Capítulo 6
El auto de Dante tiene un olor similar a vainilla, creo que usa un aromatizante de aquel aroma y eso me encanta.
Los asientos son de cuero y están muy bien cuidado, al igual que los espejos y los cinturones.
Es un auto clásico de los 90 y es muy al estilo de Dante.
Miro por el espejo retrovisor y veo sus ojos marrones achinados por un chiste que acaba de hacer Esther. El viento fresco se cruza por su cabello despeinándolos y sus mejillas están enrojecidas.
Sus ojos encuentran los míos y me dedica una sonrisa, yo apenada por quedarme viéndolo se la devuelvo con la misma simpatía.
—¿Tú qué opinas, Lei? —me pregunta Esther y me agarra desprevenida.
¿De qué estaban hablando? Había escuchado algo de un club y química, pero le perdí el hilo a la conversación cuando me quedé pensando en lo que dijo mi primo antes de salir de casa, luego me embobé con los ojos de Dante y aquí estamos.
—¿Pueden recordarme el tema?
—Lei, Lei, Lei, tú siempre paspando mariposas—me dice Esther riéndose y yo solo niego con una pequeña sonrisa—. Hablábamos del chico que te conté esta mañana. Dante lo conoce, dice que va al club de química y es todo un cerebrito.
—Ah, bueno, eso es un punto extra ¿no? A ti te gustan los cerebritos.
—Sí, pero creo que él está buscando algo serio conmigo y no quiero tener algún tipo de relación sabiendo que podría lastimarlo.
—Podría preguntarle sobre ti cuando lo vea. No somos tan amigos, pero creo que tenemos la confianza suficiente para que me cuente—dice Dante mientras conduce.
—¿Tú de dónde lo conoces? —le pregunto a Dante.
—Toca el bajo, así que forma parte del club de música.
—Uuh, el club de música, ¿ya les he dicho que todos ahí están re buenos? Son los segundos más lindos de la secundaria junto a los de 6to.
Dante la mira con el ceño y yo solo me rio de la situación.
—Gracias por el alago—dice el chico—. Oye, ¿tú saldrías conmigo? Lo pregunto solo por curiosidad no porque esté interesado en ti.
—Eres muy lindo y tierno, son dos factores muy llamativos, pero no eres mi tipo—explica Esther.
Luego de 10 minutos de viaje llegamos a Gibby's.
El clima hoy es perfecto, hace calor, pero no tanto como para derretirse y el sol ilumina de una muy bonita forma, el cielo está celeste y lo decoran nubes que se ven muy esponjosas.
Cuando entramos al lugar el típico olor a café y a chocolate impacta mi cara y me recuerda a miles de veces que he venido aquí para ayudar a mi madre o comer algo como lo estamos haciendo ahora.
Siempre admiré como mi mamá decoró este lugar. Las paredes color crema con blanco acompañado con dibujos de flores. Hay vitrinas donde se pueden ver algunas tortas y opciones para comer, también hay una parte donde se puede ver algunas tazas por si a la gente le interesa comprar.
Buscamos una mesa casi en el centro del lugar y dirijo mi mirada al mostrador donde veo a Tom, el empleado más leal de mamá. Su cabello rubio está despeinado y noto como le está cobrando a una pareja con una sonrisa. Lleva el típico delantal de Gibby's y unos jeans negros.
Levanta la mirada y me ve sentada junto con Dante y Esther, me saluda con una sonrisa y agitando la mano y yo copio su gesto. Otra persona que lo hace con mucha alegría es Esther, creo que a ella solo le gusta venir a aquí para ver a Tom.
—Te recuerdo que es 10 años mayor—le digo cuando dejamos de saludarlo.
—Para el amor no hay edad, Lei.
—Dudo que tus padres piensen eso—agrega Dante y Esther lo mira mal—. ¿Qué? Es la verdad, además, no es para que te sientas mal, pero Tom no estaría con alguien tan menor.
—Puede ser, pero luego de cumplir los 20 años la edad en cuestiones románticas deja de importarle a las personas. Solo tengo que esperar 9 años para cumplir 25 y en ese entonces él tendrá 35, de esa forma la diferencia de edad no sonará tan grave. Solo debo de esperar y por él esperaría hasta el fin del mundo.
—Ya veo.
Hecho un vistazo para ver dónde está mi madre y no la veo por ningún lugar, debe de estar en la cocina.
Me sumerjo en la carta para ver que puedo pedir hasta que una voz femenina y muy conocida me interrumpe.
Ojalá hubiera sido la voz de mi madre, pero lamentablemente es la voz de Charlotte.
—Hola, no sabía que los encontraría aquí—dice la morena con una sonrisa falsa.
No me agrada, jamás me agradó y yo a ella tampoco. Cuando éramos pequeñas lo demostrábamos, pero ahora simplemente nos ignoramos, pero el odio jamás se esfumó.
—La sorpresa es mutua—articula Esther con un poco de desagrado—. ¿Viniste con tu novio?
—Na, rompimos hace una semana, por eso mis amigas quisieron que salgamos a comer así me despejaba un poco de todo aquello—cuenta la chica y luego dirige mi mirada a mí—. Hace mucho no te veo, Lei, ¿cómo has estado?
—He estado bien, gracias por preguntar—me muto a decir mientras sigo mirando la carta.
Quiero que se vaya.
—¿Ustedes vienen por algo en especial o solo para hablar?
Aaaah, que pesada.
—De hecho, sí, venimos a festejar que Dante tocará aquí dentro de un mes—dice Esther mirando a Dante.
El chico se sonroja hasta las orejas y el semblante de Charlotte cambia por uno más coqueto y feliz.
—¿En serio? —le pregunta a Dante.
—Sí, así es.
—Wow, no puede ser—se acerca a Dante y le toca el hombro, yo la miro con el ceño fruncido—. Eso es muy importante para ti, Dante, me alegra que puedas cumplir tu sueño. Sabes, algún día podríamos juntarnos a tomar algo los dos solos.
¿Qué carajos acaba de decir?
Dante reacciona un poco confundido, pero intenta disimularlo con una sonrisa un poco nerviosa. Dirige su mirada hacía mí y miro atenta a la situación.
—Pues yo...
—Él está muy ocupado últimamente con la escuela y la presentación, así que dudo que pueda algún día—digo sorprendiendo a todos los presentes.
Dios, Leiii ¿qué fue esa escena de celos?
No soy nadie para decir aquellas palabras y sin duda alguna quedé como un ridícula frente a los presentes.
Tonta Lei. Tonta Lei.
—¿Qué? ¿eres su calendario? —dice Charlotte junto con una risa haciéndome sentir ridícula—. ¿Manejas sus horarios?
Okey, no puedo acobardarme ahora. Ya dije lo que dije, ya quedé como ridícula, bajar la cabeza en este momento no es opcional.
—¿Tienes algún problema si lo hago? —le digo con una mirada desafiante.
No estoy acostumbrada a esto, siempre evito el contacto visual, pero ahora Charlotte y yo lo hacemos desafiantemente y no pienso dejarla ganar.
—Mm, si Lei es mi calendario la verdad es que no me molesta—interrumpe Dante—. Y con respecto a lo de salir tiene razón, estoy muy ocupado.
—Descuida—dice la chica mirando de vuelta a Dante—. Cuando quieras salir puedes escribirme.
Me dedica una última mirada de desagrado y luego se va con su grupo de amigas.
En la mesa se forma un silencio incómodo acompañado de las miradas de Esther de <<¿qué mierda te pasó?">>
Ojalá supiera.
Charlotte simplemente es una persona que me causa mucha rabia y enojo, así que cuando le hablo a Dante de esa manera me hizo hervir la sangre, pero no justifica que haya hecho ese comentario tan desubicado, tal vez Dante si quería salir con ella y yo no tengo el derecho de meterme en ello.
—Iré al baño, ya vuelvo—aviso levantando de la silla.
En el camino saludo a empleados de mí mamá y paso por al frente de la mesa de Charlotte.
No es que sea perseguida, pero si sentí sus miradas de desprecio hacia mí.
Cuando estoy por llegar al baño me encuentro con la puerta de la cocina y con la voz de mi madre. Al escucharla me acerco a ver y noto que está con alguien más. Reconocería esos mechones rubios en cualquier lado, es Tom.
—Okey, esto es para la mesa 5—escucho—, y esto es para la mesa 12, asegúrate de que la chocolatada esté bien fría y que no haya ningún pelo en la comida.
—Jamás hay un pelo en la comida—dice Tom.
—Hay veces que se escapan—comenta mi madre.
Luego de eso hay un silencio hasta que ella dice.
—¿Harás algo esta noche? Podríamos ir a comer, si quieres, como la vez pasada no tuvimos tiempo.
—Pues no haré nada hoy, así que si tu familia no tiene problemas por mí sí. Digamos que últimamente estás llegando muy tarde y no has ido a cenar con ellos por mi culpa.
Espera ¿qué?
—Lo sé, pero tampoco es que sea un gran sacrificio dejarlos para ir a cenar contigo—dice mi madre.
—Cómo te digas, jefa—finaliza Tom.
Luego escucho los pasos hacia mi dirección y me escondo tras la puerta así no notan mi presencia.
Debo de haber oído mal. ¿Mi mamá y Tomm?
Es decir, él es muy joven y conoce a mi familia desde hace ya mucho tiempo. No estaría con mi madre.
¿Y cómo es eso que no sería un gran sacrificio dejarnos?
¿Es por él que llega tarde todas las noches o a veces no llega? ¿Por qué está cogiendo con Sam, la persona en la que creí que podía confiar?
La taquicardia en mi corazón se hace presente junto con la rabia.
No solo mi mamá nos traicionó, sino también Tom.
Ahora mismo estoy sintiendo algo que jamás sentí con tanta intensidad. Ira.
¿Qué es lo malo de la ira? Es que no piensas con claridad, justo lo que me está pasando ahora.
Camino con paso fijo hasta la mesa 5 donde se encuentra Tom dejando el pedido de una familia con suma tranquilidad y simpatía.
Cuando se da vuelta se encuentra con mi presencia y una sonrisa se le forma en la cara.
—Hola, Lei, ¿tus amigos ya saben qué pedir? ¿les tomo el pedido?
—¿Cómo te atreves? —le pregunto con un nudo en la garganta y Tom me mira extrañado.
—¿Qué?
—No te hagas, sé que pasas las noches con mi madre.
—Eeh, disculpa ¿qué? Si es porque llega tarde a su casa es porque últimamente hay mucha gente y a veces nos quedamos hablar sobre mi...
—¡No soy estúpida! —le digo con un tono de voz más alto.
La mayoría de las personas se nos quedan viendo, incluidos Esther y Dante y claro Charlotte y sus amigas.
Tom me mira más extrañado y también con un poco de preocupación ante lo que le estoy diciendo.
—Lei, en serio no sé de qué me estás hablando, pero descuida ¿sí? Terminaré de llevar este pedido y hablamos afuera tranquilos.
Tom se da vuelta para ir a la otra mesa, pero como yo aún no había terminado de hablar con él lo sujeto del brazo y lo tiro bruscamente hacia mi dirección.
La bandeja que estaba sosteniendo se tambalea haciendo que los batidos que llevaba se derramaran sobre mí y en suelo, al igual que un pedazo de torta y unas donas.
Ahora estoy cubierta de crema y batidos y todo el mundo está mirándome con una expresión sorprendida y comentando por lo bajo lo que me acaba de pasar.
Ahora mismo siento ganas de salir corriendo y llorar.
La gente pensará que soy una estúpida o una loca, o ambas a la vez y tantas miradas hacía mí hacen que respirar se vuelva pesado.
Veo el semblante de Tom, quien está sorprendido y luego miro por arriba de su hombro a Charlotte.
Está riéndose con sus amigas y sacándome fotos como su fuera un puto animal de circo.
—¿Y tú de qué mierda te ríes? —pronuncio con rabia.
Doy un paso a su dirección, pero no llego muy lejos porque resbalo con un pedazo de torta y caigo al suelo de culo.
Ahora las risas son más sonoras y mis ganas de llorar más fuertes.
Todos mirándome, riéndose de mí.
Dios, desaparéceme, por favor.
—Lei, déjame que te ayude ¿sí? —dice Tom.
Intenta agarrarme de las manos, pero estas tiemblan igual que un tembleque y las lágrimas hacen presencia.
—No, no. Tranquila, Lei, aquí estoy, te ayudaré.
Las palabras de Tom no me tranquilizan, es más, quiero golpearlo porque la parte menos razonable de mí, o sea la que está presente, le está echando la culpa de todo esto.
Por su culpa mi familia se está hundiendo. Por su culpa estoy en esta situación.
Ayuda a que me levante y no me atrevo a mirar al frente, solo miro al piso avergonzada mientras las lágrimas brotan de mis ojos e intento que mis manos dejen de temblar.
Pronto Esther hace acto de presencia junto con Dante y veo la preocupación en ellos.
—Lei, ¿qué te pasó? ¿estás bien? —pregunta Esther con un tono de preocupación.
—¿Necesitas algo? Puedo traer un trapo o algo para limpiarte—agrega Dante.
Solo niego con la cabeza en dirección al suelo. Luego me voy rápido del lugar y siento el viento fresco chocar mi cara.
Camino una cuadra hasta que encuentro un banco y me siento a llorar.
Mis manos tiemblan y mi corazón late igual de rápido como el de Flash. Mi vista se nubla por las lágrimas e intento respirar, pero no es posible, es como si el aire simplemente se esfumó del mundo.
En mi cara aún hay restos de crema y batido de frutilla, también tengo chocolate en las piernas y las manos todas llenas de chips de colores.
Estoy unos minutos así hasta que siento unas manos junto las mías y veo a Esther a mi lado.
—Lei, oye, tranquila ¿sí? Estoy aquí.
Aprieto las manos de Esther con fuerza y ella me acaricia con su dedo pulgar.
Su presencia me hace sentir más a salvo, aun así, no es suficiente para que me tranquilice. Solo quiero llorar y seguir llorando.
Con la mano temblorosas empiezo a señalar su celular y ella me mira con el ceño fruncido, hasta que lo suaviza y pregunta.
— ¿Necesitas que llame a alguien?
En respuesta muevo la cabeza afirmando.
Llama a mi papá y al cabo de unos minutos él ya está allí. Su semblante es de preocupación al ver en un banco llorando toda sucia.
Cuando noto su presencia corro hacía a él y lo abrazo lo más fuerte posible ahogando llantos en su camisa. Mi papá no lo duda dos veces, me devuelve el abrazo con mucho cariño e intenta tranquilizarme como puede.
El camino a casa es silencioso. Me quedo callada con lágrimas mientras veo las nubes por la ventanilla del auto sujetándole la mano a mi papá.
Luego me doy una larga ducha y me acuesto en mi cama sin ganas de hacer nada.
No quiero mirar el celular y no quiero hablar con nadie. Solo quiero estar entre mis mantas sumergida en mi silencio. Es lo que hago hasta que mi mamá llega a casa.
—Lei, cariño, ¿qué pasó? Tu padre me contó y Tom también, ¿estás bien?
No contesto, solo me quedo mirando a la pared.
—Tuve otro ataque, nada más—digo con voz apagada.
—Ay, corazón. Lo lamento mucho, ¿qué puedo hacer para ayudarte?
Dejar de cogerte a un puto chico de 25 años y empezar a ser buena madre de una vez por todas.
—Solo déjame sola ¿sí? Quiero descansar—me muto a decir.
Ella acepta, me deja un beso en la frente y me recuerda que si quiero cenar puede traerme un plato de comida hasta aquí.
Cuando cierra la puerta empiezo a llorar de vuelta y ahogo aquel llanto con la almohada.
Esto será más difícil de lo que pensé.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro