ESPECIAL HALLOWEEN: Primera Parte
Aquí está el especial prometido. He sufrido mucho para poder tenerlo para hoy, no he hecho otra cosa que escribir cuando podía y aún así nunca lo acababa, tuve que borrar la mitad porque no me convencía cómo me estaba quedando y empezar de nuevo y en fin , ha sido muy estresante y cuando he visto que es que llevaba unas 50 páginas me he detenido xD por lo que publico hoy una parte y dentro de unos días (dependiendo de cuanto me dure la resaca de la fiesta de esta noche que estas cosas siempre me matan la creatividad XD) publico el resto.
No cuenta para la historia principal, de hecho es imposible que suceda en algún momento porque no coinciden en esa fecha todos estos personajes, pero quería escribir un divague con todos así que bueno, eso xD jajajaj espero que os guste, es un capi increíblemente profundo (XDD)antes de pasar al capi, hace muchísimo dije que quién quería podía pedir en su comentario a algún personaje que se quitara una prenda de ropa (una prenda por comentario) y Soreto eligió al Joker, así que aquí está el resultado:
Joker: ¿Me llamabas?
Lux: Tienes mis clases abandonadas, espero que no me hayas dejado por fracaso artístico u.u
Joker: Oh no es nada de eso... peor he tenido... cosas. ¿Qué sucede?
Lux: Verás, ya sabes que tu magnabulosidad está causando furor...y tienes muchas fans.
Hay una en especial que le haría ilusión que te quitaras una prenda de ropa.
Joker: Me impacta que una mujer solo quiera que me quite UNA prenda. ¿Estás segura que oíste bien?
Lux: Oh, estoy segura que en realidad quiere que te la quites toda, pero el trato es una prenda por comentario, ya sabes, cosas del marketing.
Joker: Ohhh no sé si vale la pena arruinar a medias mi look quitándome solo una prenda.
Lux: Vamos, yo te la quito por ti y luego te a vuelvo a poner, además, será un look muy novedoso ahora que empieza la nueva temporada *me acerco provocativamente con mi látigo*
Joker: Alto ahí *te detiene* Si esto es cosa del marketing, que me venga a quitar la prenda que desee la chica que te dejó el review... ya sabes, así hay más estímulos.
Lux:...No la matarás, ¿verdad?
Joker: Ohhhh qué mala imagen tienes de mí...
Lux: ¡¡Mataste al pobre Tham!!
Joker: No es pobre... Anda, ve a decirle que siempre y cuando venga con una tableta de chocolate me comportaré y podremos ser amigos artísticos.
Lux: No estoy celosa qué va... Está bien. Soreto ¡misión lograda! ;) Te estará esperando, es imprescindible el chocolate que no se te olvide. Fin de la transmisión.
*En realidad una vez concluidos los asuntos profesionales la cosa se puso más intensa pero eso ya es privado ;P*
Bueno, ahora sí que sí, el especial ;P
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Especial de Halloween
REINO DE HEXEN. ALCOBA REAL. 18 AÑOS ATRÁS
La recién nacida princesa Rosalie dormía tranquila y feliz en su cuna real. Un farol giratorio proyectaba diversas constelaciones en el techo. Mientras, la reina Helena cepillaba su melena sentada en un tocador sumida en sus propios asuntos y degustando un pastel de calabaza. Tenía mucho ejercicio que hacer para recuperar su perfecta figura y ahora que el nacimiento de la princesa había atraído la atención de todos los demás reinos, era el momento perfecto para ejercer su influencia política. Además, estaba comenzando a hartarse del pastel de calabaza. Ese año la cosecha de aquel fruto naranja había resultado demasiado abundante y ahora tenían exceso de calabazas.
De pronto la temperatura ambiental descendió varios grados. A Helena se le erizó el vello. Extrañada, dejó el cepillo y se frotó los hombros.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó esperando no despertar a la pequeña, no tenía ganas de llamar de nuevo al aya para que la durmiese una vez más.
Rosalie protestó en sueños pero nada más, sin embargo Helena podía presentir que había alguien más allí.
—Tu sensibilidad mágica sigue tan precisa como siempre, ¿eh querida?
Helena podría reconocer esa voz malvada y burlona en cualquier parte.
—¿Qué estás haciendo en mi alcoba real, Fantaspenderier? —espetó, amenazante.
—Vengo a recibir el pago por mis servicios —anunció el intruso, haciendo girar una calabaza sobre el extremo de su dedo.
Fantaspenderier, aunque joven en apariencia, tenía los cabellos grises y aunque su piel era normal, tenía un par de vetas pardas como herencia de algo de sangre feérica que corría por sus venas de parte de su abuela. Era alto y para darse más presencia, usaba hombreras exageradamente rellenas de gomaespuma con las que rellenaba las mangas de su largo abrigo estilo steampunk. Sus ojos sin embargo era lo que más resaltaban de su rostro: muy saltones, el derecho de un castaño bastante bonito, pero el izquierdo era de cristal amarillento y según le daba la luz, cambiaba de tonalidad.
—Una patada en tus partes es lo que te mereces. Largo de aquí o llamaré a los guardias.
—¿Y qué te hace pensar que unos guardias de pacotilla podrían con el gran Nigromante Fantaspenderier?
Su ojo de cristal destellaba de un amarillo exultante.
—Si mi marido nos descubre juntos será el fin para ambos.
—Oh, ¿no le has contado lo nuestro?
—Se suponía que con eso conseguiría un descuento, pero aquí estás, estresándome.
—Eres reina, tienes una hija, en definitiva, eres feliz, tienes todo cuanto una mujer podía desear. ¿Te parece poco mi trabajo?
—¿Qué es lo que quieres?
—Sólo he venido a echarle un vistazo a mi prometida. Espero que haya salido a ti, mariposa en peligro de extinción.
Y dicho esto, el nigromante se acercó a la cuna y extendió una mano repleta de cicatrices horrorosas fruto de los peligrosos experimentos que había llevado a cabo para mejorar su magia, para acariciar a la pequeña que había abierto los ojos y no los cerraba.
—¡Quieto, Fantaspenderier! —exclamó, creando una barrera mágica alrededor de la cuna que electrocutó al nigromante—. ¿Creías que la princesa no estaría protegida? Ella se casará con quien yo elija cuando me dé la gana. Ha heredado mi belleza, muchos nobles ricos la desearán, no voy a entregársela a un tipo tan raro como tú.
—¿Raro? ¿Qué clase de adjetivo es ése para describirme? —siseó, fingiendo afectación—. La joven princesa se casará conmigo, ése es el precio. Agradece que no es a ti a quien pido como esposa, bomboncito relleno.
Helena no estaba dispuesta a tolerarlo más por lo que convocó al poder con sus manos y lo paralizó.
—Ahora soy reina, soy más poderosa que tú, nigromante de pacotilla —le restregó el aliento aproximándose peligrosamente a su cara.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó de pronto el rey Varick, atónito de encontrarse a un hombre con su esposa en su propia alcoba.
—Querido, este hombre impío estaba escondido entre las cortinas, pretendía espiarme mientras me cambiaba de ropa. ¡Y le quiere hacer algo a nuestra hija! —dramatizó la bruja perfectamente.
—¿Os encontráis bien, mi amor? —corrió a abrazar a su esposa, para reconfortarla.
—Por supuesto, sé defenderme.
Varick se acercó muy serio a examinar al delincuente.
—¡Fantaspenderier! ¿Cómo te has atrevido?
—¿Le conoces? —preguntó Helena, sorprendida.
—Es un nigromante revoltoso que lleva causándome problemas durante muchos años. Hasta ahora no había hecho nada demasiado peligroso por lo que me daba pena, pero esto ya es demasiado, no pienso tolerar que le hagan daño a mi familia.
—¡Sólo quiero lo que me pertenece! Esa maldita bruja sexy pero mentirosa, dulce como la miel pero pérfida como una manzana podrida, arrogante y ambiciosa como ninguna, me prometió entre gemidos que...
—¡Ya basta! —el rey Varick con un hechizo hizo que le desapareciera la lengua al nigromante—. Vas a retirar por escrito estas terribles palabras y a pedirle perdón a mi virtuosa esposa por todas esas calumnias que estabas diciendo sobre ella o sino despídete de tu cabeza, Fantaspenderier.
Fantaspenderier sin embargo, orgulloso y testarudo como muy pocos, se negó a pedirle perdón a esa "leona hambrienta que se esconde en un cuerpo de gatita zalamera" por lo que fue condenado a muerte el 31 de octubre. Aquel día el sol quedaba oculto bajo una densa capa de nubarrones negros, como si alguien hubiese vertido en el cielo una sustancia que teñía las nubes de negro. Hacía un frío gélido aunque las copas de los árboles no se agitaban ni los sombreros de los nobles salían volando. Una niebla muy densa se enmarañaba en cada recoveco del reino de Hexen. Los cuervos graznaban. La ejecución transcurrió en silencio puesto que Fantaspenderier había perdido la lengua así que no pudo formular en voz alta maldición alguna. Aún así, Helena se sentía nerviosa por dentro, sin saber muy bien por qué. Hasta que ese hombre no hubiese dejado de respirar ella no se sentiría tranquila. El juez comía un pedazo de pastel de calabaza y lo masticaba con parsimonia. Tragó ruidosamente, se limpió la salpicada barba y llamó al verdugo.
Los cuervos graznaron con más fuerza mientras picoteaban una calabaza que se había caído de su carro a mitad del camino.
La boca de Fantaspenderier permanecía inmóvil más sus ojos clamaban lo que su muda garganta no podía. La niebla se espesó tanto que ni los reyes pudieron ver apenas el momento en que el hacha separó la cabeza del nigromante de sus hombros.
Y los cuervos echaron a volar, no querían ver el desenlace de todo aquello. La calabaza picoteada reía macabramente.
