7.Adrián I: Churri
El de la foto es Joshua =D
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—Vaya, esto sí que no me lo esperaba —repuso el Joker. Se encogió de hombros, extrajo la suya y apuntó hacia Joshua—. ¿Es realmente necesaria esta escenita?
—Cierra la boca —le amenacé.
Pensamientos muy turbios llenaban mi mente y no sabía cómo controlarlos. Los ojos y la boca de Joshua se abrían haciéndose enormes, como las fauces de un monstruo feo y retorcido. Las manos del Joker estaban bañadas en sangre que resbalaba entre sus dedos y formaba un charco a sus pies, y en sus ojos malévolos podía leerse su sed por más. Sentía que si los dejaba con vida, iban a arrebatarme todo lo que era preciado para mí.
—Estáis un poco tensos y os tiembla mucho el dedo. Cuidado no le vayáis a dar sin querer al gatillo —continuaba charlando incansablemente el Joker y al hacerlo, pude ver sus blancos dientes también manchados de un líquido púrpura, hasta el vaho que salía de su boca tenía un tono rojizo.
—O sin querer, queriendo —me burlé, tratando de ignorar las náuseas que su sola visión me producía.
—Cierra tú también la boca —me ordenó Joshua, aferrando con más fuerza la jodida pistola.
—Cuidado Adrián, si el hechicero éste de pacotilla te mata, ¿quién va a liberarme?
—Esta situación es ridícula —mascullé.
Algo dentro de mí se rebelaba y me decía que algo iba realmente mal, sin embargo otra voz en mi cabeza me instaba a apretar el gatillo.
—¿No me digas? Yo estaba tranquilamente tomándome una taza de té dentro de mi cómoda y acogedora prisión y ahora estoy haciendo de vértice de un triángulo. Hay mucha niebla por aquí, ¿no creéis?
Mientras el pesado del Joker parloteaba, por el rabillo del ojo aprecié cómo Joshua preparaba algo. Seguía sin retirar su pistola de mí. ¿Cuánto más de rápido sería yo que ellos? Yo contaba con ventaja y no parecían haberse constatado de ello. Me dispuse a presionar el gatillo para volarle los sesos al payaso mientras desenfundaba rápidamente la otra pistola para matar al hechicero. Disfruté de la cara de sorpresa que pusieron. «Fin de la partida», fue mi último pensamiento antes de que una bola de fuego procedente de Joshua nos hiciera saltar por los aires.
El golpe de la caída me hizo despertar. Chu, chu, chu, clamaban furiosas e inquietantes voces susurrantes. Tenía la cabeza como si me hubieran seccionado un trozo de cerebro.
—¿Qué mierda ha pasado? —pregunté al tiempo que me levantaba del suelo.
Riii, riii, riii
Un círculo de fuego nos rodeaba. ¿A quién se le ocurría causar un incendio en un bosque lleno de feéricos? Esto les iba a enfurecer, y mucho.
—Claro, ahora haces como si nunca me hubieses apuntado con una pistola. Esto dañará nuestra relación… —me recriminó el Joker, fingiendo sentirse ofendido.
Ya no había rastro de sangre en él, sus manos parecían blancas e inmaculadas enfundadas en sus galantes guantes blancos.
—¡Apaga eso de inmediato! —le ordené a Joshua que continuaba aturdido, ignorando los reproches del Joker. ¿Cómo podía decir idioteces incluso en una situación así?
Joshua finalmente reaccionó y trató de contener las llamas. Éstas menguaron, pero el daño ya estaba hecho, algunos arbustos ardían todavía.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó esta vez el hechicero—. ¿Y este bufón tan amanerado de dónde ha salido?
—De una carta mágica —respondí todavía aturdido. ¿Qué mierda había sucedido?
Joshua me miró como si hubiese perdido la cabeza.
—Ya, muy gracioso. Me refería a que quién rayos es.
—Joker, te presento a Joshua (el día que repartieron el sentido del humor su madre andaba ocupada, le aclaré entre susurros). Joshua, te presento al inigualable Joker (está loco, ignórale). Es aliado nuestro.
—¡Estoy emocionado! Pensé que Adri nunca saldría del armario ni se atrevería a presentarme en sociedad, pero estamos rodeados de Neblina y no quiero que esa cosa me posea. Tengo que reírme con Maddie de vuestra debilidad.
—¡¡¡Maddie!!! Tenemos que encontrarla —recordé.
