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9. ¡Maldito destino de mierda!

Maratón 2 de 3

Sam:

Llego a mi habitación y me doy un baño para luego ir al comedor donde sé que están todos. La verdad, este es un horario del día que ni me interesa, no significa absolutamente nada para mí por mi intolerancia a la comida, pero he descubierto que, de cierta forma, me entretiene estar rodeado de todos ellos y creo que, por ahora, lo mejor es disfrutar de la tranquilidad. No sabemos si algún día volveremos a gozar de esta paz.

Cuando abro la puerta, miro a mi alrededor para darme cuenta de que ya están todos, incluyendo a los emplumados que, para mi sorpresa, se integran a la conversación como si formaran parte de la manada desde toda la vida. Algo que me confunde sobremanera es ver a Nick y a Alysson sentados también, como si nada.

¿No se supone que iban a salir juntos?

¿Es que este imbécil de verdad va a desaprovechar la oportunidad de estar con la mujer que ama antes de morir?

No sé si es porque me he vuelto un poco sensiblero en los últimos días, pero realmente me gustaría verlos juntos, tal vez de esa forma al Nefilim se le quite la cara de culo que trae consigo la mayor parte del tiempo. Tal vez me he vuelto un alma samaritana o simplemente me guste sembrar el caos, pero no me lo pienso cuando me ubico frente a Nick, con los brazos en mis caderas.

La conversación se detiene y todos me miran, confundidos. Yo solo sonrío de medio lado.

—¿Tú no tenías una cita con Alysson? —pregunto y los ojos del Nefilim se abren de par en par. La Guerrera se aclara la garganta y creo que alguien murmura algo así como: “¿qué dijo?” Me parece que es Alexander.

—¿Cómo…?

—¿Cómo lo sé? —Interrumpo su balbuceo—. Eso no es importante ahora. No sé qué carajos ha pasado para que estén aquí cenando y no por ahí a donde sea que vayan los Legnas a enamorar, pero ya estoy harto de esta situación.

—Hostring —advierte el Nefilim poniéndose de pie, pero no me interesa, me volteo hacia Alysson.

—Eres una mujer valiente y no te mereces a este pendejo, pero estoy cansado de escucharlo suspirar a escondidas. —El Nefilim corre con intenciones de darle la vuelta a la mesa para callarme y sé que me llevaré unos trompones por meter la nariz donde no me llaman—. Nick está enamorado de ti.

El hombre se queda de pie, totalmente en shock, ni siquiera se atreve a mirar a su amiga que ha abierto los ojos de par en par. Comienzo a preocuparme al notar lo jodidamente pálida que se ha puesto.

—¿Qué has dicho? —pregunta Alexander, poniéndose de pie.

—Alex —susurra Sharon antes de que yo pueda decir cualquier cosa. Se incorpora para quedar a la altura de su hermano—. Mejor te callas, es tu suegro y no creo que te convenga decir nada en contra.

Sin poderlo evitar, me río.

El rey parece entender lo que su hermana dice y vuelve a su lugar con un punto en la boca. Hombre inteligente.

—Yo también. —Escucho que dice Alysson de repente y, sorprendido a más no poder, la miro.

—¿Qué? —pregunto. ¿Está diciendo lo que creo que está diciendo?

—Yo también estoy enamorada de él.

—¡Jodida mierda, lo sabía! —grito sobresaltándolos a todos y me río.

Soy el mejor puto casamentero del planeta.

Miro al Nefilim que ahora la observa como si no pudiera creerlo. Resoplando, me acerco a él y sin importarme una mierda quién sea, golpeo su cabeza haciéndolo reaccionar. Él me mira con sus ojos completamente azules brillantes, helándome la sangre. Trago saliva y me obligo a hablar.

—Macho, la tipa acaba de admitir que está enamorada de ti. ¿Podrías dejar de comportarte como un idiota y sacarla de aquí para que hablen con calma?

Sus ojos vuelven a la normalidad, sacude su cabeza y se voltea hacia la guerrera.

—¿Crees que podamos hablar, Aly?

—¿Eh? Sí, claro que sí.

Alysson se pone de pie y camina hacia la puerta. Estoy dispuesto a empujar al idiota a mi lado, pero para mi suerte, camina solito. Una vez desaparecen, siento un brazo cruzarse sobre mis hombros. Observo a Sacarías que sonríe a mi lado.

—Un día de estos te vas a ganar unos cuantos golpes por andar metiéndote donde no te llaman.

—Ha funcionado y si me hicieras caso, tus problemas también mejorarían. —Su mirada se concentra en la mía. Él sabe que me refiero a contarle la verdad sobre su esposa, cualquiera que esta sea, al brujo. Sobre todo, su inevitable regreso.
Suspira profundo.

—Eso intento, Sam, eso intento, pero no es tan fácil.

Se dispone a darse la vuelta, pero lo detengo por un brazo. Miro detrás de él y todos parecen concentrados en sus cosas, todos menos Ezra, aunque él no nos puede oír.

Me rasco una ceja mientras pienso en cómo decir lo siguiente.

—Si necesitas ayuda para cualquier cosa, solo dilo, ¿vale? —Sonríe.

—¿Te estás ofreciendo?

—A… —Muerdo mi labio inferior y su sonrisa se ensancha—. Eso es lo que hacen los… —Trago saliva, ¿por qué me cuesta tanto decir esa maldita palabra?

—No te vas a morir si lo dices.

Resoplo.

—Para eso están los amigos, ¿no? —pregunto con rapidez—. Tú solo avisa.

—Gracias, Sam.

—De nada. —Y como alérgico al fin a esta clase tonterías, me alejo de él hasta ubicarme cerca de la Criaturita.

—Hola —murmura.

—Hola —respondo sonriendo y, antes de que pueda decir nada más, Jazlyn se sienta a mi lado.

—Hola, chicos. —Tanto la Criaturita como yo, la miramos y se me ocurra la pequeña idea de que tal vez, a ella no le guste la idea de que su padre salga con la madre de su novio, sin embargo, por la sonrisa en su rostro, sé que no es el caso—. ¿Desde cuándo eres casamentero?

—Desde que tu padre me tiene hasta los cojones suspirando por esa mujer a escondidas.

—Debo decir que eso no me lo esperaba.

—¿Estás enojada?

—Para nada. Él merece ser feliz.

—Supongo. —Me encojo de hombros.

—Y tú también. —Coge mis manos por encima de la mesa y desde el otro lado puedo escuchar un carraspeo para nada disimulado. Lo ignoro, Jaz solo sonríe—. No tengo poder para hacerte feliz, creo que otra ya se está encargando de eso. —Mira a Vitae, yo también. La pobre nos observa a los dos sin saber qué decir. Regreso mi atención a mi amiga—. Sin embargo, puedo hacer algo para que te sientas mejor.

Bajo mi atenta mirada, coge uno de los platos vacíos y lo coloca boca abajo. Para mi total sorpresa, une su pulso con el anillo y esa corriente ya conocida cada vez que se forma la serta, fluctúa en mi interior. La habitación se queda en silencio, todos tenemos nuestras miradas en ella, a fin de cuentas, cada ser sobrenatural se siente atraído hacia su poder.

Sin dejar de sonreír, comienza a hacer un dibujo en el fondo del plato que reconozco a la perfección. Mi corazón late acelerado al darme cuenta de lo que está haciendo y así, con su pelo rubio, concentrada en la runa, mientras la emoción surca sus bonitas facciones, se parece demasiado a Mía. Tomo una respiración profunda intentando controlar mis recuerdos y el mar de emociones que inunda mi interior.

—Soñé con esta runa cuando estaba en el pasado y he deseado desde entonces volver a verte para hacerla. Espero que te guste. —Coloca el plato boca arriba y deja caer una gota de su sangre en él, luego me lo tiende—. Disfruta tu cena, Sam.

Observo el recipiente, emocionado. A veces siento que ya nada queda del vampiro de hace unas semanas, ese que era experto en mantener sus emociones a rayas, ese que nada lo perturbaba, al que no le importaba nada; pues últimamente siento que todo me afecta, para bien o para mal y no sé cómo sentirme al respecto.

Vitae toma el plato y desaparece tras de mí. Observo a mi amiga que me analiza esperando una reacción por mi parte.

—Gracias. —Es lo único que consigo decir. Ella solo se encoge de hombros.

La Criaturita regresa a mi lado y coloca el plato frente a mí. El delicioso aroma a pastel de chocolate me hace la boca agua. Siento las miradas de todos los presentes, puestas en mí, como deseando comprobar que realmente la sangre de Jaz es capaz de hacernos comer sin vomitarnos al instante.

—Si mal no recuerdo, te gustaba el chocolate —murmura mi chica. Supongo que es cierto eso de que me conoce desde hace mucho.

Asiento con la cabeza y, sin hacerle caso a los de mi alrededor, aunque incómodo a más no poder, cojo la cuchara y corto un trozo de la tarta.

La boca se me hace agua ante la idea de poder saborearlo porque no puedo negar que la comida humana siempre se ha visto deliciosa. Cierro los ojos al sentir cómo se deshace en mi boca mientras un sabor amargo, pero dulce al mismo tiempo se adueña de mi paladar.