HUERTO SECRETO DE MADELAINE. PRESENTE
El día había amanecido lluvioso y las cargadas nubes grises amenazaban con descargar una gran tormenta, sin embargo las horas habían ido sucediéndose y continuaba sin caer ni una gota de agua. Un viento gélido aunque no muy fuerte sacudía las doradas hojas. El Joker las contemplaba meditabundo mientras Madelaine trabaja al lado vaciando una montaña de calabazas. Adrián apareció en el huerto acordándose de apagar el cigarrillo que estaba fumando ya que si no Maddie se lo reprocharía.
—¿Qué estáis haciendo los dos tan callados? —preguntó, curioso.
—Vacío calabazas, el Joker creo que sueña despierto dejándose embriagar por mi inspiradora fragancia.
El Joker frunció el ceño ante el comentario de Madelaine.
—Es tan embriagadora...eso lo explica todo, seguro que Gelsey estaba borracho de ti cuando te violó.
—¡Serás! ¡¡Y no me violó!!
—¿Y por qué ese interés en las calabazas? ¿Sigues con lo de Cenicienta? —cuestionó Adri, burlón.
—¡Mañana es Halloween! Los humanos se disfrazan y piden caramelos a las casas —explicó poniendo mirada soñadora.
—Qué mala es la infancia perdida... —comentó el Joker.
—Ah, Halloween —fue todo lo que dijo Adrián. Él ya sabía de las fiestas humanas pero lo que le venía a la mente era Samhain y Nissa rodeada de silfos excitados...
—Podíais poner un poco más de interés —les reprendió Maddie, ofendida porque no se entusiasmaran tanto como ella.
—¿Dan también chocolate? —se interesó el Joker.
—Si tienen...
—¿Crees que...? —se detuvo, algo nervioso.
—¿Qué pasa? —le instó la humana a que siguiera, intrigada.
—¿Crees que Idril aceptaría a acompañarme en la búsqueda del chocolate?
—Prueba, si se rehúsa puedes persuadirle diciéndole que las mujeres le esperarán disfrazadas de vampiras cachondas —comentó enfrascándose de nuevo en la tarea de vaciar calabazas.
El Joker volvió a fijar sus ojos escarlata en la lluvia dorada de hojas secas que caían del árbol más cercano, reflexionando.
BOSQUE DE LLYR, CAPITAL DEL REINO DE LOS FEÉRICOS DE LUZ. VÍSPERA DE HALLOWEEN.
Los rebeldes se hallaban reunidos en el claro del boque habitual. Quedaban cinco minutos para que la reunión comenzase pero no querían hacer enfurecer a su líder, habían aprendido a no hacerlo por las malas. Maddie terminaba de colocar los adornos de Halloween que había hecho, llenando las ramas de los árboles de figuras tenebrosas y colgando guirnaldas naranjas y calabazas talladas. Adri le había sugerido que usara unos nabos también pues así era como había empezado realmente la tradición además de que su peculiar forma la satisfacería más, Maddie le declinó la amable sugerencia diciéndole que los nabos son para él, para que se preparara para recibir al Joker en su interior.
Como era otoño, anochecía muy temprano así que había tomado la precaución de meter varias velas dentro de las calabazas dándolas un aspecto fantasmagórico que la dejaron muy satisfecha. Quedaba un día para la noche de Halloween pero le había costado mucho esfuerzo crear los adornos así que los iban a tener que aguantar al menos hasta navidad, cuando los sustituiría por adornos navideños.
—¿Estáis ya todos? —se hizo oír de pronto Grisel, subiéndose a su tronco habitual para resaltar.
En esos instantes apareció Rosalie, envuelta en una vasta túnica marrón que la cubría de pies a cabeza.
—Siento retrasarme, estuve a la hora pero vi a lo lejos el árbol con las ramas estremeciéndose y me asusté...pensé que era un monstruo, pero sólo eran adornos jeje...ya veis colegas jeje...
—Anda, siéntate por donde puedas —le dijo Grisel poniendo los ojos en blanco—. Bien, mañana para algunos es la noche de Halloween. Para los feéricos, es la noche de fin de año. Darán una gran fiesta donde perderán el control tanto la Corte Oscura como la de Luz, es decir, toda la nobleza estará presente. ¡Es el momento perfecto para infiltrarnos disfrazados y matarlos a todos! ¡El poder será mío finalmente!
Todos ovacionaron a su líder, emocionados por la idea de la rebelión. Llevaban mucho tiempo planeando rebelarse y al fin había llegado el momento.
—¡¡¡Mis calabazas!!! —exclamó de pronto Madelaine.
—¿Se puede saber qué te pasa? —Preguntó Joshua antes de que lo hiciera Grisel con su "amabilidad" habitual.
—Me han robado tres calabazas —bramó, lanzándole una mirada furibunda a Adri. Sólo él tenía acceso a su huerto.
—A mí no me mires con esa mirada tan intensa, putita. ¿Para qué iba a querer yo unas calabazas horteras? ¿Para usarlas de cenicero?
Como dos mentes interconectadas, a ambos se les ocurrió la misma idea. Si no había sido Adri sólo podía ser una persona más.
***
IDRIL
Los rayos de luz incidieron sobre mi hermoso rostro dormido y finalmente levanté los párpados, desvelando mis cristalinos y profundos ojos que aún poseían un velo soñoliento. Desde que tenía intensos sueños con Grisel había aprendido a dormir desnudo. Me desperecé con elegancia y me preparé para afrontar el nuevo día. Samhain. Otros años tenía ganas de que llegase la gran fiesta de fin de año pero esta vez me sentía melancólico sin saber muy bien por qué. Omitiré mejor los detalles de todo lo que hice desde que me levanté de la cama dejando atrás mis suaves sábanas de raso hasta que me senté en el trono porque como ya he dicho, había tenido un sueño muy intenso con Grisel, con lo que eso implicaba.
La audiencia de ese día estaba resultando tremendamente aburrida y la gente estaba más pendiente de los preparativos que de cualquier otra cosa. Gelsey debía de pensar lo mismo que yo porque se estaba quedando prácticamente dormido solo que de vez en cuando se despabilaba para lanzarme miradas furibundas y hacerme prestar atención. En realidad yo no tenía por qué estar presenciando esta audiencia, como era menor de edad Gelsey tenía que supervisarlo y aprobar mis decisiones. Podía dejarle a él pero quería encargarme yo también. Sabía que había muchos factores en mi contra para que no me quisiesen como rey por lo que me esforzaba por demostrar que podía ser un buen gobernante. Gelsey parecía ojeroso, señal de que no había dormido apenas aquella noche.
—El siguiente se trata de Sir Jack O'Lantern, procedente de la ciudad del Caos —anunció Tham, el heraldo.
<<A ver qué quiere el siguiente friki>>,
no pude evitar pensar para mis adentros.
Entró en la sala de audiencias real un hombre de andar encorvado cuyo rostro estaba inundado de una espesa y larguísima barba blanca. Llevaba una raída túnica naranja chillón y cargaba consigo tres calabazas a las que le había extraído la pulpa y tallado caras monstruosas. Me puse en sobrealerta ante tal hombre, no me daba buena espina.
—Su belleza es tan impresionante como cuentan las ninfas —saludó el tal Jack no-se-cuántos-linterna haciéndome una reverencia con dificultad debido a su avanzada edad. Al inclinarse para besar uno de mis anillos tropezó con su propia barba y por poco se cayó encima mío.
—¿En qué puedo ayudarle? —pregunté lo más cortésmente posible aunque varios silfos de mi Corte se estaban riendo entre dientes.
—Soy un humilde vendedor de calabazas talladas procedente de la Ciudad del Caos —dijo mostrándome su escalofriante mercancía.
Gelsey iba a despacharlo pero me llamaba la atención que viniese de la Ciudad del Caos. Había visto ese lugar en uno de los dibujos de mi madre.
—Espera, ¿y para qué se supone que sirven estas calabazas?
—Se acera Halloween, mi príncipe. Todo el mundo tiene al menos una, ¿cómo el gran Idril no iba a tener la suya?
Gelsey arqueó las cejas, yo también me puse en sobrealerta. Estaba acostumbrado a que me halagaran y nunca solía ser bueno.
—Eso debe ser cosa de su ciudad porque aquí es la primera vez que veo una de ésas...
—Bueno, es que se trata de un invento de los humanos pero ya sabéis como son. Todo lo sacan de leyendas en realidad y hacen su propia versión más interesante. Si queréis puedo contaros la historia. Es un relato magnabuloso sobre superhéroes, una ciudad sólo habitada por mujeres y un príncipe que se hizo pirata —me guiñó rápidamente el ojo—. Pero también tiene su parte de terror, por supuesto. Es Halloween.
¡El Joker! Tuve que contenerme pues sino Gelsey le descubriría pero no podía dejar de admirar asombrado la genialidad de su disfraz. Jamás habría podido reconocerlo.
—Me temo que no hay tiempo para historias, hay veinte más después de ti —replicó Gelsey con frialdad.
—¿Una isla sólo habitada por mujeres? ¡Eso sí es interesante! ¡Le compro todas las calabazas! —proclamé, orgulloso de mis grandes dotes actorales.
El público se sorprendió de que no me burlase del anciano cruelmente y en su lugar accediese a satisfacer sus demandas pero eso no lo dijeron en voz alta, por supuesto.
El anciano vendedor sonrió bajo la espesa barba y me entregó las tres calabazas.
—¿Cuánto valen?
—Me conformo con una tableta del mejor chocolate —dijo sonriendo.
Dentro de una de las calabazas había una nota muy bien doblada que no tardé en leer disimuladamente. Con letra retorcida pero estilosamente cuidada ponía:
"PASEO DE LA NIEVE DORADA, YA"
Sabía a dónde tenía que dirigirme.
—¿De veras quieres comprarle esas calabazas? —inquirió Gelsey sorprendido de mi reacción.
—Cuando aparece un anciano o anciana por estas fechas hay que tener cuidado, ¿no conoces las historias? En fin, Gelsey, tengo que hacer pruebas con mi traje de esta noche, te lo dejo a ti.
Nadie puso objeción alguna y salí de allí aún con el Joker en el interior aguardando a que los criados le trajeran su chocolate. Me volví invisible y me dirigí rápidamente al jardín donde me adentré en un lugar que sabía que muy poca gente conocía.
A pesar de que yo había salido antes que él, el Joker ya se encontraba allí esperándome bajo el tornado de hojas doradas y carmesí que se formaba al desprenderse de las ramas. Se había quitado su disfraz y volvía a lucir como el mismo excéntrico sombrerero que había conocido.
—¿Has venido a sacarme de aquí? —pregunté abandonando mi invisibilidad.
—¿Vendrías conmigo?
Vacilé un momento.
—Antes del anochecer debo estar de vuelta. Tengo que dar un discurso, inaugurar la fiesta y todas esas cosas aburridas que se requieren de un príncipe.
Bufó, supongo que le decepcionaba que quisiera volver. Aún así me mantuve firme. No podía hacerle esto al trono de mi madre.
—Hoy es Halloween y necesitaba de un aventurero que me acompañase en busca de la recolecta de dulces y chocolates.
—¿No somos un poco mayores para esas cosas? —conseguí decir tras la inesperada propuesta.
—¿Acaso sólo los niños tienen derecho a comer chocolate? —dijo sacando la tableta que le habían dado y abriéndola con cuidado. Siempre había algo sumamente meticuloso en la forma en que movía los dedos.
—Soy alérgico al chocolate —le recordé.
—¿Y a los demás dulces?
—Que yo sepa no, pero depende... son los humanos los que hacen esas cosas, ¿no?
—Podemos pedirles caramelos a quien sea. Truco o trato. Si no aceptan... oh si no aceptan.
Su rostro se volvió terrorífico por unos instantes. Yo no estaba muy seguro de que aquello fuera buena idea, ¿qué planeaba realmente? Sin embargo no quería quedar mal ante sus ojos.
—Pero a las seis tengo que estar de vuelta, ¿de acuerdo?
—Es a la noche cuando se sale a pedir caramelos, es más emocionante así. De todas formas no te he estaba pidiendo permiso. Los secuestradores no lo necesitamos.
—¿Estás secuestrándome?
Su sonrisa se ensanchó al mismo tiempo que me rodeaba con su brazo y nos echaba encima su capa de superhéroe.
Aparecimos en un diván envuelto en penumbras y polvo flotando en el ambiente como luciérnagas. Parecía una especie de almacén y un viejo candil alumbraba a una serie de perchas con trajes colgando.
—Tienes media hora para sorprenderme con un disfraz magnabuloso —me dijo, señalándome los trajes.
Me acerqué a examinar las prendas y me sorprendí al reconocer varios trajes al estilo Joker.
—¿De verdad puedo elegir el que quiera? —pregunté entusiasmado.
—Puedes aunque no te emociones, lo hago solo porque si vas a salir conmigo tienes que verte a mi altura.
Los trajes se hallaban en perfectas condiciones, protegidos por fundas de plástico. Se notaba que el Joker cuidaba muy bien su ropa y eso era un punto a su favor. Tenía que decidir qué traje resaltaría más mis ojos, una tarea sumamente complicada porque todo me quedaba siempre genial. Iba a elegir una camisa blanca con las puntillas de encaje, un chaleco de rombos negros y dorados y encima una chaqueta verde con adornos militares que me coloqué por encima de los hombros a modo de capa. Para que luego dijesen de ese Capitán Elías, a mí me quedaban mucho más elegantes estas cosas. El motivo de elegir la chaqueta verde era que si me encontraba con el pivón de Grisel, iría a juego con sus hermosos ojos. Lo sé, es un argumento muy profundo que siempre hay que tener en cuenta pero al final pensé que ya que estaba en una fecha especial, me vestiría completamente de acuerdo a la temática, por lo que al final me decidí por el traje morado con calabazas naranjas y murciélagos negros estampados a lo largo de toda la tela.
—Bien, ya me he decidido —anuncié—. ¿Dónde puedo meterme para cambiarme? —pregunté aunque nadie respondió—. ¿Joker? —le llamé una vez más. Mi voz tembló ligeramente.
Silencio, un silencio terrorífico me envolvía y junto al crujir de las viejas tablas de madera del suelo, la piel se me erizó. Me había dejado solo en aquel almacén, seguramente encerrado. ¿Y si él en realidad era un traficante de menores y me hacía bailar semidesnudo como gigoló en una fiesta de Halloween de vampiras sedientas y excitadas? Tenía que tranquilizarme, el Joker era mi amigo y no me haría algo así.
Me dirigí a un tocador que parecía sacado del camerino de alguna antigua estrella de cine. Las pinturas se me antojaban en buen estado aunque los focos chisporrotearon cuando accioné el interruptor. Me hacía ilusión pintarme igual que al Joker así que dejé fluir mi vena artística. Frente a aquel espejo con el rostro pintado de blanco no pude evitar pensar que en realidad me parecía bastante a él. Si no fuera por los ojos y el pelo... Al final era cierto ese dicho de que todos los elfos éramos iguales pues el Joker me parecía que tenía rasgos élficos también aunque no tenía ni idea de lo que era realmente.
La puerta resonó de repente produciendo un ruido estridente y me puse en alerta. Distinguí entrar dos figuras pero en las penumbras no pude identificarles pues iban vestidas de negro.
—Más vale que la súper oferta que tienes para mí merezca la pena —decía una voz femenina que me sonaba irritantemente familiar.
—Lo hará, ya verás... —respondió una voz varonil y profunda—. Aquí hay alguien más —la advirtió.
—¿Quién anda ahí? —preguntó la mujer apuntándome con una peculiar pistola dorada.
No sabía muy bien qué responder hasta que recordé que iba disfrazado del Joker.
—¿Me estás apuntando a mí con una pistola? ¿A mí? ¿Al magnabuloso Joker? —inquirí con voz profunda, de nuevo muy orgulloso de mis capacidades actorales.
—Has encogido un poco, ¿no? —se sorprendió la mujer quien empezó a acercarse a mí para examinarme mejor aún sin retirar del todo la pistola—. Pero si eres el ridículo de Idril. ¿Qué diablos haces aquí?
La mujer se quitó la capucha que le cubría la cabeza, liberando una melena castaña que le cayó enmarañada por los hombros.
—¡Madison!
—Voy a tener que tatuarte mi nombre en el pecho, para que te lo aprendas.
—Siempre supe que te morías por marcar mi cuerpo y hacerme de tu propiedad.
—No has respondido mi pregunta. ¿Qué haces aquí? Mira que estás solo e indefenso, puedo matarte y nadie encontraría jamás tu cadáver.
Maldita, sabía amenazarme. Si mi hermoso cuerpo desaparecía el mundo sería un lugar más feo.
—El Joker me secuestró y me trajo aquí. Lo mismo me pregunto yo de ti.
—Se suponía que no habría nadie en este almacén abandonado pero ya veo que no soy la única que lo usa para reuniones secretas.
—No pasa nada, a él también puede interesarle mi oferta —habló el hombre que permanecía encapuchado sin revelar su identidad.
—¡Pero se supone que la oferta era exclusiva para mí! —protestó la humana.
Así que se traía entre manos asuntos oscuros, con eso podría chantajearla.
—La magia es para aquellos que pueden utilizarla —proclamó con voz misteriosa.
Mi curiosidad vencía al miedo así que me uní a ellos para averiguar lo que tramaban.
—¿Y bien? —inquirió la humana, cruzándose de brazos.
La verdad es que la presencia de aquel hombre era turbadora. De pronto hacía demasiado calor en la sala y ya no me hacía tanta ilusión llevar el traje puesto. No pude resistirme a mirar de reojo a Madison. Ella estaba haciendo lo mismo y se ruborizó levemente cuando la descubrí.
—Si queréis puedo dejar las explicaciones para más tarde. Quizás os interesa más experimentar el trío más intenso de vuestras jóvenes existencias —propuso esbozando una sonrisa muy particular.
—¡¡¡No!!! —gritamos al unísono los dos. Debía de haber esencia de Haelinda en el ambiente o algo porque vamos...
—Bueno, bueno... Entonces os contaré una historia muy especial.
—¿Seguro que no eres el Joker? —me acerqué a su rostro para examinarle mejor e intenté quitarle la capucha mas el tipo no me lo permitió.
—No, yo no soy ese gatito y no intentes averiguar quién soy porque podría ser muy malo. Quedaros con que soy un agente del placer...y el placer tiene muchas formas.
Si no fuera porque apenas se le veía el rostro habría jurado que nos guiñó el ojo.
—¿Y bien? —insistió Maddie, cada vez más impaciente.
—Sabéis lo que se representa en Samhain, ¿verdad?
—El fin del ciclo, la llegada del año nuevo —respondí de inmediato.
El tipo encapuchado sacudió la cabeza, en señal de negación. Rebuscó en su holgada túnica y extrajo un puro y un encendedor con el que le prendió fuego a un extremo.
—También es momento de apertura a otros mundos. La puerta se abre.
—La puerta del mundo de los espíritus —inquirió Maddie.
El encapuchado asintió por fin.
—En Samhain se celebra la muerte y resurrección del dios. Todo es posible en Samhain.
—¿Todo? —preguntó Madison con la voz temblorosa. ¿Qué la pasaba?
—Si el dios Yule puede morir y renacer cada año, ¿por qué los demás no?
Empecé a comprender de qué iba la cosa y me horrorizó. Entiendo que Maddie se sintiese tentada en ese momento, es una oferta realmente tentadora. Pero nada bueno podía surgir de ello. No, era imposible. Nunca nada era tan bonito como aparentaba.
—¿Cómo es eso posible y qué hay que hacer? —preguntó Madelaine con decisión.
—Espera, humana loca. ¿De veras te crees estas patrañas? Si el espíritu de quien sea que te interese resucitar está en alguna parte, ya no te recordará seguramente... Además, ¿dios Yule? Ése era una invención de los druidas...
—Oh gatito iluso, ¿acaso tú no tienes ganas de volver a ver a tu madre? ¿Acaso no la extrañas?
—Cada día de mi vida, ¡pero no por eso me lanzo a lo loco a probar rituales extraños! —repliqué furioso de que se atreviera a cuestionarme mi amor por mi madre.
—¿Qué hay que hacer? —insistió Maddie.
—Escuchad mi historia, gatitos impacientes. Los druidas es cierto que le atribuyeron muchos rasgos a Yule pero en realidad, era el dios de la locura. La diosa del amor y la del placer, las dos diosas más caprichosas de todas, se encapricharon con él.
—Ese Yule me recuerda un poco a mí entonces—comenté.
Maddie extrajo nuevamente su pistola, amenazándome con ella. El tipo misterioso se la arrebató de las manos y se la guardó.
—Nada de violencia mientras os estoy contando algo muy importante, gatitos revoltosos.
Los dos agachamos la cabeza, no queríamos que nos regañara más, aunque no dejaba de parecerme muy perturbador que nos llamara gatitos. Maddie era más bien... una cacatúa. El misterioso hombre prosiguió con su relato.
—Un día, los dioses crearon un jardín sin igual y se pusieron a jugar en él al escondite —prosiguió—. Yule tenía que encontrar a los otros seis dioses y fue encontrándolos uno a uno hasta que sólo quedaba Amor como es lógico pues el verdadero amor es realmente difícil de encontrar. La sensual Placer estaba celosa de Amor porque el cuerpo de Yule puede que le perteneciese a ella pero jamás su corazón que pertenecía a Amor, así que le había ofrecido a la diosa como escondite una zarza espinosa de la que crecían rosas blancas.
—Bah, rosas blancas, seguro que acabarán tiñéndose de sangre —dije aparentando indiferencia aunque en realidad la historia me estaba gustando.
—Cállate—me regañó la ridícula humana.
—"Si no puedes encontrarla déjalo, mejor ven conmigo a las cascadas" le ofreció sensualosamente Placer —creedme que resultó perturbador escuchar su voz imitando al de una mujer sensual—. Yule se sintió muy tentado a aceptar pero debía encontrar a Amor, él era muy dado a cometer locuras y sin duda rechazar a alguien como Placer lo era. Finalmente el dios encontró el seto donde Amor estaba escondida, sin embargo, las espinas le impedían seguir buscando. "No seas cobarde, el dolor es otra cara del placer" le instó Placer a que siguiera buscando entre las rosas. Las espinas se le clavaban en los brazos más Yule siguió adelante sin desanimarse en la dolorosa búsqueda de Amor, moviendo las ramas que arañaron también a su amada. "¡Ay, ay!, gritó la diosa mas Yule siguió y al fin la encontró. Sin embargo, para su consternación, las espinas habían arañado los ojos de su amada y desde entonces Amor se quedó ciega. Yule, sintiéndose culpable, desde entonces se ofreció a no separarse jamás de Amor, es por eso que dicen que el amor y la locura van siempre juntas y que el amor es ciego, Yule pasó a ser los ojos de Amor... Placer, celosa, acabó matando a Yule, sin embargo Amor se negaba a perderlo por lo que le vuelve a resucitar y eso es lo que se celebra cada año.
Le miré arqueando una ceja, demasiado escéptico para dar crédito a lo que acababa de contarnos.
—Es una versión muy... creativa, pero en fin, nosotros no somos dioses así que no veo qué tiene que ver con nosotros...
—Si Amor pudo resucitarlo en Samhain, nosotros también podemos hacer lo mismo, ¿verdad?
—Exacto rubita, la puerta se abre, es el momento.
—No creo que...
—Di de una vez cómo se hace —me interrumpió.
—Hay que renunciar al amor verdadero, eso complacerá a la diosa del placer y dejará libre a quien le pidáis.
Maddie y yo nos quedamos en silencio. La humana ya no parecía tan determinada y resultaba extraño verla tan vulnerable.
—¿Cómo diantres la diosa del amor renunció al amor verdadero para que Placer le devolviese a su Yule? —aventuré con la esperanza de que hubiese algo más que nos estaba ocultando.
—Y yo que sé, gatito desconfiado. Eso es lo que pasó, una oportunidad que os da esperanzas. Más vale que lo toméis porque es lo único que tenéis —terminó de absorber lo que le quedaba del puro y se incorporó—. Ahora debo irme. Me está esperando gente más apasionada que vosotros.
—¡Espera! —le llamé mas el tipo me ignoró, despareciendo entre la oscuridad que nos rodeaba. Madelaine seguía apesadumbrada—. No pretenderás intentarlo realmente, ¿verdad?
—No lo sé...
—¿A quién has perdido para estar planteándote semejante locura? —quise saber.
—Eso no es de tu incumbencia. ¿De verdad tú no quieres intentarlo?
Aún tenía grabado a fuego la apariencia de mi madre: su belleza incomparable y sus profundos ojos melancólicos siempre tristes...
—Mi madre no sería feliz sabiendo lo que he sacrificado a cambio, se deprimiría más...
De pronto una explosión de humo naranja nos hizo cerrar los ojos y toser.
—Bien, ¿estás ya preparado? —resonó repentinamente la voz del Joker detrás mío.
Pegué un respingo mientras vencía a los efectos especiales de su espectacular entrada, me perturbaba que hiciera eso.
—¿A qué viene esa cara tan larga? Oh pero si está Maddie aquí... ¿Qué haces aquí, Maddie? ¿Qué estáis haciendo los dos solos aquí a oscuras?
Madelaine no supo que decir, resultaba obvio que no pensaba que fuese buena idea contárselo a él.
—Un momento, ¿no me digáis que acabo de interrumpir un momento dramático en el que decidís acabar con vuestra relación porque nunca podrá salir bien? Si es así no me apenáis lo más mínimo, de hecho deberíamos irnos a un burdel para superar las penas y celebrar vuestra soltería.
—Idiota, obvio que no es eso —respondió bordemente
—Estoy guay, ¿verdad? —le dije, volviéndome para que me viera y así cambiar de tema—. Me parezco mucho a ti.
Al reparar en su aspecto me llevé la sorpresa de encontrármelo vestido con unas mallas negras y un cinturón amarillo. Los ojos los llevaba ocultos tras una máscara negra con forma de ¿murciélago?
—Más quisieras, yo soy mucho más guapo pero... vas por buen camino—concluyó tras analizarme.
—¿De qué vas disfrazado? —inquirí.
—¡De Batman! —me contestó haciendo ondular su capa de murciélago—. ¿Te gusta?
—No sé quien es Patman pero supongo que debe sentirse halagado de que te disfraces como él...
—Te ves sumamente ridículo, más incluso de lo habitual —le dijo Madelaine sin pelos en la lengua.
—Envidia Maddie, lo sé. Por cierto, aún no me habéis respondido qué estabais haciendo aquí.
—¿Qué sabes sobre Yule, la puerta al mundo de los espíritus y su insano triángulo amoroso con las diosas del amor y el placer? —le pregunté.
Su rostro se tornó serio.
—¿Dónde habéis oído esa historia? No es muy usual que alguien conozca esa versión.
—Bueno, verás...
—Estaba en un libro de historias de mi madre —reaccionó rápidamente Maddie.
—Mentira, sino me habrías preguntado antes porque, ¿sabéis? Comienzo a sospechar por dónde van los tiros...
—¿Sí?
El rostro del Joker se puso más serio aún. Muy serio.
—¿De dónde habéis sacado dicha información? —repitió.
—De un tipo misterioso que no nos ha dejado ver su cara —confesó arrastrando las palabras.
El Joker bufó y Madelaine me reprendió con la mirada.
—Estaba intentando explicarle a esta humana idiota que es absurdo confiar en un desconocido. No se puede resucitar a nadie, ¿verdad?
—Claro que no es buena idea confiar en un tipo de aspecto altamente sospechoso, sobretodo tú —me dio con el dedo en el pecho tan enérgicamente que me dolió.
—Pero no es imposible —alegó Maddie, reacia a abandonar la esperanza.
—El término <<imposible>> es complicado de limitar, desde luego... Pero no, no intentaréis nada proveniente de un sospechoso —nos dijo muy seriamente.
—Yo me voy, se os hace tarde —anunció la humana. Algo había cambiado en ella—. ¿Piensas llevarte a Adri para que haga de candelabro entre vosotros dos o qué?
El Joker extrajo de algún lugar de su ajustado disfraz de Caballero Oscuro o lo que fuera una carta que se la mostró sosteniéndola entre el dedo Índice y el Corazón.
—¿Se la has robado? —le reprochó,
—Me la ha prestado —sonrió pícaramente—. Yo también sé persuadir a un íncubo.
Madelaine puso los ojos en blanco y nos dio la espalda, dirigiéndose hacia la reventada puerta. El Joker la dejó marchar, de hecho parecía que lo estaba deseando.
—¡No hagas ninguna locura, humana! —le grité para que me oyese.
Se detuvo y se volvió hacia atrás un momento.
—¡Un ridículo como tú no tiene derecho a decirme qué debo hacer o no! —exclamó antes de irse.
El Joker y yo habíamos quedado nuevamente a solas. El silencio volvió a hilvanarse entre ambos. De repente me sentía nervioso.
—Te saco del palacio un rato y ya te cruzas con un tipo misterioso, hay que joderse —maldijo. Creo que era la primera vez que le oía hablar así.
Suspiró, abatido.
—Volver a ver a mi madre... la verdad es que suena tentador —le confesé, pero sabía que eso era imposible.
—¿¿¿Qué???
—Según el tipo misterioso podemos resucitar a alguien querido... —le expliqué, sorprendido de su reacción exagerada.
El Joker me observaba con los ojos sumamente abiertos y sin respirar si quiera.
—Claro... —dijo al final, desviando la mirada. Con la máscara ridícula que llevaba me costaba averiguar sus emociones.
—¿Estás bien?
—Sí, es sólo que...pensaba que era Maddie la interesada en eso, no tú...
—Yo no soy idiota, no creo en los cuentos de hadas.
