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Operación Desembarco: 2ª parte

ORILLA OESTE DEL TÁ SÚIL. ESCONDIDOS AÚN EN EL TEJADO. 12:15 PM.

 —¿La has visto? —reía Maddie sujetándose el estómago.

—Claro que la he visto, entre las damas de compañía de la Princesa, cargando con su equipaje. Sólo por eso ha merecido la pena todo el viaje hasta aquí. Pero entonces, ¿eso es todo lo que vamos a hacer hoy? Necesito matar unos cuantos nobles.

—¡Ah, claro! Se me olvidaba que tú no viniste con nosotros en el carro de los pepinos.

—No, yo vine en el de las sandías con los demás.

—Pues por el camino los tres lo planeamos todo. Escucha con atención, pequeño aprendiz…

RUTA COMERCIAL. EN EL INTERIOR DE UN CARRO 7 HORAS ATRÁS.

 El odio que sentían Madelaine y Adrián por la monarquía venía de mucho atrás. Los dos se conocían desde hacía bastante tiempo, desde que la humana le había rescatado a él un día de haber estado a punto de ser devorado por un dinosaurio rosa.

Adrián era en verdad un príncipe íncubo, la especie menos habitual de todas, quizás porque no tenían en sí un reino o una gran comunidad, vivían más bien cada uno por su lado, infiltrándose entre los demás intentando no llamar la atención demasiado. Mientras fuesen discretos, nadie pondría pegas por su sistema alimenticio. Con todo, sí que poseían una jerarquía como los demás y Adrián era hijo de los reyes. No hace falta explicar que en realidad Adrián nunca estuvo interesado en la política, que los aborrecía a todos con su doble moral y corrupción, por eso hacía demasiado tiempo que se había desentendido de los asuntos de la Corte, convirtiéndose en un renegado.

Los primeros sorprendidos por su amistad eran ellos mismos. Los dos poseían personalidades demasiado dispares, aunque habían sufrido de forma parecida y quizás eso les unía. Compañeros de penurias, aquello les volvía inseparables.

El caso era que necesitaban infiltrarse en el palacio de los Feéricos de Luz, pero éste estaba protegido por un bosque mágico habitado por todo tipo de criaturas peligrosas. Ni siquiera con el don especial de Madelaine podrían internarse en el bosque y salir vivos de él. Su suerte mejoró algo cuando conocieron a la bruja que pasaría a convertirse en la Líder de los Rebeldes.

Ella era amiga de la princesa Rosalie y podía adentrarse en la Corte haciéndose pasar por una sirvienta de la Princesa. Gracias a eso, ella les hacía de espía y así al menos podían mantenerles vigilados, pero esto sólo resultaba posible las temporadas en que Helena iba a visitar a Gelsey o viceversa, porque era cuando Rosalie estaba con los feéricos. Ya habían intentado también acercarse al palacio de las Brujas sin mejores resultados, ya que estaba protegido por una barrera muy poderosa que la propia Reina se encargaba de mantener en pie. Con el tiempo fueron conociendo a más gente como Joshua que se les unió a su causa, formando un grupo de lo más variopinto, pero con el sentimiento común de aversión hacia ambas Familias Reales.

La gran oportunidad les llegó cuando se enteraron de que Gelsey había mandado restaurar las ruinas del palacio de la orilla oeste del Tá Súil para instalarse allí a pasar el verano junto a su novia, y que sus hijos también les acompañarían. En aquel lugar también habría vigilancia pero no tanta, además de que los dos herederos saldrían más por los alrededores y por ende, estarían más desprotegidos, se darían más fiestas en las que los invitados entrarían y saldrían y Gelsey y Helena querrían intimidad como para estar rodeados por una treintena de guardias.

La noticia de que la salida se había adelantado se la dio Pantera Furiosa esa misma mañana, cuando llegó toda agitada y soltando más improperios incluso de lo que era habitual en ella. Ya tenían dónde pasar las vacaciones y asentar su nueva base de los rebeldes, pero debían de viajar desde Llyr, la capital de los Feéricos de Luz, hasta el Puerto Nácar, al otro lado del continente.

Su líder tenía pase gratuito en barco, pero los demás se las iban a tener que apañar y por métodos tradicionales tardarían al menos una semana. Esa misma mañana partía una caravana comerciante hacia allí mismo, no una caravana cualquiera, sino una con reparto Express; es decir, en vez de por caballos normales, los carros estaban tirados por kelpies, unos espíritus que habitaban en los lagos y que solían adoptar forma de caballo negro para engañar a los ingenuos y ahogarlos en el lago una vez les hubieran convencido para que se montaran en su lomo. Sin embargo, había quienes mediante algunos rituales ancestrales que sólo los feéricos y druidas conocían, podían domarlos. Los carros tirados por kelpies viajaban muchísimo más rápido y podrían llegar a tiempo para no perderse el comité de bienvenida.

Asaltar la caravana fue como coser y cantar, pero como no tenían ni idea de cómo se controlaba a los kelpies, no podían matar a los jinetes, por lo que se conformaron con viajar en la parte de atrás como polizones. Adrián y Madelaine necesitaban una para ellos solos, y no por los motivos que una mente mal pensada imaginaría, sino porque compartían un secreto que nadie más podía saber.

Cuando vieron la cantidad de millas que iban a tener que recorrer metidos en un carro lleno de pepinos, se acodaron de Pantera Furiosa y toda su familia.

—La verdad es que en momentos como éste, desearía yo también poder meterme dentro de una carta, resulta mucho más cómodo viajar así —comentó Adrián con cierta ironía.

—Será mejor que lo liberes ya, aquí nadie puede vernos —sugirió la humana.

El íncubo accedió y extrajo del bolsillo de su chaqueta un naipe con un comodín dibujado en él. En las esquinas podía leerse con filigrana carmesí y dorada la palabra «JOKER». Cuando Adrián la apoyó en el suelo del vehículo y Maddie la iluminó con la tenue luz de un farol, parecía una carta normal y corriente como de cualquier baraja, sin embargo en cuanto Adrián comenzó a formular unas palabras mágicas, símbolos rojos empezaron a dibujarse, extendiéndose como una mancha de sangre. Un círculo de luz mágico apareció debajo de ellos y los indescifrables signos seguían apareciendo, siempre en constante movimiento. Maddie se aferró a su crucifijo que siempre lo usaba en esta clase de ritos porque se sentía más protegida. Tras una fugaz explosión de luz que les cegó durante un breve instante, la carta se había quedado completamente negra y ahora el Joker… bueno, el Joker estaba sentado junto a ellos.

—Oh, Adri, me has liberado... —le saludó a su celador. La alegría de la libertad le duró poco cuando miró a su alrededor y se hizo una idea del lugar en el que se encontraban reunidos—. ¿Es esto alguna clase de indirecta? ¿Te apetece un trío?

—Nah, hoy no estoy de humor, me han despertado antes de lo habitual con gritos e insultos. Los pepinos son para que Maddie no se aburra durante el viaje, ya sabes cómo de putitas son todas…

Y porque habían tenido un pequeño problema con su medio habitual de transporte, un problema de color rosa con dientes y garras del que era mejor que el Joker no supiera por el momento... al menos hasta que no lo hubiesen solucionado, o podría matarles.

—Iros a la mierda —les regañó la joven al mismo tiempo que les tiraba uno de los pepinos, uno especialmente largo y grueso.

—Y la encantadora Madelaine tan bien hablada como de costumbre. ¿Cuándo vas a dejar el crucifijo? Me ofende que no te fíes de mí después de todas las conversaciones íntimas que hemos compartido.

—No es a ti a quien temo, aunque sé que debo andarme con cuidado, sino que leí en un libro que cada vez que se hace magia negra, espíritus malignos se quedan para siempre en el lugar de la invocación.

—¿Estás insinuando que van a poseer a los pepinos? ¡Qué miedo! Adri, ¿por qué has hecho algo así? Ahora no podré dormir sin tener pesadillas, imaginaros unos pepinos malignos…

—No te preocupes, los pepinos malignos sólo atacan a las putitas, ¿no ves lo asustada que está Maddie?

—¡Se va a acabar el viaje y seguimos hablando de pepinos y cosas traumáticas! —les reprendió la humana, algo molesta con los dos hombres. Quién iba a imaginar que ella sería la voz de la cordura alguna vez.

El walki-talkie que llevaba consigo empezó a sonar. Debía de tratarse de su líder, quien les había prometido que intentaría ponerse en contacto con ellos en cuanto tuviera ocasión.

