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Capítulo 41 Desafío

Capítulo 41 Desafío



El angel caminaba con cautela hacia el grupo de vampiros y la bruja. Su mano izquierda abierta, justo sobre la espada que ceñía en su cinto. Su mirada fija en... —¡Tú! La pelinegra! ¡Tú eres Leila Von Dorcha!— el ángel aseveraba señalando a la condesa y hablándole en un tono autoritario.

—¿Y por qué no puedo ser yo a quien llamas Leila?— Mideia avanzaba hacia el ángel con paso cadencioso y desafiante.

—¡Ja, ja! Porque tú eres una bruja, Mideia, hija de Baltasar! Pensarás que eres la única que puede ver a través de las personas... ¿Acaso no sabes qué soy?

—Una leyenda... Un ser perfecto. Nunca en mis siglos de vida había visto una igual a ti. ¿Y tienes un nombre, angel vampiro?

Atrás aún permanecían Leonardo, Dámaso, Julius y Leila. Esta última no apartaba su mirada de la hermosa criatura alada.

—Mi nombre es Lynnah, orfebre de las legiones celestes y no lograrás encantarme con tus ademanes y elogios—, contestó el ángel, con un dejo de orgullo en su dulce voz.

Leila reaccionó de inmediato. A su mente vinieron memorias, recuerdos de décadas atrás cuando era la condesa de Regensburgo. El nombre de Lynnah martilleaba haciendo eco dentro de su cabeza. Sí. Los generales vampiros, Ardo y Pelagio habían llegado hasta sus dominios pidiendo colaboración para sus campañas bélicas. Campañas que se librarían contra los Draccomondi... Ironías. Justo ahora se mostraban casi todas las piezas que formaban parte de este enmarañado rompecabezas. Esta era sin dudas la joven convertida por Pelagio.

—¿Lynnah, dijiste? Tú eres la aldeana de Regensburgo, aquella por la cual vinieron a mis tierras los Arcángeles del cielo—, Leila daba unos pasos hacia el frente para acercarse al ángel. Deseaba verla más de cerca.

—Sí, soy aquella pobre niña que presenció como sus padres y hermanos fueron masacrados sin clemencia por aquellos a los cuales mi señora les cedió derecho, los sangrientos generales visigodos Ardo y Pelagio—, dijo con evidente ira Lynnah mientras tensaba sus puños a cada lado de sus costados. Leila, percibiendo la furia, retrocedió.

—No te quejes Lynnah, que has tenido suerte. Fuiste escogida, convertida en vampiro aún siendo virgen. Eres una rareza... Una gema gloriosa dentro de la creación—, Mideia intentaba endulzar con halagos los ánimos de Lynnah.

—¡Soy una aberración! Por mis venas corre la sangre sucia de mil demonios. No soy un ángel en virtud y no tengo cabida dentro de los atrios celestiales, más no soy un vampiro y ay de mí si intentare cruzar las puertas del infierno. Sólo hay otros tres como yo en el universo y todos somos niños a los cuales se les privó de su vida de humano—, Lynnah ripostó furiosa.

Leonardo le decía a sus guerreros que le guardaran las espaldas, mientras se acercaba a las hembras para unirse a la conversación. —Si, bueno, ustedes dos pueden seguir con su charla épica, bruja... angel vampiro. Yo les pido disculpas, pero mi adorada esposa y nosotros tenemos un largo viaje por hacer. Así que con su permiso... ¿Leila, vienes mi amor?

Mideia, Lynnah y Leila se voltearon para mirar al príncipe vampiro que en su tono sarcástico y pedante le pedía a Leila irse con el.

—¿Disculpa? Y tú, ¿quién eres?— Lynnah se dirigió a Leonardo con evidente aire de superioridad.

Leonardo puso una cara de ofendido más que obvia. No entendía como el ángel no supiera quién era siendo un príncipe vampiro. —Yo... Yo soy Leonardo Draccomondi, hijo de Lucio...

—Ah, sí claro. Tú eres el idiota que comenzó todo esto... Eres más que un vago sin oficio. Nunca seguiste los consejos de tu padre el Rey Lucio... Que es malvado sí, pero sabio, una cualidad que no heredaste para nada— Lynnah interrumpió a Leonardo plantando un gesto de burla en su rostro donde se dibujaba una sonrisa satírica en sus labios mientras le hablaba—. Permíteme decirte Leonardo, que tú no te vas a llevar a Leila para ningún lado. He sido enviada hasta aquí para que la profecía, sea cual sea el resultado siga su curso. Nadie, sólo el Innombrable es quien tiene la potestad para alterar el orden natural de las cosas. Si no, ya no hubiese vampiros, ni brujas, ni licántropos, ni ninguna otra criatura que se ha desvirtuado del origen de la creación... De su creación. Él nunca ha coartado el libre albedrío y si tú intervienes, detrás de mí llegarán mis generales arcángeles para destruirte. Claro, si es que sobrevives al intento de llevártela. Leila tiene su propósito, y el propósito del Altísimo siempre se cumple aunque sea por caminos misteriosos.

—Vaya que se tardaron ustedes en el cielo. Yo me enteré primero que tú palomita con colmillos. Pero a fin de cuentas estamos aquí para lo mismo. ¿Amigas?— Mideia le informaba a Lynnah en un tono juguetón que ambas defenderían a Leila.

La mujer vampiro permanecía callada. Su vida, su futuro o su fin, dependería de lo que pasara en estos instantes. Mientras, Leonardo quedó meditando en lo que Lynnah le había dicho. Los arcángeles era lo que menos quería enfrentar. Pero bien podía medir fuerzas con una recién convertida angel vampiro. No era guerrera, sino orfebre, y sus hombres podían acabar con Mideia. Era esto o llegar con las manos vacías. Tenía que arriesgar si quería llevarse a Leila consigo. Leonardo miró a Julius y a Dámaso quienes de inmediato dieron un paso al frente, sus hombros cuadrados y el torso erguido en actitud desafiante. —Bien, es un riesgo que he de tomar... Todo sea por estar con el amor de mi vida.

—Si así lo quieres... Así lo tendrás—, Lynnah respondió desenvainando su espada dorada y poniéndose en guardia.

Frente a ella, el trío de vampiros se ponían en defensa y las tres hembras adoptaban igual posición, sus cuerpos algo arqueados y sus ojos fijos en el oponente, prestos para la carrera.

—¡Ataquen!— el príncipe dio la orden y Dámaso y Julius junto a él embistieron.

Lynnah, Mideia y Leila respondieron al ataque iniciando carrera. Cuerpo con cuerpo chocaron en el aire. Las monumentales criaturas colisionaron y rodaban por el suelo. Leonardo contra Lynnah. Dámaso contra Mideia mientras Julius y Leila se batían de igual modo en feroz lucha.

Era una pelea de titanes. Lynnah y Leonardo tenían la lucha bastante pareja, aunque los movimientos de esta parecían más rápidos y hábiles, parecía un baile orquestado en sincronía perfecta y piruetas en el aire. Las alas del ángel se extendían impresionantes a lo ancho de su espalda y sobre sus hombros adquiriendo un color platinado según se extendían más. Los ojos de Leonardo tomaron el color de los rubíes y sus alargados colmillos desafiaban la divinidad de aquella celestial criatura.

Julius y Leila daban vueltas en el suelo intercambiando posiciones de dominio. Unas veces ella encima y otras el corpulento vampiro. Allí la condesa tenía las de perder. Julius no buscaba matarla, así que solo bastaría con un golpe contundente para sacarla de carrera.

Mientras Mideia se movía con más destreza que Dámaso. A él se le hacía difícil agarrarla toda vez que ella saltaba y levitaba de aquí para allá. Desde el aire, la bruja divisó su varita, la que había perdido hacía varios minutos, tirada en el suelo. De inmediato se lanzó a buscarla. Dámaso se le fue detrás en veloz corrida. Mideia se inclinó para recoger el artilugio del suelo y ya tenía al vampiro detrás de ella. La pelirroja se giró de inmediato y apuntándole a su contrincante gritó —Lux!— y una esfera de luz azul salió despedida de su varita haciendo que Dámaso saliera volando por los aires y cayera aturdido al suelo.

La hechicera avanzó hacia el vampiro caído. El sacudía su cabeza e intentaba incorporarse, más no podía. Mideia se le tiró encima inmovilizándolo. —Quieto succhiasangue—, dijo mientras tocaba la frente del guerrero con su varita. Acto seguido este se desplomó inmóvil. La bruja tomó al vampiro por la cabeza y girándola la arrancó de su cuello. La sangre salía a borbotones del cuerpo inerte. La vencedora entonces, agarró el trofeo que chorreaba sangre y caminó hacia los demás con este en alto, el rostro del vampiro aún con sus ojos abiertos. —Creo que está la ganamos chicas. Estos hombres, siempre pierden la cabeza por mi—, Mideia dijo soltando una carcajada.






***Se libró una lucha campal. ¿Qué opinan? ¿Qué creen hará Leonardo ahora?

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