8.Elijah I: Huida magnabulosa
------Aunque mi mente se negaba a aceptarlo, muy dentro de mí estaba comenzando a comprender que ya nada iba a ser como antes. Ni el viento que soplaba de este a oeste, ni el concepto de imposible ni yo mismo. Todo estaba cambiando, lentamente, pero sin remedio. Una voz en mi interior me advertía de que me preparase para la noche más larga de mi vida, una noche en la que iba a tener que soportar al pesado de Idril más de lo que me hubiese gustado, ¡qué digo! Infinitamente más. Pero no voy a precipitarme porque antes de eso sucedió una gran lista de sucesos escabrosos que lamentablemente no puedo saltarme ni borrarlos de mi traumatizada memoria como si jamás hubiesen sucedido ya que sino fuera por todos ellos, nada habría resultado igual.
Se suponía que éste era el momento de la historia en que aparecían los héroes y salvaban el día. Se suponía también, que yo era un guerrero tan honorable como temido, y en lugar de ello, me encontraba tirado en el suelo, respirando con dificultad y luchando por no caer inconsciente tras haber peleado contra un caballo extraño de negro y húmedo pelaje y ojos que emanaban una inquietante luz roja.
Los refuerzos no prometían nada muy esperanzador: reconocí al íncubo que se había vuelto más homosexual desde la última vez que lo había visto, llevando una horrible cazadora fucsia, y su excéntrico compañero, un chaval de llamativo pelo azul, no parecía mucho más impresionante. La voz femenina efectivamente pertenecía a Stephany, quien estaba muy malherida, pero al menos continuaba con vida. Los recién llegados debían de haberla salvado a tiempo y de cierta forma se lo agradecí mentalmente, porque eso quería decir que no eran tan malvados, al menos no tanto como nuestro terrible enemigo.
El Amo del Bosque los observaba con los ojos entornados y las mandíbulas férreamente apretadas. Nunca había visto a nadie rechinar los dientes de aquella manera tan intensa, como si estuviera masticando un pedazo de roca.
—Bienvenidos a mi humilde morada. Veo que esa perra traidora os ha guiado hasta aquí —reverberó su cavernosa voz.
Traté de incorporarme y pelear, abalanzándome una vez más sobre el repugnante ser. Caímos al suelo. Al golpearse el cráneo contra la dura roca, una grieta sanguínea comenzó a brotar de su ajada frente.
El Floriberus, fiel a su amo, también había reaccionado, dirigiendo sus largos tentáculos hacia Stephany quien, en un acto reflejo, se cubrió el rostro con las manos y apretó el frasco de ambientador que llevaba con ella para soportar el mal olor de su ex. El fragante chorro roció los tentáculos del monstruo como si se tratara de lluvia de fuego, alargadas llamas se extendieron por su cuerpo. Las tres cabezas rugieron de dolor, un lamento terrible que podía hacer perder el juicio. Tuve que cubrirme los oídos con mis manos para soportarlo. El chico de pelo azul aprovechó para atacarlo, desenvainando su espada de acero negro. Un centello rojizo cortó el aire, como un eclipse de luna roja. Las runas grabadas en la hoja brillaban con luz propia. ¿De dónde había conseguido semejante espada?
—Deja en paz la putita —le encaró el íncubo—. ¿No tienes suficiente con haber secuestrado a Maddie? Mira que ella está muy loca…
—¡Ey! —protestó la humana.
El íncubo le dirigió una mirada silenciosa y afirmaría que sonrió al ver que se encontraba bien.
Logré recuperarme del alarido ensordecedor. El Amo del Bosque seguía retorciéndose bajo el peso de mi cuerpo, tenía la impresión de que me encontraba sobre un nido de serpientes y gusanos. Lo que fuera que tuviese bajo sus ropajes oscuros se removían emitiendo siniestros ruidos. Mis uñas se transformaron en garras y traspasé la podrida carne. Las entrañas de este ser estaban muy frías, nunca un frío así me había acechado; se extendía desde la punta de mi garra más afilada hasta las venas de mi brazo. Ningún ruido brotó de su garganta, sólo un último estertor.
—Estamos aquí, ¿no? La rebelión que nos aguarda no tiene mucho sentido sin ti —le dijo el íncubo a la humana.
—Habéis tardado mucho en aparecer, casi fallezco por vuestra culpa —les reprochó el Joker, aún sin recuperarse del todo.
—¡Maldito payaso! —bramó el hechicero, que continuaba peleando contra el Floriberus—. ¡Nos engañaste!
—Os dije el camino secreto. Se suponía que vosotros teníais que aparecer sorprendentemente por donde nadie os esperaba y entonces, cuando nadie le prestara atención a la entrada principal, lo haría yo como el héroe que soy, pero cuando hice mi magnabulosa entrada, todas las fuerzas enemigas me esperaban. ¿Quién es el culpable entonces?
Nota mental: Si te encuentras a un tipo altamente sospechoso vestido de forma excéntrica y también altamente sospechosa, es que está loco de remate y por tanto, es muy peligroso.
—¡Eso! ¡Que la discordia reine entre vosotros! —rio de pronto el Amo, sin despegar la nuca del suelo—. La Neblina se apoderará de vuestros corazones y los sacudirá.