Al habla Pantera Furiosa, ¿alguno de vosotros, imbéciles, me está escuchando? Tengo que hablar en susurros para que esos tarugos de la monarquía no me escuchen…

—Aquí Gacela Resbaladiza y Tiburón Salvaje. Te recibimos. Corto y cambio.

Adrián se estaba preguntando de qué servía ir de incógnito con nombre en clave si luego se dedicaba a llamar cosas tan adorables a quienes se suponía que servía. El Joker se estaba preguntando si por el camino podrían parar un momento a comprar pasteles de chocolate.

¡Al fin! ¿Qué tal os va el viaje?

—Uff, de maravilla. No sabes lo que te estás perdiendo… Corto y cambio.

—¿Y a ti, cómo te gustan los pepinos? ¿Con sal o prefieres los pepinillos en vinagre? —se inmiscuyó el Joker en la conversación.

¿Cómo has dicho? ¿Tiburón, eres tú? A mí no me intentes vacilar…

—Nada, no le hagas caso, no hablaba contigo… —intentó solucionarlo Maddie—. Corto y cambio.

Adrián lanzó una mirada amenazante al misterioso personaje, mostrándole la carta y recordándole quién tenía el poder.

—No hace falta que te pongas violento, sólo quería hablar con alguien nuevo. A vosotros dos ya os tengo muy vistos e incluso una cara bonita como la tuya llega a cansar.

No os escucho muy bien, hay interferencias… —proseguía la voz de Pantera Furiosa cada vez más lejana.

Madelaine sacó un pequeño destornillador del bolsillo de su vestido y comenzó a hacer reajustes en el aparato hasta que consiguieron que la voz de su líder se escuchara mejor.

—¿Entonces cuál es el plan? Corto y cambio —intentó Maddie encauzar la conversación hacia algo un poco más serio.

—Podríamos bajar a comprar pasteles de chocolate. Corto y cambio —susurró el Joker—. ¿Qué? ¡No me miréis así! Yo también quería decirlo.

A vosotros os lo voy a decir. No me fío ni un pelo, sé que hay más gente con vosotros —se rehusó la bruja a confiar en ellos.

—Que no, que no hay nadie, es que hay muchos baches. Corto y cambio —improvisó la humana.

No me fío. A ver, ¿quién es el tipo que más odio en el mundo?

—Ésa es demasiado fácil, hasta Gacela la sabe.

—¡Oye! ¿Qué has querido decir con eso? Pues claro que lo sé porque soy la única e inigualable Madelaine. A quien más odias es al príncipe Idril, porque estás harta de tener que escuchar sus poemas y canciones. Corto y cambio.

Adrián observó al Joker por el rabillo del ojo, pero éste se mantenía tranquilo, sentado sobre una caja y con los dedos entrelazados.

Y tú, Tiburón, ¿qué opinas?

—Que tú eres una putita aún mayor que Gacela, que ya es decir.

Está bien, ya veo que seguís igual de frikis como de costumbre —accedió la líder—. Pues había pensado que uno de vosotros, mejor Gacela que es la que más pinta de mojigata tiene, se acerque a la comitiva y les entregue un cuadro con todos ellos muertos.

—No me parece buena idea. Corto y cambio —sentenció Maddie tras reflexionar la posibilidad.

¡Mierda! Ya decía yo que no me terminaba de convencer. Lo dices porque es muy cutre, ¿verdad?

—No, en realidad lo decía porque, ¿quién de nosotros va a dibujar un cuadro así? Corto y cambio.

—¿Y si les arrojamos algo? —propuso Adrián, que decidió que lo mejor sería que interviniese él.

¿Explosivos? —sugirió la bruja.

—Bueno, estaba pensando en tirarles a la loca de Gacela, pero eso también podría valer.

Entonces haremos eso. Les volaremos a esos dictadores la cabeza con muchos kilos de explosivos, pero esperad a que yo haya escapado, que os conozco, cabeza huecas, y sois capaces de mandarme a mí también por los aires.

—En realidad no volaremos la cabeza de nadie —aclaró el íncubo—, sino que armaremos un poco de conmoción general para que queden avisados. Si en todo el verano no cambian, entonces les daremos el golpe definitivo durante el cumpleaños de la Princesa.