—¿Tanto la echas de menos? —preguntó como avergonzándose por hacer semejante pregunta.
—Estoy bien, ya lo superé hace tiempo.
Esto no era del todo cierto pero era mejor no remover más porque dolía mucho, como caerse a un lago congelado en invierno.
—Así que ese tipo os contó un historia y le creísteis... —consiguió recuperar su talante habitual como si no hubiera pasado nada jamás.
—Sinceramente... tú cuentas las historias mucho mejor —sonreí tímidamente.
Él sonrió también.
—Anda vamos, antes de que el burdel se llene.
—¡¿Decías en serio lo del burdel?!
Sin responder mis inquietudes me atrajo hacia él y nos echó encima nuevamente su capa mágica.
Sí que lo decía en serio. Me quedé parado ante la puerta de "Las mil y una fantasías" sin atreverme a entrar.
—¿Se puede saber qué te pasa?
—Soy un príncipe, no deberían verme por esta clase de lugares...
—Vas disfrazado, nadie te reconocerá.
—¡Pensé que íbamos a pedir caramelos!
—¿Y acaso no se los podemos pedir a las adorables prostitutas de este lugar? Mira lo que pone en este cartel: "Dulce o travesura. Elija su destino en la noche de Samhain y descubra lo que hay más allá de la niebla". ¿Ves? Aquí también celebran Halloween.
—...
—Está bien, está bien, tú te lo pierdes —retrocedió.
Sentí alivio en mi interior. No me parecía adecuado entrar a un burdel cuando en el palacio debían de estar preocupados por mí.
—No te lo tomes a mal pero pensaba que hacías esto para pasar un día juntos —le dije.
—¿Y de verdad prefieres pasar un rato con el excéntrico Joker que con un buen par de zorras?
—En mi corte me sobran mujeres, sin embargo a ti sólo puedo verte muy de vez en cuando. No dudes de mi respuesta.
Mis palabras parecieron alegrarle aunque lo disimulaba actuando como que yo no le interesara demasiado e ignorándome. Una tormenta amenazaba con desatarse de un momento a otro, esperaba que no nos cayera encima.
—¿Y bien? ¿Por dónde vamos a empezar entonces? —quise saber.
—Estamos en Villa Dalia, la ciudad donde Maddie nació setenta y un años atrás. Es decir, que cualquiera de los viejos que nos encontremos podría haberse convertido en su marido si ella no se hubiese vuelto una adicta al sexo con criaturas sobrenaturales.
—¿Maddie es adicta a eso? —pregunté muy interesado.
Si ya sabía yo que esa loca ocultaba algo, sino no entendía qué hacía siempre acompañada por hombres que exudaban una fuerte sexualidad.
—En su fuero interno yo sé que lo es. ¿Qué te parece si comenzamos bajando por esta calle? Presiento chocolate por aquí cerca...
GELSEY
¿Dónde diantres se había metido Idril? No podía faltar en un evento tan importante y nadie le había visto desde la mañana. Ni siquiera le encontré en los lugares que le recordaban a Ellette. Según la noche se acercaba me iba estresando más y eché en falta muchísimo el no tener a Helena junto a mí. ¿Qué estaría haciendo ella ahora? Prefería no pensar en ello porque mi estado de ánimo no mejoraría. Yo ya me había puesto mi traje negro con adornos de hojas doradas y ya no se me ocurría dónde más buscar al liante de mi hijastro. A lo lejos el horizonte ardía y el sol anaranjado me pareció que tenía tallada una sonrisa macabra como la de aquellas calabazas que a Idril le había dado por comprar. Tenía que dejar de tener alucinaciones con el fuego, me hacía sentirme muy ridículo.
Ya habían pasado treinta años de aquel Samhain y aún recordaba el vestido morado que llevó Ellette, quien lo imaginaría. La fiesta fue la más bizarra de mi vida porque un gigante se empeñó en enfrentarse a mí para quedarse con nuestras tierras. Gané, por supuesto, dando así fin a la Tercera Guerra de los Gigantes y Ellette y Nissa acabaron hablando de hacer un trío, no sé cómo la situación había llegado a eso. Si Idril no llega a emborracharse con limonada rosa no sé cómo habría acabado todo. Desde entonces había decidido que me contendría en esta clase de actos. En realidad no me sorprendía que Ellette se pusiera a tontear con la reina de la corte Oscura, de ella pocas cosas podían sorprenderme, lo extraño fue que actuara así después de la conversación que habíamos mantenido el día anterior. La melancólica Elle, siempre atrapada en sus pesadillas interiores.
Ella estaba apoyada en el alféizar de la misma ventana en que me hallaba yo ahora, contemplando melancólica un cielo cárdeno pero despejado de nubes. Aunque sus ojos se esforzaran por mantenerse secos, su corazón lloraba desazonado.
"¿Qué te ocurre?", me atreví a acercarme a ella y a sacarla de su ensimismamiento.
Ellette se volvió, sorprendida de que me preocupara por ella.
"Mañana es Samhain.", contestó con voz trémula.
"¿Y no te sientes con fuerzas?"
Ellette sacudió con cuidado su cabeza de diente de león.
"Nissa estará allí. Ella es la hermana de Raissa y ésta conocía la profecía. Fue ella la que me dijo que tenía que matar a Idril. Cuando Nissa vea que Idril sigue vivo se enfadará mucho...Quién sabe lo que puede hacer entonces..." No lo pudo soportar más y se quebró. Las lágrimas empaparon sus mejillas.
Para consolarla la abracé y atraje contra mi pecho secándola con mis dedos el rostro.
"No va a pasarle nada a Idril, no lo permitiré." Aunque mis motivos para proteger al híbrido eran diferentes a lo que Ellette esperaba, mis palabras lograron calmarla. "Además, Nissa no se parece en nada a su hermana, no creo que esté interesada en la profecía, tranquila."
El hada se despegó de mí y se frotó los ojos. Parecía una niña llorando por alguna tontería infantil, sin embargo cuando volvió a hablar volvía a ser una mujer serena.
"Gracias, Gelsey. No sé qué haría sin ti..."
"Está todo bien, tranquila. No tenía que haberte dejado ir en primer lugar tras Kra Dereth..."
"¿Crees que podrías haberme detenido?"
"¿Por qué no?",
respondí con altanería, bromeando.
"Nada habría podido detenerme. Era mi destino..."
"Anda, no digas esas cosas. Nuestro destino lo elegimos cada uno de nosotros."
"¿Eso crees?"
"Sí, nadie puede marcar nuestro camino. Lo intentan pero podemos luchar"
"¿Y no has sentido nunca que por mucho que te esfuerzas y por muchos caminos diferentes que intentes tomar al final el resultado es el mismo?"
La miré fijamente antes de responder.
"Eso es porque no somos lo suficientemente fuertes. Hay que seguir adelante, no rendirse nunca."
"No sé si yo soy capaz..."
"No digas esas cosas."
"¿Por qué? Si es la verdad.
"Si no paras de repetirla sí, se convertirá en verdad, pero sólo porque tu así lo decidiste"
"No sería la primera vez que se hace realidad algo que me invento..."
"Fantástico. Entonces di que ganaremos la Guerra contra los Gigantes. Nos quitarías a todos un peso de encima"'
Logré hacerla reír.
"¿De veras crees que es un don? No lo creerías si supieras que..."
"¿Si supiera qué?"
De nuevo la felicidad se había disipado de su rostro angelical.
"Estaba desesperada y pensé en ti. Te extrañaba así que quizás el que tu bosque se quemara fue culpa mía. ¡Lo siento tanto!", exclamó de nuevo abrazándome y rompiendo a llorar. Apenas me llegaba a la altura del pecho, era tan pequeña...
La rodeé con mis brazos y la obligué a mirarme a los ojos.
"Ellette, tú no tienes la culpa de todo lo mal que sucede en el mundo. Los humanos fueron quienes quemaron mi bosque. ¿Me oyes?"
Sin pestañear, entrelazó sus dedos con los de mi mano izquierda, la que llevaba nuestra alianza de matrimonio. Ellette hacía con frecuencia ese gesto. Al recordar el incendio sin embargo no pude evitar acordarme de Madelaine una vez más. El rostro del hada volvió a hundirse como si hubiera leído mis pensamientos. Entonces Ellette dejó que su vestido resbalase por su cuerpo. Desnuda no era en absoluto tan niña como podía parecerlo.
"¿Estás segura?"
Parecía tan frágil... Siempre procuraba tratarla con sumo cuidado, no estaba seguro de que ella pudiese disfrutar conmigo sino me controlaba...
"Lo estoy."
Era extraño que ella ya no estuviera aquí, pero conveniente. Visto que al final fue cierto que ganamos la Guerra de los Gigantes, no sabía muy bien si dejarlo como una simple casualidad. Uno de los espejos se encendió mágicamente, sacándome de mis pensamientos. La figura inconfundible de Helena había aparecido en el espejo.
—¿Helena? ¿Eres tú?
—Esto funciona. Qué bien te queda ese traje que llevas —me saludó la bruja.
—¿Ocurre algo? Pareces un poco alterada.
No me había equivocado. Algo la atormentaba.
—Rosalie ha desaparecido y creo que sé quién la tiene.
—¿¿¿Quién??? ¿Cómo has dejado que la rapten? ¡La necesitamos para el plan!
—Yo tampoco sé cómo ha podido suceder... Se suponía que estaba muerto pero dieciocho años después ha vuelto.
***
Me sentía un poco —bastante— nerviosa, jamás había hecho algo así. Quiero decir, sí, me había escapado varias veces para asistir a las reuniones de los rebeldes pero viajar a otro reino a través de un portal mágico jamás. Grisel estaba terminando de retocar mi disfraz de hada pegándome más hojas por el cuerpo. Yo me había ofrecido a trenzarla el cabello con muchas flores pero se había negado en rotundo así que trenzaría el de Dandelion en su lugar. Joshua y Adrián contemplaban su aspecto de silfos muy escépticos.
—Me siento como Adán, ¿sabes? —masculló Adri.