¿Cómo me ponía a armar un numerito estando la vida de Maddie en peligro? Me sentía avergonzado.
—¿Neblina? ¿Es eso lo que nos ha hecho enloquecer? Fue como si una voz muy fuerte diese órdenes en mi cabeza… —Joshua se llevó adolorido la mano a la sien.
Así que esto era lo que sucedía en los lugares con Neblina, por eso todos acababan matándose entre sí y por eso se palpaba la ira y cólera del aire, hasta las plantas debían de exhalar por sus poros todo ese rencor irracional.
—Ya veis que ha llegado hasta aquí y los putos de la Familia Real, celebrando fiestas tan despreocupadamente.
Nada más terminar la frase, recaí en algo que lanzaba centellas intermitentes a unos pocos pasos de donde nos encontrábamos.
Chu, chu, chu
Me acerqué y reconocí el diamante mágico de Maddie con forma de jazmín. Lo recogí de inmediato. Gracias a la magia de esa cosa, la humana podía imbuir de magia las armas que los rebeldes usábamos.
—¿Eso es de Maddie? —quiso saber Joshua, examinando la reliquia que arrojaba pequeños destellos de luz irisada según lo hacía girar cuidadosamente entre mis dedos.
—En efecto, tiene que andar por aquí cerca —confirmé guardándomelo en un bolsillo secreto de mi abrigo.
Al encontrar el diamante, sentí una leve brizna de esperanza, pues significaba que íbamos por el buen camino, mas el Joker era experto arruinando ilusiones.
—Oh no, lo más seguro es que se la hallan llevado a ver al Amo del Bosque —dejó caer como quien comentaba el tiempo que hacía.
—¡¿Al Amo del Bosque?! ¿El Edward de tu relato? —proferí, agarrándole del cuello de la camisa.
—Tiene sentido, ¿no? Al fin y al cabo los hombres solitarios y amargados como él, disfrutan de la compañía de las pocas mujeres que pasan por aquí…, aunque esa mujer sea una humana irritante y completamente chiflada, menos es nada. —Seguía agarrándole del cuello de la camisa, no me gustaba que se guardara información crucial—. Pobre Maddie, quizás la haga disfrazarse y jugar a las muñecas, aunque pensándolo bien, ella sería feliz con eso, a veces pienso que esta chica no tuvo infancia. —Cuando le dabas vía libre para hablar las estupideces salían disparadas de su garganta. De música de fondo se seguía escuchando esa molesta serenata susurrante: chu, chu, chu—. ¿Vas a bajarme ya? Me estás dando de sí el cuello de la camisa y no me gustaría que se estropease. Es nueva, me la he puesto pensando en mi encuentro con el Príncipe, ¿sabes?
Decidí soltarle, no quería enemistarme con él.
Chu, chu, chu
—¿Es amigo tuyo? —continué interrogándole.
Sabía que había algo más detrás de todo esto, ese relato que contó se me hacía muy sospechoso.
—Yo sólo tengo enemigos, querido Adrián —respondió con una sonrisa sardónica mientras se recomponía la chaqueta de seda escarlata bordada con hilo dorado, era igual que la que le había regalado a Idril—. Pero usan su odio sólo por crear mayor tensión sexual.
Rii, rii, riii, chisporroteaban las criaturas oscuras.
—¿Y dónde podemos encontrarle, churri? —la paciencia se me estaba agotando.
Sus labios se curvaron al escuchar el nuevo apodo cariñoso que le acababa de llamar y sólo entonces se dignó a responderme:
—En su guarida, en lo más profundo de la Zona Maldita —explicó, señalando con la cabeza hacia el oscuro y tenebroso sendero que se abría ante nosotros.
Una corriente de aire caliente y ponzoñoso provenía del interior y apestaba. La otra vez no había mencionado nada de una guarida secreta, lo que me demostraba que no se podía confiar plenamente en él.
—Bueno, ¿y a qué estamos esperando? —nos reprochó Joshua, colocándose sus mitones de piel de dragón, perfectos para potenciar la energía mágica.
—Como ese bastardo le halla hecho daño, lo va a pagar muy caro —declaré, crujiendo los nudillos y colocándome al frente de la expedición.
—Que lo pague caro igualmente, me debe unas cuantas deudas. —Se unió el Joker a nosotros, retocándose las alas de su sombrero.
Joshua le miró de reojo, supongo que preguntándose si íbamos a tener que soportarle todo el camino. A pesar de que sabía que no era de fiar, prefería tener que aguantar sus chistes idiotas a los que uno llegaba a pillarles su punto, a tener que adentrarnos sin él en aquel laberinto infernal. Además que no quedaba otra, Joshua jamás iba a poder sellarlo en su carta, pues era jueves y yo no quería usar la mía así como así, me daba poder sobre él.
Durante todo el tiempo que anduvimos avanzando por este maldito bosque, no le quité ojo. Ahora que no podíamos sellarle temía que hiciese alguna de las suyas, él era consciente de esta situación y le gustaba vacilarme psicológicamente con ello. Joshua debió de acabar muy harto de nosotros. Tanta plantita asesina y bicho viscoso estaba comenzando a cansarme a mí también. La verdad es que muy en el fondo, allá en un lugar que nunca me atrevería a aceptar, agradecía en cierto modo las estupideces del sombrerero.
—Me inquieta que no me quites el ojo de encima, churri. Me ha gustado eso de «churri». ¡Churri! ¿Sabes que esa planta carnívora de allí me está mirando con lujuria? —Maldito loco, así estuvo todo el tiempo y yo no podía evitar dejarme llevar y seguirle el juego a veces.
—Oye, churri —proseguía tiempo después—. ¿Sabes que me encanta tu disfraz de llama? ¿Cuándo te lo vas a poner?
—Cuando lleguemos al palacio, churri. No quiero que se manche durante la pelea.
—¿Y el mago de qué va a ir disfrazado?
—¿Yo? —inquirió Joshua, sorprendido de que se dirigiera a él, y expresó su desagrado por llamarle «mago» frunciendo el ceño—. Obvio que de hechicero rebelde —y recalcó el término «hechicero».
—¿Y no te da pena mancharte el traje?
Joshua le lanzó una mirada asesina.
—Ya lo limpiaré con un hechizo —respondió encogiéndose de hombros.
—¿Verdad que tuve una idea genial? Esto de cambiarle las invitaciones a Maddie sin que se diera cuenta para que os pensarais que se trataba de una fiesta de disfraces va a ser gracioso de ver.
Joshua y yo nos detuvimos en seco. Una ráfaga de aire gélido se deslizó entre las ramas tarareando su silbido silencioso. Ni siquiera los grillos se atrevieron a cantar.
—Así que fue cosa tuya…
Ya me parecía a mí demasiado extraño, pero tratándose de esos locos de la monarquía que estaban mal de la cabeza, todo podía ser posible.
—Pero no se lo digáis a nadie, se arruinará la gracia y estás realmente guapo con esos colores tan “ardientes”, churri.
Sacudí la cabeza en un gesto de resignación. El llevar tanto tiempo con Maddie me había acostumbrado a hacer el ridículo.
—Al final tendré que ponerme uno de esos ridículos trajes de la alta sociedad —bufó Joshua.
—No mientas, Darky. Si lo llevas es porque lo estás deseando, sino estás a tiempo aún de hacerte un disfraz con las hojas del follaje. —No pude evitar ser esta vez yo el que lo molestara un poco.
—Alguien tendrá que pasar desapercibido sin dar la nota —se defendió.
Por lo menos transcurrió una hora desde que seguimos a Maddie hasta aquel peligroso lugar. Por culpa del incendio de Joshua, el bosque entero se había puesto en nuestra contra y los árboles se interponían en nuestro camino adrede para impedirnos avanzar. Si no nos andábamos con cuidado, nos rodeaban, dejándonos acorralados y prácticamente acabados. Lo bueno de haberles enfurecido con fuego era que ya no íbamos a enfadarles más, por lo que podíamos llevar antorchas que eran bastante útiles para espantar a la gran mayoría, además que descubrimos que mantenía a raya a la Neblina. Eso sí, ya podíamos olvidarnos del factor sorpresa, porque el susodicho Amo tenía que estar esperándonos con impaciencia. Con un poco de suerte nos habría preparado unos aperitivos para tomar con él, luego que no dijera que nos presentábamos en su casa sin avisar.
—Tanto pelear me está abriendo el apetito —profirió Joshua.
Se estaba limpiando con cierta repulsión el líquido verdoso que una araña gigante le había segregado antes de ser aniquilada.
—Adri, ¿tu misión de esta tarde no consistía en conseguir víveres? —me preguntó el Joker.
—Cierto, ya ni me acordaba. Me los había encargado Grisel, pero como los he conseguido yo, son nuestros.
Los ojos del Joker se iluminaron.
—¿No me digas que tienes pastel de chocolate?
—No llevo pastel de chocolate en los bolsillos, churri. Lo he robado todo del almacén del palacio, veamos que hay.
Me disponía a extraer de mi bolsillo la bolsa mágica sin fondo, cuando algo frío rodeó mi tobillo y tiró de mí hacia arriba, dejándome boca abajo. Tres fauces sarnosas y babeantes me gruñían por detrás. El monstruo que me había pillado desprevenido, se trataba de una gran flor de pétalos vistosos con tentáculos que en vez de estambres, le salían tres cabezas de serpiente. ¿De dónde había salido semejante bicho?
—Es Floriberus, la mano derecha del Amo del Bosque —explicó el Joker, tan tranquilo como siempre.
El muy maldito era una enciclopedia andante.
—Ya estáis calcinándolo —les ordené mientras luchaba por liberarme.
A la flor mutante no le debió de sentar bien mi comentario y comenzó a sacudirme, hasta vaciarme los bolsillos. Se me cayó la cajetilla del tabaco, la munición mágica, mis pistolas, una navaja, el walkie-talkie, la baraja de cartas, el diamante encantado de Maddie y finalmente, la bolsa mágica sin fondo repleta de alimentos.
La energía mágica de la pistola de Joshua se había agotado, como pudo comprobar tras un par de intentos fallidos al apretar el gatillo. Se deshizo del arma inútil y en su lugar hizo aparecer una gran espada cuya hoja tan negra como su cabello se curvaba hacia arriba y su filo emitía destellos rojizos.
—Me pregunto a qué sabrán las rodajas de reptil —proclamó con un brillo febril en su mirada. Estaba hecho un sádico.
El Floriberus se debió acojonar y me arrojó contra mis dos compañeros. Afortunadamente el Joker me cogió en brazos, algo bastante ridículo, pero un golpe del que me libraba. Joshua se recompuso y se abalanzó sobre el enemigo, sin embargo, Floriberus había preparado algo. Sus tres cabezas ofidias se echaron hacia atrás, profiriendo un largo alarido, y sus viscosas glándulas descargaron una nube verdosa que al inspirarla, hacía arder los pulmones como ácido, y los ojos se me emborronaron por el picor.
Cuando pude recomponerme, ya no quedaba ni señal de él. Echamos un vistazo a los alrededores por si acaso se había escondido, sin conseguir dar con su rastro. Se había llevado consigo la bolsa con la comida.
—Mi pastel de chocolate —se lamentó el Joker.
—Es extraño que prefiera robarnos la comida que comernos a nosotros —señalé todavía muy mareado por el gas venenoso. Mi inquebrantable voluntad se estaba viniendo abajo tras tanto tiempo deambulando por este bosque maldito.
El diamante mágico seguía intacto. Por lo menos no se habían echado a perder todos los cigarrillos. Reorganicé las cartas que se hallaban esparcidas por el suelo y retiré las partículas de tierra. Faltaba la del Joker. El payaso me extendió la mano e hizo aparecer entre sus dedos Índice y Corazón la carta, cuya superficie estaba tan negra como un pedazo de nada, sin cesar de esgrimir esa sonrisa enigmática suya. Le arrebaté la carta antes de que me la ofreciese. Tampoco es que él pudiese huir, seguía atrapado a ella hasta que yo le liberara, pero no me gustaba que me vacilara con esto. Ese tipo era peligroso y nunca se sabía qué demonios pasaba por su mente, además que resultaba un poderoso aliado.
—Que hayan secuestrado a la loca de Maddie tiene un pase, pero robarnos la comida es imperdonable —dijo Joshua.
—Cierto, esto ya se está convirtiendo en algo personal. Nadie me zarandea y sobrevive para contarlo.
—Tampoco creo que esté muy lejos. Ya casi hemos llegado —anunció el Joker. Sus ojos rojos apuntaban hacia la cascada de un pequeño manantial.
—¿Detrás de la cascada? —inquirí algo escéptico—. No tiene mucho sentido.
—No se trata de la entrada principal, sino un pasadizo secreto que ni el Amo conoce —nos aclaró—. Lo único que ese agua parece radioactiva, yo no me metería así como así.
—¿Y tú cómo sabes todo eso? —preguntó Joshua, algo desconfiado.
—Experiencia, jovencito, experiencia.
—¿Y cómo hacías tú para cruzarlo? —demandé.
—Bueno, antes este bosque no era tan tenebroso, me gusta mucho más ahora, espero que Crocus no se haya mudado.
—¿Crocus? —preguntamos Joshua y yo al unísono.
El Joker se dirigió hacia la orilla, se agazapó y con la ayuda de los dedos de su mano, emitió un peculiar silbido. Al principio no ocurrió nada. Unos instantes más tarde, algo comenzó a remover el agua. De la superficie asomaron dos ojos redondos y amarillos como los de un reptil. Se trataba de un enorme cocodrilo cuyas escamas parecían recubiertas de alquitrán.
—¡Hola Crocus! ¡Cuánto tiempo sin vernos!
Me pareció entrever que el cocodrilo temblaba. El Joker escogió una vara larga y lisa del suelo, algo podrida, y se subió de pie sobre el escamoso lomo del animal, introduciendo un extremo de la pértiga en el agua a modo de remo.
—¿Venís? —nos llamó.
Joshua y yo intercambiamos una mirada de recelo antes de subirnos. El Joker comenzó a remar con la destreza de un experimentado gondolero, aunque en realidad era el cocodrilo el que nadaba.
—Maltratador de animales —le llamé con sorna, ya más recuperado del ataque de Floriberus.
—Éste es el día más raro de mi vida —comentó Joshua.
—Uy, pues anda que no te queda nada por ver —le dijo nuestro gondolero a la vez que empujaba suavemente el remo—. ¿Te gustaría participar en un torneo mágico?
—¿Me ves con ganas de participar en uno? —le espetó.
El Joker fingió haberse sentido muy agraviado, pero dejó de hacer el idiota en cuanto llegamos a la cascada. Unas pixies venenosas se arremolinaban en torno al gran chorro de agua del que se desprendía destellos morados, pero el Joker las espantó agitando el brazo. Se quitó el sombrero y extrajo de su interior un paraguas de llamativas runas granates. ¿Qué había más estiloso que atravesar una cascada bajo un paraguas?
—Lo siento, chicos. Es sólo para mí.
Antes de que pudiésemos protestar, cruzó el velo acuoso. A Joshua y a mí nos tocó empaparnos. Tras sacudirme el pelo que me chorreaba gotitas de color rosa por la cara, no supe qué decir cuando recaí en el nuevo aspecto de Joshua. Su pelo se había vuelto de un llamativo color azul. Nuestras ropas, también empapadas, se habían desteñido y ahora parecíamos sacados del desfile del orgullo gay. La melena se me había rizado.
—No te queda mal ese abrigo fucsia —se burló el Joker.
Quise estrangularlo. Lo que había que soportar por salvar a la putita de Maddie. A este paso iba a necesitar que después me diese por lo menos un poco de su energía.
—¿Esto se quita, verdad? —quiso saber Joshua, conteniendo sus instintos asesinos.
—Puede que sí, puede que no, aunque yo me inclino más por lo segundo. Si el pelo azul está muy de moda últimamente…
—Sigamos avanzando. Ahora que hemos llegado hasta aquí no tiene sentido que perdamos más el tiempo —ordené.
Teníamos que acabar con esto de una vez por todas.
La caverna en la que nos encontrábamos parecía hecha de oscuridad y ésta se iba densificando a medida que nos adentrábamos en su interior. Se escuchaba un arrullo incesante de agua cayendo sobre cristal. De las paredes llorosas brotaban hongos fluorescentes que nos iluminaban el camino, dotando al pasaje de cierta aura misteriosa.
Dejamos que fuese el Joker quien nos indicase el camino. Los hongos luminosos fueron siendo sustituidos por otros que exhalaban un humo negruzco. Quedarse aquí dentro mucho tiempo sería muy peligroso y no podía evitar sentirme preocupado por Maddie; a pesar de todas las tonterías, el Amo del Bosque tenía que ser muy peligroso.
El Joker se había callado y nos exigía silencio a los demás. Había algo severo en su rostro, en realidad parecía que los recuerdos le estaban acechando y eso me hizo preguntarme qué había pasado, si realmente la hermosa hada de su relato podía tratarse de Ellette… y si era así entonces qué deudas tenía pendientes con el Amo.
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