Extraje mi brazo de su cuerpo, sobresaltado. Un líquido negro me resbalaba desde el antebrazo y me goteaba por los nudillos. Agarré su cuello, dispuesto a rompérselo. Al mismo tiempo, el Floriberus, cuyas raíces-tentáculo aún ardían, expulsó de nuevo más gas anaranjado. Stephany se disponía a apretar de nuevo el spray, pero el Floriberus fue más rápido. Las runas de la espada del chico de pelo azulado se apagaron como si se hubiera quedado sin energía, y tanto él como Stephany, se doblaron de dolor. La bestia tricéfala aprovechó para sumergir los flagrantes tentáculos en las negras aguas del estanque, que estaban más espesas que la tinta. Eso alivió su dolor.
Le torcí la venosa garganta, fue un movimiento rápido y brusco, sin embargo, no me llegó el crujido estremecedor de los huesos al romperse, sino un sonido viscoso. El íncubo se apresuró a acercarse a la humana.
—Parece que estás bien a pesar de todo.
—Yo sí… Es éste idiota el que parece malherido —dijo señalando al Joker.
—¿De verdad estás tan mal?
Se puso a rebuscar en su cazadora hortera y extrajo lo que parecía un naipe, solo que era completamente negro. Exudaba un líquido rojizo y de olor acre que impregnó los dedos del íncubo.
—Ese monstruo expulsa un polen naranja que corroe la magia —les explicó—. Vuestro mago está perdido si pretende ganarlo con una espada mágica.
Las vistas de todos se centraron en el guerrero de la espada negra, que por lo visto se trataba de un hechicero.
—¡Joshua! —le llamó la humana, pero el joven no desclava sus ojos, dos espirales turbulentas, del monstruo.
—Voy a trocearte en mil pedazos —siseó, aún adolorido.
La magia no emanaba de sus manos y eso le enfurecía, pero aún contaba con su espada que la hizo bailar en el aire como un remolino negro. Dos tentáculos cayeron, escupiendo más líquido negro y espeso al tanto que daban sus últimos coletazos. El joven era ágil y blandía la espada con rapidez, pero al clavarse en el interior de la criatura, la hoja se convirtió en polvo. Del estupor, Joshua no supo reaccionar a tiempo y el Floriberus lo atrapó con los tentáculos restantes.
—Una espada que funciona con magia —entonó el joker en tono nefasto.
El íncubo se dirigió a ayudarlo. Al pasar por al lado de Stephany, ésta le suplicó ayuda lagrimeando, su parte de bruja todavía sufría los efectos del gas naranja. El íncubo no se detuvo a ayudarla sino que desenfundó dos pistolas bien ornamentadas y de sus bocas surgieron dos tiros certeros, dos pequeñas bolas de fuego y acero que se hundieron en la cabeza derecha, la de la voz siniestra. Un chispazo más y otra pareja de proyectiles ígneos danzaron hasta el centro del cuerpo de la bestia, que continuaba absorbiendo agua del estanque y por tanto, lo que su cuerpo expulsaba era ese mismo líquido. Joshua cayó al suelo, malherido pero no derrotado.
Yo no podía moverme. El brazo ennegrecido no respondía a mis movimientos y el frío me envenenaba el corazón. El Amo se incorporó al fin de debajo de mí, como si simplemente hubiera estado echándose una siesta, y me sonrió esbozando una pérfida mueca. Las raíces escarlata brotaron de su interior y me rodearon, como los tentáculos de un pulpo rojizo, uno especialmente resistente y fuerte. Las raíces tenían espinas que se clavaban como agujas en mis terminaciones nerviosas.
Ambos forcejeábamos; él empelaba todas sus fuerzas en elevarme por los aires y yo en imponerme y ser el que le mandara volar a él. Me había transformado para aumentar mi fuerza y tamaño, aunque al hacerlo, las raíces me estrangulaban con más ansias. Nos habíamos acercado a la orilla del estanque. No soportaba más aquel abrazo mortecino, estaba dispuesto a llevar a ese malnacido hasta las mismas puertas del Infierno si era necesario.
Tomé mi resolución, empleando en ella las fuerzas que me quedaban para arrojarme al estanque. La turbulenta superficie estaba agitada y antes de sumergirme de lleno, vi mi futuro. Duró medio instante, pero allí estaban en las abisales profundidades, Rosalie y el principito afeminado fundidos en un abrazo y con las bocas entrelazadas mientras mi reflejo, el reflejo horrible de un hombre enfermo y con el cuerpo descompuesto, contemplaba sin poder hacer nada. Vi muchas cosas que no comprendí del todo: el último hálito de una llama apagarse, una pelea, el íncubo moribundo en los brazos de una mujer de llamativos cabellos rojos… Las imágenes oscilaron muy deprisa, sombras y pánico, pero al final acababan en aquel beso infame. Sus cuerpos desprendían una energía muy intensa, como si ese beso estuviera salvando el mundo o... destruyéndolo.
Me sumergí en el estanque y la visión desapareció de la superficie, pero no de mi memoria. Todo estaba tan negro que no veía nada más, pero me aseguré de tirar y tirar, aprovechando el impulso del salto. Aún las raíces que salían del Amo del Bosque me apresaban, así que nadé con todas mis fuerzas hacia el fondo, luchando por llevármelo conmigo. Se debió de agarrar al borde, porque me detuve en seco y me quedé allí suspendido en ese agujero de líquido negro, mientras mis pulmones consumían los últimos resquicios de oxígeno. El imaginármelo aferrado con desesperación al borde, clavando uñas y dientes, me dio fuerzas y tiré una vez más. Mis oídos iban a estallar, mis pulmones ardían…
Era extraño, hasta entonces había estado muy próximo del umbral que cruzaba al otro mundo en varias ocasiones. Había visto a la propia muerte llevarse con ella tanto a enemigos como a compañeros, pero siempre había sucedido en un entorno lleno de fuego y hierro. Aquí, hundiéndome en las negras y abisales profundidades, hacía demasiado frío. No podía ver ni mis propias manos aleteando. El corazón me iba a reventar. Y entonces, como si mis plegarias secretas hubiesen sido escuchadas, sentí una calma indescriptible. Me sentía muy liviano flotando allí abajo, con el agua viscosa crispándose en mi garganta, pegándome los párpados…
En las hondas profundidades de ese estanque volví a tener a Liliana entre mis brazos. Hasta ese momento en que volvía a palpar con anhelo su esbelta figura no había recaído en lo mucho que la había añorado. Su sonrisa desprovista de maldad, su pura mirada cristalina que conducía a un mundo muy diferente a éste, un mundo donde no existía el mal, ni el dolor, ni el sufrimiento. Había sido efímero, pero la había amado tanto, que mi pecho se contrajo en una dolorosa sacudida al evocar nuestros momentos juntos. La imperiosa necesidad de salir a la superficie a retomar aire se había transformado en la dolorosa necesidad de ella, la mujer a la que había jurado amar esa noche de luna llena frente a un sencillo altar…
En ese fugaz instante, no me habría importado ceder al descanso eterno, sin embargo, el etéreo cuerpo de Liliana se desvaneció entre mis brazos y me di cuenta de que sólo estaba abrazando aire. Por un momento había sido tan real volver a enredar mis dedos en sus largos cabellos…, pero ella ya había muerto años atrás. Quien era real era la princesa Rosalie y su vida se encontraba en peligro mientras ella, ajena a las maquinaciones de la gente ambiciosa y cruel, se preparaba para su fiesta de cumpleaños. La misma mujer que había jurado proteger aunque me costase la vida.
La recordaba cantando despreocupadamente por los jardines del Palacio Real, angustiada porque una pequeña avecilla se había roto un ala y no podía volar. Ella siempre se preocupaba por la gente. Aunque era superior a todos los demás, nunca trató a nadie con arrogancia. Cuando ella estaba feliz, nos contagiaba su dicha a los de su alrededor. Hacía calor y podía oír el canto de los gorriones. Ella estaba radiante, presumiendo de su nuevo vestido, el vestido que se iba a poner para recibir a un rico comerciante que venía de exóticas tierras. Recordaba lo celoso que me había puesto y que al final, ella había venido llorando a mí, empapada de lodo, mientras Idril se reía de la broma pesada que le había causado. Idril le había estropeado el vestido, pero al mismo tiempo su audiencia con el comerciante también… Sus ojos anegados de lágrimas irradiaban luz, una luz brillante y cálida que despejó los turbios pensamientos que embotaban mi mente. Rosalie era el futuro del mundo que una vez Liliana había amado. ¿Cómo iba a protegerla si ni siquiera era capaz de acabar con un tipo de tan baja calaña? Un halo de burbujas se me escapó de entre los amoratados labios.
ZONA MALDITA. GUARIDA SECRETA DEL AMO DEL BOSQUE. 21:15
El Capitán Elijah se había arrojado al estanque llevándose consigo al Amo del Bosque. Madelaine contempló sin parpadear cómo se hundían sus nudosos cabellos en la ciénaga tras arrancarse el pedazo de suelo a la que se había aferrado con patética desesperación.
—¿No vamos a ayudarle? —preguntó con voz trémula, sin retirar los ojos del estanque que de alguna forma ejercía una atracción magnética sobre ella.
—En el futuro nos daría problemas, es mejor dejarlo así —repuso el Joker, apoyando una mano enguantada en el hombro de la chica que la hizo reaccionar, apartando al fin la mirada del estaque.
Adrián había logrado someter al Floriberus. La cabeza del medio reía sin cesar, reiría hasta ahogarse con su propia saliva mientras exhalaba sus últimos suspiros. La cabeza de la izquierda, la de la vieja, lloraba lágrimas negras y seguiría llorando hasta deshidratarse y quedarse tan seca que se desharía en polvo. La cabeza de la derecha se moría de hambre y había comenzado a devorar su propio cuerpo. Adrián nunca había hecho algo semejante, el controlar a la vez tres mentes diferentes e implantarles tres sentimientos distintos le había dejado exhausto. Su frente sudaba por el esfuerzo y respiraba con dificultad. Joshua y Stephany se recuperaron, llegando junto a él.
—Lo hiciste —exclamó Joshua, molesto por haber perdido una víctima.
—Me zarandeó por los aires y me sacudió como si de un saco me tratara, se lo debía —masculló.
Stephany corrió a asomarse al estanque, llamando a Elijah. Parecía afectada por su sacrificio, pero a ninguno le importaba demasiado.
—¿Qué es lo que estabas preparando en ese caldero? —le preguntó el Joker a Madelaine.
—La poción alisadora de pelo, la necesito para la fiesta —contestó, mostrándole un frasco octogonal en el que había guardado el contenido del brebaje mágico.
—Perfecto.
El Joker se dirigió con determinación y grandes zancadas hacia el caldero y vertió en él unos polvos que llevaba ocultos en algún lugar de su túnica. Una pequeña explosión hizo retumbar el lugar.
—¿Qué estás preparando? Deberíamos irnos de aquí —urgió Adrián, todavía débil.
—Esto, querido Adri, es magia. Los verdaderos héroes salen a lo grande —anunció con grandilocuencia.
Un vapor verdoso emanaba de las profundidades del caldero. Los ojos del Joker destellaban misteriosos y socarrones al otro lado del velo humeante, envuelto como en un sudario.
La superficie del estanque comenzó a borbotear. Stephany soltó un grito ahogado.
—Rápido Maddie, escupe —le ordenó el Joker.
—¿Qué? —inquirió, incrédula.
Ante su reticencia, el Joker expresó hastío.
—¡Escupe! —insistió
La humana obedeció, acercándose al caldero burbujeante y haciendo lo que le había ordenado. El Joker escupió también en el interior, sin embargo, nada ocurrió. Madelaine le miraba interrogante.
—¡Oh, ya sé qué pasa! Tú y yo nunca nos hemos besado, ¿verdad? —sacudió la cabeza—. Las cosas que uno tiene que hacer…
Atrajo a la humana hacia sí y la besó rápidamente. Tras separar sus labios de los de ella, volvió a escupir hacia el interior del caldero.
—Escupe de nuevo.
Madelaine tardó unos segundos en recuperarse, pero confiaba en él, pues ya estaba acostumbrada a sus excentridades y también sabía que nunca había que subestimarle, por lo que escupió una vez más. El contenido del caldero, que hasta ese momento era incoloro, comenzó a adquirir un brillo magnético y a espesarse. El fuego que lo calentaba aumentó su intensidad repentinamente, emitiendo un chispazo. La poción se estaba volviendo dorada.
Un segundo grito de Stephany consiguió que finalmente la prestaran atención. La cabeza del Amo del Bosque había asomado a la superficie. Sus ojos irradiaban una luz amarilla sobrenatural y su piel se había vuelto más oscura.
—No podéis matarme. Ya atravesé ese umbral hace mucho —proclamó, henchido de satisfacción. Su rostro era el de un demente.
—Encárgate de la pócima —le ordenó el Joker a Madelaine antes de acercarse a la orilla, y al llegar allí se acuclilló, quedando su rostro muy próximo al del Amo.
—Ha llegado tu final, Edward.
—¡Estoy haciendo lo que me ordenaron por tu culpa! ¡Y no me llam…! —Sus protestas se ahogaron cuando el Joker empujó sus hombros hacia el fondo, y le mantuvo sumergido un buen rato.
—Maddie, ¿cómo va la poción?
—¿Y yo qué mierda sé? Esto parece que va a estallar… —Aún seguía un poco turbada, pero no quería que él lo supiera.
—¡He dicho que no podréis contra mi! ¡Estás perdido, maldito demonio! —bramó el Amo al salir de nuevo a la superficie.
—Oh, cállate ya. —El Joker volvió a sumergirlo.
ZONA MALDITA. GUARIDA DEL AMO DEL BOSQUE. ESTANQUE. 21:18
ELIJAH
Los ojos amarillos del Amo refulgían como dos faros, iluminando las profundidades. Una honda satisfacción me hinchió el pecho, mi sacrificio no sería en vano. Quedamos ambos a la misma altura. El odio que destilaba hacia mí era tan intenso que formaba una ondulación de las aguas a su alrededor, como si tomara forma y se materializase. Pataleó alzando sus brazos al máximo para alcanzarme, confiando en poder impulsarse en mí hacia la superficie, pero no se lo permití. Le agarré con fuerza, estrangulándole y arrebatándole todo el aire de sus pulmones, si es que tenía. Las raíces que nos unían se aflojaron, el agua negra las había ahogado, reduciéndolas a despojos fláccidos de piel de serpiente. Me sorprendí de lo asombrosamente fácil que resultó romper su columna vertebral en dos, como si la determinación por no rendirme aún y el mero hecho de haber escapado de las puertas de la muerte una vez más me hubiera vuelto más fuerte. Sentí el fondo, firme y arenoso bajo mis pies. Era ese momento o nunca. La caída sin remedio hacia la oscuridad o pelear una vez más por ver la luz de nuevo.
Escogí impulsarme hacia la superficie reuniendo las fuerzas restantes.
Nadé a duras penas hacia la superficie, mareado y con el cerebro embotado por el agua negra que había tragado. El Amo me seguía, dispuesto a adelantarme en esta carrera, sin embargo, yo había tomado mucha ventaja y mis brazadas me impulsaban más deprisa que sus miserables movimientos. Cuando alcancé la orilla, me topé con el Joker que retenía al Amo del Bosque, hecho que me impactó y me hizo tragar una bocanada más de agua. ¿Cómo era posible si nadaba detrás de mí?.
—Eres una criatura extraña —le estaba diciendo el Amo. La verdad es que en eso, ambos concordábamos.
Conseguí sacar medio cuerpo al exterior entre toses y jadeos. Mis ropajes se habían raído cuando me transformé y los restos se pegaban a mi cuerpo, dificultándome el movimiento, pero éste no era el momento de tener pudor.
—Me esfuerzo en serlo.
—Kra Dereth…
—Kra Dereth ya no sirve a los propósitos de ellos.
El Joker le hundió una vez más mientras yo terminaba de salir con la ayuda de Stephany. Sentía los pulmones viscosos y el aturdimiento no se me pasaba. Expulsé un esputo negro como la brea.
El caldero en el que la humana había estado preparando algo silbaba con furia y salpicaba gotas doradas que al caer al suelo, tintaban la piedra del mismo color.
—¡Eso ya está! ¡Rápido, arrojadlo! —exclamó el Joker sin dejar salir a retomar aire al Amo del Bosque—. Lástima, me apetecía hacerlo yo. Me encanta hacer esas cosas —comentó para sí mismo.
El hechicero y el íncubo volcaron el caldero de una patada, no sin quemase los pies. El caldero rodó directo hacia el estanque, dejando un rastro dorado tras de sí y el contenido se vertió en su interior. El Joker retiró sus manos a tiempo de que el agua se aurificara.
—¡Tenemos que irnos de aquí rápidamente! —nos informó.
—¿Qué has hecho, idiota? No me digas que… —comenzó a decir la humana, preocupada.
El Joker ya se había dirigido hacia la esquina del fondo, donde el kelpie de antes se arrebujaba tembloroso. La cueva había comenzado a temblar, signo de que iba a suceder algo. Las aguas doradas del estanque hervían. Con tan sólo unas palabras y caricias amenazadoras, el Joker consiguió que el kelpie dejara montarlo. La humana llegó corriendo hacia ellos y el payaso la ayudó a montarse.
—Subes, ¿Adri? —le invitó.
El íncubo barrió la zona con una rápida mirada.
—Iros adelantando —decidió—. No cabemos todos en ese caballo.
La humana fue a protestar, pero el Joker la interrumpió.
—Libérame.
El íncubo negó con la cabeza. Ante su negativa, el Joker dio la orden al kelpie de que se pusiera en archa.
—Entonces sobrevive —dijo antes de que el caballo se pusiera en movimiento y desapareciera con un elegante trotar.
—Tenemos que irnos, ¡vamos! —nos urgió el íncubo.
Yo no terminaba de comprender qué estaba sucediendo, pero ya había pasado demasiado tiempo en esta cueva apestosa. Deseaba más que nada en el mundo regresar al Palacio Real, por lo que sacudí la cabeza, deseando acabar con el embotamiento, y reaccioné.
El íncubo se había dirigido hacia uno de los hongos gigantes y los usó a modo de trampolín para impulsarse y alcanzar un nivel superior. Stephany y el hechicero lo imitaron y yo no quería quedarme atrás, por lo que les seguí justo a tiempo, pues todos los hongos comenzaron a emitir un polvo dorado. Tuve que parpadear varias veces para asimilar lo que estaba sucediendo. La pócima tenía el poder de convertir en oro todo cuanto alcanzase y la habían vertido al estanque del que bebían las raíces de todas las plantas del lugar. De alguna forma, la pócima había conseguido extenderse por toda la zona.
Dejamos la cueva al fin para encontrarnos con una estampida. Todas las criaturas que habitaban en el bosque estaban huyendo despavoridas, pero muchas no alcanzaban a lograrlo a tiempo y el hechizo mágico les convertía en estatuas doradas de estremecedor realismo. Muchas de esas criaturas poseían la bruma rojiza que empañaba sus pupilas, estaban dominadas por la Neblina, por lo que en vez de escapar, su ira irracional les llevaba a seguir luchando contra cualquier intruso, es decir, contra nosotros. Stephany cayó de rodillas al suelo.
—No puedo más —gimió. Se acercó arrastrándose hasta mí y me agarró de una pierna, dando fuertes tirones que por poco me hacen perder el equilibrio—. ¡Por favor, llévame en brazos! —me imploró.
Detestaba estas situaciones, pero iba en contra de mi código de conducta no ayudarla, por lo que me transformé en licántropo una vez más y la tomé en brazos, cargándola contra mi hombro. En esta forma poseía una increíble agilidad y rapidez, por lo que en seguida tomé la delantera, dejando muy atrás a los otros dos.
Salté al otro lado de un río y con un par de brincos, subí a un terraplén. Nos hallábamos todavía en las profundidades del bosque y este lugar parecía un laberinto, por lo que no tenía muy claro por dónde diantres se salía de aquí, afortunadamente pude seguir a las criaturas que huían despavoridas. Mis pasos se volvieron raudos, aunque con cuidado de por dónde me metía para que Stephany no se golpeara la cabeza con ninguna rama. La sangre no cesaba de manar de mis heridas, pero estaba tan centrado en visualizar el palacio que apenas las sentía. El retumbar de mis pasos en la oscuridad de la noche y los jadeos entrecortados de Stephany eran el único rastro que dejábamos a nuestros pies.
Me detuve en seco al llegar a una encrucijada farragosa que ya estaba convertida en oro. No me atrevía a meterme por ahí, así que tuve que dar la vuelta y acabé en el borde de un barranco. Debajo nuestro, reconocí a los terroristas luchando desesperadamente contra arañas gigantes y peludas. El íncubo se había quedado sin balas y de los extremos de sus pistolas ascendían espirales de humo. El hechicero lanzaba a bocajarro llamaradas, incendiándolo todo a su paso, aunque éstas no parecían quemar mucho, pues aún no había recuperado del todo su magia.
—Tienes que salvarlos —susurró la licántropa híbrida.
Lo sabía. Ellos, aunque de forma involuntaria, me habían salvado de esa cueva, por lo que no me sentía capaz de dejarlos allí, y no sólo a mí, sino también a Stephany así que saldaríamos la deuda.
Flexioné las rodillas y pegué un gran salto que me elevó por los aires. Caí en medio del fragor de la pelea, desgarrando a mis presas con fiereza. Stephany se valía de su frasco de ambientador para deshacerlas en un polvo viscoso. El íncubo me dirigió una mirada agradecida. Sin embargo, no había tiempo para relajarse, la maldición dorada nos pisaba los talones.
—Darky, ¿no puedes hacer un portal dimensional? —le preguntó el íncubo a su compañero en medio de la carrera.
—¿Un qué? —repitió al tiempo que sesgaba a una polilla gigante con lo que quedaba de su espada mágica. La hoja quebrada cada vez se perdía más en la oscuridad y se volvía impredecible para sus víctimas.
El íncubo adoptó gesto de exasperación.
—No me queda más remedio entonces…
Se puso a rebuscar nerviosamente entre los bolsillos. Imaginé que ése era el momento en que sacaría algún artefacto mágico, quizás el arma de secreta de los íncubos o algo por el estilo, con tal de que nos salvara estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa por muy perturbador que fuese. Sin embargo, extrajo un cigarrillo y se lo llevó a la boca, aprovechando el fuego que había creado Darky para prenderlo. Mi desesperación se hizo evidente. Estos tipos a parte de estar fatal de la cabeza, eran unos inútiles, aunque admitía que peleaban con valor.
Cuando ya pensaba que estaba todo perdido, pero sin cesar de correr con todas mis fuerzas, el relinchar siniestro de un caballo espantó a la mayoría de bichos que nos acosaban y la sombra de un caballero resplandeció bajo la luz de la luna. De pronto, uno a uno, los bichos neblinosos comenzaron a caer. Una sombra fluctuante se movía con la velocidad de una centella. El Joker había vuelto, montando aún en el kelpie. Él sólo, empuñando unas dagas, se enfrentó a las criaturas restantes, imponente en su montura ondulante.
Gracias a esto, obtuvimos más tiempo para poder escapar. En el suelo se habían acumulado los cadáveres apilados en un amasijo de carne desgarrada y sangre. Los salté. Estaba muy cansado, pero no podía permitir que la fatiga hiciera mella en mí. El hechicero me lanzó una especie de hechizo, una estela plateada, que me hizo sentir más liviano. Más por instinto que por otra cosa, lancé una última mirada hacia atrás. El payaso seguía enfrentándose a las criaturas de la noche, como si fuera poseedor de todo el tiempo del mundo, no parecía importarle que la maldición dorada ya hubiera llegado hasta dónde él se encontraba. Es más, incluso dejó de pelear y se preparó para recibirla de buen grado. No pude evitar frenarme en seco, como si una parte inconsciente de mí quisiera llegar junto a él y salvarlo, aunque fuese la mayor locura de mi vida. Me sentí impotente cuando contemplé petrificado cómo el jinete y su montura se transformaban en una radiante estatua de oro.
—¡¡Idiota!! —gritó el íncubo.
—¿Ocurre algo, querido Adri? —habló la voz del Joker a nuestras espaldas.
Nos volvimos para encontrarnos con su burlón rostro y la humana desvergonzada a lomos del kelpie; lo que habíamos visto sólo se trataba de un truco ilusorio, y me hizo sentir molesto por dentro. Pero por mucho que el íncubo exhalara un suspiro de alivio, eso no remediaba nuestra alarmante situación. La maldición dorada se encontraba a unos centímetros de nosotros, infectándolo todo a su paso…
La humana apuntó hacia nosotros con su pistola mágica. Un pánico me poseyó, paralizándome hasta la médula, cuando vi el rayo de luz roja que se dirigía hacia nosotros, la misma luz que me había transportado hasta este bosque maldito.
El rayo mágico nos trasladó justo a tiempo. Caímos sobre fresca hierba. La oscuridad ya no era tan intensa ni el aire tan siniestro. En el cielo parpadeaban las estrellas, lo que quería decir que habíamos salido de la Zona Maldita. Todos acabamos en el suelo, jadeando profusamente, salvo el Joker y la humana que por fin descabalgaron. A nuestras espaldas, un muro de raíces doradas impedían el paso a lo que antes había sido la Zona Maldita: toda ella se había transformado en un laberinto áureo. El Joker se reía para sí mismo contemplando satisfecho el resultado de su gran obra de arte, y me sobrevino a la memoria su enigmática conversación con el Amo. ¿Quién era este ser en realidad y qué relación tenía con Endovelicus?
—Salvados por los pelos gracias a la genial Madelaine, ¿eh? —se vanaglorió la humana, dejándose caer aliviada sobre la hierba.
Aunque se mostraba satisfecha, su respiración estaba tan agitada como la de los demás y su pelo era una maraña caótica.
—Ya podías haber hecho eso antes —le reprochó el hechicero.
—La verdad es que no se me había ocurrido hasta entonces y no estaba muy segura de si iba a salir bien. Podíamos estar ahora mismo quien sabe, en otro continente lejano, y nos habríamos perdido la fiesta y todo.
Ante aquellas palabras, el Joker le lanzó una mirada cargada de agudeza y reproche. Supongo que arriesgar de esa forma sus planes por unos pardillos como nosotros no le merecía la pena.
—¿A qué venía el numerito de la ilusión? —le reprochó el íncubo al payaso.
—Te quedaste atrás a propósito, sabías que así a mí no me quedaba más remedio que ayudaros —replicó desviando la mirada a propósito, con cierto aire indolente y rencoroso.
El íncubo sacudió la cabeza, sin ánimos de discutir. Joshua examinaba afectado los restos de su espada. La hoja se había disuelto en polvo, sólo quedaba la empuñadura y un trozo de hoja quebrada que no alcanzaba apenas un palmo de largo, una daga lucía más amenazadora.
—Vamos, recuperaros deprisa —nos urgió la humana con el pecho agitado por la adrenalina—. Debe ser tardísimo.
—Aún hay tiempo, todavía no se escucha música procedente del palacio —apuntó el íncubo —y yo tengo que cambiarme urgentemente —señaló con desprecio a sus ropajes teñidos de fucsia.
—Vaya pintas lleváis, ¿qué os ha pasado? —preguntó con curiosidad Madelaine, riéndose del aspecto de él y del pelo azul de Darky.
—Ríete, pero sabes que todo esto ha sido culpa tuya, ¿no?
El semblante del íncubo había cambiado, ahora estaba muy serio y tenía las cejas fruncidas. La humana tragó saliva con dificultad bajo el peso de aquella mirada cargada de reproche.
—Yo… lo siento… —se disculpó, agachando la cabeza.
—Bueno, basta con que Adri recupere sus energías para el gran golpe, ¿no creéis? —se inmiscuyó el Joker, provocando que la humana se sonrojara hasta límites insospechados.
Stephany volvió a gritar una vez más aquella noche. Se había acercado a mí con el pretexto de que ya había podido recuperar su magia y que estaba dispuesta a curarme y a arreglar lo que quedaba de mi traje, es decir, los pantalones, pues la parte de arriba la había perdido hacía mucho.
Antes de que pudiera darle mi consentimiento, ella ya se había puesto a trabajar con sus manos en mi cuerpo, pero ahora su rostro reflejaba una máscara de terror. Todas las miradas se clavaron en mí. Horrorizado, recaí en lo que sucedía. La carne de mi brazo no se había recuperado, sino que manchas negras se extendían a lo largo de mis músculos como el fuego en un campo seco durante un ventoso día de verano. Podía moverlo, pero no sentía nada en absoluto.
—Y va a ir a peor, tragaste mucha agua de ese estanque —dijo el joker. Estaba comenzando a detestar su forma de anunciar malas noticias, como si estuviera contando una anécdota interesante en vez de anunciar el trágico destino que me aguardaba—. Se extenderá por todo tu cuerpo, infectándolo, y la Neblina se apoderará de ti hasta el momento en que exhales tu último suspiro agonizante.
—¿Y no hay forma de curarlo? —me atreví a preguntar con la voz rota.
Sus ojos se oscurecieron aún más. No había movido ni un solo músculo de su cara, pero por algún motivo inexplicable, su rostro había cambiado por completo, ahora transmitía pavor.
—Me temo que no, Capitán. ¿Le quedará tiempo para despedirse de su amada princesa? Puede que sí, puede que no. Depende de su fuerza de voluntad.
No había ni rastro de pesar en su voz. Una furia extraña se desató en mi interior. No temía a la muerte, había lidiado con ella en demasiadas ocasiones, pero tampoco podía dejar este mundo, lo había decidido en el momento que toqué el fondo de aquel estanque, pues ¿quién iba a proteger sino a la Princesa en mi ausencia? ¿El principito? Me ponía más nervioso aún el sentirme observado por todos, no me gustaba la condescendencia de sus miradas, como si estuvieran contemplando ya a un cadáver. Todavía no estaba acabado, aún podía proteger a Rosalie: llegaría al palacio y la pondría en sobreaviso acerca de aquellos tipos.
—¿Entonces qué hacemos con ellos? —inquirió la humana.
—¿Por qué creéis que las historias de héroes aventureros son tan mal vistas? —preguntó el Joker. Como sabía que nadie iba responder, prosiguió—. Porque el grupo suele estar formado por frikis con pésimo gusto estético. Así que ya no hay cupo para ellos, es mejor dejarlos aquí.
Le lancé una mirada escrutadora, no podía estar diciéndolo en serio. De acuerdo que mi aspecto no era el mejor; mis heridas no dejaban de borbotear, mi brazo derecho tenía un aspecto terrible, y mis ropas prácticamente se habían desintegrado, pero definitivamente estaba mucho más presentable que ellos, que eran los únicos raritos aquí.
—Ya me encargo yo —anunció Joshua, casi arrastrando las sílabas, como si le ofendiera que le diéramos tanto trabajo. Su pelo azul ondeaba bajo el viento nocturno.
Stephany reaccionó, agitando el spray sin que nada saliera de él, se había agotado. Joshua elevó casi imperceptiblemente una fina ceja. Murmuró unas palabras mágicas que al contacto con el aire, se entrelazaron, formando una resistente cadena plateada que nos rodeó a Stephany y a mí. Les mostré mis encías, gruñendo amenazadoramente. Plata, la debilidad natural de los licántropos. Después de haberme pasado meses atrapado en ese maldito bosque, ahora pretendían dejarme aquí encadenado a una mujer con problemas paranoicos mientras ellos se iban a desarrollar su atentado terrorista.
—No podéis hacerme esto.
—Como ves, sí podemos —repuso el hechicero, encogiéndose de hombros.
—Los licántropos siempre son los pringados de la historia, se lo he dicho a Maddie muchas veces —se burló el Joker—, aunque yo les mataría…
Me gustaría saber qué diantres le había hecho yo para que me despreciara tanto.
—Dejémosles aquí, mientras no estorben es suficiente —decidió el íncubo.
El Joker esgrimió una mueca de decepción.
—Bueno, ¿qué? ¿Nos vamos? —les llamó Joshua, quien se había adelantado.
La tal Maddie y el íncubo intercambiaron sendas miradas nerviosas.
—No podemos ir así… —comenzó a decir la humana.
El bufón ensanchó su sonrisa.
—Ya nos vamos adelantando entonces mi gran amigo Joshua y yo —proclamó—. Idril me espera y tengo una promesa que cumplir.
¿Idril? ¿Ése era su objetivo? Por una parte me aliviaba que dejaran a Rosalie en paz, pero ¿quién en su sano juicio iba a estar interesado en semejante… personaje?
Joshua arrugó el ceño, no se esforzaba en disimular lo poco que le agradaba dicha perspectiva.
—Está bien, entonces nos vemos dentro —acordó el íncubo—. Vamos putita, deja de comerte al capitán con la mirada que no podemos llegar demasiado tarde.
Recordé las imágenes que había visto reflejadas en la superficie del estanque y me planteé el contarle al íncubo su destino, pero me lo callé, dudaba seriamente que fuese a creerme, ni siquiera yo tenía muy claro todo lo que había visto salvo el claro beso mágico entre Rosalie y el príncipe egocéntrico.
—¡No me lo estoy comiendo con la mirada! Me hace gracia dejarle así con la otra.
Sentí a Stephany moverse. Su espalda estaba pegada a la mía, pero al contrario que yo, ella no parecía tan disgustada con la situación. Quizás tenía frío, porque se pegaba más aún, de forma que no quedaba ni un centímetro de piel mía que no quedara arrimada a la suya.
—Darky, cuida de ese ridículo, que no baile con nadie.
Joshua se encogió de hombros una vez más. Yo me retorcí desesperado, tratando de romper las cadenas que quemaban como forjadas en metal al rojo vivo. Ninguno de ellos se inmutó, prosiguiendo con su camino.
—¡Y ni se te ocurra matar a Gelsey! Él es MI presa —le advirtió la humana.
¿Matar a Gelsey? Estos tipos definitivamente tenían algo contra los feéricos. Gelsey no era mi rey, pero mi deber consistía en proteger a la Familia Real y Gelsey, aunque no me gustara mucho, había reconciliado los dos reinos gracias a su noviazgo con la reina.
—Seré bueno… aunque no prometo nada si tardáis demasiado —la tranquilizó el Joker, despidiéndose haciendo balar a sus dedos.
El íncubo y la humana prácticamente ya habían desaparecido internándose en otro sendero del bosque. Arriba en el cielo estallaban flores de colores, iluminando el cielo y tiñendo el palacio y su reflejo de múltiples tonalidades irisadas. Habían comenzado los fuegos artificiales y la música traspasaba las murallas. Si cerraba los ojos casi podía sentir el jolgorio de la fiesta y escuchar el caos de las risas, casi, pues la cadena de plata ardía como una serpiente de fuego y casi parecía que reptaba por mis músculos. Un aullido silencioso brotó de mi pecho y mis infectados pulmones, ascendió por la garganta abrasándola, y se deshizo en frustración e impotencia.
—¿Me veo bien con este traje? —le preguntaba el Joker a Joshua mientras sus voces sonaban cada vez más lejanas en dirección al palacio.
—¿Y a mí que me dices?
—¿Pero me veo bien? Y no me vale con un simple “bien”. Necesito estar magnabuloso…
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Y aquí acaba esta primera parte de introducción xD ¡Al fin comienza la verdadera historia! Nos vemos en el próximo capi que es un POV de... ¡¡Madelaine!! Además uno muy intenso ;)
¿Se reencontrará al final con Gelsey? ¿Sobrevivirá Joshua a los comentarios del Joker? ¿Conseguirá Grisel infiltrarse en la fiesta? ¿Qué será del pobre Idril? XD Chaan chaan
Me gustaría agradeceros a todos los que habéis llegado hasta aquí, especialmente a quienes habéis dejado algún comentario alguna vez y votais por la historia, y sobretodo a mis compañeras de Pink Lemonade porque sino estuvieran así de locas esta historia ni siquiera existiría.
También me gustaría dedicar los próximos capítulos al mayor número posible de lectores por lo que me gustaría que aprovechárais para salir a la luz y de paso decirme cuál es vuestro personaje preferido y así os lo puedo dedicar.
Gracias, espero volver pronto. De paso si queréis echarle una hojeada a mis demás escritos que no están igual de freaks que Léiriú, pero se aproximan xD
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