—Dejar de quejaros. Vamos a infiltrarnos en una fiesta de feéricos por lo que es lo que toca —dijo Grisel conteniéndose la risa.
—Al menos a ti no te ha tocado llevar pezuñas de cabra —gruñó Joshua, totalmente en contra de su detestable disfraz de sátiro.
—¡He dicho que dejéis de protestar! Dar gracias que los centauros se extinguieron durante la última Guerra Mundial, sino os aseguro que os habría puesto juntos en el disfraz de uno.
—¿Los sátiros no llevan el pelo rizado? —preguntó Dandelion entrometiéndose en la conversación. Ella parecía feliz con su disfraz de hada oscura.
¡Oh, eso no se hacía! Qué malvada era Dandelion. Joshua la lanzó una mirada fulminante. Grisel dejó de pegarme las rojizas hojas para examinar pensativa el aspecto de Joshua.
—Cierto —y con un simple hechizo los negros cabellos de Joshua se ensortijaron en elásticos rizos que le caían por la frente.
Esta vez fuimos Adri y yo los que luchamos por contener la risa.
—A todo esto, ¿qué se hace en esta fiesta? —pregunté muy inocentemente.
Las miradas de todos se clavaron en mí, lo que no me gustó nada porque parecían mirarme como unos padres cuando evalúan confesar a sus hijos que el Ratoncito Pérez no existía.
—Rosalie, Rosalie, tú déjate llevar por el ambiente de la fiesta... —habló finalmente Grisel.
—¿Pero qué se celebra? ¿No es una fiesta para honrar a los espíritus? ¿Podré honrar al espíritu de mi padre?
—Es una fiesta donde los feéricos de luz aprovechan a comportarse como los de oscuridad, putita.
—Es que no tengo muy claro cómo se comportan los feéricos de oscuridad...
—Soy muy, muy malos —sonrió Grisel macabramente.
—¿Qué?
Cada vez entendía menos por qué Grisel me había hecho asistir a semejante fiesta.
—No te preocupes, te conseguiré a tres silfos gigolós para que te hagan despabilar de una vez por todas.
—¡No quiero eso! ¿Por qué te preocupa tanto mi inexistente vida sexual?
Grisel me miró fijamente a los ojos, obligándome a tragar saliva.
—¿Cuántos años tienes? No puede seguir siendo tan mojigata o Idril se seguirá burlando de ti.
No pude evitar que mi mente no se imaginara cosas... ardientes con el Capitán Elijah. La influencia de los rebeldes me estaba afectando. Yo no debía de pensar en esas cosas, era una princesa.
—Se van a dar cuenta de mi ausencia, ese hechizo de doppleganger no se me da muy bien y entonces regañarán a los guardias por mi culpa...
—¡Habértelo pensado antes! Eres una rebelde, vamos a dar nuestro gran golpe y tú vas a colaborar con nosotros. Anda, para que te sientas más segura de ti misma, te confesaré mi secreto para ser una mujer fuerte y decidida.
—¿De veras? No sabía que tuvieras un secreto para eso.
Estas cosas me emocionaban, poco a poco iba logrando que Grisel se fuera abriendo más. La bruja se sacó del interior de su vestido de ninfa un colgante con forma de media luna. La piedra lanzaba destellos irisados y se veía muy pesada.
—Este colgante me lo dio mi padre la última vez que le vi. Contiene una magia muy poderosa que me hace no tener miedo nunca.
—Guau...
—Anda, me das pena. Sólo por esta noche te lo dejaré —anunció para mi sorpresa.
—Pero acabas de decir que era de tu padre.
—Más vale que no lo pierdas —susurró amenazadoramente en mi oído.
Tragué saliva nerviosamente me retiré el cabello para que ella me lo pudiera pesar. No sentí nada en especial pero supuse que estas cosas tardaban al menos unos segundos
—A todo esto, ¿dónde se ha metido la loca de Maddie? Con lo que la encanta Halloween a esa chica.
—Bah, estará enfrascada en algún invento de los suyos, ya aparecerá. Todos sabemos las ganas que tiene de vengarse de Gelsey —respondió Adrián sin darle mucha importancia.
—Espero que llegue a tiempo pues necesitamos más de sus armas —dijo, jugueteando con su pistola.
La pistola, resbaló mágicamente de su mano y empezó a moverse flotando sola en el aire.
—Vaya, no sabía que también hiciera eso —exclamé.
—Es que se supone que no tiene que hacerlo —respondió, con voz temblorosa.
—¿Idril? ¿Eres tú? —llamé al silfo. Aún no me había recuperado del trauma que me supuso saber aquello, pero si no era él, entonces sólo podía tratarse de un fantasma y eso me traumatizaba más.
Grisel enarboló una escoba y comenzó a perseguir a la pistola flotante pero una fuerza mágica empujó a la bruja hacia atrás y si Joshua no llega a atraparla a tiempo, se habría golpeado fuertemente contra un árbol. La pistola había desaparecido y deseé con todas mis fuerzas que el fantasma también.
—¿Para qué iba a querer un espíritu una pistola? —preguntó Adrián, mosqueado por lo que acababa de pasar.
—¿No se supone que no pueden coger nada material? —agregó Joshua.
—¡Y yo qué mierda sé! Pero descubriré quién ha sido el gracioso y juro como que me llamo Grisel que obtendrá su merecido. Más vale que Maddie aparezca porque ahora sí que no tenemos ni un arma —bufó una alteradísima Grisel.
—Ya voy yo a buscar las armas al almacén —se ofreció Adri.
—Espera, voy contigo —le dije, sorprendiéndome por mi valor. Quizás el colgante estaba empezando a surtir efecto.
El sol se encontraba ya muy al oeste. A lo lejos los cuervos no cesaban de graznar y de pronto sentí miedo de que se hiciera de noche. El bosque se estaba llenando de toda clase de feéricos y esa raza me daba mucho miedo. Además, no me gustaba sentirme como una inútil y aunque odiaba cargar cosas, prefería tener alguna excusa para alejarme de ese bosque terrorífico.
—Como quieras, putita, pero compórtate y trata con cuidado la mercancía.
Asentí con la cabeza, siguiendo al íncubo.
El almacén se encontraba en la ciudad, en la zona del Barrio Comercial. En esta época del año no resultaba buena idea asentar nuestra base en el bosque, había plaga de duendecillos rojos. Las calles de Villa Dalia estaban todas decoradas para Halloween pues aunque había toda clase de criaturas mágicas viviendo allí, la gran mayoría eran humanos ajenos a la realidad. Jamás imaginarían que en lo profundo del bosque habitaban criaturas peligrosísimas y que más allá, se encontraba el palacio de las hadas. Adri y yo de vez en cuando nos cruzábamos con algún grupo de niños que recorrían las calles disfrazados de demonios, fantasmas, vampiros y toda clase de "monstruos" folclóricos. Nuestros disfraces de feéricos no desentonaban demasiado gracias a esta divertida costumbre, salvo el frío que sentía por tener que llevar un vestido tan ligero. Si el tiempo seguía empeorando iba a pillar unas anginas terribles. Algunos niños incluso se acercaron a nosotros con sus vocecitas y enarbolando sus tridentes de juguete.
—¡Truco o trato!
Me dispuse a realizar disimuladamente un hechizo para invocar en mis puños caramelos pero Adri me detuvo pasando el brazo por delante de mío.
—Anda que ya estáis un poco mayorcitos para estas cosas. Tomad, un condón, es todo lo que tengo —les dijo Adri, ocasionando que los "niños" se enfurecieran y me pincharan con el dichoso tridente que ya no me parecía tan gracioso.
—¡Auch!
—Gracias por el condón, tío —aceptó uno, aunque el que parecía el líder que llevaba una horrible máscara de goma, insistía en que les diéramos caramelos. Como Adrián se negó, nos amenazaron con huevos podridos. Adrián tiró de mí y nos refugiamos detrás de unos carros estacionados frente a la posada del pueblo.
El siguiente grupo que se nos acercó fue mucho más amable, eran unas cinco niñas y su madre y abuela las acompañaban.
—¡Mira mamá, un hada!
Creé muchos caramelos y Adri se puso a jugar adorablemente con ellas.
—Oh, qué tierno. Quién imaginaría que tienes un lado paternal —reconocí la voz de Maddie burlándose desde una azotea.
—¿Dónde te habías metido? Íbamos a por las armas ya que tú no aparecías.
—Tenía asuntos que resolver.
Yo continuaba jugado con las niñas mientras ellos dos hablaban de cosas que no entendía mucho.
—¿Es cierto que le dejaste su carta a ese ridículo?
—Sí, por un vez sí. Quería pasar el día junto a Idril...
—Vamos a pedir caramelos a esa casa de allí, acompáñanos Hada Rosa —me pidió una niña y fui incapaz de negarme así que tomada de la mano de dos de ellas nos dirigimos a una de las casas.
Toqué la campana y esperé la respuesta. El frío se estaba volviendo insoportable. Me di cuenta que las niñas también temblaban. Llamé una vez más por si no nos habían oído.
—¡Truco o trato! —gritaron las niñas.
De pronto me di cuenta que todo se encontraba demasiado silencioso. Los cuervos ya no graznaban. Sólo se escuchaba el gélido sonido del viento arrastrando hojas secas.
—¡TRUCO O TRATO! —Llamaron más fuertemente.
El viento se volvió más violento y de una fuerte sacudida el sombrero de bruja de una de las niñas salió volando.
—¡Mi sombrero! —comenzó a sollozar.
—Yo iré a por él —me ofrecí, lamentándome al instante.
Las calles estaban muy oscuras y no se veía ni un alma. Adri y Madelaine seguían enfrascados en su propia conversación. Una sombra apareció de entre un callejón y me atrapó, pegándome a su cuerpo y cubriendo mi boca con una mano enguantada en seda blanca.
—Truco o trato, princesa colibrí —me susurró, liberándome.
—¿Idril? —pregunté muy confusa. Se trataba del Joker, pero hablaba como Idril.