El Joker asintió con la cabeza, silenciosamente.

¿Entonces no habrá sangre? ¿Tenemos la oportunidad de pegar el golpe del siglo y sólo vamos a hacer un poco de ruido? Pensaba que los íncubos erais otra clase de personas —le reprochó Pantera Furiosa, envolviendo sus palabras con decepción y mordacidad.

—Hemos esperado mucho tiempo, no vamos a arruinarlo todo por ser impacientes al final. En medio de la calle a plena luz del día y con toda la Guardia Real atenta, no es el momento.

¡Si hay periodistas mejor! Así seré mucho más famosa —seguía insistiendo la líder.

—¡Oh! Lo que pasa es que Adri en el fondo es un sentimental y no quiere que haya civiles heridos. Corto y cambio.

Si por Adrián fuese, los mataría a todos allí mismo, que se hundiesen con sus barquitos horteras, pero no era ése su verdadero objetivo y esperaba que Maddie lo captara y le apoyase.

Entonces queda decidido, les volaremos la cabeza —sentenció la líder—. Debo irme. Usad condón por favor, no quiero que dos seres tan raros como vosotros se reproduzcan.

La luz verde del walkie-talkie se apagó y éste dejó de vibrar. Parecía un simple trasto de chatarra inservible más, aunque los restos de la magia de Joshua seguían flotando a su alrededor ya que el aparato para funcionar, necesitaba energía mágica.

—¿Entonces voy a cenar esta noche con mi pequeño cachorrito? —inquirió el Joker ahora que ya podía hablar en voz alta.

—¿Has oído que mencionase algo de un secuestro?

—He oído que decías que no los mataríais porque le quiero vivo y Maddie quiere su venganza lenta y dolorosa. Eso no descarta el secuestro.

—No se puede secuestrar al Príncipe delante de miles de ojos —le denegó el íncubo.

—Claro que se puede, déjame demostrarte que sí.

—De hecho tú te vas a quedar en tu carta, no estás preparado aún —concluyó Adrián de forma severa.

—Lo que yo me preguntaba es por qué no le presentamos nuestro aliado a ella —intervino Maddie, esperando aliviar la tensión que se había producido.

Siempre que esos dos peleaban se formaba un espectáculo genial, pero dentro de un carro de madera no era el escenario más propicio para una pelea así. Le traumatizaba lo que podían hacer con los pepinos…

—Porque ella quiere matarlos a todos. Nosotros queremos matarlos a todos menos a uno. ¿Entiendes la diferencia o es demasiado para tu simple cerebro de putita?

—Yo pensaba que era porque es más guay todo si los dos compartíamos un secreto muy secreto —le echó en cara a su compañero. Estaba algo molesta por la forma en que él la había hablado, no era necesario que se pusiera así—. Te estás comportando como uno de esos aristócratas.

—Lo siento Maddie, no te me pongas susceptible. Es sólo que a estas alturas ya pensaba que comprendías que solamente estamos utilizando a ella y su rebelión para poder llevar a cabo nuestros otros planes.

—¿Es ahora cuando empieza a sonar música de fondo romántica y tú le preguntas a Maddie si quiere comer pepino?

Madelaine y Adrián en vez de responder ofendidos por su descaro, le lanzaron un pepino a la cabeza, uno cada uno.

DE VUELTA AL PRESENTE. TEJADO. 12:13 PM

Madelaine terminó de contarle el relato de su viaje a Joshua, saltándose obviamente todo lo concerniente al Joker, por lo que sólo le contó su conversación con la líder de la banda, pero eso no quitaba que lo hubiese rememorado todo en su mente.

—¿Entonces vamos a volarlo todo por los aires? ¿Para eso querías que hiciera sellos explosivos? —preguntó el hechicero en cuanto terminó de escuchar el relato.

Joshua es un hechicero. Las mujeres brujas nacen con el don natural de poder manipular la magia, sin embargo, los hombres que tenían el «don durmiente», es decir, que en su familia había alguna, bruja debía de pasar años y años estudiado en torres de hechicería para conseguir convertirse en hechiceros.

—No tenemos por qué hacer caso a todo lo que dice esa bruja amargada, simplemente vamos a darles un susto —le explicó, intentando imitar la actitud de Adrián.