Un nudo se me forma en el estómago porque, aunque sea algo pequeño, por primera vez en mucho tiempo, me siento como un ser humano, no como un monstruo o un vampiro en redención. Mi corazón late y puedo comer como alguien normal. Juro que, si no fuera por la cantidad de ojos chismosos en este lugar, podría escapárseme una lagrima por el cúmulo de emociones. Eso me preocupa, realmente me he vuelto un blando.

—Delicioso —murmuro.

—Aún me asombra todo lo que puedo hacer con mi sangre. —Observo a Jaz que parece realmente sorprendida, sin embargo, no me da tiempo a contestarle, porque una retahíla de maldiciones me interrumpe.

Vitae se levanta con rapidez y, asustado, miro hacia atrás. Sharon se sostiene la mano mientras una mueca de dolor distorsiona su rostro. La isla de la cocina está manchada de sangre, mientras la Criaturita intenta cubrir la herida con un paño.

Me levanto a toda velocidad y corro hacia ellas, preocupado, interponiéndome en el camino de Alexander. Cojo la mano de la reina y, a pesar de que el hedor a sangre que tanto me ha atormentado los últimos días, impregna mis fosas nasales, no creo que me vaya a salir de control. Ahora que lo pienso, ya no siento esa sed desesperante de hace unos días. Yal vez esté sobrepasando mi abstinencia.

—¿Estás bien? —pregunto revisando la herida que, por suerte, no es muy grande, pero suelta demasiada sangre—. Tienes que tener más cuidado, ¡joder!, estás embarazada.

—Relájate, Hostring, es solo una herida, nada del otro mundo. El cuchillo se me resbaló, nada más.

—¿Qué será la próxima vez? —pregunto enojado—. Tienes que cuidarte, Sharon, nada de cuchillos ni nada que renga filo, ¿entendido? Necesito que cuando mi hermano regrese, tanto tú como su hijo estén bien, ¿de acuerdo? —Levanto la mirada y me encuentro con los ojos marrones de ella que, para mi sorpresa, no lucen enojados.

—Te salvas que tus intensiones son buenas porque, justo ahora, solo quiero coger un sartén y golpearte la cabeza hasta que entiendas que no soy de cristal y que estás loco si piensas que voy a hacer caso a tus estúpides exigencias. —Arranca su mano de entre las mías, dejándome con el paño que sostenía Vitae hace unos instantes—. Solo necesito unas hierbas para que sane, no me voy a morir.

—¡No lo hagas! —Escucho gritar a Gabriel, de repente, sobresaltándonos a todos y en menos de un segundo, la habitación se sale de control.

Un grito ensordecedor hace eco a nuestro alrededor. Por un instante, no sé qué carajos sucede ni mucho menos de dónde ha salido. No es hasta que veo a los emplumados levantarse a toda velocidad, que me percato de que Vitae está en el suelo, retorciéndose de dolor.

¿Y ahora qué mierda?

Corro hacia ella, abriéndome paso entre los presentes y la sostengo en mis brazos. Su cuerpo se sacude sin control mientras mi corazón late con fuerza contra mis costillas, asustado. Gemidos de dolor se escapan de ella helándome la sangre.

—¿Qué coño pasa? —pregunto, preso de la histeria, a los malditos Arcángeles que están junto a nosotros.

—La sangre de la Última Guardiana ha entrado en contacto con la Piedra.

—¿Qué?

Miro su frente y me percato de que tiene razón, una pequeña mancha roja rodea la piedra, es como si se hubiese pasado la mano distraídamente.

—Estaba riendo ante tu más que exagerada reacción —explica Gabriel, mientras Rafael la revisa, pero los gemidos se hacen cada vez más fuertes—. No creo que fuera consciente de que su mano estaba manchada cuando la pasó por su frente.

—¡Ah, maldito destino de mierda! —grito frustrado—. ¡Maldita profecía!

Otro grito ensordecedor retumba en la habitación mientras su cuerpo se sacude con más fuerza aún, dificultándome la tarea de sostenerla.

—No creo que esto sea normal, Rafael —le digo y por su mirada, sé que piensa igual.

Otro grito que eriza mi piel y revuelve mis entrañas. Su piel pálida está perlada por el sudor; la piedra en su frente cambia de intensidad constantemente, su cuerpo se calienta a niveles alarmantes y algo en mi interior me hace voltearla. La Marca en su espalda está como loca, es una especie de tormenta que azota las ramas del árbol mientras el sol y la luna salen y se esconden sin control.

—Definitivamente esto no es normal —murmuro.

No sé cómo carajos se supone que se van a separar, pero da la sensación de que su cuerpo quiere hacerlo, pero no tiene fuerzas suficientes.

—Apártense —dice Sharon, arrodillándose entre los Arcángeles, que no tardan en hacerle espacio. Yo dejo el cuerpo convulsionante de la Criaturita sobre el suelo y para mi total estupefacción, la reina sostiene un cuchillo con entereza y sin dudar, hace un corte en la palma de su mano.

La sangre brota sin parar y ella aprieta la herida sobre la Piedra. Por su rictus, sé que le está doliendo horrores.

Las convulsiones de la Criaturita empeoran y su piel comienza a brillar, literalmente.

Una luz blanquecina se desprende de cada uno de sus poros haciéndonos retroceder por su intensidad. Cubro mis ojos porque es tanto el brillo, que arde en mis retinas.

Quiero acercarme a ella, poder sostenerla porque sé que esta transformación o como quiera que se le llame, debe dolerle en el alma, pero no lo consigo. Otro grito desgarrador irrumpe en la habitación estrujando mi corazón ante la impotencia y por varios segundos, es lo único que se escucha, hasta que de repente, cesa.

Todo está en calma, solo se escucha el latido acelerado de los corazones de los presentes y poco a poco, me obligo a abrir los ojos que están lagrimando por la intensidad de la luz. Los restriego para azorar la sensación y las personas a mi lado comienzan a reaccionar como si despertaran de un sueño profundo, con calma y totalmente desorientados.

Cuando consigo enfocar mi mirada, quedo totalmente sorprendido. Es decir, ya sabía que la otra capa de la profecía incluía que tanto Vitae como Mors, tendrían un cuerpo independiente, pero tenerlas frente a mí, una con el pelo tan blanco como la nieve, la otra como un azabache, es impresionante.

La ropa que cubría el cuerpo de Vitae ya no está, ambas están totalmente desnudas, y hechas un ovillo. Parecen dormidas o, teniendo en cuenta el dolor que las consumía, tal vez desmayadas. Sacarías y Ezra se acercan a ellas cada uno con un manta con la que cubren sus cuerpos.

—Joder —murmura el brujo de pelos locos haciendo eco a mis pensamientos.

Joder, joder y joder.

Tenemos dos de ellas.

¿Cómo serán las cosas ahora?

—Debemos llevarlas a su habitación hasta que despierten. —Sacudo mi cabeza para eliminar el atolondramiento y asiento con la cabeza ante las palabras de Rafael.

Con cuidado, tomo a Vitae en mis brazos, por unos segundos dudo qué hacer con Mors, pero me alivio cuando es Gabriel quien se dispone a levantarla. Me dirijo a su habitación y me alegra ver que solo el emplumado me sigue, no tengo deseos de escuchar comentarios de ninguno de ellos.

Las colocamos en la cama suavemente, cubriéndolas con el edredón. Vistas así de cerca y tan tranquilas, son jodidamente idénticas, salvo por el color de cabello y, por lo que sé de ellas, tal vez el color de sus ojos sea diferente también. El resto, es igual, incluso la piedra la tienen las dos.

Respiro profundo, no es algo que necesite, pero sí me relaja.

—¿Y ahora qué? —le pregunto al Arcángel que las observa detenidamente.

—¿Te refieres a la profecía o a tu recién adquirida novia? —Lo miro con mala cara. Es la última persona a la que le aguantaría una broma.

—Mors no es mi novia, ella no siente nada por mí.

—Vitae y Mors son una sola, tal vez ahora no lo veas y te resulte extraño, pero te darás cuenta de que es así. Ambas sienten lo mismo, créeme y son re intensas las dos.

Solo espero que no regresen a su estado de “garrapata” al igual que cuando las conocí.

—¿Y sobre la profecía? —pregunto para cambiar de tema.

—La jaula de Lucifer se ha abierto. —Lo miro con los ojos desorbitados—. Relájate, no puede salir aún. Digamos que la apertura no es lo suficientemente grande, pero sus demonios sí podrán hacerlo. Tal vez no los siete al mismo tiempo, pero con cada uno que salga, la grieta será mayor.

—¿Cuánto tiempo tenemos?

Que no diga horas, por favor.

—¿Dos, tres días? —Se encoge de hombros—. Tal vez menos. Solo te puedo garantizar una cosa, el descanso se ha acabado. Teniendo en cuenta que están en el fondo del infierno, estimo que el o los primeros, estarán mañana en la tarde aquí.

—¿Y la cúpula?

—Para cuando el sol caiga, ya habrá caído.

Genial.

Me revuelvo el cabello con desesperación.

—¿Cuándo despertarán?

—Cuando recuperen energías. Es mejor que las dejemos descansar.

Asiento con la cabeza.

—Iré a decirle a Alexander las nuevas circunstancias. Supongo que no nos quedaremos de brazos cruzados esperando a que los demonios vengan.

~~~☆☆~~~
Uff, ya hay dos Criaturitas y las cosas están al irse al diablo.

¿Qué pasará ahora?

Continúen

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