—¿Se puede saber qué estás haciendo aquí, Rose? ¿No me digas que tenías tantas ganas de verme que no pudiste esperar al verano?
Corrección: se trataba efectivamente de Idril, disfrazado del Joker. Lamentablemente seguía tan impertinente como siempre.
—Yo... —no sabía qué decir. Esta situación era muy bochornosa.
—El traje de hada no te queda nada mal pero te estás muriendo de frío, ¿verdad? Lo digo porque se te marcan los p...
—¿¿¿Qué es eso??? —pregunté espantada al sobresaltarme por un ruido infernal que venía del final del callejón.
Idril agudizó los oídos.
—Parecen las pisadas de un caballo. Se acerca un jinete.
La niebla se adensó tanto que de Idril apenas podía distinguir sus ojos azules flotando entre toda esa neblina pues su pelo plateado y el maquillaje de su rostro se fundían con la niebla. A lo lejos apareció la figura del jinete. Era increíblemente alto y todo él, desde su caballo hasta su armadura parecían hechos de sombras pues eran más negros que la propia noche.
Idril me abrazó para hacerme sentir más segura pero sin Elijah, no me sentía a salvo en absoluto. El jinete se detuvo y bajó pesadamente de su enorme e imponente corcel. Su armadura retumbó en aquel silencio espectral. Cada paso que daba, el sonido del acero cortando huesos atravesaba mi mente. El miedo nos paralizaba a Idril y a mí, me sentía incapaz siquiera de temblar. Mi boca exhalaba telarañas de vaho al respirar que pasaban a formar parte de la densa niebla. El jinete se aproximó más a nosotros. Idril me obligó a retroceder hacia atrás mas el jinete no se detuvo. Al fin podía distinguirle mejor. No iba todo de negro como me había parecido sino que de su armadura de azabache, ondulaba una capa roja oscuro. Mi corazón dejó de latir cuando advertí que aquel jinete misterioso no tenía cabeza.
—Debe ser un disfraz —me susurró Idril para tranquilizarme.
—Es un disfraz realmente bueno —logré decir sin que el miedo dejase de oprimirme el pecho. Bueno, la finalidad de disfrazarse consistía en asustar así que sin duda era un buenísimo disfraz de Halloween.
El jinete sin cabeza llegó junto a nosotros. Idril se puso delante mío en afán protector.
—Su disfraz es genial... —comenzó a decirle.
Sin embargo, el jinete extendió una mano cubierta por un guantelete de hierro negro e Idril de pronto se desfalleció.
—¡Idril! ¿¿¿Qué le has hecho??? —bramé muy asustada intentando sostener a Idril para que se despertara.
El jinete se volvió hacia mí y tiró de mi brazo, llevándome hasta su caballo.
—¡Suéltame!
Estaba tan asustada que se me olvidaron todos los hechizos mágicos que me sabía. El verdadero Joker apareció reaccionando rápidamente al ver lo que estaba sucediendo. Lanzó una daga que surcó el are directa hacia nosotros, pero el caballo fue más rápido y logró dejarla atrás. El jinete no me soltaba y yo sentía que me iba a caer de caballo. Entonces un remolino de hojas nos envolvió y desaparecimos entre la niebla.
***
MADELAINE
Llevaba toda la tarde dándole vueltas a las palabras del hombre misterioso. No era posible que tras tanto tiempo buscando algo así, el precio a pagar resultaba demasiado alto cuando encontraba una solución. A pesar de todo me sentía capaz de pagarlo, era lo mínimo que podía hacer pues le debía tanto...
Así que me dediqué a deambular por entre las calles de mi antigua ciudad natal, tratando de aclararme de una buena vez, cuando no pude resistirme a acerca a ver qué hacían Adri y Rosalie acosando a unas niñas. Todo iba bien hasta que una densa madeja de niebla nos envolvió. Cuando se disipó, el Joker se encontraba cargando con un inconsciente Idril. ¿Qué mierda había pasado?
—¿Le ha mordido una vampira? —pregunté.
El joker me fulminó con la mirada, no parecía encontrarse de humor para esas bromas aunque yo lo había dicho completamente en serio, soy una mujer muy seria en general.
—Un jinete sin cabeza se lo hizo —respondió finalmente, dejándose vencer por la desesperación.
—¿Qué? ¿Y cómo has dejado que un jinete sin cabeza se le acercara? Eso para empezar.
—El viento se llevó su sombrero, o sea, MI sombrero, así que íbamos a recuperarlo pero él se puso a tontear con la princesa entrometida de las narices así que fui a recuperarlo yo...—explicó, avergonzado por haber cometido semejante descuido.
Adri y yo sabíamos que si perdía a Idril, significaría su muerte.
—¿Y Rosalie? —preguntó Adrián, buscando a la princesa.
Yo me sentía hambrienta por lo que me acerqué a cotillear el gran saco que el Joker cargaba consigo. Me entusiasmé al descubrir una gran cantidad de caramelos y tabletas de chocolate.
—Habéis hecho una buena recaudación, ¿eh? ¡Si hasta os han dado una botella de limonada rosa! ¿Y esto qué es? Parecen drogas... y éstas son setas alucinógenas...
Si la teoría de Adri acerca de lo putas que éramos todas era cierta, ya imaginaba las cosas que les habían pedido a esos dos a cambio de las golosinas.
—Una anciana solitaria nos las dio —respondió el Joker con indiferencia, su única preocupación era despertar a Idril.
—Déjafme Pfobar —me ofrecí con la boca llena de chocolate.
Le pateé un poco peor el silfo/elfo no reaccionaba. El Joker me miró muy mal. Sabía que tenía que tratar mejor al hijo de Kra Dereth pero no lo pude resistir, dormido parecía tan angelito... pero luego se despertaba y demostraba el demonio que estaba hecho.
—Un momento, ¿un jinete sin cabeza ha convertido a Idril en la Bella Durmiente y se ha llevado a Rosalie? —repitió Adrián.
—¿A quién le importa la princesa llorona? Tengo que despertarle...
—Eres un pésimo Batman.
—A ver, tranquilos —traté de poner orden. Debe de haber algo en algún libro sobre un Jinete sin Cabeza.
—Yo hice una película una vez de temática parecida, pero eso, sólo era una película comercial más...
—Oye Adri, ¿no tienes frío con esas hojitas? —inquirió de pronto el Joker, por fin dejando atrás su obsesión con Idril—. ¿Es una indirecta para que me disfrace de Eva? Tendrás que pedírselo a Maddie, yo ya tengo disfraz, ella no.
—¿Por qué no te has puesto tu disfraz? —me preguntó el íncubo.
—¡Porque me niego a ir de hada! —proclamé alzando la vista y el brazo al cielo—. Yo soy mucho más genial que eso.
—Pero vamos a infiltrarnos en una fiesta de silfos.
—Y en una fiesta de silfos hay humanas. No necesito disfraz.
—Entonces vas de concubina.
Esta vez fui yo la que miró mal a Adri. Cómo le gustaba hacerme rabiar.
—Bueno, ya, ¿qué hacemos? —pregunté.
Por si la situación no estaba ya demasiado bizarra para variar, tuvo que aparecer la bruja sociópata, supongo que siguiendo por instinto la fragancia de Idril.
—Y yo preguntándome por qué tardabais tanto. Personalmente apostaba por que a Adrián le hubiese entrado un arrebato hambriento y estuviera violando a Rosalie, pero la realidad siempre supera mis expectativas: estáis violando al principito insufrible, por turnos.
—Uf yo ya he podido disfrutar de mi momento, pero seguro que a Adri no le importa cederte su turno —ironicé.
—Ahora en serio, ¿qué mierda estáis haciendo aquí cuándo deberíais estar trayendo las armas? ¡La fiesta ya ha empezado!
¡¡¡Cierto!!! Ya hacía rato que había anochecido, me había abstraído del mundo por completo.
—...Gri... ¿Grisel? —pregunto débilmente Idril, abriendo los ojos con dificultad.
Nosotros preocupados por él (bueno, el Joker, pero soy una persona muy empática) y el muy idiota se despertaba con la molesta voz de Grisel, para que luego dijeran de la mía.
—Parece que al fin te sabes mi nombre.
El Joker verdadero suspiró aliviado al ver que el híbrido se encontraba bien aunque Idril pasó olímpicamente de él, centrando toda su atención en la bruja.
—Oh, ¡mi ninfa de los lagos! ¡Pero qué hermosa sois! —exclamó haciéndola una reverencia a Grisel.
La bruja llevaba un vestido largo de color verde oscuro que marcaba su figura y parecía incomodísimo.
—¿De qué vas disfrazado tú? —preguntó arqueando las cejas.
—De... ¿joker? Creo. Tu disfraz me encanta pero podías haberte disfrazado de Reina de Corazones y así íbamos de figuras de cartas los dos.
—Deberías vender tus ideas, son magníficas —ironizó fríamente aunque Idril lo interpretó como un cumplido.
—¿Pero qué estás haciendo aquí? —reparó al fin en que algo raro pasaba.
—Alguien tenía que acompañar a la princesa Rosalie que se encaprichó encarecidamente con acudir a tu reino...
—¡¡¡Rose!!! ¿Dónde está? ¿Y qué ha pasado con ese jinete?
—Nada —intervino rápidamente el Joker—. Simplemente se ha cansado de la vida de palacio y ha ido a solicitar un puesto de trabajo en las Mil y una fantasías.
—El Jinete sin Cabeza la ha secuestrado —desmintió Adri tras ver la cara de perturbación de Idril. Es una pena, porque era graciosa.
—¿Estáis diciendo que un jinete sin cabeza ha secuestrado a la idiota de Rosalie? —inquirió Grisel y antes de que se lo confirmáramos estalló en un torbellino de maldiciones hacia el jinete.
Me sorprendió mucho esa reacción de la bruja al enterarse de lo que le había ocurrido a su amiga. Al final sí que Rosalie la importaba más de lo que admitía.
—¡Le di mi colgante a esa princesa inútil! —bramó, aclarando lo que en verdad sucedía.
Qué poco duraban las cosas bonitas en esta vida.
—Tenemos que salvarla —proclamó Idril, haciéndose el héroe. Adri se había puesto a fumar un cigarrillo.
Estaba visto que esta panda de aficionados sin mí no eran nadie. Por eso, extraje uno de mis mejores inventos y de los que más satisfecha me sentía.
—Anda, dejad a Súper Maddie en acción.
—¿Qué es ese cacharro? —preguntó Adri.
Ingenuo, mira que llamar "cacharro" a esta genialidad...
—Esto, pequeños novatos, es el "Maddieanalizador". Sirve para averiguar la raza de cada uno. Basta con apuntar con el Maddieanalizador hacia el sujeto a estudiar y absorberá el aire de su alrededor impregnado con su esencia. Si se trata de un incubo, detectará la sexualidad que exuda, si se trata de un hechicero...
—Trae —me arrebató el maddieanalizador de las manos la envidiosa de Grisel sin dejarme acabar mi explicación científica.
Estos brujos se creían los más guays del mundo por poder hacer uso de la magia y despreciaban por tanto a la ciencia. Grisel apuntó hacia el Joker. Las lucecitas del Maddieanalizador empezaron a parpadear mientras el análisis draba más de lo normal. Por un momento parecía que la máquina se iba a volver loca cuando finalmente apareció en letras rojas en la pantalla "RAZA DESCONOCIDA"
—Sin duda un aparato la mar de útil —se burló la bruja.
—Es que soy muy complejo de analizar —tonteó el Joker.
—A mi puedes analizarme todo lo que quieras —le dijo insinuadoramente Idril a la bruja.
—¡Trae acá! —me abalancé sobre el Maddieanalizador, recuperándolo.
Afortunadamente no parecía tener ningún arañazo.
—¿Y no puedes analizar el ambiente en busca de algún rastro de la esencia de ese jinete? —preguntó Adri.
—¡A eso iba!
Me separé unos pasos en busca del rastro de aquel ser misterioso mientras el maddieanalizador trataba de elaborar su examen. Me sentía como un agente secreto especial. Chun chun chunn chun chun chun taraaráaa tararáaa chun chun chunchuuun OK, estas cosas me emocionaban mucho y me metía en mi papel por completo.
—¡Aquí lo tengo! —anuncié, exultante—. Nuestro jinete misterioso es en realidad un nigromante.
—Mmm puede ser, al fin y al cabo suelen dedicarse a superar a la muerte con su magia oscura —expuso el Joker mesándose la barbilla.
—¿Y por qué iba un nigromante a raptar a la tonta de Rosalie pudiéndome raptar a mi? —preguntó Idril.
—Quizás porque es virgen para algún ritual satánico... —propuso Adrián.
—Mira que traté de advertírselo —comentó Grisel con una sombra de preocupación en sus ojos verdes que Idril se empeñaba en idealizar.
—No creo que sea ésa la razón... —dijo Idril.
—¿Por qué no? —pregunté.
—Porque no, voy a intentar localizarla.
Idril cerró los ojos, como concentrándose. Supongo que iba a intentar a ponerse en contacto con las plantas o algo así. De pronto el viento cambió, se volvió más agradable y hasta yo que soy humana pude sentir el ambiente cargado de una magia muy poderosa.
—Creo que ya lo tengo. No están muy lejos, sino al otro lado del Llyr.
—Teniendo en cuenta el día que es hoy, estará toda esa zona llena de feéricos oscuros incluso —nos recordó Adrián.
—No, el nigromante ha puesto barreras mágicas, por eso sé que están ahí pero nadie sabe qué hacen.
—Bien, ¡entonces en marcha! —exclamó el Joker.
—¿Tú también vas a participar en esto? —le pregunté, escéptica.
—Pues claro, soy Batman.
—¿Y?
—Tengo que decirle unas cuantas cosas a ese nigromante.
Suspiré. En fin, si quería vengarse del nigromante rarito yo no se lo iba a impedir lo que me recordaba que cierto silfo aguardaba el momento en que me vengaría de él. Al final por culpa de los mocosos liantes de siempre me desviaba de mis verdaderos propósitos.
Nos dirigimos a la posada y desatamos de los carros estacionados a los caballos, hacer todo el recorrido a pie nos llevaría demasiado y resultaría agotador. De todos nosotros resulta que sólo sabían montar a caballo Idril y el joker. El primero por supuesto se ofreció a llevar a Grisel mientras que el joker escogió a Adri.
—¿Y qué pasa conmigo? ¿No pensaréis dejarme aquí sola y desprotegida?
Adri se desmontó del caballo color chocolate.
—Anda, monta tú, yo me las apaño por mis propios métodos.
—¿Seguro?
—Me ha entrado hambre —proclamó cargándose al hombro el saco de los dulces del Joker.
—Anda que ya te vale, Adri. La situación está grave y tú te vas a echar un polvo —me burlé subiéndome con dificultad al caballo.
Cabalgando agarrada a la cintura del Joker me sentía guay, así ningún silfo promiscuo se atrevería a decirme nada ni a burlarse de mi condición humana.
—Oye, ¿cuándo piensas contarle la verdad? —le susurré al oído a mi jinete.
—Aún no está preparado —sentenció, tajante.
Preferí no insistir, se trataba de un tema delicado y realmente no era asunto mío.
—Por cierto, ¿vosotros no teníais una rebelión hoy? Cortar cabezas y esas cosas —me preguntó.
—Sí bueno, ya ves que la líder de la rebelión está más preocupada por su colgante si es que no es una excusa para fingir que Rosalie le da igual.
—Si sólo es un nigromante que se aburre acabaremos rápido —dijo.
—¿Tú crees que será tan fácil?
—No lo sé. Si no tiene cabeza, será difícil de matar. A la mayoría de criaturas se las puede matar cortándosela. Si después de eso sigue vivo, es que la cosa es más compleja.
El caballo blanco de Idril se había detenido al llegar a la orilla del río Llyr cuyas aguas fluían en una fuerte corriente dejando un rastro de espuma plateada por la luz lunar. Las luciérnagas flotaban sobre su superficie.
—Es al otro lado —indicó.
—Voy a intentar romper las barreras mágicas —dijo Grisel.
—Si la magia del príncipe de los feéricos no ha podido traspasarlas, ¿qué te hace pensar que la de una simple bruja sí podrá? —dijo el Joker.
Grisel le miró con odio, conteniéndose los insultos. Mi maddieanalizador se había vuelto loco con tanta magia que había en el ambiente por analizar.
—Alto gatitos, yo que vosotros meditaría mejor las acciones.
Todos pegamos un respingo ante la fuerte presencia del hombre que había aparecido de entre los arbustos. El qué hacía entre los arbustos, buena pregunta. Quizás era de ésos que se sentían atraídos por las plantas y el pobre arbusto se le había hecho irresistible.
—¡Es el tipo misterioso! —exclamó Idril.
Cierto, ¡diablos!
El Joker hizo que nuestro caballo se sobrepusiera al de Idril, encarando al misterioso ser. Dos mujeres desnudas salieron de los arbustos, recogieron sus ropas, y se largaron.
—¿Os acordáis de lo que os he contado antes? Hoy es un día en el que los portales a otros mundos se abren.
—¿De qué está hablando? —quiso saber Grisel, irritada por ser siempre la última en enterarse de las cosas.
—El nigromante que os disponéis a asesinar va a abrir el portal.
—¿El portal de los espíritus? —preguntó Idril.
—Razón de más para detenerlo —alegó el Joker, ordenando al caballo al cual había bautizado como Chocolatina que saltara el río.
—El portal del mundo de los espíritus no. Un portal a un mundo donde podríais estar por siempre junto a vuestros seres queridos.
Su respuesta me dejó en shock. Aquello me dejó demasiado confundida como para saber si debíamos detenerlo o no.
—Pero tú nos dijiste que para resucitar a alguien, tenemos que renunciar al amor verdadero —contraatacó Idril.
—Y eso planea hacer el nigromante. Renuncia a su amor verdadero, el portal se abre, antes de que se cierre rápidamente lo atravesáis —habló con calma, fumándose otro puro.
Intercambié una mirada con Idril.
—Qué tontería —exclamó Grisel—. ¿Y qué vamos a hacer en otro mundo diferente al nuestro?
—¿La diosa del amor cruzó el portal para reencontrarse con su amado? —pregunté.
—Exacto.
—Joker... —necesitaba saber su opinión ya que sabía más que todos nosotros.
—... Ahora que finalmente he encontrado a Idril no me voy a arriesgar a que en ese nuevo mundo nos separemos de nuevo.
—¿Seguro? —inquirió el tipo misterioso—. En ese mundo no existe la magia por tanto, el hechizo que te ata a la carta mágica no funcionaría.
—¿Un mundo sin magia? ¿Y qué case de mundo es ése? —protestó Grisel.
El tipo misterioso sonrió.
—Uno muy complicado, gatita, aunque al mismo tiempo más sencillo. La magia es compleja y a la larga sale cara.
—¿Esa de ahí no es Helena? —inquirió Idril señalando al otro lado de la orilla.
Agudizando la vista pude distinguir a la furcia calienta-silfos ajenos. Llevaba una túnica morada oscuro y por eso costaba distinguirla en medio de la noche, pero sí que era ella.
—¿Qué pretende hacer esa arpía? —preguntó Grisel.
—¿Salvar a su hija? —apuntó Idril.
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Hasta aquí por hoy :D Recordad que podéis hacerles las preguntas que queráis a los personajes y ellos os las responderán en el próximo intermedio.
También he estado arreglando el blog de Léiriú que creé hace un año y nunca logro acabar :3 aún le falta casi todo xD pero bueno, existe y supongo que intentaré ponerle algún contenido interesante. También hay unas encuestas, si las hacéis podéis compartir los resultados :P (A mí me salió que mi pareja ideal era el Joker jajajaja) Aquí está el link:
http://leiriu.blogspot.com.es/
Y bueno, pasarlo muy bien esta noche!!!
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