Capítulo 9
Esther camina pegando brinquitos mientras voy detrás de ella con un batido de frutilla en la mano, me sorprende que el de ella no se haya derramado aún.
Nuestra amistad es así: Esther extrovertida. Yo su sombra.
No me molesta serlo, es más, me gusta. Me da vergüenza absolutamente todo y soy muy insegura en cada cosa que hago, Esther siendo una persona radiante y alegre hace que quede en segundo plano y eso me causa seguridad.
Hoy es domingo y mi amiga me prometió que iríamos a tomar algo por lo que pasó el viernes.
Así que, aquí estamos, con un bello atardecer recorriendo las calles de Victoria camino a la casa de Esther con un batido en la mano.
—Dime, del uno al diez ¿Cuál crees que es mi oportunidad con Liam? —pregunta mi amiga.
—¿Liam? ¿En serio? Es nuestro amigo desde primaria, Esther.
—Lo sé, pero tú porque aún no lo has visto. No sabes lo guapo que está y el otro día me empezó a seguir en Instagram, tal vez intente algo con él si es que con el cerebrito de química no se presta.
—¿Cómo vas con él?
—Dante me dijo que él si busca algo un poco más serio de lo que yo quiero, así que tal vez me quede con las ganas y buscaré a alguien más para pasar el rato, Liam, por ejemplo.
—Sabes, me dicen Liam y pienso en Liam Payne—le digo, ella se ríe—. No lo sé, Esther, si a ti te gusta y te sientes cómoda podrías intentarlo.
Llegamos a la puerta de su casa, cuando entramos nos sacamos los zapatos. Saludamos a su niñera y vamos a su cuarto, donde nos acostamos y hablamos de la vida.
Luego a Esther se le ocurre maquillarme y lo hace.
—¿Te conté qué Dante fue a mi casa a almorzar? Se atragantó con una albóndiga y tocó la guitarra—comento.
—No, no me habías dicho y por lo que escucho la pasaron bien.
—Sí, descubrí que le gusta Lana Del Rey ¿Te imaginas que también sea fan de Axl Rose?
Esther se ríe mientras me pasa rubor en las mejillas.
—Ya te lo he dicho, Lei, ustedes dos son el uno para el otro, pero a ti te da miedo aceptar eso.
—No me da miedo, solo que no quiero nada con nadie aún—la corrijo.
—Okey, pero si te gusta podrías intentarlo.
—Dante no me gusta—le digo y ella me ve con una ceja enarcada—. ¿Qué? Es la verdad.
—Sabes, síguete mintiendo, Lei. Cuando Dante se canse de perseguirte como un perrito espero que te des cuenta que no podrás montar una escena de celos como hiciste en Gibby's.
—¿Me estás regañando?
—Algo parecido, quiero que abras los ojos y te des cuenta de lo que quieres, porque Dante no estará a tu disposición siempre y si en verdad lo quieres debes decírselo—me dice—. Sé que jamás has estado en una relación y que eso te puede dar miedo, pero a los miedos hay que enfrentarlos, de eso se trata la vida, sino jamás avanzarás y te arrepentirás el resto de tus días de las decisiones que podrías haber tomado en el pasado.
No digo nada al respecto, solo juego con mis pulseras y asiento con la cabeza, Esther suspira y se levanta de la cama estirando los brazos.
—¿Me acompañas a la cocina? Quiero preguntarle a Cloé qué comeremos, con suerte lo estará pensando y lo podremos elegir nosotras.
Acompaño a Esther mientras me sumerjo en mis pensamientos y ella solo camina decida hasta la cocina.
Cuando llegamos veo a Cloé, la niñera de Esther, limpiando la cocina y ordenando cosas. Ella nos ve y nos regala una sonrisa.
Conozco a Cloé desde que los 5 años al igual que Esther, es una muy buena señora y sus comidas son riquísimas.
Su cabello blanco está recogido en una coleta y sus lentes adornan sus ojos como siempre.
—Esther, corazón, ¿puedes alcanzarme el paquete de ahí? —le dice a mi amiga y ella se lo alcanza sin problema.
—Cloé, ¿ya sabes que cenaremos?
—Oh, sí, olvidé decirte, tus padres vendrán a cenar esta noche, así que tenía pensando cocinar sushi, ya que les gusta tanto.
Veo como el rostro de Esther se ilumina de repente y una sonrisa invade su rostro. Voltea a verme con alegría y yo le sonrío.
—¿En serio van a venir? —pregunta y Cloé asiente con la cabeza.
Empieza dar saltitos de alegría y su cabello rubio acompaña el movimiento. Sus manos dan pequeños aplausos y la alegría en su rostro es notable.
Creo que no ve a sus padres desde hace un tres meses y medio, no estoy tan segura, pero sé que ha pasado bastante tiempo de su última visita.
Ellos son directores de cine, así que la mayoría del tiempo se la pasan en Toronto y no aquí, así que cada vez que vienen Esther se transforma en alegría pura.
—No puede ser, ¡estoy súper desarreglada! ¿A qué hora vienen?
—Dentro de 4 horas.
—Genial, me da el tiempo para ducharme, arreglarme, arreglar a Lei e invitar a Dante—dice la chica y yo la mira extrañada por lo último.
—¿Por qué invitarás a Dante?
—Porque quiero que cenemos todos juntos, mis mejores amigos y mis papás.
Esther me agarra de la mano y me lleva corriendo hasta su cuarto, gracias a eso me tropiezo en la escalera y ella se mata de risa.
Cuando llegamos a su cuarto la rubia abre su armario y empieza tirar ropa para todos lados buscando algo que le guste y una prenda más formal para mí porque estoy con un short de jean y una camisa a cuadros que me queda enorme.
Mientras tanto le escribo a Dante.
Dante :): ¿Tengo que ir a ahora? ¿No me puedo duchar antes?
-Tardarán unas dos horas en venir, así que si no te demoras tanto puedes ducharte.
-Y ven bien vestido.
Dante :): ¿Dices que mis remeras de bandas y mis jeans rotos no son buena vestimenta?
Dante :): Te recuerdo que más de una vez te presté una de mis remeras y, es más, me robaste una de Nirvana.
-Sabes a que me refiero, tonto.
-Amo tus remeras <3
-Si tienes una de Lana del Rey cuídala, porque la robaré.
Dante :): JAJA.
—¡LEI, DEJA DE HABLAR CON TU NOVIO Y VEN A CAMBIARTE!
—¡QUE NO ES MI NOVIO!
🦋🦋
Veo como Esther prepara la mesa nerviosamente con ayuda de Cloé, quien está muy tranquila. Dante y yo en vez de ayudar estamos sentados en el sofá viendo como ordenan todo.
Nuestra intención es ayudar, pero Esther nos grita siempre que lo intentamos, así que decidimos apartarnos.
—¿Te gusta el sushi? —le pregunto a Dante para tener un tema de conversación.
—Mmm, prefiero lamerme la pata, pero puedo tragarlo sin vomitar—me responde y me rio.
Juego con mi celular pensando en otras cosas, hasta que Dante me lo agarra y ve mi funda.
No es la gran cosa, solo es una funda transparente con stickers de Axl Rose y alguna que otra estrella.
—Había olvidado lo fan que eres de Axl Rose—dice Dante mirando la funda.
—Fan queda corto la verdad, me enamoré de él desde la primera vez que lo vi.
—¿Cuándo fue?
—Mm, mi abuelo era gran fan de la música, así que me mostraba un montón de bandas y cantantes de su época. Él tenía un caset con un concierto de los Guns N' and Roses y cuando lo vi me llamó extremadamente la atención Axl, no sé porque, me gusta pensar que fue amor a primera vista, y lo he seguido desde entonces. Eso fue a los 7 años, creo.
—Tu abuelo era genial, Lei, recuerdo que una vez nos hizo chocolatada y jugábamos en el patio de su casa.
—Sí, su compañía era muy agradable.
—¿Cómo está tu abuela?
—Supongo que bien. No lo sé, no la veo hace ya 6 o 7 años—le digo.
—¿Por qué?
—Ella y mi mamá se pelearon hace mucho, no sé la razón, pero desde ese entonces no la vemos. Yo quiero visitarla, pero mi mamá se enojaría y no es la idea.
Dante asiente con la cabeza, está por decir algo hasta que aparece Esther con las manos en la cintura y los ojos achinados.
—Gracias por su gran ayuda, chicos, en serio. ¿Quieren un vasito de agua así siguen con su charla?
—Si no te molesta, me gusta el agua mineral...—dice Dante y Esther lo mira mal.
—¡Entiende el sarcasmo, Dante! —le grita y el chico la mira asustado.
Prefiero no decir nada así no me gano un grito de parte de Esther, porque conmigo sí que no me tendrá piedad.
—¿Qué quieres que hagamos?
—Podrían ayudar a poner los vasos y...
—¿Esther, puedes venir un momento, mi amor? —interrumpe Cloé y Esther va a su dirección.
Con Dante decidimos ayudar en algo, así que empezamos a repartir los vasos por toda la mesa mientras charlamos de tonterías.
Luego veo como Cloé pasa la puerta y nos ve.
—Chicos, no es necesario que hagan eso, los padres de Esther no vendrán—nos avisa.
—¿Qué? ¿Por qué no? —pregunto un poco enojada.
Los padres de Esther siempre hacen eso, la ilusionan y al último momento deciden no aparecer haciendo que ella se sienta súper mal.
—Trabajo.
Siempre es por trabajo ¿Qué acaso no se dan cuenta que su trabajo más importante es estar con su hija?
—¿Dónde está Esther?
—En el patio. Ella se siente muy triste, ¿podrían ir a alentarla un poco? No me gusta que llore.
Con Dante nos dirigimos al patio y desde la puerta vemos la silueta de Esther sentada en un banco llorando.
Esa imagen me causa mucha tristeza, ella en serio estaba muy emocionada por ver a sus padres e hizo de todo para que saliera perfecto, hasta invitó a Dante.
Me acerco un poco y Dante me agarra de la mano.
—¿Crees que deba de ir yo? —me pregunta con voz baja—. Tal vez se sienta más cómoda contigo o simplemente no quiere que esté ahí.
—Dante, tú también eres su mejor amigo ¿sí? Podríamos intentar que se sienta mejor entre los dos.
Nos acercamos a Esther y lo primero que hago es abrazarla, cuando ella lo nota se acerca a mí y envuelve sus brazos en mi abdomen. Dante, por otro lado, le toca la espalda de manera de apoyo.
—Ni siquiera sé porque me sigo ilusionando con que vengan—llora Esther—, es obvio que no les importo demasiado.
—No digas eso, ellos te quieren mucho—le dice Dante.
—¿Y entonces por qué no dejan el trabajo de lado y vienen al cuidar a su hija? ¿Qué acaso no soy lo suficientemente buena?
—No eres buena, eres la mejor—le digo—. Ellos de seguro tienen muchas ganas de verte a ti y a Lucas, pero también quieren darles lo mejor y por eso se esfuerzan tanto con el trabajo.
—Es que, no lo entiendo, ¿ni siquiera pueden venir un fin de semana? Sé que están muy lejos, pero soy su hija. No entiendo porque se esfuerzan más haciendo dinero que cuidándome.
—La mayoría de las veces no entendemos a los padres, hacen cosas que no comprendemos, pero ellos si te quieren, Esther, todo el trabajo que hacen lo realizan pensando en tu bien estar y en el de Lucas. Para ellos también debe ser muy difícil no poder estar con ustedes.
Dante de levanta y le extiende la mano a Esther.
—¿Qué? —pregunta la chica confundida.
—Puede que tus papás no hayan venido, pero no por eso no podemos tener una cena grandiosa.
Esther lo mira unos segundos y luego le agarra la mano. Se para delante de él limpiándose las lágrimas, el chico la abraza y ella hace la misma acción con cariño.
—Chicos—oímos la voz de Cloé—. Les preparé unas hamburguesas con papas fritas así no comen el asqueroso sushi. ¿Quieren comerlas aquí afuera?
Compartimos una mirada cómplice porque los tres estamos pensando lo mismo y luego lo ponemos en marcha.
Lo que amábamos hacer de pequeños era una fogata y sentarse a comer al frente de ella y charlábamos o jugábamos cualquier cosa que se nos ocurría en el momento.
Es lo que hicimos ahora.
La risa ruidosa de Esther inunda mis oídos al igual que la risa de Dante. Una sonrisa se me forma en la cara al ver cómo se ríen y se empujan el uno al otro.
—¡Dios, eres un imbécil! —exclama Esther entre risas.
—¡No sabía que el kétchup ya estaba abierto!
Dante se acaba de derramar kétchup por toda la ropa y claramente Esther estalló de la risa y se burla de él. En estas situaciones suelo reírme en lo bajo y los observo a ellos.
—Te pasa por elegir el peor aderezo de todos—le digo y el chico me ve ofendido.
—No puedo creer que no te guste el kétchup.
—Es horrible.
—Es riquísimo.
—Yo prefiero la mostaza—comenta Esther agarrando aquel aderezo.
Cuando lo da vuelta, este se cae arriba de su falda y claro no faltó la risa de Dante junto con su burla.
—¡Mira quién es el imbécil ahora, ja!
Dios, los dos son tan tontos, los amo.
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