ¿No quiere que hables conmigo? —preguntó, refiriéndose a Isaías.
—Es por el chico, pero él no me pidió nada, soy yo quien se ha dado cuenta de lo que siente y no creo que sea correcto seguir hablando contigo cuando las cosas entre tu y yo son tan... Ambiguas —Nicolás nunca había dicho aquello en voz alta, pero siempre se sintió un poco cómo un amante que se veía a escondidas con una mujer casada. Era obvio que ellos no tenían esa clase de relación, pero Rina era celosa, lo tenía atrapado en la dinámica de la amiga concienzuda que se metía en todas sus decisiones porque se preocupaba con él.
Rina era el tipo de persona que si no estaba de acuerdo con algo haría hasta lo imposible para hacerte cambiar de opinión hasta coincidir con ella. Además, ya le parecía demasiado raro que Eliot nunca se hubiera enterado de su antigua relación, él era su amigo, por lo que había aceptado mantener el en secreto de su pasado juntos, después de todo ellos ya habían terminado cuando ella comenzó a salir con Eliot, pero conforme pasaba el tiempo el asunto se volví más incómodo. Parecía que ella insistía en mantener el secreto para tener un seguro por si las cosas salían mal con su marido. No quería pensar así de ella, pero conforme pasaba el tiempo la idea se volvía más real en su cabeza.
—¿Recuerdas cuando viniste a la editorial y entregaste tu primer manuscrito? —después de una larga pausa, la mujer comenzó a hablar. Nicolás hizo una mueca, sabía lo que venía—. El editor en jefe desechó tu historia sin siquiera pasar de la primera página, él lo lanzó a la basura, pero yo ya había echado un ojo dentro y creí en ti, creí que tenías un futuro, le dije al jefe que ese libro sería un éxito y te di tu primera publicación seria —ella volvió a guardar unos segundos de silencio—. ¿De verdad vas a hacerme esto a mí?
Nicolás apretó los labios, parecía que quería matar a alguien, sin embargo soltó un suspiro y pareció calmarse.
—Lo sé y te lo agradezco, pero...
—Pero ¿qué? ¿Vas a rendirte sin siquiera intentarlo? Claro que vas a hacerlo, no te importa todo lo que hice para ponerte en el lugar en el que estás, continúas todo el tiempo golpeándome cómo si fuera un saco de boxeo, primero con mi boda, luego negándote continuamente a obedecer las peticiones de los jefes y ahora diciendo que me cambias por un chico que acabas de conocer. De verdad Nicolás, no sé cómo lo haces, pero parece que no importa lo que haga, o cuanto me sacrifique por ti, siempre escoges lastimarme.
Ahora Rina estaba llorando.
Nicolás se quedó en blanco, Bruno no tuvo que mirarlo dos veces para saber que había caído de golpe en un lindo juego de palabras engañosas. De repente se sintió muy identificado con él.
—Vale, no llores ¿Te das cuenta de lo que haces? Te estás lastimando a ti misma por mi culpa, por eso creo que no deberíamos seguir siendo tan cercanos —Nicolás suspiró—. Hablemos luego ¿Sí? Ahora no es el momento.
Y colgó.
Bruno levantó una ceja, Nicolás parecía hasta cierto punto afectado, pero le aplaudió por dentro porque si hubiera sido él, habría corrido detrás de aquella mujer para consolarla. No estaba seguro si era un hombre muy fuerte o sólo un jodido sin corazón.
Soltando un suspiro, Nicolás se recargó en sus rodillas bajando la cabeza mientras intentaba calmarse. Él permaneció de esa posición varios segundos, estaba pensando con detenimiento las cosas, sin embargo, luego de un rato pareció tomar una resolución. Él desbloqueó la pantalla de su celular y redactó un correo electrónico con una rapidez que lo dejó atónito, después dudó un poco, pero finalmente lo envió. Luego de esto adoptó la expresión de una persona que acaba de bajarse de un autobús justo antes de que este se salga de la carretera. Había un poco de asombro y también miedo. En definitiva, no estaba tan impasible como de costumbre.
Hubo un silencio largo y después Bruno se decidió a hablar.
—¿Problemas con una exnovia manipuladora? Mi más sentido pésame hermano —dijo, con un poco de vergüenza en sus palabras.
Nicolás abrió los ojos de par en par y se giró hacia Bruno, mirándolo cómo si le hubieran salido dos cabezas. Él chico sólo atinó a sentirse aún más avergonzado.
—Lo siento, no fue mi intención escuchar —agregó, acariciado su nuca en un gesto de nerviosismo.
—¿Como...? —Nicolás dejó la pregunta al aire, sin saber que más decir. Bruno se encogió de hombros.
—Mi papá es italiano, me enviaron a clases de idiomas desde pequeño, hablo fluidamente el inglés, español, italiano , francés y estoy aprendiendo mandarín —explicó, mostrando los cinco dedos de su mano derecha.
Con una mueca de reproche hacia sí mismo, Nicolás se le quedó viendo.
—No vayas a decirle nada a Isaías de lo que escuchaste aquí —dijo de inmediato, dedicándole una mueca de súplica muy poco usual en él.
—No te preocupes, no le voy a contar nada —aseguró, moviendo los dedos frente a su boca, tirando de un cierre imaginario.
—¿Decirle que a quién? —Isaías se asomó por la puerta de la tienda con una caja de pan abrazada al pecho, mientras detrás de él Alfredo cargaba las demás compras.
—Que eres lo más bonito que ha visto este mundo en siglos —respondió Nicolás, sin dudar un segundo y utilizando un tono ambiguo que podría interpretarse sin problemas cómo una broma o en serio.
Isaías estaba tan sorprendido que comenzó a balbucear y finalmente se le cayó la bolsa de pan al suelo.
Bruno negó con la cabeza. Pobre, pobre Bambi.
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