Capítulo 42 La Suerte está echada
Capítulo 42 La Suerte está echada
I
Los dos vampiros, Julius y Leonardo se miraron el uno al otro impactados. El más fuerte de los tres, Dámaso, había sido destruido por Mideia. El cuerpo yacía tirado en el suelo mientras la bruja sostenía la cabeza en alto. Una altiva y orgullosa hechicera sonreía. Eso era algo que el príncipe vampiro no esperaba.
—Tu decides Leonardo Draccomondi, lo dejamos aquí por las buenas o somos tres contra dos—, Lynnah advertía al vampiro sobre la gran y obvia desventaja que tenían ahoran.
Mideia chasqueaba sus dedos para generar una llama que flotaba sobre sus dedos. Acercó la mano hasta la cabeza cercenada de Dámaso y está de inmediato se prendió en fuego. La bruja la soltó al piso en donde ardió con rapidez convirtiéndose en una bola de piel y cabellos que se carbonizaba al instante envuelto en una flama roja y violeta.
Leonardo contempló impactado el cráneo incinerándose junto con el resto del cuerpo que la bruja recién comenzaba a quemar. El hedor a carne sancochándose era insoportable y la sensación de desasosiego era evidente en el rostro del príncipe.
—A ver, Draccomondi como que quiere jugar con fuego hoy. Parece que no le basta los arañazos y golpes recibidos. Mira que el fuego en el rostro hermoso de un príncipe vampiro deja cicatrices imborrables—, el tono sarcástico de Mideia hizo que Leonardo tensara su cuerpo y apretara sus puños con coraje.
—Leonardo, he intentado razonar contigo. Conoces la profecía y sabes que el curso del orden natural de las cosas solo puede ser alterado por los humanos. Ustedes los vampiros tienden mucho a meter las manos y ya el Innombrable se está cansando. Sinceramente no sé por qué se creen tan poderosos. Todos tenemos un propósito en la creación. Hasta Satanás lo tuvo y Él lo sabía cuando lo creó. Los Draccomondi tienen su lugar, aunque parece se les olvida de vez en cuando y asoman los colmillos donde no deben. Leila tiene su propósito y debe cumplirlo en tierras de Harz. Pero todo está en manos de solo un hombre, ese joven que carga el blasón de la cruz es quien realmente cambiará el destino de la humanidad pésele a quien le pese. Leonardo, yo te recomiendo que regreses a Milán y con cuidado. Hay rumores de que los visigodos ya se acercan a tierras germanas y habrá cruenta guerra muy pronto... Como está escrito. El final, solo lo dirá el tiempo y el justo orden de las cosas como está dispuesto.
Leonardo miró a Leila por última vez y resopló con una mezcla de coraje y frustración. Ya nada podía hacer para cumplir la orden de su padre de llevarla con vida a Milán. Sí conocía la profecía y precisamente el rey Lucio buscaba detenerla. El desenlace y las consecuencias de la misma repercutían en la soberanía de los Draccomondi de manera adversa y tener a Leila en su poder como prenda de garantía dilataría o dejaría inconsecuente el curso del orden de las cosas al momento.
—Bien, creo que es hora de irnos... Pero volveré por Leila. Viva o muerta me la llevaré conmigo a Milán. Eso lo juro por la sangre maldita de mis ancestros. Regresaré por tí Leila Von Dorcha y en esa ocasión no habrá ni ángeles, ni brujas, ni demonios que me lo impidan—, Draccomondi hablaba furioso—. Solo te deseo éxito mia rosa nera. De tu inteligencia y astucia depende que te encuentre entera o te recoja en pedazos... La suerte está echada y aquí ya no tengo nada más por hacer—, y dándose media vuelta algo cabizbajo, Leonardo dió la orden a Julius y ambos se marcharon del lugar, perdiéndose de vista rápidamente.
Una lágrima rodaba por la mejilla de Leila. Por un momento titubeó pensando cuál sería el peor de los males; ir con Leonardo a Milán y esperar la decisión del Rey Lucio sobre su existencia o aventarse de lleno a ser partícipe, ahora de una manera consciente de los hechos que formaban parte de una profecía que aparentemente había comenzado con su nacimiento. Contemplaba sus manos temblorosas aún con marcas purpúreas luego de la pelea contra los vampiros. Su vestido rasgado, su piel llena de tierra... Y pensar que apenas hacía unas horas creía haber encontrado por fin la felicidad y vida plena junto a Dierk. Todo había pasado tan de pronto, y sólo en unas horas lo había perdido todo quedando a merced de un destino incierto.