La expresión de Joshua se tornó en una mueca de fastidio. Él también se iba a tener que quedar con las ganas de derramar un poco de sangre azul.

—Entonces acabemos de una vez —proclamó.

Le mostró a la humana un papel rectangular con un símbolo mágico pintado con tinta en el centro.

—¿Eso es un sello explosivo?

—Es un símbolo de conexión —le explicó—. Le voy a transmitir la orden de explotar, y el sello buscará a los otros símbolos que hice, que estarán colocados junto a los explosivos si el idiota de Adrián ha cumplido con su parte, y les transmitirá la orden que yo le he comunicado.

—En otras palabras, hace de mensajero: le va a transmitir a los demás sellos que tienen que explotar, ¿no?

—Muy bien, taradita. Veo que lo has comprendido.

Joshua pronunció unas palabras mágicas y el símbolo se encendió como si estuviese escrito con fuego líquido. Maddie se protegió los oídos con las manos y encogió la cabeza, preparada para la gran explosión que se iba a producir. Pasaron diez segundos, veinte, cincuenta.

—¿Y bien? ¿Dónde están nuestros preciosos fuegos artificiales?

—Eso me gustaría saber a mí —Joshua estaba tan desconcertado como ella—. Yo dije bien las palabras mágicas.

—¡Ese puto de Adrián!

—Si no hubieses tirado el transmisor a la cabeza de Gelsey…

—Vayamos a ver qué ha pasado con los explosivos.

Como la mayoría de la multitud se hallaba reunida en el muelle, sortearon las resplandecientes calles de nácar blanco sin que nadie les prestara atención. Se detuvieron frente a una boca de alcantarilla. Maddie le pidió a Joshua que le ayudara a abrirla y descendieron por ella. Una vez abajo, Joshua hizo que un halo de luz blanca apareciese en la punta de su dedo índice y lo utilizó para iluminar el camino.

—En las películas he visto que eso lo hacen con una varita mágica.

—No tengo presupuesto para una, además que yo no las necesito —bufó.

—Es aquí, ya llegamos —anunció la humana que le hizo apuntar a Joshua con su dedo linterna hacia una gran cantidad de sacos apilados contra la mohosa pared.

—¿Estamos justo debajo de la comitiva?

—Un poco más desviados para que haya heridos, pero no muertos.

Joshua examinó los sacos de pólvora que parecían estar en perfecto orden, Adrián sí que había colocado bien los sellos, sin embargo en cuanto abrió uno de ellos, comprendió lo que había sucedido.

—Estiércol. Alguien ha cambiado los sacos de pólvora por un montón de fertilizante —le comunicó a su compañera.

—¿Quién ha podido hacer algo así? ¡Si no le contamos el plan a nadie por si había traidores entre nosotros!

Joshua recorrió todo el escenario con la luz de su dedo en busca de alguna pista. En el suelo pudo distinguir unas huellas que parecían las pisadas de un ser humano sino fuese por el gigantesco tamaño de éstas.

—¿Quién puede tener los pies tan grandes?

—¡Maldita sea! —perjuró la humana—. Pues esto no se va a quedar así.

Se dirigió corriendo hacia donde calculaba que quedaba debajo de toda la comitiva y extrajo un objeto redondo y metálico de su vestido. Apretó un botón que sobresalía de la granada y la arrojó unos metros más allá de ella.

—¡¿Qué has hecho?!

Joshua no tuvo tiempo de oír la contestación porque un silbido proveniente de lo que fuese que la humana había tirado, le hizo comprender que se trataba del famoso gas de la risa de Madelaine. Los dos emprendieron la retirada corriendo lo más rápido que les permitían sus piernas.

Lograron salir del sistema de alcantarillado sin ser completamente afectados por el gas, aunque no habían podido eludirlo por completo y se les escapa alguna que otra risita tonta, pero que nada tenía que ver con la que se había armado afuera.

Los miembros de la realeza se hallaban de rodillas sobre la alfombra roja que les habían tendido, muriéndose literalmente de la risa. Un artista habría querido retratar para siempre en un lienzo la maravillosa expresión de dolor mezclada con la exaltación que la risa imprimía en sus rostros.

Madelaine se regocijó enormemente de ver a Gelsey sufriendo. El gas se había propagado rápidamente entre los presentes, contagiándolos a todos, afectando sobretodo a los corazones más grises, pues éstos eran los más vulnerables a la receta mágica que la humana había creado.

Gelsey fue el primero que logró contrarrestar los efectos, infligiéndose a sí mismo dolor físico. Helena e Idril le imitaron. Elijah tuvo que darle un antídoto mágico a la princesa Rosalie a quien las lágrimas no dejaban ver. Los guardias habían sido rápidos suministrando la cura entre ellos y en cuanto pudieron, se la dieron también a los Reyes y a su Familia para terminar de eliminar por completo los últimos residuos de loca felicidad de su alma.

En cuanto la situación volvió a la normalidad, Gelsey decidió que lo mejor sería acabar cuanto antes. La mayoría lo había interpretado como una broma pesada de algún bromista, pero él no era imbécil. Sabía que había algo más oscuro detrás de todo esto, el objeto volador que casi le golpea lo había lanzado alguien que por el motivo que fuese no le guardaba mucho cariño. Allí en la calle estaban expuestos al peligro, tenían que llegar a la seguridad que les proporcionaría los muros del palacio cuanto antes.

Aún jadeando con fuerza, se dirigió al altar que habían montado provisionalmente y en cuanto se sintió capaz de poder volver a hablar de nuevo, tomó el micrófono. Un hechicero de la Corte realizó un conjuro amplificador de la voz y el Rey eventual de los Feéricos de Luz comenzó a hablar:

—Os doy las gracias, querido Pueblo, por haberos tomado la molestia de darnos esta calurosa bienvenida. Siento el accidente de antes, pero prometo que encontraré a los culpables y pagarán por ello. ¡Ojo por ojo y diente por diente! Nadie se burla de mí ni de lo que es mío. La venganza les hará aprender a esos indeseables con quién no deben meterse —proclamó con efusividad. Gelsey siempre se volvía muy apasionado cuando se trataba de venganzas—. Pero por el momento divirtámonos. Se acerca el verano y con él, la nieve de nuestros corazones terminará de derretirse. Por ello, Helena, mi vida, he reconstruido este palacio para demostrarte que deseo estar junto a ti a pesar de que no tenga planes de matrimonio por el momento. Por eso, y por el poder y autorización que ostento y bla, bla, bla, queda inaugurado el palacio veraniego de la familia con el nombre del Palacio de los Espejos, porque reflejan el amor y la pasión de mi corazón.

El público no sabía muy bien cómo tomarse aquel discurso, pero muchas mujeres aplaudían entusiasmadas por el romanticismo de sus palabras y otros tantos, encandilados por la pasión y vehemencia con que su rey había hablado, se les unieron.

Helena, al escuchar que no tenía planes de casarse con ella, se había llevado la desilusión de su vida, porque por un momento albergó la breve esperanza de que ésta era la ocasión en que le formularía las palabras mágicas, pero las románticas y sinceras palabras de después la emocionaron tanto que se le pasó enseguida el enfado; el verano era muy largo y ya conseguiría que cambiase de opinión. Le faltó tiempo para tirarse nuevamente a los brazos del silfo.

Dos elegantes carruajes les estaban esperando. Se suponía que uno era para el Rey y su hijastro y el otro para la Reina y su hija, pero Helena le pidió a Gelsey que fuese en el suyo con ella y éste accedió.

—Estoy deseando ver lo bien que ha quedado el dormitorio —le susurró la bruja a su amante.

El príncipe Idril se dirigió hacia un magnífico ejemplar de caballo blanco y le acarició las crines, tan suaves como dientes de león. Las habían decorado con plumas de vivos colores, pues la montura del hombre más hermoso del planeta tenía que ser la más hermosa también. La silla del caballo ya estaba puesta. Idril se echó hacia atrás con elegancia la capa y antes de subirse, se volvió hacia la princesa Rosalie que estaba a punto de subir a su carruaje.

—¿Me concederíais el honor? —la invitó a que se montase en el caballo con él.

Rosalie titubeó. Estaba muy sorprendida por aquella muestra de caballerosidad proveniente de alguien como Idril. Ese comportamiento no era propio de él, al menos con ella a quien le había hecho la vida imposible desde el primer momento en que se conocieron.

—¿Ocurre algo, Alteza? Su coche la está esperando —le recordó el capitán Elijah.

Idril seguía esperando una contestación, no había declinado su oferta.

—Rosalie, ¿vienes conmigo o no? Quiero enseñarte algo —presionó el príncipe.

—Alteza, no creo que sea buena idea. Podría lastimarse y salir herida.

Rosalie no se sentía cómoda entre aquella tensión que aunque no se veía, la podía palpar claramente. No tenía todo el tiempo del mundo para decidirse, por lo que se obligó a sí misma a tomar una decisión.

—Elijah, no te preocupes por mí, estaré bien. El príncipe Idril cuidará de mí.

El susodicho esbozó una sonrisa triunfal.

—Por supuesto que lo haré.

—Cuídese, por favor Alteza. —Elijah no pudo disimular la preocupación que le embargaba. Se volvió hacia el príncipe, endureciendo sus rasgos—. Como algo malo le suceda... —Elijah tuvo que contenerse antes de soltar una amenaza hacia un miembro de la Familia Real.

—¿Me está amenazando, soldado?

—¡Ya basta! Se hace tarde y tengo hambre. Encantada de verle de nuevo, príncipe Idril —interrumpió Rosalie, acompañando sus palabras con una reverencia. Se sentía satisfecha de haber podido evitar una pelea—. Tenéis muy buen aspecto.

—Lo mismo digo, princesita. Ya puedes llevar ese vestido sin tirantes —le devolvió el saludo al tiempo que se subía a su resplandeciente corcel.

Las mejillas de Rosalie enrojecieron hasta tal punto que las aves las confundirían con fresas maduras. Se estaba preguntando si el príncipe habría cambiado durante el invierno y si habría madurado de una vez, ahora ése comentario descarado le había dejado completamente desarmada.

Un paje le ayudó a subirse. Su vestido nuevo no era la mejor prenda para montar en caballo, pero se las apañaría y le demostraría a Idril que podía hacerlo.

—No dudes en agarrarte a mi cintura. Me gusta ir rápido.

Apenas terminó de hablar, Idril picó espuelas, azotó las riendas y su caballo salió a galope.

Elijah se quedó inmóvil viéndoles perderse entre los frondosos y misteriosos árboles de ramas alargadas, con la preocupación reflejada en esos ojos que tantas muertes de compañeros habían tenido que ver durante el campo de batalla. Tenía un pésimo presentimiento al respecto.

El caballo de Idril se movía con tal destreza que Rosalie se sentía como si estuviese volando. El aire dándole en la cara era la sensación más agradable que había probado nunca. Por primera vez se sentía completamente liberada de su deber como futura reina. La adrenalina palpitaba con fuerza en sus venas y realmente se lo estaba pasando bien. Idril no era un silfo al completo, sino que también poseía algo de elfo, por lo que la equitación iba en sus genes. Idril aumentó la velocidad hasta tal punto que Rosalie no podía ver más que manchas borrosas marrones y verdes y no tuvo más remedio que aferrarse con fuerza al jinete. Debajo de su traje de seda se palpaban sus músculos bien formados.

—¿No crees que estás yendo demasiado rápido? —gritó para hacerse oír sobre el viento.

—¿Tienes miedo? —Lejos de disminuir el ritmo, lo aumentó—. Tranquila, lo tengo todo controlado. Tú agárrate fuerte a mí, sé que lo estás disfrutando.

Aquello la molestó. Que la mayoría de sus cortesanas fuesen unas descerebradas con las hormonas desatadas no quería decir que ella también lo fuese. Tenía muy claro que no besaría a ningún hombre hasta que estuviese segura de que el afortunado la quisiera de verdad. El primer beso tenía que ser especial.

Ya se habían adentrado bastante en el bosque que rodeaba al palacio, sin embargo no parecía que estuviesen yendo dirección a él.

—¿Qué es eso que me querías enseñar?

—Ya lo verás.

El joven corazón de la princesa no tuvo tiempo para dejarse embargar por la curiosidad porque algo había hecho tropezar al caballo. Tras una fuerte y repentina sensación de vértigo, un punzante dolor de la cabeza la hizo perder el conocimiento. Lo último que pudo ver antes de que los párpados se le cerrasen, fue el hermoso cuerpo de Idril caído en el suelo, con sus cabellos plateados desparramados.

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