—Leila, ya es hora de irnos. Ven, debo mostrarte algo—, extendiendo su mano hacia la vampiresa, habló Lynnah.
En esos instantes, la condesa advirtió que la bruja no estaba. —¿Y Mideia?— preguntó.
—La hechicera se ha ido. Ya cumplió con su cometido. Por siglos se ha encargado de mantener el orden desde Atenas hasta Hispania y de allí hasta las tierras frías e inhóspitas del congelado norte. Ella es una de las siete guardianas hijas de Hipólita. Aquí su misión ya ha sido completada. Te ha mantenido con vida y te ha cuidado... Entre otras cosas... Pero bien, que eso no es de mi incumbencia. Vamos, es hora de que se devele ante ti tu destino—, Lynnah habló ofreciendo su mano abierta una vez más a Leila para que le acompañase.
La pelinegra tomó la mano de la angel vampiro y ambas se desvanecieron en el aire, dejando un haz de luz blanca en el lugar.
II
—¡Increíble!— exclamó Leila una vez abrió sus ojos y vio que segundos después estaba en un lugar distinto del bosque. Su cuerpo aún tiritaba—. ¿Cómo hiciste eso? ¿Cómo lograste que yo pudiera hacerlo también?
—Es parte de los poderes inherentes a ser un ángel. Podemos transportarnos de un lugar a otro en unos instantes. Sí no fuera así, tardaríamos un siglo en llegar a este mundo.
—¿Tanto? ¿Desde el Cielo?— inquirió la condesa señalando a un parcho de azul celeste que se colaba a la vista entre el denso follaje del bosque mientras avanzaban.
—¡Ja, ja! Bueno, sí y no Leila. Nosotros no vivimos flotando sobre las nubes como todos piensan. Allí solo hay eso, aire frío y nubes. Nosotros vivimos en otro lugar, uno igual a este con montañas y valles, ríos y lagos, pero no está allá donde brillan las estrellas. Está mucho más allá de donde al humano le alcanza la vista a ver... Todo lo que pueda entrar aquí lo hará desde arriba porque esa es la entrada a este mundo. Digamos que el Creador hizo un cáliz y los colocó a ustedes dentro. Todo lo que entra o sale es por la boca del mismo, no hay otra manera—, Lynnah explicaba mientras ambas caminaban por el boscaje.
—Y Mideia, ¿también puede transportarse como ustedes? La he visto.
—Si, bueno, en realidad solo puede limitarse al tiempo y espacio bajo sus dominios aquí en la Tierra. Ella es una bruja y su especial cualidad es que han perfeccionado el arte de dominar los elementos y los utiliza a su favor. La hechicera se mueve con la brisa; viaja como el polvo en el aire o como una tormenta que cae en forma de lluvia. En la luz del sol o un rayo de luna o una antorcha encendida o una hoguera.
—Oh, se tarda más entonces. ¿Hay alguna diferencia?— preguntó Leila.
—Sí, a ella le da cosquillas—, bromeó Lynnah—. Vamos, avancemos. Necesito que la conozcas.
—¿A quién?
—No comas ansias, ya falta poco—, indicó Lynnah en un tono autoritario. Leila no era de las de seguir órdenes, pero no tenía más opción. Las mujeres caminaron un poco más hasta salir del bosque. El ángel le indicó a la condesa que prosiguiera con cuidado y que hiciera silencio. Frente a ellas había una pequeña capilla de piedra y madera rodeada por árboles y flores que se veía fueron cuidadosamente plantados hace algún tiempo. En la parte de atrás había un camposanto, muy parecido al de su familia en Argengau, situado en la falda de la colina donde se ubicaba su castillo.
—¿Dónde estamos? ¿De quién son estas tierras?
—Estamos en el ducado Harzburg, al otro lado de la sierra del Harz. Son las tierras del poderoso duque Aelderic Cuthberht y uno de los bastiones sajones que sirven fielmente al imperio. Te interesará saber que el duque es viudo, tu especialidad y que decisiones de índole político y bélico no se toman sin su consentimiento, pero no es a él a quién debes encandilar—, el ángel vampiro señaló al castillo que se alzaba sobre una elevada colina a poca distancia de donde estaban.
—¿Entonces, a quién esperamos?
—Mira por ahí viene—, el ángel indicó y ambas hicieron silencio para observar con detenimiento quien se acercaba. Una jovencita caminaba lentamente con su mirada puesta sobre el camino hacia la capilla. Tenía un elaborado y hermoso vestido azul y cubría su cabello con una mantilla negra—. Vamos, acerquémonos—, ordenó.
Escondidas tras los arbustos, Lynnah y Leila observaban la triste escena. La jovencita lloraba desconsoladamente sobre una tumba. Su cuerpo tiritaba del dolor ante una evidente pérdida. Con la mantilla de seda oscura enjugaba sus lágrimas. Pero dentro de su amargura, era una niña hermosa. Sus cabellos dorados eran como el trigo maduro y su piel blanca y tersa como una rosa blanca.
—¿Quién es la doncella? ¿Por qué está tan triste?— una curiosa Leila preguntaba, colocándose de pie junto a un enorme abedul. Nunca había visto a alguien llorar con tanto sentimiento como la preciosa joven frente a ella.
—Ella es Ardith Cuthberht, la única hija del duque. Llora en la tumba de su madre muerta la reciente partida de su amor para la guerra.
Leila miró a Lynnah. De momento ya lo entendía todo. —Entonces es ella... Y su amado es...
—Si Leila. Esta profecía te ha traído poco a poco en un peregrinar hasta estas tierras. Sobre tus hombros pende el futuro de este mundo como lo conocemos. Los vampiros, los licántropos, el orden, todo depende de lo que pase de aquí en adelante. Su amado es quien carga el blasón de cruz de la iglesia. El heredero prestado de un trono tambaleante. Ella, Ardith podría ser reina... O no, eso está en tus manos. Pero, si no logras que ella te invite, no podrás entrar en su casa. Solo te advierto que bajo ninguna circunstancia Ardith debe morir. Tu misión es que debes ayudarla a ser una mujer más fuerte, más madura en cuerpo y espíritu no importando cual sea el desenlace final. Muéstrale un abanico de posibilidades pues ella también deberá tomar sus propias decisiones y en estos momentos no tiene ni las fuerzas ni el deseo de tomar las riendas de su propia vida.
—¿Cómo lo hago?— Leila buscaba despejar dudas.
—Lo descubrirás a su tiempo.
—¿Y el duque? ¿Qué hago con él?
—Solo entretenlo. De eso tú sabes. Pero recuerda, el orden natural de las cosas solo puede ser alterado por las decisiones de los humanos, así que debes dejar que ella, en especial ella, elija.
—¿Elija qué?— inquirió la condesa ahora confundida.
—Su destino—, respondió Lynnah y ambas observaron a la jovencita salir del camposanto con su paso lento y entre sollozos. La brisa fría de otoño soplaba, y la hojarasca se levantaba en pequeños torbellinos ruidosos, mientras Ardith desaparecía a la distancia por el sendero del bosque hacia su castillo.
Fin
Hasta aquí la historia de Leila Von Dorcha, temible condesa de Suavia. Con lágrimas en los ojos me despido de este capítulo en la vida de la odiada pero amada pelinegra. Si quieren saber cuál será el destino que le depara les invito a leer Ardith. http://w.tt/21lXFOx
Espero les haya gustado la historia de esta villana. Comentarios, sugerencias con toda confianza pueden ser compartidos en la sección de comentarios bajo este capítulo.
Gracias por acompañarme durante todo este trayecto. Leila y Ardith han sido un proyecto que me han salido del alma gracias a ustedes mis fieles seguidores y lectores.
Dedico esta novela a varias personas que me han apoyado desde el principio y me han dado las fuerzas para seguir escribiendo: LynnS13 DanielaCriadoNavarro serpetiam KittyRovira VelNeith RomynahNB AstridDuran sylviarebo y Clau_Star , gracias por su apoyo y tan lindos comentarios hacia mis trabajos. ¡Los adoro un mundo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro